En febrero se cumplieron diez años de la histórica caída de la Bolsa de Shanghái (9%) que marcó el inicio de la Crisis Subprime, (provocada por el estallido de la burbuja de hipotecas basura), que llevó a la Gran Recesión 2007-2010, la mayor crisis capitalista de la historia. No la previeron ni resolvieron el Fondo Monetario Internacional (FMI) –que estaba quebrado y envuelto en grandes escándalos, como siempre– ni el Banco (BM) Mundial, creados para evitar esas situaciones en Bretton Woods en 1944, sino los bancos centrales de Estados Unidos (EEUU), Europa, China, Rusia y Japón, actuando coordinadamente. Pero el FMI y el BM volvieron por sus fueros en 2009, gracias al G20. La participación del doctor Carlos Végh Gramont, Economista Jefe para América Latina y el Caribe del Grupo Banco Mundial, en una actividad realizada conjuntamente por la Fundación Astur (que orienta el contador Enrique Iglesias), el Banco Central, el BM y la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina), nos permitió conocer de primera mano el pensamiento y directivas actuales del organismo multilateral para nuestro país. La conferencia, titulada “América Latina y el Caribe: desafíos macroeconómicos en el corto y mediano plazo”, tuvo lugar en el salón de actos del BCU, y contó como panelistas con el doctor Mario Bergara, presidente de la Autoridad Monetaria, con el economista Carlos Steneri (militante sanguinettista, exrepresentante financiero de Uruguay en EEUU y Canadá entre 1989 y 2005, director de la Unidad de Gestión de Deuda del Ministerio de Economía entre 2005 y 2010, y hoy asesor del estudio Posadas, Posadas y Vecino; fue el hombre que renunció al ofrecimiento del Dr. Jorge Batlle de presidir el BCU en el apogeo de la Crisis de 2002, cuando más lo necesitaba y estaba en marcha el golpe de Estado liderado por el doctor Ramón Díaz) y con la moderación del presidente de la Fundación Astur, contador Enrique V. Iglesias. El resultado de la actividad es de una tristeza esperable y puede ser resumido en una conclusión principal y varios aspectos confluyentes. El BM, que fue pensado en 1944 como un gran impulsor del desarrollo de todos los países del mundo (mientas el FMI sería el gran banco internacional de compensaciones), con el fin de evitar que situaciones de miseria o de humillaciones nacionales provocaran nuevas guerras mundiales, se convirtió efectivamente en “síndico de los países desarrollados”, olvidando sus altos objetivos altruistas. De acuerdo al discurso que los organismos multilaterales reservan para los países subdesarrollados, en la actividad referida el BM no habló de las políticas monetarias expansivas que practican las potencias centrales, ni de desarrollo, ni de proyectos de industrialización o de impulso a las TIC, sino básicamente de asuntos monetarios y fiscales: cómo cierran los estados contables –y con un rigor que no se aplica ni siquiera en la Europa del Tratado de Maastrich– y cuáles son los “ajustes” (eufemismo para recorte, reducción, contracción y sus consecuencias de recesión, miseria, desempleo y mayor subordinación externa) que deben aplicarse a nuestra región. El Brasil de Michel Temer acaba de liquidar su legislación laboral y se apresta a hacer lo mismo con su régimen previsional, volviendo a la época feudal. Ni la dictadura del Mariscal Humberto de Alencar Castelo Branco quiso esto, porque no derogó la legislación “trabalhista” de Getulio Vargas. Por el contrario, los brutales dictadores brasileños de 1964 planearon una potencia industrial como eje de una política expansionista que tenía su eminencia gris en el general Golbery do Couto e Silva y en Roberto Campos. Eran estadistas gigantescos al lado de Temer y sus muchachos del PMDB. El gobierno de Macri, que evidentemente no aprendió sensibilidad social ni política en el Colegio Cardenal Newman, no vacila en dejar que los monopolios y oligopolios hagan su capricho, luego de haber eliminado las justas “retenciones” a las fabulosas ganancias de los agroexportadores, que, dicho sea de paso, nunca se aplicaron en Uruguay, donde “detracción” pasó a ser una palabra