Ensayo Abierto, un espacio cultural independiente y autogestivo creado en 2017, presenta la primera edición de un festival para pensar las artes con una perspectiva diferente. Desde la premisa de que las artes puras no existen, y que las categorías actuales a veces no alcanzan para nombrar los nuevos fenómenos escénicos, musicales, y los cruces que se dan entre ellos.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
El festival propone la categoría de lo híbrido como una manera de mirar y acercarse a las propuestas artísticas.
Habrá 6 manifestaciones escénicas, con conversatorios entre el público y los artistas después de cada función, 2 propuestas musicales y 4 ponencias de referentes artísticos y teóricos sobre la hibridez. Además, se invita al público a participar como críticos escribiendo y compartiendo análisis y vivencias en torno a los espectáculos. Durante todo junio la esquina de Piedras y Juan Carlos Gómez, en el bajo de la Ciudad Vieja, donde funciona el espacio, va a ser el punto de encuentro.
Caras y Caretas conversó con Mateo Altez, uno de los organizadores, para conocer detalles sobre esta propuesta que trae aires nuevos para arte y el intercambio cultural.
Se le dice híbrida a una cosa hecha de elementos de distinta naturaleza. ¿Qué es el Festival de Artes Híbridas, cómo surge y qué propone?
El Festival de Artes Híbridas es un festival que estamos organizando acá en Ensayo Abierto. Hace tiempo que veníamos pensando con María, que fue una de las integrantes del equipo, la idea de que está pasando algo con las nuevas categorías para denominar las cuestiones escénicas. Claramente no nos alcanzan las categorías anteriores. Entonces decimos post-dramático, post-moderno, post-contemporáneo. O bueno, mismo la idea de danza contemporánea, que es una respuesta a la danza clásica. Como si estuviéramos asignando con esas palabras una categoría que entendemos, pero sentíamos que esas palabras no definían realmente a qué nos estábamos haciendo referencia. Entonces a partir de ahí empezó el juego de buscar con qué palabra definiríamos eso, lo que está pasando en las artes escénicas en la actualidad. Eso fue como la primera parte del juego que estábamos haciendo.
Después, por otro lado, lo que empezamos a ver y notar es que muchas de las cosas que llegaban a Ensayo Abierto no eran definibles en categorías puras, como teatro, danza, música. Sentíamos que muchas de las cosas que venían, que eran propuestas como originales, tenían esta cuestión de hibridez, elementos de distintas naturalezas, no podían pensarse desde estas categorías puras y tan tradicionales que tenemos para categorizar las cuestiones artísticas. En función de eso es que empezamos a llamarle híbridos a estas cosas, como entre nosotros.
Y lo último que vimos y que fue un poco lo que nos dio para la idea del festival, fue esta idea de cómo muchas veces nosotros mismos presentando nuestras cosas. En general son híbridas y las pensamos como híbridas, fuera de las categorías. Cuando entramos en los marcos tradicionales, ya sea de difusión o sea de presentación a un fondo y ese tipo de cosas, teníamos que ajustarlo a una categoría. Por ejemplo, lo que hago con mis canciones, yo solo lo veo como teatro. Nunca pienso eso como música. Y sin embargo, para presentarme a ciertos fondos, si yo digo que es teatro, nunca se le va a prestar atención. Tengo que terminar diciendo que es música. Pero yo no lo pienso como música. Entonces, desde ese lugar la idea fue generar un festival en el que nadie tuviera que adaptar ningún formato ni ninguna idea para presentarse.
Esa fue como la premisa. Decir, bueno, convocar artistas para que presenten lo que hagan sin tener que adaptar su propuesta para el festival, sino que al revés, el festival se va a adaptar a sus propuestas. Podés presentar lo que quieras en el nombre de lo híbrido. Y lo que va a hacer el festival no es dictaminar qué es híbrido previamente, sino justamente intentar descubrir y construir la idea de hibridez en el propio festival.
El festival se propone como un lugar para pensar qué es lo híbrido.
Desde la comunicación del festival en redes se comunica que “el festival no busca obras híbridas, sino proponer una mirada híbrida sobre las obras”, ¿podrías desarrollar esta idea?
Pensamos la hibridez o lo híbrido como una categoría crítica, como una forma de mirar. Y se sostiene en la creencia de que es muy difícil hacer una obra pura.
