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China: seguridad, vigilancia (y controles) 4.0

Por Daniel Barrios.

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El gobierno chino acaba de presentar en sociedad su “sistema de reputación social”, un proyecto que según su promotores contribuirá sustancialmente al “respeto de las reglas y la estabilidad social”. A partir de 2020, todos los habitantes del país más poblado del mundo podrán ser clasificados en buenos y malos, trabajadores u holgazanes, contribuyentes cumplidores o evasores fiscales, esposos fieles o adúlteros, abstemios o alcohólicos. Gracias a sofisticados algoritmos matemáticos, se recogerá y procesará la información de cada ciudadano de las redes sociales, sitios de comercio electrónico, tribunales y juzgados, departamentos de policía y oficinas tributarias, historiales médicos, afiliaciones a diferentes organizaciones sociales o sindicales y se confeccionarán los identikits correspondientes. La República Popular se encuentra en medio de una auténtica revolución de la inteligencia artificial (IA), en la que, según algunos especialistas, ya superó a Estados Unidos (EEUU).  El propio presidente Xi Jinping ha dejado claro que se trata de una prioridad estratégica nacional, el núcleo central del ambicioso plan “Made in China 2025”, que en los próximos años la convertirá de “fábrica” a “laboratorio  tecnológico del mundo” y será la referencia mundial en innovación en este sector.   Vigilancia inteligente De las multimillonarias inversiones que el gobierno está destinando para la investigación y desarrollo de la robótica, tecnologías de la información e informática en la industria y la producción, una parte importante es su aplicación a cuestiones relacionadas con la seguridad nacional y en especial al instrumento del reconocimiento facial o de voz. El Ministerio de Seguridad Pública ya había aprobado en 2015 un proyecto para desarrollar  un sistema de reconocimiento facial que permitirá identificar a cualquiera de los casi 1.400 millones de ciudadanos chinos en solamente tres segundos y con una precisión de 90%, confrontando su carné de identidad con la imagen tomada por alguna de las decenas millones de cámaras de circuito cerrado desplegadas por todo el país. China ha estado construyendo lo que llama “la red de vigilancia de cámaras más grande del mundo” y, según datos oficiales, ya se han instalado 170 millones de cámaras de inteligencia artificial y se espera que sean 600 millones en los próximos tres años. Un número muy superior a las 50 millones que vigilan Estados Unidos. A partir del pasado mes de febrero el sistema de cámaras fijas se complementa con dispositivos móviles de lentes de reconocimiento facial permitiendo el control ininterrumpido sobre la población y alcanzando los pocos sitios que actualmente escapan de las cámaras. Cada par de lentes cuenta con una cámara y un sistema de reconocimiento que permite escanear los rostros de los ciudadanos y averiguar así todo su historial. Parecido al Google Glass, pero tecnología 100% china; están equipados con una minicámara en su ojo derecho y, al lado, una lente ocular donde aparece la información obtenida. La tecnología permite a los agentes hacer una fotografía de la persona sospechosa y luego compararla con imágenes almacenadas en una base de datos interna. Si hay una coincidencia, la información, como el nombre y la dirección de la persona, se envía automáticamente al departamento policial correspondiente. China es un país líder mundial en tecnología de reconocimiento facial. Entre 2012 y 2017 invirtió 4.500 millones de dólares en 200 start-up centradas en la inteligencia artificial. El Wuzhen Institute calcula que el año pasado se destinaron 2.760 millones. Para 2030, China aspira a que el sector genere 150.000 millones. Para los opositores y detractores del plan gubernamental, el Partido Comunista está creando una especie de “nube policial” que atenta contra la privacidad y los derechos individuales esenciales de sus ciudadanos y un instrumento contra los disidentes políticos y las minorías étnicas. Según la representación en China de la organización no gubernamental Human Rights Watch, “las autoridades recaban y centralizan cada vez más información de cientos de millones de ciudadanos corrientes, identifican a los que se desvían de lo que ellos consideran ‘ideología normal’ y utilizan los datos para vigilarlos”. Al contrario, Wu Fei, director de LLVision, fabricante de los lentes escrutiñadores, asegura  que la gente no debería preocuparse por la privacidad porque las autoridades de China usan exclusivamente su tecnología para “causas nobles”, contra delincuentes y criminales. Las 30.000 cámaras de seguridad del metro de Shanghái, el más extenso del planeta, han servido para capturar a diferentes personas requeridas por la Justicia, agregó el Ejecutivo.   Vigilancia milenaria No es una casualidad que la “ciberpolicía” haya surgido en China. La seguridad del Estado ha sido desde siempre una de sus principales preocupaciones (¿obsesiones?). Durante siglos la  vigilancia fue confiada a su misma población y con métodos pedestres, pero ahora el desarrollo de su tecnología ha disparado su sofisticación a niveles inimaginables pocos años atrás. Ya en los tiempos de la dinastía Song (960-1279), el sistema del baojia instaló el principio del control recíproco entre las familias destinado a garantizar y controlar el respeto de la ley y la fidelidad política. En la época maoísta los obreros y empleados eran controlados por el danwei, unidad de trabajo estatal que conocía todo sobre sus vidas y la de sus familias. Otro tanto hacían los comités de barrio -por lo general integrados por jubilados, hombres y mujeres fieles al Partido Comunista- con los residentes de su zona de competencia. Se estima que actualmente 80% de las ciudades chinas son vigiladas por ciudadanos voluntarios (en Beijing son 850.000 divididos en 33.000 zonas) que recibirían una retribución mensual de aproximadamente 80 dólares.   Vigilancia escolar Si algo faltaba, ese algo no tardó en llegar. El último “salto adelante” en la penetración y los alcances de la tecnología llegó también a las aulas escolares, donde un sistema informático de reconocimiento facial, denominado “Sistema inteligente de gestión del comportamiento en las aulas”, mide la atención de los estudiantes y avisa al profesor si se distrae.

A partir de 2020, todos los habitantes del país más poblado del mundo podrán ser clasificados en buenos y malos, trabajadores u holgazanes, contribuyentes cumplidores o evasores fiscales, esposos fieles o adúlteros, abstemios o alcohólicos.

La primera experiencia se realizó en un colegio de Hangzhou (capital de la provincia oriental de Zhejiang), donde un sistema de cámaras  colocadas sobre el pizarrón escanea cada 30 segundos los rostros de los alumnos y manda la información a una computadora que automáticamente clasifica sus expresiones en siete emociones (neutra, feliz, triste, decepcionado, molesto, asustado y sorprendido) y aplica algoritmos para medir su concentración. en caso de que estén distraídos, envía inmediatamente una notificación al profesor. ¿Vigilancia o persecución política? ¿Protección ciudadana o distopía orwelliana? ¿Prevención del delito o represión a la disidencia? ¿Minority report, la película de ciencia ficción de Steven Spielberg ambientada en una sociedad futurista en la que los crímenes se resuelven y castigan incluso antes de que sucedan? ¿Black mirror, la serie televisiva inglesa acerca de cómo la tecnología afecta nuestras vidas? ¿1984, la célebre novela de Orwell, el “Gran Hermano”? El nombre es lo de menos. Con su inquebrantable pragmatismo, Deng Xiaoping enseñó a sus compatriotas que “no importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”.  

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