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Entrevistas entierros | historias | Cath Collins

CATH COLLINS | CATEDRÁTICA INGLESA EN JUSTICIA TRANSICIONAL

La hurgadora de entierros clandestinos

Navega hace años en busca de retazos de historias, reconstruye palabras, recuerdos y abrazos de vidas secuestradas.

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Cath Collins ha dedicado buena parte de su vida a la investigación sobre personas desaparecidas por acciones directas de genocidas, dictadores, militares y civiles cómplices en Latinoamérica. Dice que ni todos los fascistas del mundo juntos podrán tapar la verdad de la historia.

Cath Collins nació en Blackburn, una pequeña ciudad inglesa cercana a Manchester y Liverpool. Jugó al fútbol, amó las ciencias «muy mal llamadas exactas» como matemáticas, física y química, estudió en Cambridge y su propia historia de ancestros y navegantes le fueron despertando la curiosidad por entender otras vidas ausentes, otras historias de personas de otras partes de otras ciudades y otros continentes. Se formó en recintos académicos de altísimo prestigio internacional obtuvo su licenciatura y maestría en las universidades de Cambridge, Londres, Lancaster y Queen’s Belfast, pero siempre mantuvo cierta distancia con persistentes dosis de desconfianza y recelo sobre las versiones oficiales de la historia.

Fueron unos «curas buenos» los que le contaron algunas historias de desapariciones y secuestros en Centroamérica, y particularmente sobre asesinatos de jesuitas a manos de paramilitares. Collins recuerda que en Inglaterra por aquellos años llamaba la atención la información relacionada a Chile, a Salvador Allende, al golpe de Estado de Pinochet y el bombardeo al Palacio de la Moneda. “Aquellos episodios de América Latina y otros también terribles que acontecían en África despertaron cierta conciencia social en la sociedad inglesa. O al menos en mi entorno, y eso me fue llevando a interesarme y leer y tratar de entender”.

La persistente idea de tratar de encontrar respuestas a los silencios trazó un mapa en el camino sin mayores brújulas ni sextantes que la necesidad de ir en busca de personas sepultadas entre las raíces de un continente que es bastante sabido perdura con venas y heridas abiertas.

Cath comenzó hace 26 años un recorrido en modo recopilación de datos y objetos, palabras y escucha, que la tuvo como visitante casi nativa en modo y alma, por tierras trasandinas, cordilleras, entre puertos y montañas, escribiendo su propio currículum del tiempo de búsqueda de la historia colectiva y personal de tantas personas. “Mis papás creían que estaba loca, hasta el día de hoy creen que estoy loca y tal vez no estén muy equivocados” (risas). Tiene tatuajes que no refieren a pasados bucaneros sino más bien de una inspiración poética y plástica que vincula a Torres García con Valparaíso, marcando las coordenadas.

En las últimas décadas, ha trabajado con organizaciones de derechos humanos de la región y fue fundadora y dirige el Observatorio de Justicia Transicional de la Universidad Diego Portales (UDP) de Chile, además de ser investigadora asociada de la Facultad de Derecho de la misma universidad. Trazó lazos de cooperación, aporte, investigación y búsqueda con Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, con el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de Argentina y el Observatorio Luz Ibarburu del PIT-CNT de Uruguay.

“Hoy son tiempos difíciles los que estamos viviendo. Porque no es sencillo para las organizaciones sociales de derechos humanos, transitar los embates de las derechas y los grupos fascistas que resurgen en el mundo. Son tiempos difíciles y además se nos presenta la realidad de tener que admitir que las batallas que se creían ganadas no lo estaban tanto, ni siquiera donde todos pensábamos que el camino de la memoria, la verdad y la justicia había avanzado más, que fue en la Argentina. Veíamos otros procesos más lentos y pensábamos que Argentina ya había avanzado mucho como para imaginar retrocesos. Y la vida nos muestra que siempre puede pasar algo nefasto. Desde la cordillera se veía lo de Argentina como en una aparente unanimidad de convicciones sobre el tema desaparecidos que aparentaba ser algo que nos faltaba a toda la sociedad, que ellos eran de toda la sociedad y no. Si los partidos políticos no están todos comprometidos con la justicia pueden pasar estas cosas, que llegan estas patrullas que quieren reescribir la historia y negar los delitos de lesa humanidad”.

Si bien Collins ha construido un alto perfil académico, su trabajo cotidiano la sitúa como una de las tantas personas que transitan el territorio del trabajo de búsqueda de las y los detenidos desaparecidos.

“Ahora que las derechas están envalentonadas en sus discursos y modos, parecen aplastarlo todo pero no pueden. La gente está, la que milita por una causa noble lo sigue haciendo. Aunque estén vaciando de recursos los espacios de DDHH en los gobiernos, aunque las organizaciones sociales estén siendo sitiadas, la gente sigue dando las batallas. En Argentina el Estado se retira, lo que deja son las fuerzas represivas y ataques sitiando a las organizaciones sociales pero la gente resiste. Otro tema que veo y sobre el que hemos podido conversar mucho en estos días de recorrida por distintas partes es que una década atrás, la derecha extrema, la negacionista y fascista, esa que no tiene pudor ni vergüenza, no disputaban la conversación pública. No daban la batalla del lenguaje y la palabra. Pero ahora sí. Y ellos ahora quieren apropiarse de los espacios en los que siempre trabajamos. Y aspiran a tenerlos para usarlos o destruirlos, pero los quieren. Por eso veo la sensación de estar sitiados y me parece terrible”. Otro aspecto que le preocupa a la investigadora inglesa es que las nuevas derechas “mienten descaradamente” y ese es un punto determinante para construir sociedades sanas.

