El sábado terminó trágicamente la fantasía de que el Uruguay era “malla oro”, que estábamos en el podio y que Pompita era el “campeón del Siglo”. Ese día, falleció infectado por el COVID 19 el alcalde Andrés Abt, quién era muy querido por sus amigos y muy respetado por correligionarios y adversarios.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
El hecho sacudió a todos, pero sobre todo a sus compañeros del Partido Nacional y especialmente a los herreristas. Cuando la muerte nos toca de cerca, las circunstancias en que se produce adquiere mayor relevancia que cuando los muertos son anónimos y los hechos se minimizan insinuando que no murieron por el coronavirus sino por la edad o las comorbilidades.
Insistir, con reiteración real, que los muertos eran viejos y estaban enfermos, es sugerir que eran muertes inevitables y que nada se pudo hacer para que se salvaran.
Nada más lejos de la realidad.
Son tonterías que se repiten por defecto, como que “se sigue con tenacidad el hilo epidemiológico de los casos confirmados” hilo que se perdió hace medio año.
La realidad social y sanitaria evidencia que todo ese relato era puro cuento. Pasados doce meses estamos re mal y la imaginativa idea de “la perillas” demostró ser sólo un truco propagandístico, como “la libertad responsable” y “los cinco años mejores de nuestras vidas”. Las perillas que se cierran son siempre la de los más débiles y las que se abren son las de los más poderosos.
Tal vez lo peor de este gobierno es ser tan soberbio y obcecado, tan irresponsable y tan pituco, lo que lo condujo a desaprovechar sin pudor la oportunidad de procurar una aproximación a la unidad nacional despreciando los ofrecimientos del Frente Amplio a dialogar y consensuar una estrategia común contra la pandemia. El menosprecio de las propuestas e ideas que entregó Tabaré Vázquez proponiendo un amplio diálogo del gobierno y la oposición es expresión y ejemplo de semejante comportamiento que como decía mi madre : “tiene más arroz que Taranco”
El gobierno y más particularmente el herrerismo se propuso utilizar una epidemia a nivel mundial para fortalecer su imagen e imponer un proyecto regresivo, concentrador y excluyente.
La llamada “gestión de la pandemia” no tuvo originalidad ninguna. Salvando las diferencias, conceptualmente, no fue muy distinta de las conductas de Bolsonaro y Trump.
La idea de Lacalle Pou y su círculo más estrecho fue y sigue siendo, mantener la economía funcionando, reducir las redes de protección social y los equilibrios macroeconómicos, procurando que la crisis la pagaran los más pobres, reduciendo los ingresos de los sectores más vulnerables y protegiendo la rentabilidad de los más ricos especialmente el capital financiero y el agroexportador.
En verdad, el único propósito que unifica a la coalición que gobierna es el de la restauración. El gobierno sólo quiere volver atrás lo bueno que hizo el Frente Amplio en quince años y regresar a lo que éramos cuando gobernaban blancos y colorados, un país con elevados números de clientelismo, pobreza, desigualdad y exclusión en que los jóvenes sólo buscaban emigrar y los viejos sufrir con jubilaciones magras .
Luego de nueve meses en que el distanciamiento social , la capacidad sanitaria instalada, la red de protección social heredada del gobierno anterior y las peculiares condiciones geográficas , demográficas y políticas del Uruguay lograron enlentecer el avance de la epidemia, nos encontramos hoy ante un terremoto sanitario devastador.
En los primeros seis meses se desvivieron con los autoelogios, se miraron el obligo, creyeron en la imbecilidad de suponer que se podía derrotar una pandemia en un solo país, forzaron la propaganda en la prensa hegemónica y las agencias que pretenden construir con las encuestas las tendencias de la opinión pública, implantaron la idea de que ya habíamos ganado porque Pompita era genial. No se prepararon para la verdadera primera ola, ni para la posibilidad de que en Brasil apareciera una mutación del Virus más peligrosa, ni trataron de conseguir una vacuna ni organizaron el sistema sanitario para instancias peores , ni fortalecieron las redes de protección social, ni apoyaron a las pequeñas y medianas empresas para lo que inevitablemente se vendría.
Las pompitas de jabón invadieron el éter y la derecha conservadora entró en éxtasis porque aquel, que hace unos años confesara en Guambia que no “era bueno para nada”, se había “cocheado” tan bien que se había transformado en un talentoso “líder” de la coalición gobernante.
Hoy, los números de la pandemia son de terror, en una semana se duplicaron los internados en CTI, en las dos últimas semanas hay el doble de casos que en las dos anteriores en los últimos tres meses hubieron 8 veces más casos confirmados de COVID que en los nueve primeros meses y también los muertos se multiplicaron por 8.
¿Cuántos muertos son pocos y cuántos son muchos? Me gustaría saber qué piensa de esto Julio M. Sanguinetti, un gran sabelotodo. Yo pienso que cualquier muerto es mucho.
Más de 1500 uruguayos habrán muerto por COVID 19 cuando, dentro de dos o tres meses, me elijan a mí y a Julio María para recibir la vacuna.
Los muertos, según los reportes diarios del SINAE, son sobre todo viejos de más de 65 años, uruguayos que no producen, que no contribuyen al PBI, ni a la seguridad social.
Los muertos son ahorro para el para el astuto Alfie. Con cada muerto de más de 65 años el déficit fiscal disminuirá un poco, lo mismo que la contribución de la caja del estado a la seguridad social.
Cuando nace un novillo Uruguay es más rico, algo así como 1000 dólares, tal vez 1500 si la alimentamos en feedlots y lo exportamos con la cuota Hilton.
Cuando muere un viejo los 16.000 dólares de PBI per càpita de que gozamos virtualmente cada uno de los uruguayos se repartirá entre los 3.500.000 millones de sobrevivientes.
Cuando nace una vaca el país en más rico, cuando un viejo sobrevive el país es más pobre. Así razonan Alfie, Arbeleche y Lacalle.
Por eso los viejos son un clavo para el despiadado sistema capitalista. Quedamos para el final porque no somos esenciales. Por eso mueren aquí todos los días sin que al gobierno se le caiga una lágrima. Los viejos muertos no cuentan, ni siquiera son un factor productivo.
Solo cuentan como consumidores y consumen poco.
Menos cuentan si son anónimos, un número, sobre los que sólo cabe el comentario de que tienen comorbilidades. Un viejo y además con comorbilidades sólo es un número.
Hoy se reúne el Consejo de Ministros a mover las perillas. Recibirán los oportunos consejos del GACH, siempre escrupulosos en lo que tiene que ver con la corrección política. Algo harán, pero como siempre llagarán tarde. Eso sí, ya es seguro que las aglomeraciones seguirán prohibidas.
Es tarde para los que duermen en la calle, es tarde para los que quedaron sin trabajo, es tarde para los que cerraron la empresa, es tarde para los que están graves en los CTI, para los que ya se contagiaron y para los que ya se murieron.
Supongo que será hora de que Pompita se haga cargo pero no se hace cargo de nada.