- Niños (si Dios quiere).
- Compañera constante (y amiga en la vejez) que se interesará en uno.
- Objeto para ser amado y con quien jugar.
- Hogar y alguien que cuide la casa.
- Los encantos de la música y la charla femenina.
Pasó luego a la lista de No casarse y de nuevo apostó por la franqueza:
- Libertad para ir a donde uno quiera.
- Elegir si socializar y poder hacerlo poco.
- Conversación de hombres inteligentes en clubes.
- No estar obligado a visitar a familiares y a doblegarse por cada nimiedad.
- Evitar los gastos y la ansiedad de los niños (quizás peleas).
- Pérdida de tiempo.
- No poder leer por las tardes.
- Gordura y ociosidad.
- Ansiedad y responsabilidad.
- Menos dinero para libros, etc.
- Si se tienen muchos hijos, se obliga a ganarse el pan (es muy malo para la salud trabajar demasiado).
- Quizás a mi esposa no le guste Londres; entonces la sentencia es el destierro y la degradación a ser un tonto indolente y ocioso.
Pese a que la lista de problemas era más larga que la de los beneficios, Charles eligió casarse. Esta fue su conclusión: “Imagínese vivir todo el día solitario en una casa sucia de Londres. Imagínese una esposa agradable y suave en un sofá, con una buena chimenea, y libros y música tal vez”.
Tomada la decisión, don Charles se casó en enero de 1839 con su prima Emma Wedgwood con la que tuvo diez hijos.