Por Germán Ávila
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Venezuela nuevamente se encuentra en el epicentro del debate debido a la elección de la nueva mesa directiva de la Asamblea Nacional, principal bastión de la oposición, y cuyo presidente para el periodo 2019-2020 se proclamó como presidente interino de la nación en un acto público al aire libre en enero del año anterior. La Asamblea Nacional de Venezuela es un órgano cuya directiva tiene vigencia de un año, y la elección de esta se realiza en la primera sesión del año; la expectativa estaba centrada en si los votos le iban a alcanzar a Juan Guaidó para ratificarse o no.
La prensa internacional dio a conocer el 5 de enero una serie de imágenes en las que se ve a Guaidó forcejeando con la Guardia Nacional Bolivariana, en un titánico esfuerzo por ingresar por un costado del recinto de la Asamblea en el momento en que se desarrollaba la votación. Finalmente, no pudo entrar y no estuvo presente en el momento de la votación como presidente de la mesa saliente. Mientras, por otro lado, fue elegido como nuevo presidente Luis Parra, del partido Primero Justicia, lo que, como era de esperase, fue denunciado por Guaidó como un golpe parlamentario en su contra, y a partir de ahí ha retomado el impulso de su desgastado papel en la política exterior de la oposición venezolana.
El discurso mediático instaló inmediatamente una serie de afirmaciones que faltan a la verdad y no resisten una verificación medianamente rigurosa; según los grandes medios, el gobierno de Nicolás Maduro intervino en el desarrollo de la Asamblea, impidiendo la entrada de Guaidó y eligiendo una mesa directiva afín a sus intereses sin el quorum necesario para hacerlo; mientras tanto, el verdadero presidente, que sería Guaidó, con el apoyo de más de 100 diputados, ha logrado romper el cerco formado por el chavismo y ha iniciado sus sesiones ordinarias de los días martes. Este ha sido el libreto que la prensa internacional ha repetido como una verdad incuestionable.
Sin embargo, los hechos muestran otra cosa, hay videos que dan cuenta de que Juan Guaidó inicialmente se acercó a la puerta principal del edificio de la Asamblea y se le permitió el ingreso como a cualquier otro diputado, pero decidió no entrar porque no se le permitió el ingreso a otros diputados que venían con él y que estaban inhabilitados con anterioridad, por lo que, como en cualquier sesión parlamentaria de cualquier lugar del mundo, solo se le permitía el ingreso al salón de la plenaria a quienes estuvieran autorizados.
Lo que siguió fue una puesta en escena para las cámaras que ya están contratadas para ese fin, y fue el espectáculo de Guaidó forcejeando para tratar de entrar por la reja. Adentro, la Asamblea realizó su elección de mesa directiva con 151 de los 167 parlamentarios, es decir, con cerca del 80% de los diputados presentes; de los 151 votos, 81 fueron para la fórmula Luis Parra de Primero Justicia presidente; Franklin Duarte, partido Copei, primer vicepresidente; José Noriega, Voluntad Popular, segundo vicepresidente; Negal Morales, Acción Democrática, secretario, y Alexis Vivens, Voluntad Popular, subsecretario.
Las primeras declaraciones de Parra como presidente de la Asamblea hacen referencia a que el show armado por Guaidó fue la única respuesta que encontró ante la evidente falta de apoyo a su sector dentro de la Asamblea. De acuerdo con las declaraciones de Parra, Guaidó «no entró sencillamente porque no tenía los votos»; al mismo tiempo, Parra señala que la cúpula de los diputados de la oposición, como Henry Ramos Allup, Édgar Zambrano o Stalin González, no tuvieron ninguna dificultad para entrar e hicieron parte de la sesión, por lo que los reclamos de Guaidó carecen de fundamento.
Finalmente, el martes 7 de enero, Guaidó irrumpió con un grupo de personas luego de la sesión ordinaria e hizo la puesta en escena de una sesión legislativa que también tuvo un gran despliegue mediático internacional. Teniendo en cuenta que el ingreso fue a la fuerza, no es posible comprobar si realmente fueron 100 personas las que le acompañaban, y, sobre todo, si todas ellas eran diputados habilitados, como Guaidó afirma.
Para tener un panorama más claro de la situación de Venezuela y el escenario que se abre ante esta situación, Caras y Caretas conversó con Marco Teruggi, periodista argentino que reside en Venezuela desde hace varios años y ha seguido de cerca el curso de los acontecimientos políticos de ese país caribeño.
***
Marco, ¿cuál es el panorama político a nivel interno en Venezuela a partir de la nueva autoproclamación de Guaidó en la Asamblea Nacional?
