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Sindicales sindical | Sommaruga | 1º de Mayo

CON SERGIO SOMMARUGA

El sapiens sindical

En su discurso del 1° de Mayo y en representación del Secretariado Ejecutivo de la central sindical, Sergio Sommaruga sostuvo que es imperioso erradicar la pobreza infantil en el Uruguay sin dilatorias.

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El ecosistema de medios se enteró de su existencia durante la campaña del plebiscito de la seguridad social que impulsó el movimiento sindical. Sin embargo, hace años que su voz es considerada referencial en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Enseñanza Privada (SINTEP) y en la interna de la central sindical por su reconocida capacidad de estudio, análisis, y un detalle no menor: no se abroquela en defensa de su verdad circunstancial, admite la posibilidad que el otro, la otra, tenga una parte, mucha, poca o, incluso, toda la razón. Insólito en un tiempo en el que —por ejemplo— un presidente en el Río de la Plata llama «mandriles», «idiotas», «imbéciles», «cagones» y «burros» a periodistas, curas, senadores, sindicalistas y médicos cuando discrepan con alguna de sus acciones de gobierno. Indudablemente, Sommaruga rompe moldes. Cuando las cloacas de las redes sociales esparcen su odio y veneno selectivamente direccionado y el debate de ideas naufraga entre inquisidores y censores de ocasión, él parece encontrar la forma de volver a intentarlo y retomar el diálogo sensato. Hoy Sommaruga —el docente de Filosofía, lector voraz, melómano del rock nacional de los 90— habla de las infancias como asunto prioritario para atender, de la desigualdad, la pobreza, la violencia creciente, la precarización de tantas vidas, el diálogo por la seguridad social, la necesidad de diversificar la matriz productiva, la participación de las y los jóvenes en la política y la necesidad imperiosa de recambio generacional en la dirigencia sindical.

¿Qué le dejó el acto del 1º de Mayo?

-Muchas emociones. El 1º de Mayo es un día de conmemoración de la lucha que todos los días lleva adelante la clase trabajadora. Es un acto que interrelaciona pasado, presente y futuro. Es un acto de memoria histórica, de recuerdo de los mártires de Chicago y de la capacidad de la clase trabajadora para transformar el futuro, como ocurrió a partir de la conquista de las ocho horas de trabajo, que cambió la vida de la humanidad, mejorando las condiciones de acceso a una vida digna en todo el planeta. También es un acto en el que la clase trabajadora realiza un balance, una lectura crítica, y en donde también, legítimamente, comunica sus reivindicaciones, preocupaciones y perspectivas de futuro acerca del Uruguay que queremos y necesitamos.

En ese contexto, la clase trabajadora planteó este 1º de Mayo un conjunto de propuestas, cuestionamientos y preocupaciones que tienen que ver, por un lado, con el balance del período pasado, donde hubo una acumulación de déficit de derechos que lesionan la democracia uruguaya. Porque cuando aumenta la desigualdad, aumenta la pobreza, aumenta la precarización laboral, aumentan las dificultades de acceso a una vida digna para las personas, hay un déficit de derechos. Y cuando hay déficit de derechos, hay déficit democrático. Y no podemos eludir que estamos en un contexto en el que hay un nuevo gobierno que tiene otra sensibilidad política ante el drama nacional. Es un gobierno que tiene apenas 60 días de instalado. Nosotros somos conscientes de que en 60 días no puede haber cambios inmediatos, pero sí reclamamos al gobierno que impulse una agenda inmediata de cambios en la orientación de la política económica, la política social, la política educativa, la política redistributiva. Por eso lanzamos la propuesta de erradicación de la pobreza infantil. Por eso lanzamos nuestro reclamo por verdad y justicia, y porque no haya ni un paso atrás en la lucha contra la impunidad. El movimiento sindical va a estar codo a codo con el Gobierno en esa lucha, si el Gobierno va a fondo en esa perspectiva.

