Es momento de tomar partido y situarse en el lado correcto, de alejarse de la equidistancia y pasar a acciones concretas: reconocer al Estado palestino, imponer un embargo de armas a Israel y cesar cualquier colaboración directa o indirecta con sus políticas de exterminio. Actuar ahora no es solo una cuestión de justicia y de derechos humanos, sino una exigencia moral: estar del lado correcto de la historia. Cuando pase el tiempo y miremos hacia atrás sabremos quién tuvo agallas de enfrentarse a un Estado con mucho poder, con la connivencia y apoyo de EE.UU. o quien prefirió callar, como en El Silencio de Otros.
El propio filósofo Amador Fernández-Savater se ha hecho eco de la reflexión de Sánchez Cedillo, quien afirmó en El Tablero de Canal Red que el Derecho Internacional ha perdido su fuerza real.
La consecuencia de esta erosión jurídica es demoledora: ya no existen criterios objetivos, solo los intereses de las potencias dominantes. Frente a esto, solo cabe construir —desde fuera de este sistema corrupto— una nueva legitimidad internacional porque no podemos reformar un sistema cuya estructura misma sostiene el genocidio.
Y sí, hay que decirlo sin medias tintas ni eufemismos: estamos frente a una estructura genocida. Lo hemos visto cuando se atacó a la Flotilla de la Libertad. Lo vemos cada día con alimentos y ayuda humanitaria interceptados, con civiles asesinados, con la impunidad garantizada por el silencio de Occidente. Esta misma noche ha habido un ataque a una oficina de Médicos del Mundo, asesinando a ocho personas, entre los que se encontraban cuatro niños.
Cada uno de estos ataques es un golpe más a quienes luchan por la paz y la justicia social.
La inacción de los gobiernos europeos, lejos de ser neutralidad o equidistancia, es apoyo indirecto al Genocidio y al colonialismo. Y hemos llegado a un punto en el que no basta con indignarse: debemos asumir que nuestra pasividad también forma parte del problema, somos cómplices de uno de los mayores genocidios de la historia.
España, además, tiene responsabilidad directa. Su compraventa de armas, su débil reacción diplomática, su falta de presión real, la convierten en cómplice. El Derecho Internacional Humanitario está siendo violado de forma sistemática, lo dice la ONU y las organizaciones de derechos humanos, ¿qué más se necesita para levantar la voz?, ¿no son suficientes asesinados ya?
Frente a esto, solo queda presionar desde abajo. Presionar desde las calles, desde la opinión pública, desde cada espacio donde aún exista la dignidad y el compromiso. Por ejemplo, iniciativas como la campaña BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) ofrecen herramientas eficaces para debilitar al régimen israelí. Sin embargo, lo que hizo el otro día nuestro ministro de exteriores solo muestra tibieza: llamar a consultas a un embajador es un gesto vacío cuando hay activistas poniendo el cuerpo —como los doce de la Flotilla de la Libertad— por salvar vidas.
Es hora de construir una coalición histórica contra el Estado genocida. Aún podemos evitar el error histórico que estamos cometiendo. El juicio de la historia llegará y entonces sabremos quién estuvo en el lado bueno, el lado humano, el lado del sentido común y los derechos humanos. Pero también sabremos quién fue cómplice de un genocidio.
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*Ana Botwin, estudió Comunicación Audiovisual y un Máster en guiones y creatividad en Globomedia. Escribió guion para televisión y después fue tester de videojuegos en Uruguay, tras escribir uno propio para PlayStation. Finalmente terminó juntando letras y colabora como columnista en varios medios de comunicación. Ha publicado Pies de Elefante: Una crónica (muy) personal de la esclerosis múltiple (Ariel) y se encuentra escribiendo su primera novela para Grijalbo (Penguin Libros). Su trabajo se ha centrado en hablar sobre discapacidad, feminismo, desigualdad social, cine, cultura, política y movimientos sociales.