Uruguay

Por estos días, Cath Collins mantuvo encuentros y reuniones de trabajo en Montevideo con numerosas organizaciones sociales como CRYSOL, Madres y Familiares, la Asociación de Funcionarios de la INDDHH y el Observatorio Luz Ibarburu, entre otras.

“Los diálogos siempre son muy constructivos porque nos ayudan a entender las mejores formas para fortalecer este trabajo. Porque como decíamos, hay tiempos de mayor hostilidad, negacionismo, presiones, amenazas y momentos de mayor apertura y posibilidades de avances. Siento que siempre vamos aprendiendo, vamos reconstruyendo todo el tiempo este camino, y de alguna manera, reforzamos el tejido. Ojalá acá en el Río de la Plata, y especialmente en Argentina, puedan salir de este entramado en el que se encuentran y las cosas se encaminen a un escenario de tolerancia y respeto por los derechos humanos. En Chile ahora se vienen elecciones presidenciales hacia fines de este año y el panorama no ‘pinta’ muy prometedor para la izquierda y los progresismos. Entonces, habrá que ver si también allí se ingresa en un escenario de derechas en el gobierno. Sea cual sea el resultado, las organizaciones que trabajan por los derechos humanos deberán resistir, de pie, con su capacidad de resistencia y planificación porque este es un proceso de largo plazo. Y posiblemente los espacios progresistas también deberán ingresar en un proceso de autocrítica que siempre es sana, que nunca debería estar ausente, y permite repensar mejor el futuro para no renunciar a esta lucha”.

En este Uruguay de penillanura suavemente ondulada, Collins se detuvo un instante a imaginar su vida cultivando tomates, y dejarle sus miles de cuadernos, fojas y archivos de investigación académica y de todo lo recopilado en territorio a las nuevas generaciones. No obstante, ese tiempo no es ahora.

“En estos viajes, yo insisto mucho en la importancia de ir y estar. Muchos creen que todo esto lo puedes investigar desde el despacho, metido en el computador, pero eso no es así, porque uno tiene que palpar y sentir y así surgen cosas que son muy diferentes a como las imaginabas, y surgen comunidades, coincidencias, casualidades entre generaciones distintas de naciones diferentes. La época de los hechos nunca coincide con la lucha por la justicia, y eso se percibe claramente con el traspaso intergeneracional. Hay momentos para todo. Lo que siempre intento transmitir es la importancia de llegar a sentir que la causa de los derechos humanos le importa a toda la sociedad y no solo a una parte. Que vengan todos, los jóvenes, los más grandes, todos, que se interesen y se ocupen. Y que hagan las cosas a su manera y no como las vinimos haciendo los que ya hicimos un recorrido. Que nos corrijan, que se equivoquen, que nos mejoren, que hagan su propio camino aunque a nosotros nos guste o no. Pero así debe ser. Cada generación debe vivir su proceso. Y los centros de memoria también tienen que afrontar ese proceso de recambio. En Chile en un espacio de la memoria, al principio las visitas guiadas las realizaban solamente las compañeras y compañeros sobrevivientes. Y llegó un momento que ellos mismos dijeron que ya era hora de que la historia la contaran otros. Que aquella tarea tenía demasiado peso para ellos. Era el peso moral, imponente, demasiado”.

El futuro

Según Collins, la búsqueda de la verdad es una tarea paciente. Y de amor. Y para explicarlo habló de sus charlas y encuentros a través de los años con el director de Memoria Histórica del Ministerio de Justicia de Paraguay, Rogelio Goiburú. “Rogelio es hijo de Agustín, uno de los principales opositores a la dictadura de Alfredo Stroessner. Él busca a muchos desaparecidos, entre ellos, a su propio padre. Y cuenta la vida con leyendas de esas que levantan el espíritu y le devuelven todos los días las ganas de salir a caminar, a buscar, a retomar las tareas cuando no hay avances, con unas fuerzas que yo no sé bien de dónde las saca. Se levanta todos los días y sale y recorre y conversa y habla y convence. Y en Paraguay vaya que si hay un contexto complejo y hostil. Y un día conversamos sobre unos sitios donde podría haber enterramientos clandestinos, donde se podrían hallar cuerpos o restos. Y cerca, aunque por fuera de esa zona delimitada, otro lugar de posibles enterramientos más acotado, donde tal vez esté su papá. Y él resolvió priorizar el espacio más grande. Porque dijo que ahí podía tener más chances de darle una gran noticia a algún familiar. Aunque eso implicara postergar su propia búsqueda, que viene haciendo solo desde hace tantos años. ‘No, no, yo puedo esperar, si mi papá está enterrado allá, después lo voy a encontrar, primero busquemos acá que hay más chances de encontrar a otras personas’, me dijo. Y eso te devuelve las ganas de creer en todo, en la vida, en la esperanza, en el futuro. Son cosas que te confirman que no todo está perdido”.

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