Por R.T.
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Estructuras de aluminio se encastran en el paisaje. Reflejos, curvas, espirales, formas redondeadas, moldean la luz, crean reflejos poderosos y a la vez leves que se ensamblan con los árboles, las construcciones históricas, la tierra, la humedad, para crear estados que liberan la imaginación y la percepción.
La artista plástica uruguaya Verónica Artagaveytia instaló así su extensa obra “La fuente de Damaluna” en varios puntos del privilegiado espacio del Museo Blanes (Avenida Millán 4015). La muestra, que puede visitarse hasta el domingo 20 de setiembre, de martes a domingo (de 12 a 18 horas), cuenta con la curaduría de la arquitecta Cristina Bausero.
Se trata de una intervención que “atraviesa el predio del museo por su eje central, con esculturas de gran formato: Fontana, Ícona y Airosa”, cuenta Artagaveytia. “Al llegar al claustro encontramos la matriz de la muestra, donde el agua y la luz bañan el cuerpo de la Damaluna, amalgamada con el diseño sonoro creado por Juanita Fernández, mientras las Cascadas (esculturas móviles de aluminio, levísimas) giran alegremente sobre la fuente. Aves, plumas y formas femeninas inundan el museo de frescura y levedad”.
Estas estructuras juegan con la contradicción, rescatan la riqueza de lo ambivalente para liberar el ejercicio de la imaginación. Materia y sentidos se funden para resignificar el entorno. Juegan con la luz, la potencian, se convierten en espejos que crean formas. Lo femenino es explícito en algunas de las estructuras y operan como íconos diagramáticos: devuelven múltiples realidades posibles sin caer en lo obvio, en lo realista. Los espirales y formas curvadas aligeran otras estructuras que se encastran en distintos puntos del predio, sin embargo no rehuyen a lo crudo, cortante, salvaje en sus bordes ásperos, allí donde la mano y la herramienta doblegaron a través del corte la resistencia del material metálico.
Relata la artista: “La Damaluna fue creada aproximadamente hace 30 años y viene creciendo de exposición en exposición. La veo como una semilla cósmica que se va desplegando con el tiempo, abriendo su belleza, trayendo mensajes de quién sabe dónde; ofreciéndose. Ya fue expuesta en sótanos, en criptas jesuíticas, en montañas; como una niña apocada, una diosa, una madre, una guerrera. Ahora, por primera vez, está en un hábitat acogedor, recibiendo placenteramente sobre su cuerpo hilos de agua y luz”.