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Arte y cultura | arte | trabajo | teatro

Apertura y autogestión

Ensayo Abierto, un lugar de amparo para el arte y el trabajo independiente

El arte genera trabajo y encuentros comunitarios. El espacio cultural autogestivo expande el acceso a la actividad artística desde el trabajo independiente.

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Caras y Caretas Diario

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El arte se expande en Ciudad Vieja. Muchos años atrás, en la esquina de Piedra y Juan Carlos Gomez había unas caballerizas. Algunos años después ese espacio fue un prostíbulo. También fue un comercio. También fue un bar. En distintos momentos estuvo cerrado. Ahora está abierto. Desde 2017 ahí funciona Ensayo Abierto. Un espacio cultural autogestivo e independiente donde se hacen obras de teatro, toques de música, se comparten talleres, y hay un bar con cocina todos los días en los que hay actividades.

En esa zona de la ciudad proliferan los espacios culturales. Plásticos, teatrales, musicales. Hay muchas oficinas y muchos galpones. Hay bocas de droga, hay mucha población vulnerable adicta. Hay muchos artistas. En Ciudad Vieja está La Madriguera, La Vecindad, Ensayo Abierto, que junto a El espacio vacío en Barrio Sur y otros lugares similares por la zona forman una especie de red de espacios culturales autogestivos que intentan vincularse con el medio y los artistas desde un lugar diferente, más cercano a la solidaridad, a lo cooperativo y a la expansión de los accesos para artistas emergentes.

El espacio fue sostenido por diversas personas y distintos colectivos desde que emergió. Una parte importante de su ética y de su manera de funcionar se mantuvo más allá de las diferentes gestiones.

Caras y Caretas conversó una noche a finales de abril con Luana Bovino, Jerónimo Orestein, Agustina Chagas y Mateo Altez, parte del equipo que gestiona actualmente el espacio. Belén Inzaurralde y Juan de Martino, que también son integrantes del grupo, no pudieron estar esa noche en la entrevista. Ellos trabajan de manera voluntaria, muchas horas a la semana, para hacer las tareas técnicas en la sala, de producción, de cocina, de atención al público. Lo hacen en los momentos libres que les dejan los otros trabajos artísticos que les permiten sostenerse.

Gestionar el espacio les permite habitarlo artísticamente como quieran y encontrarse con artistas que les gustan, pero también lo hacen con el compromiso político y la convicción de habilitar una manera de vincularse con los otros que dé lugar a nuevas voces, a repartos distintos en la toma de decisiones y en la distribución de poder simbólico entre los artistas.

Les interesa expandir el centro desde el margen. Dialogar con espacios más centralizados y a su vez permitir encuentros más personales entre los artistas. Se preguntan cómo puede potenciar la actividad artística y cultural la relación entre estos espacios más pequeños, independientes, hogareños y las instituciones más masivas y centralizadas como el Solís o el Sodre. Entienden que ese vínculo es complementario y también se reconocen como un lugar de amparo para el arte independiente en una ciudad que a veces no es tan amable con los artistas.

Cuando les preguntás cómo llegaron, Mateo cuenta que salió de la EMAD con un grupo y empezaron a habitar el espacio, que después se distanció porque vivió en La Castilla (que ahora es La Vecindad), y ahora vive ahí mismo en Ensayo Abierto. Luana cuenta que llegó a partir de la amistad con Mateo, y que al principio quería estar pero tenía más ganas que tiempo, que cuando empezó a tener otra disponibilidad se dio cuenta de lo que podía aportar y cómo podía aprovechar su presencia ahí. Jerónimo cuenta que tocó varias veces en el lugar y en un momento le empezaron a dar ganas de estar también del otro lado. Agustina cuenta que es la más nueva, que viene de la gestión cultural pero tenía ganas de poder ser parte de un equipo y hacer algo que no sea eventual, poder pensar en un proceso que perdure en el tiempo.

Llegaron de distintas maneras pero se quedaron. Y todavía tienen ganas de quedarse.

¿Por qué les dieron ganas de ser parte del equipo de gestión de ‘Ensayo Abierto’?, ¿qué es lo que le dan ganas de quedarse en un trabajo voluntario de estas características?

Jerónimo Orestein (J.O.): A mí me gusta un montón la manera en que funciona el equipo y la manera en que tomamos decisiones y cómo resolvemos las cosas, cómo nos organizamos. Sin jerarquías, sin votaciones. Siempre resolvemos por consenso, y si es necesario discutimos hasta llegar a un consenso. También hay espacio para que hagamos lo que tengamos ganas y que aportemos desde el lado que queramos aportar. Eso también es un proceso para descubrir. Preguntarse “¿qué es lo que aporto?, ¿cuál es mi lugar acá en Ensayo Abierto?”, y también, “¿cómo me siento mejor yo, qué le puedo aportar desde eso que me hace sentir bien?”. Eso me parece que está buenísimo.

Y también formar parte de algo más grande. Este es un espacio que viene desde hace tiempo y que no siempre fue gestionado por el mismo equipo. Subsiste más allá de quienes estén en el equipo que lo gestiona. Puede que dentro de tres años no esté ninguno de nosotros y ojalá Ensayo Abierto siga estando, porque está bueno más allá de nosotros. Y eso es interesante, cuidarlo colectivamente, más allá de lo personal.

