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coronavirus | pandemia |

Dilemas pendientes del coronavirus

Por Rafael Bayce.

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Caras y Caretas Diario

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Hemos dedicado las últimas cinco columnas al tema del año: la pandemia del coronavirus. Más que nada hemos informado y argumentado a favor de puntos de vista alternativos, poco conocidos respecto a los dominantes y hegemónicos técnica y políticamente, que se han vuelto acríticamente obsesivos a través de otras dos pandemias endémicas -si la expresión no es un oxímoron- en trágica expansión de la contemporaneidad: la prensa, en especial la ‘informativa’, y las redes sociales.

Sin negar que lo dominante y hegemónico tenga muy buenas razones para serlo, y aunque sea mucho menos conclusivo científicamente que lo que la gente, la prensa y los políticos creen, probablemente por falta de formación y motivación suficientes como para bucear en los temas con duda metódica, propongo recorrer algunos de los principales dilemas pendientes, al día de hoy, porque pueden agregarse otros, o bien resolverse algunos a futuro.

 

El origen y la aparición del virus

Usted puede objetar que disponer de esta información, con más o menos exactitud, no altera el mal que provoca, el debate sobre qué hacer, ni la febril búsqueda de tratamientos ni el intento de probar el impacto de medicamentos exitosos con otras dolencias contagiosas o contra virus de expandemias. Es cierto. Pero el macropanorama de la pandemia podría cambiar drásticamente desde el punto de vista político, geopolítico y económico, que son puntos de vista tan o más importantes que los biológicos y sanitarios en la vida humana actual.

Hay una corriente que afirma que el virus es producto natural de la migración entre especies de virus mutantes que terminan dañando gravemente los organismos humanos importadores, pero que no afectaban patogénicamente -¿asintomáticos?- a las especies exportadoras del virus. Pero otra corriente afirma que el virus, en su forma invasiva y patogénica humana, es producto sintético, artificial, de manipulaciones genéticas de laboratorio, consecuentes a la invención de armas bioquímicas de destrucción masiva, en China, en Estados Unidos o en Canadá; por lo que no es indiferente bélica ni geopolíticamente que lo sea o no, en sede de uno u otro país.

El virus, en su forma migratoria desde el reservorio principal de todos los coronavirus, los murciélagos, y a través del pangolín en el caso de COV-2, habría sido modificado para aumentar su agresividad infecciosa, y su tiempo de vida en el aire y las superficies (o sea, para matar más y mejor); hasta se ha hipotetizado su mezcla maligna con partes del VIH. Y se ha afirmado, por muy doctos y experimentados científicos actuantes y escritores a altos niveles, que las pandemias del siglo XXI proceden todas de fugas, robos o experimentos disfrazados de robos o fugas, desde laboratorios bélicos biológicos de alta seguridad (?!). Por más ficcional o paranoica que la hipótesis pueda parecer, es sostenida -desde internet y YouTube- por virólogos y científicos de alta formación y rango, que dan sus nombres y datos al opinar. Además, es notable la coincidencia que hay entre el lugar de radicación del laboratorio chino más secreto de fabricación de armas biológicas masivas y el sitio de aparición de los primeros casos públicamente difundidos del virus: ambos son en Wuhan.

Otra hipótesis, también tenida básicamente por ficcional, afirma que la mutación del virus y/o la mejor receptividad de las células al mismo podrían deberse al efecto distorsivo de las membranas superficiales de las células que provocaría la progresiva instalación de la nueva conectividad universal 5G. Dicha conectividad ubicua nos convertiría en objetos cocinados en un microondas gigantesco de dimensiones planetarias con nefastas consecuencias para la vida futura de la especie; algunas pandemias serían alguno de sus costos inmediatos. Pues bien, ¿adivine usted dónde está el epicentro de la difusión por torres retransmisoras de la conectividad 5G, satelital, en China? En Wuhan, que además no es ningún ignoto pueblito rural chino, sino una densa urbe de más de 11 millones de habitantes, una de las principales 150 ciudades del mundo.

 

El manejo de la aparición del virus

Lo que vivimos y presenciamos -y que además se vuelve muy difícil interpretar- se parece cada vez más a un round más de la creciente ‘segunda Guerra Fría’, primero industrial, luego públicamente comercial, ahora ético-científica, entre Estados Unidos y China.

