Otra vez, lector/a, nos dedicamos a un tema futbolístico, aunque en Uruguay su importancia desborda en mucho a ese mero ámbito. Y no solo por eso sino porque la confluencia de nuestro carácter de hincha, entrenador de fútbol diplomado, y de científico social tantas veces aplicado al deporte, nos habilita para intentar un enfoque más rico que el que se observa normalmente en la prensa deportiva y común.
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Por ejemplo, explicaciones, previsiones e interpretaciones de las conductas de dirigentes, público, periodistas y jugadores pueden ser ventajosamente iluminados desde 4 disciplinas sociales muy raramente transitadas, y menos aún, aplicadas al deporte y sus entornos. Uno, la sociología de las organizaciones complejas, disciplina nacida del genio de Max Weber, pero que explota en riqueza analítica desde mediados del siglo XX; que nos explica muy bien cómo es el comportamiento de las instituciones y de sus actores principales. Dos, la teoría de los sistemas vivos y abiertos, que nos enriquece la comprensión de la conducta de instituciones complejas y actores en interacción con sus entornos, también desde mediados del XX. Tres, la teoría de los procesos decisorios (decision making theory), que nos muestra cómo, bajo qué modelos, se toman decisiones por parte de instituciones y actores, desde los años 70. Cuatro, la teoría de toma de decisiones en condiciones de incertidumbre, algo más reciente, en parte reaccionando a los comienzos demasiado utópicos de la anterior.
Sin transpirar pedantería conceptual, veamos rápidamente algo de lo que estos robustos y modernos cuerpos teóricos nos pueden aportar para el caso concreto de las decisiones en torno a la continuidad de Tabárez en la selección de fútbol celeste, y quizás también, para prever cuál será la decisión de la FIFA sobre el recientemente abortado Brasil-Argentina por las Eliminatorias de Catar 2022.
Qué podría pasar con Tabárez
Ya hay trascendidos sobre las razones por las cuales se resolvió algo intermedio entre su cese inmediato y su continuidad hasta más adelante en su contrato, que vencería normalmente luego del mundial Catar 2022. Una especie de ‘baño María’ para Tabárez y los suyos en función, vaga y no definida, de lo que suceda en las dos arduas fechas eliminatorias de noviembre, con Argentina en Montevideo, y luego con Bolivia en La Paz. Desde una situación de 5º lugar actual, con los mismos puntos que el 4º Colombia y 2 menos que el 3º Ecuador, y 3 más que el 6º Chile; con 36 puntos ya disputados y 18 por jugar. Los antecedentes de clasificación en repechajes nos dicen que se precisarían entre 8 y 11 puntos más que esos 18 para asegurar un repechaje, y más aún que eso para asegurar una clasificación directa. Difícil para Sagitario, pero no más que en otras ocasiones en que se accedió desde situaciones similares a la actual. Luego de las fechas de noviembre, no es probable que Uruguay esté mejor posicionado que hoy, ya que nuestros rivales directos para acceder al 4º y 5º puestos tienen, en principio, ligeramente mejores perspectivas simultáneas en sus encuentros de noviembre; aunque después, en las 4 fechas finales, nuestro panorama prospectivo puede mejorar, ya que podríamos enfrentar a rivales ya eliminados de la pelea por la clasificación al momento de jugar -Venezuela, quizás Perú, hasta Paraguay-; podría definirse todo en un infartante último partido con Chile, si no nos va bien antes y no jugáramos con países ya eliminados antes. Pero, si bien la situación deportiva no sea probablemente mejor en noviembre que hoy, en febrero y marzo sí; y solo hay que ver qué necesidades y cálculos de consecuencias de los decisores, y qué dichos y hechos de los protagonistas deportivos, y del ambiente psicosocial masivo, pueden alterar la ecuación actual. Tampoco hay que olvidar que a los deportistas uruguayos los motivan estas encrucijadas de manotón de ahogado, en que se puede ser ‘rebelde punto’ frente a gélidos descreídos.
Ha trascendido -y aumentarán los detalles hasta que esto llegue a sus manos y ojos-, que hubo 5 elementos que influyeron en que la decisión no fuera de despido o mantenimiento radical, sino de un baño María de difusa conversión en despido o confirmación en el cargo: uno, que hubo una sincera autocrítica de cuerpo técnico y jugadores, en que ambos reconocieron errores propios; dos, que el cuerpo técnico manifestó confianza en mejorar la situación como ya se hizo en otras ocasiones; tres, que sería dejarle un arduo ‘fierro caliente’ a los sucesores, sin tiempo para intentar mucho realmente diferente; cuatro, que solo habría 2 prácticas antes de Argentina, y una sola con todo el plantel, y probablemente solo una también antes de Bolivia; cinco, que con un panorama más claro, y más tiempo para decidir y eventualmente corregir antes de las 4 fechas finales de febrero y marzo, se podría tomar una decisión más definitiva de mantención o dimisión de Tabárez.
Decisión pragmática y prudente, casi obviamente salomónica, que no compromete a los decisores, porque no arriesgan casi con ella. Siempre mantienen su poder decisorio, y lo ajustarán en función de diversos factores de distinto peso entonces.
¿Y después?
