Ambos son millonarios. Ambos son extremadamente millonarios.
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La diferencia es que Cristina sacó a millones de personas de la pobreza y Macri los devolvió a ella en tiempo récord. De todas maneras, si Cristina fuera culpable (si lo fuera) las cosas buenas de su gestión no pueden ni deben justificar los hechos de corrupción que se le adjudican. No podemos absolverla porque somos de izquierda ni condenarla porque somos de derecha; pero eso es lo que está sucediendo. La objetividad brilla por su ausencia porque los seres humanos tienden a adoptar la teoría que más se adapta a sus deseos y conveniencia.
Es obvio que Cristina tuvo funcionarios corruptos. La primera pregunta es si ella tenía su parte en el botín. Una respuesta parcial es que, por lo menos, falló en los controles que el Poder Ejecutivo debió realizar. Es difícil creer que Cristina sea culpable de todo; tan difícil como creer que es totalmente inocente.
Nunca critiqué a Jorge Batlle por aquella frase de que los (políticos) argentinos son “una manga de ladrones, del primero hasta el último”. Le critiqué, sí, que se disculpara tras haber cantado la justa.
La segunda pregunta es si podemos creer que todos los kirchneristas acusados son culpables.
Es difícil sustraerse a la embestida del poder cuando este usa todos sus recursos (mediáticos, policiales, judiciales y económicos) para arremeter contra alguien. Con pruebas plantadas o reales, al acorralado se le da la opción de ir a la cárcel o declarar en calidad de “arrepentido” lo que más convenga a la historia que se busca imponer. Algunos serán culpables; pero otros serán extorsionados legalmente por el sistema y hasta comprados por quienes tienen ahora la sartén por el mango. En ninguno de los dos casos creo en “arrepentidos”.
Macri necesita imperiosamente que Cristina sea declarada culpable y termine en la cárcel; pero más aun necesita que sea repudiada por su pueblo. Mientras todos estén entretenidos hablando contra ella, los crímenes del propio presidente pasarán inadvertidos.
Lo que Macri debe borrar de la memoria argentina
Culpable o inocente de lo que hoy se le endilga, Cristina es responsable de varias cosas imposibles de perdonar por el suprapoder, comenzando por la política fuertemente distributiva de su gobierno, quizá inspirada por su madre peronista y gremialista. Medidas como la Asignación Universal por Hijo y la Asignación Universal por Embarazo, entre muchas otras, posicionaron a su país como el de mejor y más amplia seguridad social de Latinoamérica. Según la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe, para 2011 la pobreza se ubicaba en 5,7%, la más baja de Latinoamérica y por delante de Uruguay. La indigencia bajó de 7,2% a 1,9 %. Por su parte, el Banco Mundial (que poco interés tendría de beneficiar en sus estudios a Néstor o Cristina) informó que entre 2003 y 2009 Argentina duplicó su clase media, pasando de 9,3 millones a 18,6 millones de personas, casi la mitad de su población.
En 2015, último año del cristinismo, un informe de ONU consideró a Argentina como la nación iberoamericana con más alto índice de desarrollo humano detrás de España y con una renta per cápita, según el Banco Mundial, de 16.000 dólares en paridad de poder adquisitivo, la más alta en América Latina detrás de Chile.
Con el salario mínimo de agosto de 2003, los argentinos podían comprar 144 periódicos o 196 paquetes de azúcar. En diciembre de 2014, 550 periódicos o 619,7 paquetes.
Esto y mucho, mucho más, la convirtieron en la Evita del siglo XXI. Sin embargo, la infinidad de avances económicos, políticos y sociales que llevan su firma no debe cercenar nuestra capacidad crítica a la hora de analizar posibles delitos.
