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Un país primarizado: Uruguay según el Pit-Cnt

El Instituto Cuesta Duarte emitió un informe en el que denuncia la primarización de la economía uruguaya como síntoma de la dependencia y la dominación que constriñen el desarrollo socioeconómico. Por ello, reclama medidas que favorezcan el crecimiento de sectores de valor agregado con un rol protagónico del Estado y de emprendimientos autogestionados.

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Por Manuel González Ayestarán

  “Nuestro país, básicamente, provee productos primarios y materias primas de base primaria de bajo contenido tecnológico e importa productos de media y alta tecnología. Cuando la demanda de los productos primarios está en alza, la economía uruguaya tiene un momento de bonanza, pero al no existir cambios estructurales en el sentido de romper esta lógica dependiente, cuando el ciclo se revierte, inevitablemente se ingresa en una zona de menor dinamismo económico”, reza el documento Encuentro de Desarrollo Productivo Pit-Cnt, elaborado por el Instituto Cuesta Duarte. Este texto sirvió como marco para el Encuentro Nacional de Desarrollo Productivo, desarrollado el jueves 30 de noviembre en la sede de la central única de trabajadores, el cual tuvo como título la consigna “Un país de primera es con desarrollo nacional”. Allí varios jerarcas del gobierno y de instituciones públicas debatieron esta propuesta, entre ellos Roberto Markarian, rector de la Universidad de la República (Udelar); Rafael Mendive, director nacional del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM); Fernando Isabela, integrante de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP); Álvaro Ons (OPP-Transforma Uruguay); Gustavo Bernini, Presidente del Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop); Mariana Mendy, Udelar; Julio Perdigón, representante de los trabajadores en el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop); y Miguel Venturiello, representante de la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU). La tesis del documento, presentado por el Cuesta Duarte, sostiene que Uruguay ya no debe perseguir únicamente el desarrollo industrial para romper con la posición de dependencia en la que se sitúa en el sistema de acumulación imperialista global. Esto se debe a que “un desarrollo industrial masivo en segmentos de bajo nivel tecnológico y en lugares dependientes en la cadena de valor puede mantener y profundizar la situación de dependencia”. Por ello, llaman al gobierno y a los trabajadores organizados a luchar por un modelo de país cuyo desarrollo se base en sectores y actividades que “privilegien la generación, apropiación y difusión de tecnología”, encaminadas a romper las nuevas fórmulas de dominación asociadas a la dependencia tecnológica con el exterior. Esta dinámica de dependencia se materializa a nivel global en la transferencia de excedentes desde los países empobrecidos a los dominantes por el pago del uso de marcas, patentes y royalties. Asimismo, según el Cuesta Duarte, el tipo de tecnología que maneja cada nación condiciona elementos esenciales para su desarrollo económico, como la dotación de mano de obra o el mismo uso de la tierra, entre otros. De esta forma, los avances tecnológicos y científicos, lejos de aportar mejores condiciones de bienestar al conjunto de la población, profundizan las relaciones de dominación históricas entre clases sociales y entre las naciones, apuntalando el sistema de acumulación desigual de la riqueza que caracteriza al sistema capitalista. Así, el hecho de que el sistema global esté asentado en un modelo de desarrollo económico no planificado hace que las grandes empresas transnacionales sean las que organicen la producción a escala global, “deslocalizando diferentes procesos de cadenas globales de valor acorde al país en el cual encuentran mayores ventajas comparativas, pero concibiendo aún la producción de manera sistémica”. Esto redunda en el desplazamiento de la mayoría de la población mundial, residente en países empobrecidos, de los mecanismos de integración en la economía global que funcionan como criba del desarrollo. En este sentido, el instituto define una clasificación de países en función de la división internacional del trabajo. En primer lugar, destacan los países “de frontera tecnológica, especializados en la investigación y el diseño, que lideran sectores industriales y de servicios basados en el conocimiento” (EEUU, Japón, Alemania, etcétera); en segundo plano están aquellos que “desarrollan tecnologías complementarias, distantes todavía de la frontera tecnológica” (Corea, Taiwán, etcétera); en tercer lugar se ubican los que ensamblan la producción o producen bienes de baja tecnología (países del sudeste asiático y del este de Europa) y, en el último escalón, están los proveedores de materias primas (países latinoamericanos y africanos). Si bien esta clasificación no es unívoca, ya que existen países cuya economía combina elementos de varios escalones, sí es funcional para contextualizar el desarrollo de cada nación en el sistema mundial en función de la concentración de actividades de un mismo tipo que presenta.   