Reclamamos también la necesidad de avanzar en una perspectiva de transformaciones de mediano y largo plazo que, a nuestro entender, tienen que tener al trabajo como centro: el trabajo como derecho inalienable, pero también el trabajo como un agente ordenador de la sociedad. Parece claro que estamos atravesando problemas muy importantes. Uruguay nos llena de orgullo por una cantidad de cosas que tienen que ver con el bien público, con la solidaridad, con el amor que la gente siente por la gente, y que se pone en evidencia en muchas ocasiones. Pero también es verdad que tenemos tendencias muy complicadas, que silenciosamente vienen avanzando año tras año. Tienen que ver con la ruptura del tejido social, con el aumento de la violencia, con el incremento de los gurises que entran en las bandas de microtráfico, con la cantidad de niños que año tras año ingresan al Hospital Pereira Rossell con heridas de bala, cada vez de mayor calibre y con heridas que tienen que ver con ajustes de cuentas, donde los niños son la moneda de cambio. Tienen que ver con las dificultades de acceso a la salud mental, con el déficit habitacional. Es decir, hay un conjunto de tendencias destructivas en la sociedad que nos llevan al caos. Esto no es para hacer catastrofismo, pero sí para advertir, como clase trabajadora, que percibimos un riesgo en la convivencia democrática a partir del déficit de derechos. Y que para eso, el único eje no puede ser el mercado como distribuidor natural de los recursos, sino el trabajo.

¿Cree que el Gobierno concretará grandes transformaciones más allá de que no haya grandes anuncios?

-A lo que nosotros aspiramos es a cambios reales, y no todo se puede hacer de inmediato. Por eso estamos planteando una estrategia de desarrollo nacional que hemos visto que ha tenido buen recibimiento entre los distintos actores sociales. Sabemos que el Gobierno, en estos días, va a hacer el anuncio recogiendo esta propuesta, para poner en discusión algunos nudos que son claves para el futuro del país. Tienen que ver con: cómo diversificar la matriz productiva del Uruguay para superar el carácter primario de su economía, y por lo tanto, su inserción dependiente en las relaciones económicas mundiales; cómo repensar la función social del Estado; cómo repensar el rol económico de las empresas públicas; cómo repensar el modelo de producción y acumulación de la riqueza.

Uruguay tiene un problema enorme, y es que la mayor parte de su riqueza queda en manos de los privados y no en manos del bien público. Y esto luego hace que el Estado no tenga la espalda económica necesaria y suficiente para el impulso de las políticas públicas que hacen a la generación de trabajo, que hacen a la inversión en ciencia y tecnología, a la implementación de políticas orientadas a la resolución de los derechos. Entonces, necesitamos poner el trabajo como eje. Y para eso hay que repensar. No podemos buscar soluciones aplicando las mismas herramientas de siempre. Hay que repensar la caja de herramientas, y en ese sentido, a nosotros nos parece que hay que ir hacia la planificación estratégica del Estado en el desarrollo económico y social del país, con la pluralidad de agentes y actores que existen en la sociedad.

¿Cómo se puede pensar en consensos y políticas de Estado sobre educación, salud mental, violencia, infancias, hambre, trabajo, si el relacionamiento va a ser similar al de campaña electoral?

-Eso es lo que viene pasando históricamente en Uruguay y en América Latina. América Latina es el continente más desigual del mundo. No es un continente pobre, es un continente empobrecido. El enfoque tiene que ser colocar los problemas nacionales, desarrollar una conciencia nacional respecto a cuáles son los dramas que hacen a la sustentabilidad democrática y a la dignidad como valor ético fundamental de la vida. Hay que poner de vuelta los fines de la República sobre la mesa. ¿Cuáles son nuestros fines? ¿La competitividad? ¿El déficit fiscal? ¿La productividad? ¿O esos son medios para alcanzar objetivos? Entonces, coloquemos las cosas en su lugar. Pongamos los fines por delante y luego discutamos qué instrumentos son adecuados para el desarrollo y cumplimiento de esos fines. Los que hemos desarrollado hasta el momento no han funcionado. El ejemplo de la multinacional Yazaki me parece paradigmático. El modelo de crecimiento basado fundamentalmente en la inversión extranjera directa nos lleva a un callejón sin salida. ¿Por qué? Porque viene una multinacional, se instala en el país. Uruguay le ofrece prebendas fiscales, regalías impositivas, emplazamiento territorial y construcción de infraestructura, como pasó en Las Piedras con el gobierno de Canelones, para que se instale Yazaki. Sin embargo, Yazaki hace un análisis de dónde va a sacar más ganancias y se va para Paraguay. ¿Por qué? Porque Paraguay es un Estado fallido, en donde su recaudación impositiva es significativamente más baja que la de Uruguay y la mano de obra está mucho más explotada que la de acá.