Luana Bovino (L.B.): A mí me pasó cuando arranqué a venir, trabajaba mucho y tenía muchas ganas de estar pero no me daba la energía. Fue algo bien concreto. Quería venir y no me daba el tiempo, no tenía la energía para venir y ser una cabeza pensante, participativa. Para ser parte del equipo tenés que poder estar, para cubrir la cantina, por ejemplo, cubrir eventos, o poder aportar desde algún lado. Entonces fue un comienzo medio frustrante en ese sentido.

Cuando pude empezar a venir más, fue muy orgánico, porque me di cuenta de que las postas se iban pasando entre la gente, en el sentido de que el que dejaba de hacer algo avisaba y entonces venía otro y lo cubría. Cuando pude empezar a venir más, las personas que necesitaban soltar un poco la posta pudieron hacerlo porque yo estaba presente para hacerme cargo de alguna de esas cosas. Siento que es así como fluyen las cosas en este tipo de espacios, cuando fluyen de manera orgánica. Eso para mí fue muy lindo.

También fue muy claro para mí, más allá de ese comienzo medio frustrante, porque me permitió ver cómo funciona el espacio y qué es lo importante de estar acá. Lo primero es querer estar. Esa parte de la voluntad, de lo voluntario. Es importante estar mientras quieras estar y puedas estar con el corazón, con toda tu energía. Y que cuando eso se empiece a gastar, que es natural y puede pasar, poder comunicarlo, saber que el colectivo está para sostenerlo, para escucharlo y para que a nadie se le vuelva algo pesado. No nos gustaría que ninguno de nosotros esté acá haciendo un sacrificio. Que esté acá por compromiso, sacrificándose por la cultura. Obviamente atrás de lo que hacemos hay muchos pequeños sacrificios, a veces te cansás, por supuesto. Pero yo creo que si hay algo más grande que lo sostiene, te acomodás y podés estar.

Desde ahí fui encontrando ese lugar para mí acá. Me pasó eso. Sentirme útil en el espacio fue muy parte de la decisión de querer quedarme, de no querer irme. Me di cuenta de que había cosas concretas acá que podía hacer.

Nunca lo sentí como un trabajo de tener que hacer algo para otra cosa que es ajena a mí, o hacer algo para que funcione algo de lo que yo estoy ajena, que lo miro de afuera. Trabajo voluntariamente para un lugar en el que yo estoy, soy parte y soy parte de su crecimiento. Desde ahí también puedo ver todo lo que eso me devuelve, artísticamente, espiritualmente, prácticamente. Tengo una sala en la que puedo ensayar cuando quiera, y tengo un espacio donde puedo venir a sentarme a leer si en mi casa no puedo, por ejemplo. Tengo un lugar en el que puedo invitar a la gente que quiero a compartir su trabajo, a hacer sus cosas. Tengo todo eso en la medida de que trabajo junto a otros compañeros para sostenerlo. Lo que me fue dando ganas de quedarme tuvo que ver con eso, con ese proceso de ir entrando e ir encontrando esos huequitos en donde me sentía capaz de estar ahí, de sostenerlo, y también de sostener a la gente que estaba alrededor.

Agustina Chagas (A.CH.): Yo soy re nueva, hace un mes que me uní al equipo. Estoy conociendo todo esto y la verdad que lo que me hace quedarme es la contención del sostenerse en colectivo. Es algo que se siente.

Desde la gestión cultural me pasa mucho que siempre tuve proyectos más esporádicos, más vinculados directamente a un evento: armar un toque, por ejemplo. La diferencia acá en Ensayo Abierto es que no pensamos en eventos específicos, pensamos en cómo sostener el espacio a través del tiempo, qué cosas nuevas podemos hacer para que se sostenga. Tener que ir viendo la continuidad de algo, poder hablarlo, poder sostener el espacio pero también la grupalidad que permite que se sostenga el espacio, está bueno y es algo muy diferente para mí. La palabra que se me ocurre es sostener. Creo que desde ahí es que me estoy involucrando y desde ahí es que lo voy conociendo más al espacio.

J.O.: Además somos un grupo abierto. Porque se llama Ensayo Abierto. Si fuéramos un grupo cerrado se llamaría Ensayo Cerrado.

¿Qué es un Ensayo Abierto para ustedes?

J.O.: A ese dicho lo repetimos cada dos por tres, “si no seríamos un ensayo cerrado”.

Tiene que ver con la versatilidad, con preguntarle al otro también qué quiere hacer, cómo se quiere apropiar del espacio. La apertura tiene que ver con eso. ¿Querés acomodar la sala así? ¿Querés sacar los sillones y poner otra cosa? ¿Querés hacer un toque con gente parada? ¿Querés hacer una obra de teatro acá en el living, en vez de en la sala? Podemos conversarlo, e intentamos que los artistas que vienen se apropien del espacio.

Tratamos de hacer las cosas lo más personal posible. Que no sea solo coordinar el día del toque, que el artista venga y conocernos ese día. Invitamos al artista a venir antes, que pueda conocer y sentir el espacio, para que pueda sacarle todo el juego que pueda al evento o a lo que vaya a hacer. Creemos que es lo mejor para el artista, pero también lo hacemos porque nos gusta pasarla bien, hacer amigos, conocer gente, que no sea una cosa fría. Estar abierto en general a las propuestas que haya, en el mejor sentido y en el más amplio posible. Que no haya límites, bordes, que no haya una manera de funcionar pre-determinada. Este espacio es para los artistas que vienen, no es solo nuestro, entonces la invitación es a habitarlo juntos.