Situación de Uruguay En este contexto, la economía uruguaya se situaría en el último escalón de la categorización. Esto se debe a que 80 por ciento de las exportaciones nacionales son recursos naturales y manufacturas de los mismos; en el caso de las importaciones se da una situación inversa. En el año 2015 las manufacturas de media y de alta tecnología supusieron 50 por ciento del total. Según el citado informe, basado en cifras de Uruguay XXI, los productos con mayor nivel de primarización están dirigidos a China, suponiendo la carne y la soja una proporción superior a 80 por ciento de los mismos. El segundo destino de las exportaciones uruguayas es Estados Unidos; 60 por ciento de los productos enviados allí son carne y cuero. En el caso de Alemania y Holanda (principales destinatarios de exportaciones orientales al continente europeo), 80 por ciento de artículos con carne, cuero, lana y soja. A esto hay que añadir que los principales productos de exportación nacional están sujetos a un elevado grado de concentración y extranjerización empresarial, por lo que la dependencia y la vulnerabilidad de la población ante eventuales maniobras del mercado se hace superior. La industria de la carne es citada como un claro ejemplo de esta tendencia. En este sector, seis empresas concentran 50 por ciento de las exportaciones uruguayas. De estas firmas, una pertenece mayoritariamente a capitales ingleses, tres pertenecen a inversores brasileños, una a capitalistas argentinos y la otra es de propietarios nacionales. El informe también señala que el ciclo expansivo de la economía uruguaya, que ocupa el período comprendido entre los años 2006 y 2013, se caracterizó por el crecimiento de la producción física a la par que por una caída absoluta de las horas trabajadas. Esto se explica por la mayor inversión realizada por las empresas en capital constante (tecnología, maquinaria) respecto al capital variable (trabajo humano). “En los últimos tres años (etapa de desaceleración económica) la producción de la industria manufacturera igualmente creció 4,6 por ciento y las horas trabajadas en la industria cayeron 13,9 por ciento”, señala el texto. En el sector agrícola, el Cuesta Duarte denuncia una evolución “típicamente capitalista” que ha corrido pareja al desarrollo de la soja, los granos y la silvicultura, lo que ha perjudicado a los productores familiares y a la ganadería a pequeña escala. Por otro lado, en el ámbito de las importaciones nacionales se da una acusada presencia de insumos como petróleo. Sin embargo, el Cuesta Duarte destaca que en los casos de los ocho principales países a los que Uruguay compra productos, el saldo de importaciones supera al de exportaciones, constituyendo un resultado claramente desfavorable para Uruguay. En este sentido, la situación de Uruguay contrasta en parte con la de sus dos vecinos. En el caso de Brasil, su saldo presenta una mezcla de productos primarios con otros valor agregado superior. Alrededor de 60 por ciento de las exportaciones brasileñas tienen un valor agregado superior a la media primaria de las exportaciones uruguayas. En Argentina esta tendencia se realza en mayor medida, siendo de valor agregado industrial cerca de 90 por ciento de sus exportaciones. No obstante, América Latina en su conjunto ha profundizado desde los años 90 su papel de exportador de materias primas, especialmente alimentarias, energéticas y minerales, así como de productos de baja tecnología. De una forma más secundaria, también destaca su participación como mano de obra barata en la industria textil y en labores vinculadas al ensamblaje de artículos electrónicos.     Conclusiones y propuestas Teniendo en cuenta este contexto, el informe del instituto asociado a la central sindical señala una serie de propuestas encaminadas a transformar Uruguay en un país con un desarrollo real equitativo e inclusivo. La central parte de una realidad, y es que “no es posible un mundo donde todos los países sean desarrollados tal cual se entiende habitualmente este concepto, porque el desarrollo de unos implica la expoliación, la subordinación y el subdesarrollo de otros”. Por ello, la única salida para Uruguay es “el impulso de lógicas económicas no capitalistas”. En ellas se incluye situar al Estado como productor y distribuidor de bienes y servicios, fomentar los emprendimientos autogestionarios, así como las formas de economía mixta sustentable: “Estado, trabajadores y capital privado nacional, subordinado a los dos anteriores”. Todo esto debe estar enfocado a “actividades que privilegien la generación, apropiación y difusión de tecnología” si lo que se quiere es romper la tradicional fórmula de dependencia y dominación que asola al país. Así, las propuestas de desarrollo del Pit-Cnt se agrupan en cuatro grandes ámbitos. En primer lugar se reclama una modificación de la ley de inversiones en la que se priorice a sectores con mayor valor agregado, con contenido tecnológico o procedente de sectores que no dependan de recursos naturales. Para esto hace falta una política de subsidios públicos hacia estos sectores, nutrida mediante el aumento del Impuesto a las Rentas de las Actividades Económicas (IRAE) de 25 a 30 por ciento. Asimismo se demanda alcanzar uno por ciento de gasto público en Inversión más Desarrollo, al que se comprometió el actual gobierno. Esto permitirá llevar adelante innovaciones que permitan modificar la matriz productiva nacional conforme a producción con mayor valor agregado. Por otro lado, el informe señala como una necesidad el desarrollo de políticas de articulación de los agentes productivos en cadenas regionales, a la vez que se aumente el “diferencial para proveedores con componentes nacionales y en particular aquellos que tengan mayor impacto en el empleo nacional y local”. Todo ello debe estar combinado con la promoción de las empresas autogestionadas a lo largo de toda la cadena de producción nacional, concluye el documento.

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