El artista, en general, piensa en categorías puras porque así nos formamos, porque así son los lugares de formación. Yo, por ejemplo, me considero actor y pocas cosas más, pero he estado en obras de danza contemporánea, hago canciones. Sin embargo, todo lo pienso como teatro, porque es desde el lugar desde donde me formé.
La propuesta es concebir esta idea de lo híbrido como una mirada crítica que nos puede hacer construir nuevas categorías, sobre lo que vemos. Y en ese sentido, no proponer la idea de que alguien vaya a crear a conciencia una obra híbrida, sino de que vaya a mirar espectáculos a conciencia bajo una mirada híbrida.
Ese sería un poco lo que para mí es como el gran motor de por qué hacer un festival también. El foco no está en los artistas y sus creaciones nuevas, sino en la idea de que los espectadores vengan a poner una mirada sobre lo que se está haciendo en la ciudad.
¿Cómo financian el festival, cómo están produciéndolo?
Lo presentamos a Ventanilla Abierta, una convocatoria del INAE. Ahí, volvemos a lo mismo: Había una categoría que era festivales nacionales, por lo que el proyecto se presentó como un festival, pero podríamos haberlo presentado como un ciclo. Pero en este marco lo presentamos como festival y desde ahí nos pusimos a pensar.
Como referencias tuvimos el FIDCU, el Festival Internacional de Danza Contemporánea del Uruguay, y el FITAP, que es otro festival internacional que toma Ensayo Abierto como como sede. Es un festival itinerante que se hace en varios lugares, pero uno de esos lugares es Ensayo Abierto y ya lo hicieron dos años consecutivos. A partir de esos proyectos pensamos que podíamos trasladar esto a un concepto.
Lo presentamos al INAE y ganamos un fondo de 150.000 pesos. Ventanilla Abierta es un fondo que no cubre el total del costo de los proyectos, financian parte de lo que propongas y vos tenés que proponer también otras maneras de financiarte. Entonces lo que pusimos como contracara de nuestra financiación va a ser la propia venta de las entradas del festival. Y creo que algo de eso le funcionó y nos dieron esa plata. Nosotros pretendemos pagar cachés a cada propuesta que venga, por lo que con ese dinero lo que hicimos fue ir adelantando los cachés para los artistas, y después pretendemos recuperar con la venta de entradas.
¿Cuáles convocatorias se abrieron para los artistas?, ¿qué propuestas se puede encontrar el público que asista al festival?
Nosotros hicimos cuatro llamados. Lo principal son las obras, la idea es que haya seis obras y cada obra va a presentar su desmontaje. Desde el festival y con esta idea de que la mirada híbrida es lo importante, lo pusimos como en la misma relevancia la idea de que esté la obra y de que esté de algún modo la explicación de la obra o la idea de que los artistas puedan desmontar su proceso creativo en el propio espacio escénico donde lo hicieron, frente a los mismos espectadores. Eso va a estar al mismo nivel, todas las obras tienen también su desmontaje automáticamente después de que llegan las obras y el público va a poder dialogar con los artistas a partir de lo que vivó.
Al mismo tiempo, nosotros a los espectadores los vamos a tomar directamente como críticos. Todos los espectadores que vengan acá van a tener posibilidad de escribir una crítica y vamos a subir esas críticas a un blog desde el que vamos a hacer circular esos materiales.
También decidimos contratar tres críticos, hacer un llamado abierto para tres críticos que les vamos a pagar para que vengan sí o sí a todo el festival y escriban sobre todas las obras, para tener por lo menos una base de esto que te digo que para nosotros es importante, que es la mirada y la producción crítica y analítica a través de la mirada.
También hicimos un llamado para técnicos porque vamos a necesitar tres que estén montando y desmontando durante todo el festival. Todos los que trabajamos en el espacio, lo hacemos de manera voluntaria y tenemos otros trabajos para subsistir y otros tiempos. Entonces vamos a necesitar tres personas que estén acá trabajando en eso permanentemente.
Después hicimos un llamado a dos números musicales que van a abrir y cerrar el festival, que en realidad fue un poco un juego también, porque es una manera de separar algo que nosotros estamos intentando de unir. De hecho nos viene pasando, los llamados se cierran la semana que viene, pero nos viene pasando que las propuestas musicales que se presentaron también se están presentando como obras y eso está perfecto y está bien y es parte de lo que estamos incentivando también. Entonces ahí hay algo como que se entreveró ahí, se armó un jueguito lindo que después va a ser analizado.