L.B: Sí, para mí también tiene que ver con eso. Yo siempre que alguien pasa por la puerta y me dice “¿Qué es esto?, ¿qué hay acá?”, yo para hacerla corta contesto que es un teatro. Pero si tengo más tiempo, si se da la oportunidad para hablar mejor, les cuento. Es un espacio cultural autogestivo, funciona a base de trabajo voluntario, y eso ya empieza a generar una imagen más completa de lo que es.

Es un lugar de amparo para el arte en una ciudad que no siempre es tan amable para los artistas. Por eso también es un lugar de amparo para el trabajo independiente.

Intentamos que sea un lugar para todos. Tanto para alguien que se dedica a la música o al teatro y quiere hacer un toque o una obra, por ejemplo, como para alguien que nunca tocó en su vida, o es su primera obra, y necesita un espacio para poder compartir lo que hace por primera vez.

Creo que lo ‘abierto’ tiene que ver con eso, con que es un espacio lo suficientemente amplio como para recibir gente y propuestas que posiblemente no tienen lugar en otro lado.

Y también le damos lugar a trabajos que quieren estar acá por un interés artístico específico. Creo que va hacia los dos lados. La gente llega a Ensayo Abierto y Ensayo Abierto tiene esa respuesta, y por otro lado desde Ensayo Abierto también buscamos traer gente que tenga intereses artísticos que dialoguen, que resuenen con nuestra manera de entender el espacio.

También interesarnos por otras personas u otras formas de trabajo que capaz son distintas, invitarlos, acercarlos. Me parece que eso tiene que ver con ampliar el medio de cierta manera, que no siempre seamos los mismos, creo que tiene una incidencia en ese sentido. El medio independiente tiene muchos focos. Varios de esos focos están en Ciudad Vieja, por acá cerca hay bastantes espacios que trabajan de una forma similar a la nuestra. Yo siento a Ensayo Abierto como uno de esos focos que permiten ampliar el medio.

¿Cómo sienten ese vínculo con el barrio y con los otros espacios culturales que están por acá cerca?

L.B.: Yo siento que es una búsqueda un poco constante el hecho de no quedarnos hacia adentro, de pensar lo que pasa desde Ensayo Abierto hacia afuera. En cada cosa que pensamos o que intentamos producir, o efectivamente logramos producir, siempre hay una parte de eso que tiene que ver con pensar cómo hacemos que eso incida en el barrio. O a veces a la inversa, preguntarnos cómo hacemos que el barrio logre acercarse al espacio y que no sea solo una persiana gris que la gente que pasa la ve y no tiene idea.

Para mí el vínculo con el barrio y la comunidad siempre está en nuestro diálogo como equipo. A veces lo ves más a la corta, en la cotidiana, con cualquier persona que está por acá en la vuelta. Somos vecinos, somos parte del barrio, tenemos que considerar ese tipo de cosas. Ayer vino un vecino que viene seguido, pero la primera vez que vino era un completamente desconocido para todos, y ahora cada tanto viene y se queda y conversamos. Para mí eso es el vínculo, el diálogo con el barrio. Aunque sea en cosas chiquitas como esas. Es importante para esta parte del Bajo de Ciudad Vieja que exista un lugar a donde distintas personas puedan venir y quedarse un rato y pasarla bien. Eso también es amparo.

También siento que en la búsqueda o en nuestra ambición, siempre queremos que sea más, siempre queremos incidir más y seguimos buscando formas para eso. Siempre queremos que sea mayor el vínculo, que sea más fluido, que tenga mayor incidencia, ser más permeables todavía.

J.O.: Nos gustaría lograr hacer movidas con los otros espacios también. Hablar con La Madriguera, por ejemplo, con otros espacios acá a la vuelta, y hacer cosas más colectivas del barrio, que pongan en red los distintos espacios que están cerca, que haya tres, cuatro espacios coordinados juntos haciendo lo mismo. Es difícil porque requiere una organización mucho más grande, y la mayoría también funcionan desde el trabajo voluntario entonces no siempre podemos. Pero es una idea que circula y estaría buenísimo poder concretarla pronto.

Ciudad Vieja tiene una gran tradición en relación con el trabajo artístico independiente y con este tipo de espacios autogestivos, ¿por qué les parece que eso es así?, ¿por qué creen que esa tradición se sigue renovando, actualizando con el paso del tiempo?

Mateo Altez (M.A.): Es muy concreto y poco poético lo que voy a decir, pero para mí tiene que ver con el tipo de construcciones que hay acá. Lugares medio destruidos, grandes, donde podés hacer un montón de cosas y que son relativamente baratos para alquilar y para hacer este tipo de cosas. Es una reputación que se mantiene. También es un territorio relativamente cercano al centro, que mueve o capta más cantidad de gente. De los barrios cercanos al centro, termina siendo uno de los más baratos. Y aunque sea poco poético, es real, porque eso para este tipo de espacios termina siendo definitorio, creo que eso es lo que explica materialmente.

Después creo que Ciudad Vieja tiene como una imantación barrial. Son tres barrios en uno: la zona sur (la red ramblera), la Aduana y acá el Bajo. Son tres espacios bien distintos y cada uno tiene su energía particular y su tradición. La tradición que hay con el candombe, la tradición que hay con la murga, la tradición que hay con los clubes deportivos. Todo eso me parece que genera como una imantación fuerte.