maldita, pese a que las retuvieron blancos y colorados. Ambos gobiernos, el argentino y el brasileño, son elogiados por el FMI y el BM: es el nuestro el que debe realizar más ajustes fiscales, aunque acumulemos 14 años de crecimiento económico con redistribución progresiva, mientras los PIB de Argentina y Brasil se derrumbaron y se siguen derrumbando por la caída del consumo de las grandes masas. Entonces, aunque parezca ocioso reiterarlo, debemos tener presente que el FMI y el BM tienen un discurso para las grandes potencias (EEUU, la eurozona y China) y otro para los países subdesarrollados, para los cuales se prescribe la contracción y la miseria. Los hechos están a la vista. Habla Végh: nuevo ajuste fiscal Para Carlos Végh, los principales desafíos macroeconómicos para la región (“en un marco desafiante en el cual no están claros cuáles serán los motores del crecimiento en los próximos cinco años”) están referidos a los posibles efectos de la tendencia proteccionista expuesta por el presidente Donald Trump; la suba de tasas que implica la “normalización de la política monetaria en EEUU” anunciada por Janet Yellen; los déficits fiscales de la región y “los ajustes fiscales que la mayoría de los países tienen que procesar”, asuntos todos que probablemente impactarían en la región en los próximos 18 a 24 meses. Señaló que el desafío “número uno” es el desequilibrio de las cuentas públicas y afirmó que, en 2016, en América Latina y el Caribe, 27 países sobre 32 tuvieron déficit fiscal. “En el caso de los países de América del Sur, el déficit fiscal promedio fue de 5,2% del PIB el año pasado y se espera que baje a 4,1% en 2017, lo cual constituye una “situación fiscal un poco delicada”, que a su vez determina la acumulación de una deuda pública alta, y esto, manifestó, implica que “muchos países tendrán que ajustar en forma procíclica”. Para Uruguay el BM proyecta una “pequeña baja, a 3,4% del PIB a fin de año”, teniendo en cuenta que fue 3,6% en los 12 meses cerrados a junio, y que el equipo económico prevé reducirlo a 2,5% al final de la administración, cerrando en 3,3% en 2017. Végh no jerarquizó el tema del desarrollo. La conclusión a la que arriba el economista jefe del BM es que “la región es claro que va a tener que ajustar y no hay muchas opciones más, lamentablemente. Quizás cuando venga otra época de vacas gordas, si podemos ahorrar un poco más, podamos ahorrar eso. Esta vez creo que es completamente inevitable”. Agregó que “ajustar en épocas de vacas flacas nunca es la situación ideal porque un ajuste fiscal implica una baja de demanda que a su vez va a afectar más el efecto recesivo”. Végh destacó que hubo escaso ahorro en los países de la región cuando los precios de los commodities estuvieron altos (“se ahorró poco en la década de oro”); que la posterior desaceleración de las economías por la caída de ingresos impactó en el aspecto fiscal; y que países que, si bien impulsaron políticas contracíclicas durante la crisis económica mundial, no compensaron ahorrando de forma de tener superávit en la época de abundancia, citando los casos de Colombia, Chile y México. Refiriéndose a los ajustes fiscales que se realizarán “en tiempos de vacas flacas”, Végh señaló su preocupación importante por el hecho de que “la inversión pública tiende a ajustarse más que otros gastos y eso se da particularmente en infraestructura”. “En situaciones en las que no es obvio de dónde va a venir el crecimiento en los próximos cinco años, es preocupante que, como ha pasado, gran parte del ajuste fiscal caiga en la inversión en infraestructura, que se financia mayoritariamente con fondos públicos”. El jerarca del BM dijo que “la región tiene una recuperación económica débil, particularmente en América del Sur”. Según sus estimaciones, la región crecerá 1,1% de su PIB en 2017, “por la recuperación de Argentina”, y Uruguay incrementará su actividad en 2,6%. Pronosticó que “Brasil va a conseguir salir de una recesión muy profunda al crecer 0,5%” tras dos años de abrupta caída. Pero un nuevo ajuste fiscal (que, de producirse, esperemos que esta vez no lo paguen