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Editorial

El Guapo Larrañaga

Eligiendo el lado equivocado

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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Al día siguiente de haber sido designado ministro del Interior, llamé al celular a Jorge Larrañaga. Lo hice como lo hago de vez en cuando, para recoger sus opiniones políticas o darle las mías. Conste que a veces me ha llamado él a mí, para pedírmelas, y la mayoría de las veces lo he llamado yo.

A lo largo de los años, tal vez cerca de 20, he tenido con Jorge encuentros y desencuentros, pero nuestras conversaciones son francas, amistosas y amenas. Una vez que me equivoqué, vino a visitarme de frente sin dejar que mis errores se convirtieran en una barrera infranqueable que nos obligara a pelearnos. He llegado a tenerle confianza. Más allá de su fama de guapo y su apariencia un poco brusca, lo creo una persona valiente, respetuosa y tolerante.

Ese día, el último que hablé con él, lo felicité y me agradeció. A decir verdad me resultó grata su designación de ministro del Interior porque no creí que fuera un ministro represor; al menos, de acuerdo a sus antecedentes, no podía haber sido elegido por eso.

Le dije que tuviera ojo porque en ese lugar en que estaba, la tentación de la represión es muy fuerte y su discurso, un poco autoritario -sobre todo en la promoción del plebiscito y la campaña propagandística de “Vivir sin miedo”-, habilitaba una conducta policial peligrosa si las órdenes no eran equilibradas y precisas.

Recuerdo que le dije: “Vas a recibir muchas presiones desde el herrerismo, desde algunos colorados reaccionarios y, probablemente, desde Cabildo Abierto. No te vayas a convertir, resultado de las circunstancias, en Gianola”.

El diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo y a lo largo de mis tres cuartos de siglo he visto que el poder envilece, que los gobernantes son arrastrados muchas veces al margen de sus intenciones, que los hombre son muchas veces meros instrumentos de causas muy innobles.

Ser ministro del interior de un gobierno herrerista es lo peor que le pudo pasar a Larrañaga. Y lo más doloroso es que lo quiso; no tuvo necesidad.

Quiero decir que hace dos o tres años, a Jorge no le gustaba nada Lacalle Pou, del cual tenía opiniones bastante parecidas a las mías. Peor aún que las mías, porque Larrañaga lo conocía muchísimo, mientras que mis opiniones sobre Lacalle Pou no son personales, sino pura especulación política.

 

Los jóvenes, ni ahí

Han pasado 8 meses desde su designación y la Policía empezó a reprimir chiquilines que se divierten en forma pacífica en una plaza pública, al aire libre, sin molestar a nadie un feriado de primavera, en la noche.

Larrañaga alega que su accionar responde a normas muy imprecisas que otorgan a la fuerza pública un rol de policía sanitaria en el curso de una pandemia global.

El uso de la palabra “disuadir” sirve para un barrido y un fregado y puede ser interpretado como convencer con argumentos o por la fuerza.

En el caso de la plaza Liber Seregni no se hizo un esfuerzo especial para encauzar las cosas pacíficamente, ni se enviaron técnicos de convivencia ciudadana para persuadir a los muchachos ni se utilizaron otros recursos genuinos para lograr que los gurises mantuvieran el distanciamiento social requerido. Por el contrario se utilizó la exhibición de medios de represión para imponer la “fuerza de los hechos” a la fuerza de las palabras o los gestos.

Conste que los 11 detenidos fueron puestos en libertad por la Justicia competente a la mañana siguiente de haber sido atropellados y presos por la Policía y en la investigación fiscal aparece más de una docena de testigos que contradicen la versión oficial.

No es la primera vez que sucede esto; esa misma noche otras reuniones de jóvenes ha sido intervenidas por la policía en varios lugares del país, algunas veces prudentemente y otras compulsivamente. A veces, incluyendo unidades militarizadas y portando armas muy intimidatorias, manoseando a las gurisas, asustando a los muchachos, provocándoles miedo e instalando violencia.

Es curioso que el diputado Lust de Cabildo Abierto haya sugerido al gobierno decretar Medidas de Seguridad. Lo interpreto, más que como un respaldo a la represión contra los jóvenes, como una sutil advertencia de que sin Medidas de Seguridad la intervención de la Policía Nacional impidiendo una reunión de jóvenes en un espacio público, pacífica y sin armas, es absolutamente arbitraria, excesiva y no tiene marco jurídico habilitante.