Hay un quinto llamado, que fue un más directo, a cuatro personas específicas. Damián Gini, Mariana Marchesano, Gabriel Calderón y Carolina Silveira. Ellos van a hacer unas ponencias, un día cada uno, por eso son los dos números musicales y las cuatro ponencias al final de cada jornada. Las ponencias son sobre la hibridez. Todavía no tenemos sus títulos, pero ya pronto vamos a tener eso y vamos a empezar a difundir.
Las ponencias y las obras musicales son gratis, nuestra propuesta es que la gente venga al foro a escuchar música y a compartir. Van a ocurrir en el living y no en la sala. Va a ser lo que cierre cada jornada del festival, una manera de estar todos juntos, encontrarnos, y conversar sobre lo híbrido.
Esta es la primera edición. ¿La expectativa es seguirlo haciendo todos los años?
Esa es la expectativa, que sea como algo que empieza y que pueda hacerse año tras año. Siempre vamos a necesitar contar con los fondos para hacerlo, esperemos que encontremos la manera. Supongo que aplicaremos a nuevos fondos. Hay un porcentaje de la recaudación que ya estamos pensando que vaya para el propio festival del año siguiente. El sueño también sería que el festival se pueda autofinanciar en un futuro. Sería increíble.
Y supongo que también cuando un festival empieza, si realmente funciona y genera un interés por lo menos en el círculo de las artes escénicas, puede llegar a generar también algún apoyo externo privado, algún sponsor o algo que pueda hacer que el festival se financie con esos fondos también. Sería parte de lo que nos gustaría para que siga funcionando.
Ensayando lo híbrido
¿Por qué en Ensayo Abierto? ¿Cómo te parece que dialoga el festival con la lógica de la cual se sostiene y funciona el espacio?
Creo que la respuesta es un poco personal. Después construyo todo un relato que me ayuda a pensar eso, pero el vínculo con el espacio tiene que ver con mi vida. Llegué a Ensayo Abierto hace ocho años, que es desde que entramos, el primero de mayo del 2017. Yo ahí estaba empezando el segundo año de mi carrera en la EMAD, estaba con un grupo, había una efervescencia muy grande de empezar a crear y a salirse un poco del molde.
Crear pensando también en la idea de que cómo creamos es igual de importante que lo que creamos, pensando en cómo creamos con la comunidad y el medio teatral, intentando responder también a lo que veíamos en el medio en ese momento.
Creo que todas esas improntas perduran y todas esas improntas son como indivisibles a mi trabajo hoy por hoy. Entonces, si pienso en un festival, en realidad lo pienso en Ensayo Abierto. Si pienso en una obra, la pienso en Ensayo Abierto. Después a veces las hago en otros lugares por otras circunstancias, pero a mí me pasa eso: Estoy escribiendo una obra y pienso en este lugar, en esa puerta, en esa salida, en esa ventana, en este living, ni siquiera en la sala. En general en mis obras hay una puerta, una ventana, y es más o menos así, y además mi primera obra fue literalmente acá, porque la pensé acá. Todo lo que hago después es un proceso de traducción.
Es muy probable que yo sin Ensayo Abierto nunca haya pensado en esta idea de hibridez y de hacer un festival. Proviene del trabajo que ya venimos haciendo acá. Todos estos conceptos que ahora cierran porque los tengo que producir al respecto teóricamente, en realidad surgen de la propia práctica de estar acá. De este espacio que es cocina, cantina, teatro, living, lugar de reuniones, lugar de lectura. Este tipo de espacios independientes no tienen que cumplir demasiado estrictamente con otro tipo de condiciones formales o tiempos. Podemos tomarnos el tiempo para las cosas.
Al festival, lo vamos a hacer el mediodía, y eso es parte de la idea también de romper con la lógica de que el teatro se hace de noche. Siempre podemos estar poniéndole esa otra mirada a las cosas. Pertenece un poco a las ideas que tenemos en este tipo de espacios: este, La Madriguera, El espacio vacío. Son lugares que para mí son una inspiración tremenda y me ponen también en un lugar que me gusta, que es el del compromiso político. Tengo que estar a la altura de esos lugares, de lo que esos lugares se imponen frente al entorno, frente al medio.