Y también cierta cosa de la propia dinámica arquitectónica, que haya peatonales, este tipo de galpones y espacios, hay cosas que en otros barrios es más difícil de encontrar. Me imagino que eso también termina promoviendo algo del trabajo artístico independiente. Hay algo de la arquitectura que te invita a pasear, a contemplar. Aunque es cierto que está lleno de oficinas también.

L.B.: Sí, pensaba en eso también, también hay oficinas y comercios. Pienso que históricamente hay algo de lo central que debe haberse expandido hacia varios lugares. Hace muchos años está el Teatro Solís donde está, y los primeros teatros independientes se fueron haciendo en el centro, ¿no? El Teatro Circular, por ejemplo. Eventualmente cuando el centro se empieza a expandir, tiene que convivir con la expansión de las otras cosas. Y por eso vas caminando por Ciudad Vieja y tenés una zona que es súper administrativa y esta zona que es el Bajo, que es más bohemia, y te encontrás con espacios como este, por ejemplo. Hay muchos mundos superpuestos. Supongo que eso también tiene que ver con qué tan permeable fue siendo esa expansión con el resto de los movimientos, con el resto de las cosas que crecieron.

M.A.: Es que sí, hay cosas que se impregnan. Este espacio queda en la calle Piedras, esta calle fue central en los años 20. Como la calle Colón era la calle de los comercios. Son calles que tienen esa carga histórica, que tienen la tradición impregnada.

Lo mismo con este espacio. Saber que en este lugar antes hubo unas caballerizas, que fue un prostíbulo, que fue un bar, que fue todo eso antes de ser Ensayo Abierto. Todo eso está impregnado, y a veces en el mal sentido, porque quedaron unas energías acá que a veces te sacan el vómito para afuera. Pero más allá de eso, hay como otro caldo de cultivo, algo que no es tan material. Vos venís, respirás y te sentís disponible o energéticamente modificado. Y me parece que eso tiene mucho que ver con crear, con hacer arte, y con el tipo de arte específico que se hace acá, por esta zona.

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La ética de lo abierto

Si entendemos a la ética como una pregunta sobre cómo vivir juntos, ¿cómo es la ética de Ensayo Abierto?, ¿cómo se vinculan con los artistas desde la perspectiva de esa pregunta?

L.B.: Ahora hace un tiempo que estamos teniendo reuniones seguidas con talleristas, a partir de una invitación abierta a que la gente se acerque a trabajar acá, y creo que ahí fue cuando yo entré más en contacto con esa conversación y con esa perspectiva. Fue a partir del diálogo con la gente que se acerca.

No se trata solo de qué es el espacio. Cuando alguien viene a hacer algo acá también está acercándose a trabajar con nosotros, entonces intentamos preguntarle, “¿qué querés que sea para vos el espacio en ese rato en el que estás acá?”

Siento que esa es la forma en la que voy encontrando la manera de tener esas charlas. Voy descubriendo algo de la ética de lo que hacemos así, cuando hablo con la gente que se acerca, cuando hablo con los gurises en las reuniones, cuando hablo con amigos que se acercan por primera vez, o capaz que ya conocen hace mucho tiempo pero vuelven.

J.O.: También creo que el espacio se sostiene con las actividades, con los ensayos, con los talleres, pero al mismo tiempo tratamos de ser lo más accesible posible para todo el mundo.

La economía también es parte de la ética. También hay que pensar en la plata, es complicado. Tenemos ciertos cálculos hechos de cómo hacemos para llegar a fin de mes, cómo pagar las cuentas. Somos conscientes de que más o menos nos tiene que rendir porque si no, no lo podemos sostener. Pero al mismo tiempo en la charla con los artistas siempre estamos abiertos a propuestas, a maneras de llegar a un acuerdo. Hemos hechos intercambios del tipo “vengo a ensayar, no puedo pagar pero te dejo un sillón”, y si el sillón nos rinde, estamos más que dispuestos a aceptarlo. En ese sentido también es abierto y colaborativo con la gente que se acerca.

M.A.: Yo creo que lo que está en el centro es poner al artista como el centro poético y económico de la actividad, al creador y al que lo está haciendo, y entender que este espacio es para eso y que incluso gracias a eso es que este espacio existe.

Ahí esta la idea de apertura que tenemos. Eso también explica que Agus tiene ganas de sumarse al equipo y se suma, Jero tiene ganas de sumarse y se suma, si mañana vos me decís que tenés ganas de sumarte, te vamos a decir “vení a las reuniones y ya sos parte”, estamos abiertos a hacer equipo con cualquiera que tenga ganas de sumarse si realmente está presente.

En eso a veces se explican otras cosas. El trabajo voluntario ayuda a que nadie venga por otros intereses. Es cierto que no podríamos pagar el trabajo que hacemos, no nos daría el presupuesto, pero en última instancia esas cosas también ayudan a la apertura, porque entonces cualquiera que tenga voluntad de aportar es bienvenido. Si tuviéramos 10.000 pesos para pagarle a cada miembro del equipo, si quisiéramos sumar a alguien, tendríamos que encontrar la manera de generar 10.000 más de ingresos. Yo no estaría en contra de que cualquiera de nosotros cobre por el trabajo que está haciendo, no quiero romantizar que no cobremos, lo que quiero decir es que el hecho de que sea voluntario nos permite ser abiertos y también poner al artista que llega en el centro de la actividad.