los trabajadores y jubilados como ocurrió en los dos últimos) no fue la única recomendación del BM. Reforma previsional En declaraciones a la prensa posteriores a la conferencia, el doctor Végh señaló que Uruguay necesita realizar “reformas estructurales”, un tema que consideró que “siempre es importante”. En la jerga tradicional del FMI y el BM la expresión “reformas estructurales” siempre ha referido a la privatización total o parcial de las empresas y bancos públicos, pero el tema no es explicitado desde hace tiempo por los organismos multilaterales, que han preferido dejarles a los elencos políticos de la derecha este antipopular trabajo. Lo que sí anticipó Végh es que “claramente Uruguay debe hacer una reforma previsional” (que abarcaría no sólo el aumento de la edad de retiro, sino cambios estructurales en las cajas y aun en el BPS). Agregó: “Creo que eso va a ser relativamente más fácil de hacer que, por ejemplo, una reforma laboral”, lo cual significa que ese tema (que emprendió brutalmente Michel Temer) también está en carpeta. El economista jefe del BM declaró a El País que “otro tema que es importante, pero que también es complicado, es tratar de diversificar un poco la base exportadora. Sé que las autoridades están trabajando en ese tema, pero es complicado porque hay que tratar de no alejarse demasiado de las ventajas comparativas”. Para ello, “hay que tratar de desarrollar industrias que aporten valor agregado, pero sin alejarse mucho de las ventajas comparativas porque no tiene mucho sentido que uno pierda esas ventajas que tenemos en soja y otros productos”. No hay alternativas a la primarización: los organismos multilaterales han sido firmes defensores de la división internacional del trabajo. El reportaje publicado el lunes 7 por el suplemento Economía & Mercado, titulado ‘Los dilemas de la política monetaria’, fue resumido en la portada: “Végh dijo que el nivel de déficit fiscal de Uruguay es un dato preocupante y que inevitablemente se debe pasar por una consolidación fiscal [el eufemismo que el ministro Danilo Astori utilizó para llamar al más reciente ajuste fiscal, N. de R.] para llegar a un déficit de 2,5% del PIB hacia el final del período de gobierno”. La última pregunta del reportaje aborda el tema y la respuesta reafirma la “inevitabilidad” del ajuste fiscal propuesto. “–Ese panorama, en un horizonte a corto plazo, toma a Uruguay con un rojo fiscal importante… –Se da en un contexto difícil, pero no siempre uno puede elegir el momento para tomar determinadas decisiones. No veo otra alternativa, dadas las circunstancias, que ajustar ese nivel de déficit que el país tiene hoy. El margen de maniobra se ha achicado mucho”. El panorama para el pueblo trabajador uruguayo es malo: el BM señala la necesidad de un nuevo ajuste fiscal, de una reforma previsional (tema del que también habló, con su característico sentido de la oportunidad, el ministro Astori), y algunos gobernantes empiezan increíblemente a hablar de “desindexar” los salarios, es decir, hacerles pagar a los trabajadores la totalidad del impuesto inflacionario, reduciendo más drásticamente el poder adquisitivo, duramente castigado por los dos últimos ajustes fiscales (que no tocaron al gran capital), una idea que hasta ahora sólo manejaban el FMI y los economistas ortodoxos.
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Integraciones y dispersiones
El doctor Végh sí habló de proyectos de integración comercial (lo que era esperable, dado que la Alianza del Pacífico no es mala palabra para el Banco Mundial, como puede serlo el el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (Asian Infrastructure Investment Bank o AIIB, que planea China como nueva pista de aterrizaje en la región), y afirmó que “la mejor respuesta de la región es anticipar las tendencias proteccionistas, tratando de aumentar el comercio intrarregional. El presidente Macri ha jugado un rol importante en acercar el Mercosur a la Alianza del Pacífico. Sería muy ventajoso para la región hacer un Acuerdo de Asociación Transpacífico en el que esté China tras la retirada de EEUU”.