Donald Trump, por ejemplo, está usando los debilísimos primeros datos sobre morbilidad y mortalidad por coronavirus en Wuhan, que son un ejemplo de mala muestra sesgada científica, mala lectura analítica de datos numéricos y pésima generalización a otras poblaciones de esa numéricamente ínfima muestra (41 con 14 muertos), y que en definitiva fue uno de los trágicos orígenes de la desmesurada previsión catastrófica de pandemia que coloreó para siempre la impresión paranoica de la prensa y de la gente. Por más datos sobre esto, busquen información procesada por científicos como John Ioannidis, David Katz, Knut Wittkowski o David Crowe.

Estos horrendos datos científicos médicos de Wuhan es probable que hayan estado también en las bases de cálculo que el equipo de Neil Ferguson, en el prestigioso Imperial College de Londres, le presentó a Boris Johnson y que cambió sus planes de reacción moderada a la pandemia a un abordaje draconiano dominante.

Pese a que artículos inmediatamente posteriores del mismo College redujeron la fiereza de los resultados de los cálculos, quien pega primero pega dos veces, y los números de Ferguson ya quedaron como verdad inicial, convertida luego en exageraciones radicales incipientes y crudas. Sin embargo, su desmentido por la evolución posterior inmediata de la pandemia no permite descartar que futuros rebotes, segundas olas, producto del ‘aplanamiento de la curva’, de los encierros y la lejanía de los contactos, o la evolución de países en fase inicial de la pandemia, pudieran volver a acercar los números a esos primeros y hoy desacreditados.

Lo cierto es que el secreto inicial oficial cuando la aparición del nuevo virus, la persecución implacable a quienes quisieran ventilarlo y los errores en la generalización muestral de los casos prematuros de Wuhan están siendo explotados por los republicanos de Trump como argumento electoral contra el candidato demócrata Joe Biden, de buenos vínculos con China, al día de hoy tan malditos y contaminantes como tener murciélagos de mascotas. Y también sirven como argumento anticomunista en la medida en que el origen nacional del brote y el manejo autoritario del mismo han sido liderados nada menos que por el Partido Comunista chino.

 

La falacia de la reducción de contactos

Otra de las consecuencias desastrosas de la generalización de la sesgada y escuálida muestra hospitalaria de Wuhan fue la falaz interpretación de la influencia de la adopción de medidas de reducción de los contactos sociales en China y en Corea del Sur. Por más información sobre esto, aconsejo googlear artículos de Crowe y Wittkowski.

En los primeros días de febrero de 2020, el ascenso de la curva de mortalidad por el coronavirus movió a imponer una restricción de contactos en ambos países; mientras las medidas se preparaban, tomaban, ejecutaban y monitoreaban, la curva de crecimiento que las había motivado paró de crecer y empezó a bajar. Inmediatamente, y en flagrante violación del requisito de causalidad (salvo para Aristóteles), que exige que la causa sea antecedente a su efecto consecuente, se celebraron las medidas de restricción de los contactos como si hubieran causado la inflexión de la curva, moviéndola de creciente a decreciente, cuando la medida había sido posterior a la inflexión y, aunque parcialmente simultánea, no podría haber tenido tiempo de influir en el comportamiento graficado de la pandemia.

Casi todo el mundo, sin embargo, adoptó la reducción de contactos como maravilla causal para invertir el ascenso de la mortalidad por el virus. Falacia lógica de inferencia causal de algún modo esperable, ya que para descubrirla se precisaría tener investigadores con formación epistemológica, lógica y cursos en metodología de la investigación, disciplinas que no forman parte del currículum ni de los planes de estudio de los médicos que, solo luego, sobre la marcha y on-the-job-training, recién al especializarse, adquieren los conocimientos que deberían haber aprendido en su formación de grado (por ejemplo, virólogos, inmunólogos, epidemiólogos). Y entonces, como los olmos no dan peras, los intérpretes y analistas médicos que comúnmente leen los números y datos iniciales hacen la del pato, y muchos con carencias similares pueden seguir andando en ese fangoso sendero, reproduciendo ampliadamente la suciedad.

Y aquí estamos, encerrados, a distancia, paranoicos, con la economía, el empleo y la familia destruidos, sin vida social, salvo la que enriquece a las multinacionales de la comunicación con tecnología de punta o a los lobbies que se disputan la inversión gubernamental en investigación y comercialización de las invenciones terápicas. Para la próxima, lector, otras dudas y dilemas enormes respecto del tema de nuestro tiempo.

 

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