¿De qué está hecho ese compromiso político?
Lo primero es esto de que cómo se hace es más importante que el qué se hace, que hay una manera de hacer las cosas que tiene una ventaja sobre la idea de resultado y eso se corresponde con la solidaridad, y con estar de cara al medio prestando atención a los más necesitados, ver a quiénes se les está cerrando la puerta y por qué y a quiénes se los sobrevalora en el medio y por qué. Conjugar un espacio que sea contra-hegemónico y contestatario a esas lógicas.
Poner al artista en el centro tanto a nivel simbólico como económico.
Que los artistas no tengan que estar pensando en pagar el fijo de una sala. Todo eso es un viaje porque vivimos en la precariedad, es un espacio muy precario, requiere mucho que haya personas que estén dispuestas a soportar esa precariedad, a trabajar voluntariamente, a ponerle horas y cuerpo a que eso suceda y a modificar su vida para que estos espacios existan.
Estos espacios tienen algo que dar, tienen un compromiso con el teatro independiente. Lo independiente ocupa también un lugar dentro de lo poético, no genera cualquier poesía, es una poesía específica. Y estamos dispuestos a transformar nuestra vida para aportarle a esos espacios. A resignar ciertas cosas de la vida más tradicional, por decirlo de algún modo.
Otra acepción de lo híbrido es la que se usa para los animales o los vegetales. Se les dice híbridos a los que son procreados por individuos de distintas especies. ¿Te parece que hay artistas de distintas especies que producen obras híbridas cuando se juntan?
Creo que sí, por lo menos yo lo pienso muy así. Todos tenemos una cabeza y una mirada postmodernas sobre las cosas. Hay cosas que ya no discutimos como se discutían al principio del siglo XX o en el siglo XIX, que nos parecen evidentes, como por ejemplo, que algo no deja de ser teatro solo porque no habla o no está apoyado en un texto.
Igual también tengo una cabeza muy tradicional y siento que alguien que se formó como actor o que viene del teatro tiene como cierta impronta y alguien que viene de la danza y alguien que viene de la música también, su impronta es diferente. Me encuentro seguido hablando en esos términos con mis amigos o la gente de mi entorno, diciendo, “ah, mirá, él piensa así porque es músico o porque es pintor”. A veces pasa también charlando con los diseñadores, que viven la realidad escénica desde un lugar muy distinto a los actores o los directores.
Las artes escénicas, a diferencia de la pintura o la escritura, es un trabajo que siempre es muy colectivo. Además bebemos de otras artes. El teatro se enriquece mucho más en la medida de que se nutre de las cosas que están alrededor del teatro y que tienen vida más que de la teatralidad pura. Estamos acostumbrados a eso, a trabajar con alguien que piense en formas, alguien que piense en colores, alguien que piense en ropa, son cosas con las que estamos acostumbrados. Uno diría, “¿por qué alguien que piensa en teatro pensaría en ropa?”, y en realidad para nosotros es lo más lógico del mundo pensar en el vestuario. Sin embargo creo que cuando empezamos a desarticular esas redes más cercanas que tiene uno, pasan otras cosas y se crea desde otro lugar.
A mí me pasa todo el tiempo y lo intento todo el tiempo también. No trabajar siempre con las mismas personas. Y enseguida pasa eso de que te encontrás con otro que parece ser como de otra especie.
Sería mucho menos enriquecedor si sostuviéramos ese discurso de “solo trabajo con gente de teatro”. No podríamos bailar. O decir “solo estoy buscando a la gente de mi especie”, sería una bobada.
Pienso la hibridez en dos sentidos. Primero, como decíamos, hibridar, juntar dos naturalezas en una misma cosa, como por ejemplo juntar teatro y danza y entonces hacer una obra híbrida. La otra forma es pensar en la idea de límite.
Pensar “¿dónde está el límite del teatro?”. E ir a trabajar ahí, en ese límite. A mí me parece que eso es habilitar una mirada híbrida, porque pensar en un límite te establece un afuera y un adentro. Al trabajar en el límite estás trabajando en el lugar de la experimentación, de alguna manera ya estás hibridando con lo que no es ese centro o ese adentro que el límite te demarca.
Hay gente que tiene otra naturaleza que la propia. Eso es lo más lindo. Juntarte a trabajar con alguien que está por fuera de tus márgenes.