Hay una parte que se aparta para que el espacio se sostenga, pero después lo primero que se piensa es “¿Cuánto se está llevando el artista con este movimiento?” Funcionamos con una lógica del 70/30 de porcentaje de ingresos, 70 para el artista y 30 para el espacio. Hemos funcionado bajo esa lógica desde el 2017 y no ha cambiado.

Y si es desfavorable para el artista esa división, a veces incluso cobramos menos. Tenemos como un mínimo sugerido, de 2000 pesos, que es lo que más o menos calculamos que nos cuesta prender las luces de la sala y tener el espacio abierto para un evento. A veces lo dividimos teniendo en cuenta eso.

También nos interesa que el artista esté cómodo, que pueda habitar la sala, que la use para ensayar, para conectar con el espacio. No es que te vamos a dar la sala el mismo día que venís a hacer el evento. Hacemos acuerdos que intenten propiciar eso. Todas esas cosas son contestatarias con el medio, porque en las salas convencionales en general te dan un día de ensayo general antes del estreno y arregláte. Porque tenemos una prioridad diferente, que es poner al artista al centro y no a nosotros como Ensayo Abierto, se termina generando este sistema de funcionamiento que tenemos.

J.O.: Algo que nos preguntamos un montón es ¿cómo hacemos para que venga gente a Ensayo Abierto solo por ser Ensayo Abierto? Porque en general el público que recibimos depende de los artistas, depende de la obra, del músico o de quien sea. Nos gustaría que la gente venga al lugar porque le gusta el lugar, más allá de la propuesta cultural específica de ese día. Intentamos trabajar también en dirección de eso.

¿Cuáles son los riegos que creen que pueda tener una apertura como la que sostienen?, ¿hay alguna lógica o algún tipo de funcionamiento al que preferirían no darle lugar en la casa, al que prefieran no abonar en este espacio?

J.O.: Se da una selección natural, confiamos mucho en eso. En general no tenemos conflictos, casi siempre si se tranca algo se resuelve bien, con la mejor onda. Y digo selección natural porque un poco es así, si viniste y pegaste onda, nosotros pegamos onda contigo, te van a dar ganas de volver y nosotros vamos a tener ganas de que vuelvas.

Las rispideces suelen ocurrir por artistas que no conocen la lógica de funcionamiento del espacio entonces vienen esperando otra cosa, capaz alguien dice “la verdad es que no estoy de acuerdo, prefiero otro tipo de trato u otro tipo de acuerdos”, y si es así está perfecto: en general ese artista no vuelve y nosotros no lo extrañamos.

M.A.: La gente tiende a ofenderse más rápido que nosotros. También pasa eso. A veces vienen personas que no dimensionan que la precariedad de este espacio tiene que ver con que es autogestivo, que lo hacemos a pulmón, como vamos pudiendo. Si no dimensionan eso, si les molesta que esté un poco desprolijo, quizá es mejor que no se acerquen. Porque nosotros hacemos lo mejor con las condiciones que tenemos y en función de las posibilidades que tenemos. Nos gustaría que todo el mundo se sienta bien, pero si a pesar de nuestro esfuerzo, las condiciones del espacio a alguien no le alcanzan, es mejor que no venga, porque vamos a pasar mal todos. Esa es la manera que tenemos que trabajar. Muchas veces recibimos críticas. Las tomamos dependiendo de quién vienen. Y nosotros también somos muy autocríticos, hablamos mucho para tratar de ser mejores.

L.B.: Para mí siempre hay algo de tratar de preservar el espacio como lo que es. Seguir siendo coherentes con eso. Si mañana viene mi primo e intenta hacer algo que para mí atenta contra lo que venimos construyendo desde 2017, yo le voy a decir “te quiero mucho, primo, pero no”. O le voy a preguntar porqué lo quiere hacer acá, si quiere hacer algo que no tiene nada que ver con el espíritu del espacio. Hay algo que se da naturalmente cuando cuidás, preservás al espacio.

Y al mismo tiempo está lo que dijo Mate, poner al artista en el centro de la actividad. Para mí no son cosas contradictorias, sino que se complementan. Me parece que cuando se puede hacer las dos cosas a la vez es cuando las cosas funcionan. Creo que así se da la selección natural de la que hablaba Jero.

Yo puedo conversar con una persona que quiere hacer algo acá y capaz no tengo una afinidad artística ni personal ni colectiva con esa persona, quizá no resueno con su forma de trabajo, pero eso para nosotros nunca es motivo de negarle la posibilidad de estar acá.

Para mí también tiene que ver con la forma en la que tomamos decisiones como equipo, como colectivo, y lo charlábamos hace un rato. Siempre intentamos estar todos más o menos de acuerdo con lo que está pasando en el espacio. Para mí eso es clave en relación con la apertura y cómo medirla. Si alguno de nosotros en el colectivo no está de acuerdo con que venga algún artista, va a ser escuchado, lo discutimos. Creo que como equipo nos escuchamos y respetamos entre todos los integrantes del equipo, entonces eso te permite quizá ver cosas que no estás viendo, o bien cambiar de opinión en la discusión, y así se van achicando los riesgos.

Preservar el espacio también es preservar el equipo de trabajo que sostiene el espacio. Es una forma de cuidado. Y por eso nos escuchamos tanto.