Macri, por su parte, ha logrado que ciertos temas queden fuera de los titulares, como la limpieza ideológica, tenebrosa y fascista que dejó sin empleo a más de 3.000 periodistas desde su asunción. Ya no se habla de Macri como involucrado en los Panama Papers por medio de las empresas Fleg Trading y Kagemusha. Los argentinos olvidaron que cuando el presidente cumplió 58 años, le “perdonó” a su padre 70.000 millones de pesos de la deuda del Correo Argentino con el Estado, una cifra equivalente a 583 bolsos de José López, el que cayera por ocultar 9 millones de dólares en un convento. Sacá la cuenta.
Ya no se habla de Gianfranco, quien blanqueó más de 600 millones gracias a su hermano presidente, ni se habla de lo que blanqueó Marcos Peña, su jefe de Gabinete.
Todo es culpa de Cristina: los centenares de detenidos y heridos en protestas, los tarifazos del agua, el gas, el transporte y la energía eléctrica.
Macri trata de salir de la crisis con las recetas neoliberales que fracasaron mil veces. Como buen hijo de oligarca, si falta dinero, hay que recortarle el ingreso a doña María, que como mucama no debería ganar tanto. Hace pocos días confesó que la pobreza aumentará. Para él y quienes piensan como él, las consecuencias de las crisis deben enfrentarlas los más débiles y jamás los poderosos.
Cristina había logrado quitarse de encima las garras del FMI; pero él puso a Argentina de nuevo de rodillas ante el organismo más insensible del planeta, comenzando con un préstamo de 50.000 millones de dólares. El riesgo país ronda los 800 puntos, muy cerca de la conflictiva Venezuela. Este organismo es el mismo que apoyó la paridad peso-dólar de Carlos Menem, provocando el caos tras la fugaz ilusión de ser primermundistas.
Lo que Macri debe imponer en la mente argentina
Macri necesita que los argentinos olviden que Nisman era un corrupto e intenta imponer la versión de que fue asesinado y que, por supuesto, “la yegua” fue la que dio la orden.
Ahora resulta que tenía todos los huesos rotos y nadie se pregunta cómo fue que ni los peritos contratados por su exesposa lo notaron en su momento. Lo digo acá y donde sea: se los rompieron mucho tiempo después de muerto.
Aún siguen creyendo en jueces y fiscales millonarios que aparecen en las portadas de las revistas de la farándula y bailan al compás del que dirige la orquesta en cada gobierno. Aún siguen creyendo en peritos pagados para mostrar la fábula que conviene al poder, como uno de los contratados por Arroyo Salgado, especialista en “falsos positivos” durante la dictadura. A Macri le facilita la tarea el hecho de que la gente ve las cosas de manera simple: fiscal acusa a gobierno, fiscal aparece muerto, gobierno asesino. Las neuronas no les dan para mucho más.
Hablamos de un pueblo al que los medios de comunicación llevan de las narices para donde se les antoje; un pueblo que domina al detalle todos los escándalos de la farándula y al que le importa más la última declaración de Moria que la declaración de bienes de Mauricio; un pueblo que marcha contra el aborto, pero no contra los curas violadores de niños; un pueblo donde se te mide por lo que tienes y no por lo que eres; un pueblo donde el director técnico de su selección le echa en cara a un policía la fortuna que gana uno y la miseria que gana el otro.
Tal vez Cristina sea culpable. No sé, tengo mis dudas; pero de lo que no tengo la menor duda es que está en manos de un Poder Judicial sumamente corrupto que baila como lo ordena Macri, director de la orquesta, y con la música interpretada por el grupo Clarín.
Por su parte, Oscar Centeno busca zafar de lo que le toca con sus famosos cuadernos. El problema es que no tiene los originales. Si aparecieran, un peritaje sencillo podría determinar si el contenido fue escrito a través de los años o recientemente; pero no están.
Como sea, los dueños de Argentina están de fiesta porque quien puso un freno a sus abusos está a un milímetro de ser lapidada. La falta de garantías es evidente y si para muestra basta un botón, recordemos al juez Claudio Bonadio impidiendo al abogado de la acusada, Carlos Beraldi, estar presente durante un allanamiento a su departamento del barrio Recoleta.
Esto no tiene cómo terminar bien. Una negra tormenta se acerca al otro lado del río.