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Expectativas e insatisfacción

El gobierno puede sostener que recibió el país en condiciones económicas peores que las previstas y presenta como logros la resolución de algunos problemas.

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Aunque todavía no han pasado ni seis de los sesenta meses del gobierno de Yamandú Orsi, ya se percibe una cierta insatisfacción del electorado frenteamplista, porque eran mucho más altas las expectativas para los primeros cien o ciento cincuenta días, típicamente considerados como el núcleo del período de luna de miel que gozan todos los gobiernos entrantes.

El gobierno puede sostener con razón que recibió el país en condiciones económicas peores que las previstas, ya de por sí malas, y que ese estado de las cuentas públicas, sumado al hecho conocido de que el primer año de gobierno hay que transitarlo con un presupuesto heredado de la administración anterior, le impedía llevar adelante su programa y le obligaba a una gran cautela a la hora de impulsar medidas. En cualquier caso, el problema parece no ser solo de contenidos, sino de tiempos, porque aún aquellas medidas que se han implementando de acuerdo a las aspiraciones de los frenteamplistas, lo han sido, en general, con un retardo inexplicable o, por lo menos, inexplicado y no con la rapidez con la que se llevan adelante las ideas planificadas de las que un gobierno está convencido.

El oficialismo presenta como logros la resolución de algunos problemas con los que se encontró: el salvataje de la caja de profesionales, la aprobación de una Ley que diera garantías para el desembolso de dinero a favor del CASMU, la aprobación de la Rendición de Cuentas, donde se incluyó el aumento del tope de deudas, y la dotación de recursos para afrontar las deudas que dejó el gobierno anterior. Esa aprobación de la Rendición de Cuentas supuso el esfuerzo inédito de construir una mayoría en Cámara de Diputados, donde ninguna fuerza política obtuvo mayoría absoluta por sí misma. Para conseguirlo, el FA debió sumar los votos de los diputados de Cabildo Abierto, hiriendo de muerte la idea de coalición republicana que se había consolidado durante el gobierno de Lacalle Pou, y abriendo un camino para acuerdos más importantes con el bloque legislativo del partido liderado por el Gral (r) Guido Manini Ríos.

Fuera de estos logros en el Parlamento (que se pueden considerar logros por lo trabajoso de construir una mayoría en este contexto), el gobierno muestra la negociación con el consorcio adjudicatario del plan Neptuno que permitió cancelar ese proyecto altamente rechazado por la gente sin enfrentar juicios al Estado ni indemnizaciones, y algunas medidas (escasas) para mejor la situación económica de la gente (como la baja de 100 pesos de la garrafa de gas) y algunas medidas sociales, como el bono vuelta a clase para los 100 mil niños de quintiles de ingresos más débiles, la incorporación de la vacuna contra meningococos en el esquema pública de vacunación para los niños o la recuperación del stock de medicamentos disponibles en los efectores de salud pública.

Más allá de estos magros aunque laboriosos avances legislativos, y estas medidas de gestión, no se observan todavía grandes proyectos en el ámbito legislativo ni grandes reformas estructurales, todas ellas programadas, pero fuertemente supeditadas a ámbitos de diálogo social o de diálogo interpartidario, como el diálogo social sobre la seguridad social o el espacio de diálogo sobre seguridad pública. Estos ámbitos, que proliferan en el gobierno en la búsqueda de políticas de Estado en diferentes áreas, son los ámbitos donde el gobierno parece concentrar sus esperanzas de alcanzar grandes acuerdos que le permitan promover verdaderos cambios profundos.

Ese es el panorama por ahora: un ámbito parlamentario complejo donde el gobierno necesita obtener dos votos, que podrían ser los legisladores de Cabildo Abierto (habrá que ver a qué costo, si lo tiene) para aprobar contadas leyes (incluyendo el presupuesto) , un terreno económico caracterizado por la restricción y por una gestión de la política económica que no cree en cambios estructurales ni en movimientos redistributivos de mayor envergadura, y un escenario político marcado por una cautela extraordinaria de las fuerzas oficialistas, comenzando por el presidente, que no por ello modera la resistencia notoria de las fuerzas opositoras, que alcanza a los medios de comunicación, y las demandas crecientes de la ciudadanía en todos los planos que no serán fáciles de satisfacer.

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