Creo que los mayores errores que vimos en el último tiempo han tenido que ver con cuando nos aceleramos o queremos hacer algo rápido, o viene alguien queriendo imponer su idea y le pasamos por encima a la reunión grupal, nos olvidamos de preguntarnos colectivamente qué nos parece. Nos equivocamos cuando no nos escuchamos como colectivo.

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¿Consideran que existe un centro y una periferia?, ¿se ubican más en los márgenes de la actividad artística?, ¿cómo es su vínculo con el centro?

M.A.: Yo siento que mi vínculo personal con el centro es total, me considero un actor central en muchos aspectos. Trabajo en las obras de Santiago Sanguinetti, en la sala Verdi, una vez me contrató la Comedia Nacional para hacer unas lecturas, soy egresado de la EMAD. Tengo un contacto sólido y fluido con la centralidad del teatro y me parece que mismo la centralidad del teatro está al margen de muchos otros aspectos de la sociedad. Creo en muchas de las herramientas que tiene esa centralidad como SUA, como FUTI y cómo eso aporta para construir pensamiento, discusión y para protestar cuando hay que protestar.

Creo que este espacio, y los espacios como Ensayo Abierto, vienen a aportar justamente en la expansión de esa la centralidad, de la visibilidad. No es solo la oposición por la oposición. Hay una idea de discusión y conflicto desde acá respecto al centro porque eso también es lo teatral y está bueno que lo atraviese todo, pero con el fin de expandir.

Yo me relaciono siempre con lo central, respetando las formas de cómo nos manejamos nosotros. Intentando siempre de otorgar poder y no tomarlo para tomar decisiones, sino de estar permanentemente en ese lugar de “yo no quiero tener ese poder si no es de todo el conjunto”, para que no se formen jerarquías.

No quiere decir que en un futuro no sería de FUTI o lo que sea. Simplemente siento que vamos a nuestro tiempo, a nuestro ritmo.

L.B.: Yo me siento bastante parecida. Algo de lo que dice Mate en relación de cómo trabajamos y cómo se dividen nuestros trabajos, acá y en otros lugares. Yo ahora estoy trabajando en la Comedia Nacional y voy a estar trabajando ahí todo el año. Me genera contradicciones a veces.

Pienso que para mí el espacio más del margen es el que me genera mucha comodidad y mucha atracción, es como un lugar que siento que no lo puedo suplantar con otro y siento que cuando no lo tengo me hace falta.

Lo veo cotidianamente cuando paso muchos días sin venir o cuando estoy mucho tiempo sin vincularme, sin trabajar directamente con esto que tiene que ver con lo que no está tan armado, que es un poco más del margen, sí.

¿De qué está hecho el margen?, ¿tiene que ver con una manera de las personas de tratarse entre sí, con una forma de mostrar el trabajo hacia afuera?

L.B.: Está hecho de varias cosas. Tiene sus escaseces y su privilegio.

Lo que yo siempre encuentro como privilegio principal es la idea de la libertad. Y a la vez esa idea de libertad está dada en un lugar de pertenencia.

Es casi como lo que te genera la familia. Estar en un lugar tuyo, que además de ser tuyo tiene mucha más gente y aún así sentir la propiedad interna y la posibilidad de ser así como sos, también ser más libre.

La escasez muchas veces tiene que ver con lo otro. Con esto que hablaba Mateo, que son cosas más de producción o de orden, de cómo crecer como espacio. Creo que es por eso que, cada tantos meses en las reuniones discutimos y nos preguntamos si no tendríamos que ser parte de FUTI. Pensamos si también es una forma de cuidado y de enmarcar esta marginalidad en algo que nos ayude a sostenerlo. También esta marginalidad siempre tiene una parte esencial, que siento que no es transferible.

J.O.: A partir de la pregunta me estoy cuestionando un poco la pertinencia de la idea de marginalidad o de centro. Me pregunto qué sería el centro, respecto a qué. Como sería eso en la cultura de Montevideo.

Creo que si no hubiera espacios culturales independientes sería muy distinto todo.

Yo soy músico, la primera vez que toqué fue en el Solís, me pagaron 58 mil pesos. Al mes siguiente me pagaron 100. O sea, es raro.

Parte de la construcción de la cultura, de la expresión de la gente, es encontrar lugares hogareños, chicos, bancados a pulmón para hacer lo que quieren hacer. Y eso se construye en diálogo con el Solís o con quien sea, me parece que una cosa no se puede sostener sin la otra.

¿Les parece que en los espacios artísticos independientes las personas posan menos o solamente posan de una manera diferente?

J.O.: Recién hablábamos de la selección natural que se da acá en Ensayo Abierto y puede ser que sea una forma micro de lobby o de pose, pero tiene que ver con que venís y pegás onda con el espacio, con lo que sucede acá, y si pegás onda está bueno habitarlo. Tenés estas plataformas. Capaz que vos estás buscando alguna manera de hacer cosas y no encontrás el lugar y acá tenés un lugar, por ejemplo.

Creo que la pregunta me lleva a pensar a algo que estoy cuestionándome últimamente yo con el arte.

¿El arte es solo el objeto del arte? ¿Solo basta con pintar un cuadro maravilloso? Porque con el arte también invitás a la mirada de alguien, entonces, ¿cómo comunicás?, ¿dónde lo exponés? ¿Es lo mismo? ¿Significa lo mismo exponerlo en Ensayo Abierto que ponerlo en el Solís o en el Sodre?

