“Queríamos que la obra fuera una experiencia completa —cuentan las actrices—, no solo algo para ver, sino para vivir. La gente va a estar muy cerca, con su copa de vino y sus chocolates, mientras la historia se desarrolla casi al alcance de la mano”.
La protagonista de Luxuria es Isabella, una mujer atrapada entre las normas sociales y el deseo de liberarse. Toda la acción ocurre en su habitación: allí escribe, recuerda, imagina y se atreve por primera vez a nombrar lo que desea. En escena, un grupo de bailarinas encarna sus impulsos y fantasías, las “sombras danzantes” que habitan su mente. “Es como entrar en la cabeza de Isabella —explican—, acompañarla en ese viaje hacia sí misma”.
El espectáculo está dirigido por Lucía Ximena y recorre una banda sonora que va desde Feeling Good hasta temas de Beyoncé y canciones en francés. Cada melodía es una transición: un pulso que marca el despertar de Isabella. “El musical es una sucesión de emociones. No hay pausas, no hay respiro: una canción tras otra, un impulso tras otro”.
Erotismo sin tabúes
Aunque se define como “musical erótico”, las intérpretes aclaran que Luxuria no busca provocar desde lo explícito.
“El erotismo no está en mostrar, sino en sugerir”, dicen. “Está en la mirada, en la respiración, en lo que se reprime. Lo erótico es la tensión, no la exposición”.
El público, sin embargo, se vuelve parte de esa tensión. “No interactúa directamente, pero la cercanía lo vuelve cómplice. Están dentro del espacio íntimo de Isabella, casi respirando el mismo aire”.
¿Sigue siendo la mujer uruguaya una figura reprimida?
“Creo que sí”, responde una de las actrices. “Somos una sociedad conservadora. Avanzamos en derechos, pero en lo cotidiano sigue habiendo miedo a mostrarse, miedo a ser juzgada”.
Otra completa: “Uruguay es neutro para abajo, gris. Nos cuesta romper moldes, nos cuesta el fuego”.
La conversación deriva hacia lo cultural: “En Buenos Aires hay obras más arriesgadas, más viscerales. Acá tendemos a lo tibio, a lo implícito. Todo se dice a medias, nada se nombra del todo”, dice quien ha recorrido Buenos Aires bailando tango. "En Uruguay es más Tango entre primos en Buenos Aires... te pueden pasar cosas".
Esa misma represión es la que atraviesa a Isabella, la protagonista de Luxuria: “Escribe lo que no se anima a decir, se libera en el papel. La palabra es su acto de rebelión”.
Entre el deber y el deseo
La puesta busca combinar lo teatral con lo sensorial. Antes de la función, cada espectador recibe su copa de vino, frutos secos y chocolates artesanales. Luego se apagan las luces y la historia comienza.
“Queríamos que el público viva una experiencia: que use todos los sentidos”, explican. “El vino y el chocolate tienen una carga simbólica: placer, tentación, goce. No es casual”. Para el elenco, Luxuria también fue un desafío personal. “Nunca había hecho un musical así”, cuenta una de las actrices. “Vengo del cine y del teatro independiente, y este formato me obligó a soltarme, a confiar en el cuerpo. Fue como romper un poco mis propios pudores”.
Otra agrega: “El teatro tiene eso, te confronta con lo que sos y con lo que escondés. Esta obra habla justamente de eso”.
Cultura, deseo y pertenencia
La charla deriva hacia Uruguay, su identidad y su cultura. “Nos falta fuego, pero también nos falta querernos un poco más —dicen—. Los argentinos, por ejemplo, son muy fans de sí mismos. Nosotros somos más discretos, a veces demasiado”.
Hablan del arte local como un terreno fértil pero todavía en crecimiento. “Después de la pandemia se abrió mucho: se filma más, se producen cosas nuevas. Pero si querés expandirte, todavía terminás pensando en irte. Es difícil sostener el deseo en un país tan chico”.
Y ahí aparece, nuevamente, la idea central de Luxuria: el deseo como impulso vital, como motor.
“Isabella es una mujer que se anima a escribir lo que no puede decir —dicen—. Y eso, en el fondo, es lo que todos deberíamos hacer más seguido: nombrar lo que deseamos, aunque dé miedo”. “Isabella es una mujer que se anima a escribir lo que no puede decir —dicen—. Y eso, en el fondo, es lo que todos deberíamos hacer más seguido: nombrar lo que deseamos, aunque dé miedo”.