La frontera es una fiesta. Lo que algunos llaman “contrabando” es un comercio “natural” en donde ni las fronteras ni las aduanas existen, en donde el español se hace portuñol y en donde poco importa el origen de la nafta de los vehículos de las intendencias.
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En Cerro Largo, en Melo precisamente, sigue la fiesta. El carnaval –con Moria Casán, Petinatti y Sergio Puglia en carros con escenografía de la calle Corrientes– es la fiesta misma. El pueblo, ese pueblo, tiene en sus genes la mano de Saviniano “Nano” Pérez, aquel intendente melense que con mano tierna y de hierro, con el abrazo fácil y la trapisonda, gobernó Cerro Largo por 16 años.
El “Nano” era blanco, se peleó con los herreristas y luego se amigó. Al decir de Jorge Batlle –que solía visitarlo–, “Nano” sacaba “cultura de un bolsillo, de otro sacaba literatura y de otro historia”.
Todos asumían que era un desprolijo para las cuentas municipales y los límites legales. En Cerro Largo se sigue recordando que en su primera intendencia, al ver la pobreza de los habitantes de la región, resolvió abaratar el costo de vida de la manera más rápida y expeditiva: utilizó los camiones de la Intendencia para traer mercadería desde Brasil que luego vendía al costo en puestos municipales. Para el “Nano” no había límites, ni legales ni fronterizos. Algunos afirman que llegó a firmar decretos municipales en papel de estraza. Al combinar esas peculiaridades, “Nano” se transformó en un caudillo singular, propietario de la democracia “cerril e incompleta” de aquellos años, al decir de un observador.
La conducta de los intendentes fronterizos –con intendencias de difícil, escaso o ausente equilibro económico– muchas veces está dominada por la tentación de violar normas contables. Si se compra en Brasil, no hay facturas que sirvan. Igual se compra. Eso pasó, por ejemplo, con Irineu Riet Correa en Rocha. No tenía plata para construir o remodelar las cabañas del Parque Andresito en La Paloma. Pero la solución apareció: todos los materiales se compraron en el Chuy, del lado brasilero, lo que representó un 30 % menos que si se compraba en las barracas rochenses. Alguien puso el grito en el cielo, pero pronto se desvaneció en el aire oceánico.
“Nano” no era diferente. La formalidad contable era una anécdota o, quizás, parte de ficción democrática de la que era fiel protagonista. En más de una oportunidad, los representantes del Tribunal de Cuentas montevideano se agarraban la cabeza cuando analizaban los estados contables del “Nano”. Y allá iban. Se tomaban un ómnibus de Onda y en la terminal de Melo los esperaba la gente de confianza de “Nano”. Tras acompañarlos al hotel, se invitaba al personal de contralor a pasar por el quilombo más connotado de la ciudad. Whisky brasilero y mujeres melenses. Las cuentas de “Nano” cerraban enseguida y la delegación del Tribunal de Cuentas regresaba a Montevideo tras la minuciosa revisión de los números de la Intendencia de Cerro Largo.
Cuestiones feudales
Artigas es una fiesta. El clan Caram toma por asalto la Intendencia departamental y la incorpora a su patrimonio. En un momento, la Intendencia tenía 12 familiares Caram en distintas direcciones. Gente de confianza. Pero la jugada era “inclusiva”. Al clan Caram se sumaron otros apellidos y hasta un exultante Álvaro Delgado llegó a decir que con Caram y los Dos Santos eran “familia”.
Las monedas que andaban en la vuelta siempre caían en un bolsillo amigo.
Como el progreso es progreso, Caram no utilizó el recurso del quilombo para “atenuar” los controles contables. Fue mucho más sutil aunque –a diferencia de “Nano”– dejó huellas. Es el caso de Facundo Franca Silva. Se trata de un contador del Tribunal de Cuentas que ejercía de contralor en la Intendencia de Artigas. Lo interesante es que Franca Silva integra la lista 2525 de Caram y Valentina Dos Santos. ¿Qué puede salir mal? Con fecha 29 de noviembre de 2023, el Tribunal de Cuentas lo había designado al Cr. Facundo Franca Silva para “desempeñar el cargo de contador delegado de este Cuerpo. El profesional propuesto no es ordenador de gastos ni ocupa cargo político o de particular confianza”.
Pero estaba este mínimo detalle: integraba listas con los Caram. O sea: no ocupaba “cargo político o de particular confianza” pero era de confianza. Los números cerraban por todos lados. Es incuestionable que los Caram son un clan “inclusivo”. Tan “familiar” es el clan, que a él se integró al escribano Emiliano Soravilla. Primero fue secretario general de la Intendencia de Artigas, luego suplente de Valentina Dos Santos y hoy es el titular de la banca. Además, Soravilla arrienda un hotel de Artigas, que desde que comenzó a gerenciarlo, súbitamente aumentó su facturación. Demás está decir que el presidente Lacalle y hasta Sergio Puglia se han alojado en el hotel de Soravilla, como lo muestra el propio Soravilla en su cuenta de Instagram.
La frontera es una tentación. Así como Jorge Batlle frecuentaba al “Nano” Pérez en Cerro Largo, por los mismos años el líder colorado tenía una radio en Bella Unión. En esa radio trabajaba una joven mujer de nombre Xenia Itté. La radio alquilaba un espacio a la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (Utaa). Allí llegaba con sus papeles, un señor mal entrazado que decía llamarse Raúl Sendic. Xenia Itté era la encargada de “censurar” las columnas de Sendic. El objetivo era no importunar al propietario de la radio. Ojo, todo en nombre de la libertad. Muchos años después, Xenia fue la pareja de Raúl Sendic, hasta la muerte del líder del MLN.
De regreso a Melo
El actual intendente de Cerro Largo es el bisnieto del “Nano” Pérez. Fernando “Nano” Gamarra ocupa el sillón de su bisabuelo desde el año 2023. El mismo que ocupó Sergio Botana, otro hijo de la frontera, al que no le gusta que se limite el ingreso a dedo en las intendencias. Ni eso, ni el alcohol cero o el uso de cascos en las motos. “Soy de los que piensa que Caram no tiene ninguna culpa, que no cometió ningún ilícito y se debió haber defendido hasta el final”, dijo Botana en Canal 5.
Del quilombo melense, donde se solía llevar a los contadores del Tribunal de Cuentas, nada queda. Durante la dictadura, los quilombos fueron trasladados a la periferia de las ciudades y se les puso el inocente nombre de “whiskerías”. Hay más reserva e intimidad para los usuarios. No trascendió si van los contadores del Tribunal de Cuentas.