Tampoco se trata tanto de estar en desacuerdo con cierta manera de funcionar, me parece. Obviamente que hay nepotismo, amiguismo, que a veces hay que entrar por los costados y eso no está nada bueno. Pero hay un factor social que hay que cuidar y eso también es valorable. El cuidado del grupo entre nosotros, recibir a alguien y pensar cómo hacerlo de una manera que esté buena, pero más que pensar que no dependa de su posición social me parece que hay que tener en cuenta las diferencias sociales y trabajar con eso.

L.B.: A mí la pregunta me hizo pensar directamente en factores específicos que marcan la diferencia. Hay cosas que te chocan en la cara y te hacen sentir la falta de cosas más esenciales.

Conciencia de clase. Si no hay conciencia de clase se siente esa falta. Hay lugares donde sentís esa pertinencia, o donde sentís que eso es relevante, es una inquietud en un sentido social, político, económico. Hay lugares donde se puede amparar eso y lugares en los que se ve a la legua que eso no se ampara. O capaz se ampara pero no se habla. Creo que eso marca mucho la diferencia.

Lo vemos nosotros en el medio teatral pero seguro en otros medios como en la música, en la gestión, en el circo también hay cosas que se pueden vincular a esto. Supongo también que depende con quién estés hablando podés encontrar mayor o menor distancia con determinadas instituciones.

Pero yo lo vivo así, hay lugares que cuando vos llegás a trabajar a ese lugar lo ves y lo sentís. Y cuando llegás a trabajar a Ensayo Abierto, o a otros lugares parecidos a este, creo que sentís ese amparo. Sentís que podés decir “Gente, no puedo venir porque no tengo plata para el bondi”. A eso sabés dónde lo podés decir y dónde no. Para mí esas diferencias corren por otro canal y son muy importantes.

A.CH.: Hoy justo estaba haciendo la inscripción para el evento del domingo y yo usé la palabra ‘lobby’ y ahora pienso en eso a partir de la pregunta.

He visto mucho eso y me pasa, y también hay personas que vienen el domingo con las que he tenido la conversación de ese ‘lobby que hay que hacer’ en determinados lugares.

Por ejemplo hay una amiga mía que maquilla, y el mundo de la moda es una locura para poder entrar, es como que tenés que pegar contra una burbuja y golpear, y te tienen que contactar, es complejo. Aparte de lo que ya tiene adentro que es el modelaje y toda esa parte estética que también tiene sus cosas complejas. Aunque a veces no se vea el maquillaje también es un arte, y la traigo a ella porque es una persona que ha hablado muchísimo de eso y que a veces le bajan las ganas de seguir haciendo algo que le gusta. Entonces es loco porque en esos centros a veces lo que hay también es eso, un lobby que no está bueno, de nombres. Y también hay condiciones materiales, herramientas que a veces te trancan. Tenés que tener determinados materiales. Te puede pasar con algo técnico también, que necesitás determinadas herramientas. Entonces tenés que esperar a tener un trabajo con el que poder pagar, con el que poder hacer esa inversión, y a veces te bancás cosas que no están buenas por eso. Y a veces también necesitás eso para poder llegar a un lugar, llevar una idea y que sea escuchada, y alguna gente queda como por fuera de eso.

Para mí lo que la gente quiere y necesita es un lugar para crear. Un lugar para crear a los gritos. Para romper la burbuja y poder meterse.

Entonces también hay otros ‘lobbys’. También está el ‘lobby’ de la gente que quiere conocer gente para hacer cosas con lo que hay, conseguir un lugar para generar eso.

M.A.: Eso que dice Agus es muy lindo y rompe por completo la hipótesis de la meritocracia. De eso también hay mucho y acá lo vemos un montón también.

Hay un montón de artistas que trabajan mucho, incansablemente y que cobran menos que los cuidacoches, que los lateros pidiendo monedas. Hemos hecho la cuenta con los vecinos. Estoy hablando de las cuentas que hago yo y mis números, que los comparto con Liber que es el cuidacoche de mi cuadra, y que desgraciadamente consume. Y compartimos nuestros números y él gana más que yo. Muchas veces somos gente que tenemos privilegios en otro sentido, venimos de otros contextos o no hemos caído en el consumo -que también es un mal, por lo menos acá en este barrio es un mal tremendo- y eso nos ha dado una red. Esa red incluso me permite amparar a Liber aunque él gane más plata, porque no es solo plata lo que la gente necesita para vivir.

Pero si hablamos de marginalidad en el arte, la marginalidad para los trabajadores del arte independiente es total, real y absoluta, porque los que nos dedicamos a esto, si contamos lo que cobramos, estamos al borde de la indigencia. Si no es por otras redes o por otras cosas, o directamente por conseguir otros trabajos y no dedicarnos a lo que nos gusta, es imposible vivir en este medio económicamente hablando.

Hace rato hablábamos de la pertenencia a redes más centrales como FUTI, SUA o estar habilitados por la Intendencia. A veces hay reglamentaciones que no se adaptan a la realidad de los espacios como estos. ¿Cómo viven eso desde la gestión del espacio?

M.A.: Hay acuerdo tácito, implícito y no explícito, de que estos espacios no se tocan por parte del gobierno de la Intendencia. No tanto por parte de AGADU pero por parte de la Intendencia sí. Algo así como decir “¿cómo voy a atacar a los espacios públicos que no están totalmente certificados, legalizados?”

No lo hacen porque el costo político de cerrar espacios como estos sería tremendo. Realmente nos pararíamos todos de punta como nos paramos de punta cuando no salen las partidas que están por ley.