Contesta Mario Bergara
El presidente del BCU, Mario Bergara, cuyo disgusto ante las palabras de Végh fue evidente, pronunció un enérgico discurso en defensa de las políticas gubernativas a pesar de los fuertes matices que en los últimos tiempos ha marcado con el ministro Astori. Con su característico énfasis, Bergara comenzó coincidiendo en que el tema fiscal es “el centro de los desafíos”, pero marcó las diferencias que a su juicio nos separan de otros comportamientos nacionales en el período de alta valorización de los commodities: “Cuando subió la ola, tuvimos márgenes de crecimiento, más bienestar y holgura para manejar la situación fiscal y de deuda, mientras que hoy los márgenes de maniobra en el terreno fiscal son más reducidos”. Destacó al respecto que “hay países en los que, apenas bajó la ola, se desnudaron problemas serios y hay otros que han sabido navegar y han hecho adecuaciones”, remarcó. Ensayó las preguntas retóricas: “En bonanza, ¿todos derrocharon? ¡No! ¿Todos ahorraron? ¡No!”. Destacó que la deuda pública de nuestro país pasó de 101% del PIB al 60% actual, en tanto que la deuda neta bajó de 75% del PIB a 30%. También se refirió al nivel de reservas y a los “más de 20 puntos del producto de ahorro previsional. Son todos elementos de ahorro que no se ven en lo fiscal”. Remarcó que “todo no fue fiesta”, contestando implícitamente a Végh. Y alargó las palabras para decir que en los gobiernos del Frente Amplio “se podría haber ahorrado más si el punto de partida no hubiera sido 40% de la población en la pobreza, desempleo de 15%, necesidades de infraestructura” y otras carencias fundamentales. El titular de la Autoridad Monetaria reiteró una vez más que el nivel del déficit fiscal en 3,6% del PIB (en los 12 meses cerrados a junio) “genera en el gobierno una preocupación muy importante” y que el gobierno hizo una “adecuación fiscal” de 1% del PIB subiendo básicamente el IRPF y el IASS; afirmó que “ajuste suena drástico” y utilizando el término “adecuación” le “quitamos un poco de dramatismo a la palabra ajuste, lo cual no es sólo semántico”. Dijo que el proyecto de Rendición de Cuentas “es lo más austero que el gobierno pudo haber enviado al Parlamento dadas las restricciones políticas” y que el aumento del gasto previsto “se limita a U$S 72 millones, más otros U$S 240 millones por gastos imprevistos y otros postergados en la rendición anterior”. Concluyó que “en el largo plazo todo converge, y es mejor ser rico y sano que pobre y enfermo, aunque a algunos no les gustan estas caricaturas”.
Carlos Végh Gramont
El doctor Carlos Végh Gramont (Montevideo, 1958, casado, una hija) asumió como economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe el 1º de febrero de 2017. Vive desde hace 35 años en Estados Unidos, tiene una licenciatura en la Universidad de la República y otra en la American University de Washington DC y se doctoró en Economía en la Universidad de Chicago. Antes de asumir su alto cargo, Végh fue profesor de Economía Internacional en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigación Económica. También se desempeñó como profesor de Economía y vicepresidente de Estudios Universitarios en la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), y antes como presidente del Programa de Estudios Comparativos y Contemporáneos en el Centro Latinoamericano de la UCLA. En las décadas de 1980 y 1990 Végh trabajó en varios puestos de investigación en el FMI y en el BID en Washington DC. Es hijo del ingeniero Alejandro Végh Villegas, ingeniero industrial doctorado en Economía en la Universidad de Harvard, dos veces ministro de Economía en Uruguay durante la dictadura, y nieto de Carlos Végh Garzón, ingeniero, empresario y ministro de Hacienda del general Óscar Gestido y de Jorge Pacheco Areco.