La derecha argentina festeja la condena judicial de Cristina Fernández de Kirchner y muestra los colmillos sangrantes, convencida de que “mató” al enemigo, ganó la guerra y que por unos años disfrutará de un promisorio futuro, sin peronismo a la vista.
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¡Qué equivocados están! No saben, no entienden, no imaginan que ha cometido su peor error.


Y es lógico, soñaron tanto con este momento que se les nubla la razón. Siempre quisieron ver presa a Cristina y hoy, que ya es una realidad, brindan eufóricos descorchando botellas de Louis Roederer Cristal mientras hacen apuestas desopilantes sobre el lugar dónde cumplirá su condena la muy odiada expresidenta argentina.
Las emocionadas lágrimas de cocodrilo les nublan la visión. No advierten que cometieron un error. Su vanidad no los deja entender que se les fue la mano, que si la sangre no llegaba al río estaba todo bien. Pero no, eligieron el camino más humillante y el ruido fue tan intenso que alcanzó para despertar a un pueblo dormido.
Acaban de sacar del ostracismo al peronismo de Perón y de Evita, el que ya pasó muchas veces por la cárcel, la proscripción, la persecución y la venganza más cruel. Y sobrevivió.
Pero claro, ellos no saben de eso, nunca defendieron otra causa que la del dinero ni se comprometieron con ningún ideal más que con su propio egoísmo.
La jugada les salió casi perfecta en cuanto al resultado, pero el método fue tan anunciado, que terminó siendo grotesco, humillante, exagerado. Fue la crónica de una proscripción anunciada. ¡Oh casualidad!, justo cuando el justicialismo comenzaba a limar asperezas y reagruparse en torno a la figura de su máxima líder política.
Un golpe al hígado que dejó de rodillas al peronismo, pero vivo, y que puede terminar siendo el bofetazo que necesitaba para despertar de su dilatado letargo, lleno de interminables errores políticos y de gestión.
Una larga pesadilla que lo acabó fragmentando sin coordinación ni estrategia y que dejó la mesa servida para un insólito outsider inventado para la ocasión en el moderno laboratorio de la ultraderecha.
La vergonzosa experiencia presidencial de Alberto Fernández en plena pandemia fue el virus que acabó con lo que quedaba de la paciencia de la gente, sumergida en la pobreza y harta de una dirigencia cada día más corrupta y alejada de los problemas reales de la sociedad.
La danza de las paradojas argentinas no se detuvo y Javier Milei terminó siendo la absurda consecuencia de los mayores desatinos peronistas.
La mano del macrismo
Pero Milei no era lo peor, detrás del monstruo liberal se escondía la mano del macrismo, la que mece la cuna de los peores manipuladores de la sociedad argentina, los que históricamente sacaron provecho de todos los gobiernos acostumbrados a pactar con el diablo a cambio de una imagen adornada para su subsistencia.
Los que mil veces juraron venganza contra Cristina por atreverse a desafiarlos y quitarles la máscara con que se ocultaron siempre. Esos que no tuvieron empacho en decir: “Cristina, entre la bala que no salió y el fallo que sí saldrá”.
El título de Clarín el mismo día del frustrado atentado contra la líder kirchnerista anunciaba con absoluta pedantería lo que iba a pasar casi tres años después. La bala no salió, pero la sentencia sí.
Y pasó. El 10 de junio llegó el fallo condenándola a seis años de prisión e inhabilitándola a perpetuidad para ocupar cargos públicos. Y ese mismo día, horas antes de que se conociera el veredicto, el principal diario de la derecha publicaba una fotografía de Cristina tras las rejas como primicia absoluta. Y todo una semana después de que anunciara su candidatura a la gobernación de la provincia de Buenos Aires.
La maniobra era tan burda que los constitucionalistas más valientes se atrevieron a decir que se trata de una causa política, no judicial. Como antes con Lula o con Dilma Russefff en Brasil, hoy en Argentina con Cristina.
La reacción fue inmediata, toda la dirigencia peronista se volcó a respaldarla. Hasta el propio Axel Kicillof, públicamente enfrentado a la exmandataria, salió a decir que más que un ataque contra el kirchnerismo era un atentado contra todo el peronismo y la democracia argentina.
Ella, por su parte, entendiendo con claridad el momento, se mostró íntegra, para nada derrotada. Salió al balcón de la sede del PJ y llamó a la dirigencia militar, a movilizarse, a ponerse codo a codo con la gente acompañándola en este momento para cambiar la historia.
Y desde entonces comenzó la militancia. Empezaron las guardias de cientos y miles de personas frente al edificio donde permanece Cristina, con banderas, pancartas y la garganta encendida a puro grito mostrando fotografías de Mauricio Macri jugando al fútbol con algunos de los jueces y fiscales que hicieron su trabajo condenando a la mayor enemiga del macrismo derechoso.
El fallo de la Corte consagró la autoría por omisión propia, es decir, el máximo tribunal entiende que Cristina no fue condenada por actos propios, sino por no impedir fraudes ajenos desde su condición de “garante institucional” de la República.
Se trata de un tribunal que tiene dos de sus tres miembros designados por decreto por Mauricio Macri. El ex presidente dictó en diciembre de 2015 un decreto de nombramiento de Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti, lo que mereció fuertes cuestionamientos políticos en aquel momento y se constituyó en el primer paso de la conformación de una Corte largamente criticada por su parcialidad al millonario empresario.
En los últimos días, los medios más enfrentados con Cristina ya comenzaron a festejar un fallo que todavía no había salido, por eso la noticia no sorprendió a nadie y la movilización comenzó antes de que se haga pública la sentencia.
La Corte logró que las posiciones más distantes del peronismo se expresaran y destacaran la importancia de la unidad para enfrentar este momento. La sentencia contra Cristina les dio una razón para volver a movilizarse unidos.
Si hacía falta una causa épica para salir a defender, esta es la mejor oportunidad que podían encontrar. Cristina activará el mensaje de la persecución y la proscripción, que una vez más pone al peronismo como la histórica víctima del ataque de los defensores del capital.
Esto activará al peronismo como no sucedía desde que Perón estaba proscripto en España y potenciará el liderazgo de Cristina a niveles superlativos. Su detención construirá lo que hasta hace un mes atrás parecía imposible: un peronismo unido y molvilizado dispuesto a salir a militar con furia unido por una causa común.
Macri y sus amigos en la justicia hicieron el milagro, despertaron al peronismo y llenaron de preocupación a Milei. El libertario no quería esta batalla, prefería enfrentarse a un peronismo derrotado, dividido, fracasado.