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La solidaridad, el arma más fuerte

Hoy, todos contra el racismo

Por Juan Raúl Ferreira.

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Caras y Caretas Diario

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Las imágenes que se han viralizado, de un policía norteamericano asesinando a sangre fría a un negro apretando su rodilla contra su cuello, solo merecen repudio. Decimos negros porque en EEUU así se hacen llamar. No existe la expresión “afrodescendiente”. Es más, en los años de la lucha por los derechos civiles, incluso el derecho al voto, libre circulación y educación, al líder Dr. Martin Luther King le gustaba utilizar la expresión nigger, que peyorativamente utilizaban los blancos del sur.

Aquellos años de dolor y lucha vinieron a la memoria colectiva cuando en EEUU estalla un sentimiento de protesta por este asesinato racista. “Te mato porque sos negro”. Para variar, el presidente Trump frivolizó los hechos. Generó un efecto boomerang, como dicen allá, o le salió el tiro por la culata, como decimos acá.

En lo personal, debo confesar, al conocerse la noticia, quedé mirando largamente uno de los retratos que preside mi escritorio: el del propio Dr. King. Lo admiraba, quizás sin entender aún toda la problemática desde muy pequeño. Recuerdo el día de su muerte. Mamá esperaba en la vereda el ómnibus que me traía del colegio, en la vereda, lo que en nuestra familia era señal de mala noticia. Antes de llevarnos a rezar, me dio una larga charla explicando la importancia del líder caído aquel 4 de abril del 68. Tenía yo apenas 13 años.

Una década más tarde, nos tocó vivir a los uruguayos, la represión y el terrorismo de Estado. Una sucesión de hechos me hace buscar asilo político en aquel mismo país donde habían muerto tantos militantes antirracistas. Las vueltas de la vida: así conocí a Koretta King (viuda del Dr. King, como allí le recuerdan), a su hijo Martin Luther King (III) y a Rosa Parks, la mujer cuya dignidad había comenzado aquella lucha.

A mediados de los 50, Rosa tomó un ómnibus. Había dos clases de asientos: solo para blancos y para los negros. Pero estos debían ser cedidos si un blanco los solicitaba. Así ocurrió. Con cierta provocación, un hombre blanco le pidió el asiento; ella con gran serenidad le dijo que no. Terminó presa y esa detención activó y puso en marcha el mayor movimiento por los derechos civiles de la historia de EEUU, que culminó con la aprobación del Acta los derechos civiles 9 años más tarde (1964).

También fueron amigos cercanos sus secretarios Andrew Young y Brady Tyson. Ambos fueron muy solidarios con Uruguay.

Cuando éramos parte de la diáspora uruguaya, viviendo en Washington, ella misma firmó varias peticiones por Uruguay. Por ejemplo, pedidos de libertad para el general Seregni. También lo hicieron la viuda y el hijo de King. Tuve el privilegio de poder acercarme y ser objeto de su maravillosa libertad. Cuando murió Rosa, el amigo que me la presentó, Joe Eldridge, me escribió: “No escuchó la voz del hombre blanco, ni la del conductor ni la de la Policía, escuchó la voz de Dios”.

Tras el crimen, días atrás, de George Floyd, los negros salieron a las calles. Donald Trump nuevamente actuó con frivolidad. Describió el crimen como un hecho aislado. Exhortó a terminar con las manifestaciones. El 3 de junio, en todas las ciudades del gigante del norte, hubo manifestaciones, las más grandes que se puedan recordar. La de Washington, por la avenida Pensilvania, fue muy parecida a las que convocaba el propio King en los 60.

Trump visitó iglesias, a las que ni siquiera entró, solo para fotografiarse con la Biblia en la mano pidiendo paz. La obispo (mujer) anglicana le echó cortésmente. Un exministro de Defensa del propio Trump denunció las ideas racistas del presidente. La Policía se negó a reprimir a los manifestantes. El actual secretario de la cartera dijo que no había motivo para atender el pedido del presidente de sacar el ejército a las calles. Está quedando solo. Esa noche, el presidente, por seguridad, no durmió en la Casa Blanca.

Hoy el pueblo de color, en el norte, requiere de nuestra solidaridad nuevamente. Ha tocado lo más profundo de mi corazón el tuit de un ser muy querido, mi hijo, que siempre me llena de orgullo; con sus jóvenes años escribió: “El gobierno uruguayo dijo que ‘la política exterior no estará basada nunca en afinidades ideológicas’. Sí lo está: el silencio es ser cómplice”.

 

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