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Murió Reynaldo Bignone, el último dictador argentino

Bignone murió a los 90 años en el Hospital Militar donde estaba internado aunque permanecía en prisión, condenado por delitos de lesa humanidad.

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Un día de diciembre de 1983, Reynaldo Benito Bignone le entregó la banda presidencial a Raúl Alfonsín. Terminaba así la última dictadura militar en Argentina. Ahora se murió el último dictador. A los 90 años y procesado por diversos delitos, falleció Bignone.

Recuerda Página/ 12 que fue el presidente que en 1983 hizo el inevitable llamado a elecciones democráticas, “ante una dictadura jaqueda tras la derrota de Malvinas, la debacle económica y la resistencia popular”.

Tras la llegada de la democracia fue juzgado y condenado a prisión perpetua por allanamientos ilegales, secuestros, torturas y homicidios, todos delitos de lesa humanidad a los que le sumó el saqueo de las pertenencias de sus víctimas.

Bignone fue el cuarto y último en la zaga siniestra de presidentes-dictadores iniciada por Jorge Rafael Videla en 1976, señala Página/ 12. El 10 de julio de 1982, días después del fin de la guerra de Atlántico Sur, sucedió en el poder de facto al autor de esa aventura, Leopoldo Fortunato Galtieri, quien antes de abandonar la Casa Rosada luego de la masiva movilización popular tras la rendición ante Gran Bretaña en junio de 1982 había dicho que las urnas estaban bien guardadas.

“Nunca se arrepintió de los crímenes que mandó a ejecutar ni de los que fue cómplice. Por el contrario, se defendió de todas las acusaciones en su contra y justificó las matanzas en cuanta oportunidad tuv”, señala el diario. «La lucha contra el terrorismo en los sesenta y en los setenta se trató de una guerra contra integrantes de grupos subversivos que no eran ni demasiado jóvenes ni idealistas», sino que tenían el objetivo de «la toma del poder por la fuerza subversiva», dijo.

En 2006 se conoció una carta que le envió a una agrupación llamada Argentinos por la Memoria Completa, destinada a reivindicar el terrorismo de Estado. A sus integrantes los llamó “modernos Quijotes”, los convocó a “arremeter” contra aquellos que “cargados de odio, deformaron la moderna historia argentina” y les dejó un encargo macabro: “Terminen lo que nosotros no pudimos terminar”.

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