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Wilson en la rural

Aquellos discursos del Prado

Por Juan Raúl Ferreira.

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Cuántos recuerdos me trajo el discurso del presidente de la ARU en el Prado. Ni que hablar cuántos presagios duros. Pasado y futuro me hicieron vibrar el alma, ambos por cosas tristes. En realidad no nos sorprende. Lo anunciamos y muchos no creyeron. Vinieron por todo. Sí me llamó la atención el Dr. Lacalle (h). Cuando se queja el Pit-Cnt, porque les tocan el bolsillo, les contesta. Pero cuando los ricos dijeron que les tenían que dar más, estribó y, tras dos tics, agregó: “Yo estoy con el campo”. Lo creía más hábil, a lo mejor fue sinceridad descarnada.

Ojo, no hay que confundir lo que dice la ARU con el agro. Más bien los intereses que defienden los grandes productores van a contramano en lo que beneficia a la producción, en especial, a los pequeños y medianos productores.

No soy experto en el tema. Guardo algunos recuerdos de niño. No iba a pasear a la rural. Papá decía que no le gustaba el Prado. “No apunta a la mejora productiva, sino a los grandes […] Es un concurso de belleza donde prima la estética sobre los intereses productivos”, decía en tono burlón. Sí recuerdo que no hubo un solo discurso de ministro en el acto (que le llaman “inaugural” aunque es la clausura) que no terminara en silbatina.

Recuerda Álvaro García Alonso en las redes que en 1963, en el acto de la ARU, Wilson les dijo que había “2.500 predios que concentraban más de 7.5 hectáreas productivas y no las tocaban. Acto seguido le dijeron comunista, obvio”. Agrego al oportuno comentario que ese año en la Rural de Salto de los silbidos se pasó a los puñetazos. La ARU consideraba al ministro un enemigo. Este año el titular de la cartera le dio la razón.

Wilson no se llevaba con la “Miss Vacuno” o la “Miss Ovino”. Ya en el exilio, un familiar, sin su permiso, llevó un toro de su campo al Prado. Casi se muere, pero tuvo suerte: el toro fue denunciado a las autoridades militares que lo retiraron en un camión del Ejército. La novel dictadura uruguaya ganó su primer titular en la prensa internacional. La primera plana de El País de Madrid tituló “Primer toro preso político del mundo”.

Lo que no deja de llamarme la atención es que Lacalle (h) parece haber mudado su despacho a la Expo Prado. De misa (soy católico, pero no entiendo ni comparto una misa en el evento), con tapaboca, dio el premio de cada especie, raza y categoría. Una innovación. Desconozco por qué, pero los presidentes no pasaban tanto tiempo en el Prado, solo daban el premio al Gran Campeón Hereford.

Bordaberry, después del golpe, también puso la cocarda al Polled Hereford, porque era suyo. Inolvidable. El dirigente del Partido Nacional de entonces, Domingo López Delgado, del departamento de Rocha y de mis pagos de Castillos, tenía un periódico que se llamaba El Civismo. Era un hombre extraordinario, que había peleado como voluntario en Europa tras el advenimiento del fascismo español que Lacalle (p) saludó. De Gaulle lo homenajeó cuando vino a Uruguay en el 64. Tiraba de la piolita, pero no se le animaban. Esa semana puso una foto del dictador y su toro, y tituló “Se lució en el Prado el animal de Bordaberry”. Se lo cerraron.

“Aunque podemos estar de acuerdo en que la desigualdad extrema no es deseable, la realidad es que la desigualdad de ingresos va a existir siempre por la propia naturaleza humana, y es justo que así sea”, sentenció Capurro, pidiendo que en el mismo presupuesto en que se cortan gastos a troche y moche, y se rebaja el salario real, se reduzcan los impuestos a los más ricos. Remató diciendo que desde Jesús en adelante (ya había tenido lugar la misa) se insiste en tocar el bolsillo de los ricos, pero que ese no es el camino.

Los que gobiernan se pasean por el Prado, homenajean a Saravia en 4×4 y con jinetes en aperos de lujo y caballos pura sangre. Están haciendo con Saravia lo mismo que hacen con Wilson. Son festejos “paquetes”. No leyeron al historiador Luis Mongrell, quien llamó a Aparicio Saravia el líder de la “huelga armada de protesta de los desgraciados, que explota la política del provecho”.

Patético, como el gobierno, pero real. Habrá que pelearla cada día por cuatro años más.

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