Tiene que ver con esto que decía Jero, que a mí me pareció bastante iluminador, y que es algo que nos vincula con otros espacios como La Madriguera, El espacio vacío, La vecindad, hay muchos otros espacios así también, me sale nombrar a los de mis amigos, pero hay muchos. Son bastiones de la cultura de Montevideo, bastiones centrales en muchos sentidos.

Por supuesto que a este tipo de espacios no les toca nada de los beneficios que tuviéramos si perteneciéramos a esas instituciones más centrales. Pero dentro de esas reglas de juego, hay como un acuerdo tácito de que a estos lugares no se los jode tanto. Se los deja existir. De hecho, ha venido la directora de cultura de la Intendencia a ver obras acá. Ese acuerdo sucede y está, con la sospecha de que siempre y cuando no levantes mucho vuelo, te siguen dejando.

Cada vez que hemos hecho algo muy contundente, algún tipo de problema trajo. Ahora lo vamos a hacer con el Festival de Artes Híbridas. Hemos tenido reclamos. Con el Festival por supuesto que vamos a hacer todo en regla porque ganamos una partida de dinero pública y vamos a estar a la altura de ese compromiso. Pero siempre termina pasando eso, cuando levantás un poco de vuelo y este tipo de formatos empiezan a generar cierto provecho dentro del medio, la propia gente del medio ya empieza a coartar, a cuidar su charco.

¿Podrían decir que los dejan existir mientras no se note tanto?

M.A.: Sí, mientras no se note para ellos, dentro de su estructura. Tampoco es tan importante para nosotros que ellos nos dejen existir en ese sentido.

J.O.: Yo creo que es una cuestión compleja e interesantísima cómo organizar a artistas de diversas ramas, cada uno con sus especificidades. Creo que estamos todos en la búsqueda de lo mismo. Que el artista salga beneficiado. Que el público se enriquezca. Son maneras distintas de plantear la cuestión. Lo importante es no dar la discusión por cerrada. No creo que lo mejor sea decir “No levantemos mucho la cabeza porque no nos van a dejar”, sino más bien hacerse preguntas.

¿Qué líneas de diálogo se pueden dar? ¿Cuántos espacios culturales hay? ¿Cuánta gente está trabajando en esto? Empecemos a pensar cómo hacemos para ir a tocar un bar y que gane el músico y el bar también, que al músico no le quede solamente la pizza y la chela. ¿De qué manera nos podemos organizar? ¿Por qué nos cuesta pagar una entrada? ¿A alguien se le ocurre una idea?

Hablaron mucho de lo que hacen y lo que ofrecen. ¿Qué les gustaría recibir?, ¿qué les vendría bien?

M.A.: Hablaría del aporte de la comunidad, siempre.

Esta iluminación la planificó Claudia Sánchez, la escenógrafa e iluminadora, que es nuestra amiga. Hizo las compras y vino y la instaló. Queríamos que la sala tuviera este tono para poder ensayar. Y para mí ese tipo de aportes es fundamental.

Estoy nombrando ese como un ejemplo de tantos otros, de gente que viene y que te dice yo tengo esta experiencia y en esto puedo ayudar. Con el mismo espíritu con el que hacemos las cosas acá. Y tiene que ver con eso.

Seguir recibiendo gente que venga a aportar lo suyo desde este lugar de cooperación y solidaridad.

L.B.: A mí lo que me gustaría es eso, que la gente no se olvide que estamos acá.

A veces tenemos la sensación de que Ensayo Abierto tiene una comunidad gigante, entrás a la cuenta de Instagram y hay miles de seguidores, y después la convocatoria de lo que hacemos no es así, no se corresponde. Hay veces que eso hasta duele un poco. Te preguntás, ¿dónde estamos?

Obvio que la convocatoria depende un poco de lo que pase acá, de los eventos. Que si toca no sé quién vas a querer venir, y si toca otro capaz que no te interesa. ¿Cuántas obras hay en el año?, siempre hay cosas, no es posible ver todo. Eso tiene que ver con todo un trabajo de producción, en el que metemos todo el amor del mundo.Pero hay otra parte.

La parte comunitaria de ensayo abierto. A eso no se lo puede producir. Lo comunitario se habita, no se produce. O sea, saber que es un Ensayo Abierto y no Cerrado, que la puerta está abierta, que no solo estás invitado a venir sino que además estamos agradecidos de que vengas.

Podés venir a poner tus luces, a ayudarnos a elegir el color de la pintura, porque somos tremendos y a veces no nos damos cuenta qué color queda mejor. Dar tu mano en la sala, o simplemente estar acá, habitarlo, transitarlo.

M.A.: Vendemos la misma cerveza que en los bares, más barata. Vendemos comida igual de rica que en los bares, y más barata. Y sin embargo es un sábado, los bares están llenos y nosotros no.

L.B.: O a veces la gente sale de la obra y se va a comer a otro lado. Y es durísimo.

Creemos que no está tan bueno no entender esas cosas también, las implicancias de cómo se sostiene los espacios como estos.

Está bueno que la gente se acuerde que el espacio, más allá del lugar físico, está hecho por toda la gente que a pasado por acá, a tocar, a hacer obras, a mirar cosas, e invitarlos desde ahí a que estén.

Invitar también a que la gente invente su forma de habitar este espacio. Y nos contagie y nos proponga cosas que nunca se nos ocurrieron.

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