Mientras, se prepotean botijas, aumentan los homicidios, se vuelven a denunciar acciones de los narcos en algunos barrios y son controvertidas las versiones de que han descendido el número de robos, rapiñas y arrebatos.

La diaria informa que en Juan Lacaze, en Mercedes, en La Paloma, han sido reportados incidentes diversos aunque no con la gravedad de lo ocurrido en la plaza Seregni.

En Montevideo, esa misma noche se han denunciado incidentes diversos, algunos con la misma exhibición de recursos represivos, carros, armas de apariencia letal, uniformes antibalas, cascos, bastones y escudos. En algunas filmaciones se escuchan ladridos de perros y detonaciones de armas que disparan municiones no letales. Se informa que una mujer afrodescendiente fue herida con una bala de goma.

Hoy me temo que este Larrañaga es más peligroso que el coronavirus y, a partir de la destitución de Erode Ruiz, tal vez más peligroso que el herrerismo.

Esa misma tarde en que referí mi encuentro con Larrañaga de 2018 en mi propia casa, el exlegislador me dijo: “Yo no soy Macri”. En el puesto que está, mejor que fuera Macri y no Patricia Bullrich.

Quiero decir que mientras estos chicos pasaron la noche en un calabozo esperando la resolución del fiscal de turno, en Punta del Este los turistas caminaban o corrían por la rambla sin tapaboca alguno, otros paseaban por la calle 20, entre autos con matrículas paraguayas y brasileñas, que supuestamente estarían aquí gestionando la residencia fiscal.

Está claro que tiende a agotarse el cuento for export de la “libertad responsable” de la que se ufanaban el presidente y su mano derecha, Álvaro Delgado.

La misma fue tan fugaz como un rayo en un cielo sereno. Las disposiciones de los decretos invocados, si el Ministerio del Interior lo dispone así, se convierten en una cuarentena obligatoria, al menos para los que se divierten en la plaza pública y nunca para los que lo hacen en Punta.

 

La LUC no permite burlas

La LUC habilitó estas barbaridades, una policía prepotente enfrentada a la sociedad civil, llena de odio contra los jóvenes, contra la rebeldía y la protesta, gritando en sus atropelladas que “se acabó el recreo”.

La LUC penaliza además la resistencia, no solo la resistencia física al accionar de la Policía, sino la burla, el insulto e incluso la argumentación verbal. Hasta la intervención respetuosa puede ser convertida en “desacato”.

Se anuncia una interpelación a Larrañaga. Uno se pregunta: ¿Tiene el propósito de voltear al ministro o de herir de muerte su futuro político? No lo creo.

Creo -y así debiera interpretarlo Larrañaga- que tiene el propósito de debatir públicamente lo que se está haciendo y lo que podría hacerse por parte del Ministerio del Interior para mejorar la convivencia y hacer respetar las leyes sin afectar la empatía y consideración pública que merece la Policía como toda institución del Estado que vela por el bienestar y la seguridad de la gente.

Tiene además el propósito de advertir a Larrañaga que el único que está “fogoneando” un estado de ánimo indeseable de rechazo al accionar policial es él mismo, con un discurso que no promueve el diálogo ni la convivencia entre la gente común y trata a los jóvenes, a los pobres, a los indigentes, a los cuidacoches y a los artistas callejeros como delincuentes.

Ahora bien, ¿Larrañaga es lo peor que nos puede pasar en el Ministerio del Interior?

Me parece que no, que si se va Larrañaga o lo echan, lo que nos espera es aun peor, máxime que la Inteligencia Estratégica está conducida desde la Embajada de Estados Unidos, lo que es lo mismo que decir desde la CIA.

A mí me da pena que una persona que ha construido una vida de respeto por la democracia, por la convivencia entre diferentes, por el diálogo constructivo, que es respetado por sus adversarios, que ha sabido perder y ganar, termine siendo recordado como un ministro represor e intolerante, rechazado por los jóvenes y por quienes resisten el programa restaurador e impopular de este gobierno de derecha.

Larrañaga sabe que lo advierto de buena fe pero, al fin y al cabo, cada quien elige de qué lado de la tranquera se pone.

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