Corolarios de las teorías antes mencionadas nos dirían que las decisiones, en condiciones de incertidumbre en los resultados, imperfectos insumos decisorios, y entornos cambiantes de poder -i.e. el balance de opinión dentro del periodismo deportivo, que determina y coloniza crecientemente la opinión pública y el olfato político- llevarán a que los decisores maximicen, al poner los platillos en la balanza, las consecuencias que los resultados de las decisiones pudieran tener para los decisores y su carrera política en el deporte, y otras consecuencias fuera y más allá de él. En esas condiciones de incertidumbre, insumos pobres y entornos poderosos, las decisiones son más ‘sálvese quien pueda’ personales e institucionales que evaluaciones finas de soluciones a los problemas planteados para diagnosticar y resolver. Aunque enmascaradas en cháchara retórica de patriotismo sabio y racional. Tenderán a fortalecer la elección de chivos expiatorios conocidos que simplifiquen causas, diagnósticos y terapias para los problemas; así como la adopción de nuevos fetiches irracionales de esperanza renovada para jugadores, prensa y gente común. Porque, cómo se responde a la pregunta de qué podría hacer de mejor un técnico nuevo, que conoce menos el paño, o a respuestas como la de Tabárez ante la objeción por inclusiones de decadentes ídolos (“aunque fuera cierto, igual: ¿Quién me asegura que algún otro nuevo me va a rendir más que los actuales”); más que nada porque se les atribuyen efectos mágicos a los cambios, aunque sean de costo-beneficio muy dudoso de prever los cambios por exclusión, por inclusión o por modificación de esquemas y procedimientos; que no pueden ser sincera y entusiastamente abrazados salvo mediante algún tipo de voluntarismo mágico y creyente sin mayor sustento racional. En ambos casos, tanto la decisión de la AUF como lo que argumenta Tabárez abonan la teoría ‘incrementalista’ del proceso decisorio en condiciones de incertidumbre, insuficientes insumos, y fragilidad del sistema complejo institucional y personal de los decisores frente a sus entornos evaluadores. “No toquen nada, o toquen poco por las dudas, hasta que aclare, porque, como responsables, una decisión drástica es más riesgosa que una más tibia, salvo que el desastre aconseje magias irracionales como los chivos expiatorios despechados y/o los fetiches esperanzados, como solución simbólica a falta de sustantiva. Estamos en medio del momento de la prudencia incremental, postergando el momento de los chivos y los fetiches, que puede sobrevenir en noviembre, aunque tampoco es seguro que sean necesarios, en ese entonces, salvavidas institucionales y personales, chivos y fetiches mágicos, pararreligiosos y psicosociales. Casi solamente dependerá pragmáticamente de resultados, y no de principios, valores y normas, que serán, por supuesto, invocados como criterios decisorios, porque visten más y son políticamente más correctos que los meros números.
¿Qué decidiría FIFA para el Brasil-Argentina suspendido?
En medio de una enorme cantidad de normas provenientes de FIFA, de Conmebol, ambas transnacionales, enfrentadas a diversos niveles federales, estaduales y municipales de instituciones brasileñas nacional e internacionalmente soberanas, todas ellas confrontadas tras varios momentos de intercambio, la teoría sistémica de interinstitucionalidades nos diría que lo más probable es que la transnacionalidad más abarcativa, en este caso FIFA, como criterio de regulación de conflictos y resolución de diferendos, privilegiará el interés de la transnacional de proteger y aumentar la autonomía y poder de su fuero transnacional, amenazado en su dominio por las legislaciones nacionales y/o subnacionales que puedan esgrimir poder internacional; le interesa una internacionalidad dirigida por las transnacionales por sobre las soberanías nacionales. Es un nuevo capítulo de la guerra entre las más nuevas translocalidades, las transnacionales, y las más antiguas, las nacionales o internacionales. En la medida en que los dichos y hechos argentinos en ese entonces enfrentaron dichos y hechos brasileños amparados en normatividades transnacionales (FIFA y Conmebol), independientemente de las simpatías por uno u otro, y retóricamente amparándose en normas determinadas, la decisión de FIFA atacará el fuero nacional e internacional, nutriendo la capacidad vinculante del nivel tranSnacional, estratégicamente crucial para ella como tal. Y favorecerá a Argentina, creemos firmemente.
Entonces, sin simpatizar más con Argentina que con Brasil, y sin apreciar más los argumentos argentinos que los brasileños, FIFA decidirá probablemente en favor de quien amenazó menos su fuero transnacional, quien se ancló menos en lo subnacional, nacional o internacional; en el caso, Argentina, que será premiada por enfrentar dichos, hechos y normas de subnacionalidades, nacionalidades y soberanías internacionalmente validadas; porque el fuero transnacional depende, para su poder, de su prevalencia estratégica frente a otros fueros translocales; y por eso será castigado Brasil, no tanto por el valor jurídico de lo dicho y hecho, sino, más bien, por el valor político estratégico de su posicionamiento frente a una transnacional que libra una batalla más en la guerra contemporánea entre el fuero transnacional y otros fueros translocales, principalmente los nacionales en este caso concreto.
¿Y si nos equivocamos con lo que pasará con Tabárez y con Argentina-Brasil? Puede ser, pero no me diga que no le di un análisis distinto, y quien no arriesga tampoco gana mucho, aunque tantas veces se elija no arriesgar, como vimos.