Guaidó ha perdido muchísima de la capacidad de convocatoria a nivel nacional, sus posibilidades de movilización desde abril han sido mínimas y lo que ocurre ahora es un escenario que le puede dar oxígeno, pero sin duda su poder de convocatoria se ha visto reducido incluso dentro de la misma oposición. Lo que le ha quedado se reduce al establecimiento de una puesta en escena que muestre una capacidad de convocatoria que no tiene, para lo que ha tenido que recurrir a mentiras como contar dentro de los 100 diputados –que, según él, le apoyan– a algunos que en la elección del 5 de enero votaron por Parra, o nuevamente contar con diputados que se encuentran sancionados desde hace mucho tiempo, todo esto aprovechando que dentro de la misma Asamblea se han perdido muchos de los registros que validan la participación o no de determinados diputados. Se puede decir que esta es una práctica recurrente de la oposición, y es que generan hechos de opinión basados en maniobras, o incluso mentiras, que venden a una prensa internacional con intereses alineados y sin la menor rigurosidad que lo da por cierto todo. Una muestra de eso fue el plebiscito que convocaron en 2017, donde al final de la jornada terminaron ellos mismos quemando las urnas y luego afirmaron que se habían logrado más de seis millones de votos. Pero más allá de eso es importante diferenciar dos escenarios: lo que pasará a nivel nacional y lo que pasará a nivel internacional. Sobre lo primero, la situación es un poco más clara, pues la Asamblea que tiene como presidente a Luis Parra es la que cuenta con el reconocimiento de las demás instancias del Estado y es con la que se coordinará la agenda legislativa que tiene que sacar adelante cosas tan importantes como lo relacionado con el Consejo Nacional Electoral, entre otras cosas. La Asamblea de Guaidó puede seguir haciendo lo que hizo el pasado martes, que es hacer una sesión paralela para los medios, pero con eso va a pasar lo mismo que con su presidencia interina y es que en el país nadie le va a prestar atención; durante el año pasado él decía: “como presidente prohíbo la realización de tal cosa” y nadie le daba pelota, pero él posaba y a nivel internacional lo veían gobernando y creían que era cierto. A nivel internacional la situación es distinta, ha afectado mucho que el Grupo de Lima y la OEA reconozcan a Guaidó como presidente, pues ha sido justamente ese factor el que ha permitido ese embargo tan brutal que vive Venezuela hoy, y es el que legitima la apropiación de los bienes, como lo que han hecho los Estados Unidos con Citgo o las reservas venezolanas en Reino Unido; es esta la razón para que Guaidó continúe haciendo este tipo de espectáculos, que a nivel interno pueden tener muy poca trascendencia, pero el daño que hacen a nivel internacional es enorme.
¿Cuál es la relación que pueden tener con todo esto los hechos ocurridos a finales de diciembre en el estado Bolívar, donde el asalto a una unidad militar cobró la vida de un oficial de la FANB? ¿Es posible que exista algún nivel de coordinación con la oposición armada? O puede ser que estén haciendo esfuerzos dispersos cada uno como puede.
Es claro que el sector que más depende de los Estados Unidos es el armado, estos últimos han dicho que no reconocerán ninguna elección mientras Maduro sea presidente, lo que pone la situación en un punto bastante extremo, pues el primer paso para reconocer cualquier escenario posible es sacar al presidente, y eso podría ocurrir por la vía de un magnicidio o por la vía de una cantidad de ataques armados coordinados a lo largo del país, como lo que trataron de hacer en diciembre. Sin embargo, esa salida requiere un amplio nivel de apoyo de la movilización popular, apoyo que en este momento no tienen, pues desde el 30 de abril perdieron por completo la capacidad de movilización, y los últimos intentos de golpe lo han demostrado, no tienen la gente en la calle para respaldar acciones armadas; eso se viene demostrando desde las acciones que han intentado hacer en 2014, 2017 y 2019. Por otro lado, la derecha venezolana hoy no está tan sólida como estuvo en años anteriores, y eso es una desventaja muy grande para ellos. No hay una sola derecha, y Guaidó representa únicamente a una parte de la oposición y ese no es un detalle menor, si no tienen unidad, difícilmente van a poder generar una gran convocatoria; además, hay una parte de la derecha que no comparte la realización de acciones armadas y busca distanciarse de esa práctica.
En todo este escenario, ¿cuál es el papel que tiene la región en la presión contra Venezuela, el papel de Colombia o de Brasil?
El actor central de toda esta escena sin dudas ha sido Colombia, no solo por su papel activo en la política internacional a favor del bloqueo, sino también porque ha golpeado con dureza la economía de Venezuela amparando y prácticamente legalizando el contrabando y el saqueo del combustible que se produce aquí; además, ha exportado el formato de accionar paramilitar propio del conflicto colombiano, sirviendo además como campo de entrenamiento para los grupos armados contra el gobierno venezolano y fomentando un mercado de armas que afecta profundamente las instituciones de este lado de la frontera. En el caso de Brasil, la actitud puede ser similar, pero no logra tener la acumulación de un conflicto como el colombiano con todos los factores que eso implica. En suma, lo que se ve hoy es una operación tipo pinza entre Colombia, Brasil e Israel, que han patrocinado y desarrollado una serie de operaciones encubiertas que buscan generar inestabilidad y seguirán aumentando la presión sobre el gobierno de Venezuela.
En ese mismo sentido, Estados Unidos hoy está en medio de una confrontación abierta con Irán, ¿puede ser que esto requiera la atención de Estados Unidos y libere un poco la presión sobre Venezuela? ¿O crees que puede producirse el efecto contrario?
La situación con Irán no afecta para nada lo que pasa con Venezuela. Hoy nos enfrentamos a un tipo de guerra diferente a las que vimos durante el siglo XX, donde se trataba de guerras de avances de posiciones de infantería y captura de emplazamientos. Hoy lo que se ve son cosas diferentes, en el caso de Venezuela estamos ante una especie de guerra híbrida que ocupa muchos aspectos, pero que no requiere un nivel de concentración y despliegue de tropas clásico. En ese sentido, ¿se puede decir que los Estados Unidos están en la posición de esperar durante varios años más a que se desarrollen los acontecimientos en Venezuela? Yo diría que no, justamente por lo que está pasando con Irán y la posibilidad de que se genere un conflicto más complejo sobre el Golfo de Omán, la Casa Blanca debe resolver rápido la consolidación de América Latina como su retaguardia estratégica; una muestra clara de eso fue el golpe de Estado en Bolivia, de una manera que nadie lo vio venir. Eso muestra que en el tablero global se notan con mayor claridad algunos puntos de inestabilidad debido a la necesidad del control de los recursos, esa es una prisa que Estados Unidos debe resolver con premura en Latinoamérica.