Durante unas horas alegaron que se iban del país por culpa o responsabilidad de los sindicatos…

-Sí, y a las pocas horas ellos mismos admitieron que era una falacia. Quedó a la luz pública que eso era una artimaña para ocultar lo otro. El capital viene a buscar la maximización de la renta y no el desarrollo humano. Y es real que no es sencillo llegar a consensos. Hay veces que se pueden lograr y otras en que se deben alcanzar grandes mayorías. Cuando los consensos son posibles, bienvenidos sean. Y cuando no lo son, como en toda sociedad democrática, las mayorías tienen derecho a orientar el proceso social. Por lo tanto, tenemos el desafío de llegar a consensos o el desafío de construir grandes mayorías.

Parece difícil alcanzar consensos en un territorio del debate político mundial en el que se busca «exterminar» al otro. No convencerlo en un intercambio de ideas, sino «eliminarlo».

-Esto está muy asociado a lo que decías, en relación al aumento en la presencia pública de los discursos de odio, que tienen mucho que ver con el ascenso de las extremas derechas en los protagonismos políticos.

Nosotros tenemos la obligación, como clase trabajadora, de desarrollar pedagogía política, de generar explicaciones, de dar argumentos y de plantear que nuestras perspectivas no nos colocan moralmente en un plano superior respecto a quienes piensan distinto a nosotros. Como trabajadores, tenemos que ser respetuosos y educados, porque así fuimos formados por nuestras familias y así es la tradición del movimiento sindical. El movimiento sindical es combativo, es clasista y es de lucha, pero también es de gente respetuosa y educada. Nosotros respetamos a quienes piensan distinto. A los únicos que no respetamos es a los fascismos, porque los fascismos son enemigos de la humanidad. A todos los demás, los respetamos. Pero respetar el derecho a la libertad de pensamiento, a la libertad de expresión de quienes piensan distinto a nosotros, no significa que renunciemos a nuestros compromisos éticos ni a nuestras perspectivas emancipatorias, ni a nuestra lucha por la dignidad humana.

El movimiento sindical le habló al país de desarrollo productivo, de trabajo de calidad, de salario, de la pérdida de fuentes laborales, pero también habló de infancia. Usted, particularmente, puso énfasis en los problemas de la infancia, ¿por qué?

-Por varias razones. La primera, fundamental, es por un compromiso ético que tiene que ver con que las infancias y adolescencias que están por debajo de la línea de pobreza no son infancias y adolescencias que andan sueltas: provienen de hogares, y esos hogares son de la clase trabajadora. Cuando hablamos de infancia y adolescencia pobre, estamos hablando de nuestra clase. Entonces, es una defensa humanitaria de nuestra propia clase.

En segundo lugar, estamos hablando del presente, pero también del futuro, de cómo nos reproducimos como nación. La pobreza infantil trae problemas significativos en lo que tiene que ver con el desarrollo neurológico, el desarrollo biológico, con la formación de la persona. Es decir, hipotecar el presente con pobreza infantil es hipotecar el futuro.

Después, hay otro elemento, que tiene que ver con que el movimiento sindical fue muy atosigado —de manera muy injusta e infundada— cuando impulsamos la campaña por el plebiscito para la incorporación en el artículo 67 de la Constitución de los tres principios cautelares para la seguridad social. Se decía que anteponíamos la pobreza de los viejos contra la pobreza de la niñez, y que Uruguay tenía que abocarse, fundamentalmente, a resolver el problema de la pobreza en la niñez, que es mucho mayor que la pobreza en la tercera edad.

El plebiscito se perdió. Hoy no está esa supuesta objeción, como si fuese una contradicción inicial al reconciliarlo. ¿Y qué surge ahora? Surgen las restricciones fiscales. Ahora surge el problema de que Uruguay no tendría recursos para financiar, de forma inmediata, un plan de erradicación de la pobreza en las infancias y adolescencias. Y nosotros creemos que esa restricción fiscal no es un argumento sólido. Porque Uruguay es un país que tiene un problema, al igual que toda América Latina: el problema de la desigualdad. La pobreza es hija de la desigualdad, y la desigualdad no es hija de la providencia; la desigualdad es producto de relaciones sociales, políticas y económicas.

El 1 % más rico en Uruguay —que son 25.000 personas adultas— concentra el equivalente al 50 % del ingreso de los más pobres. El 1 % más rico tiene el 80 % de la riqueza financiera. Ese 1 % más rico está integrado por 25.000 personas que ganan como mínimo 600.000 pesos por mes, además de la riqueza patrimonial y financiera.

Lo que estamos proponiendo es que haya herramientas tributarias que le permitan al país, y a los sectores que tienen la acumulación de la riqueza, aportar para la erradicación de la pobreza infantil. Y esto se puede hacer mañana. Esto se puede empezar a implementar mañana. No hay excusas. Lo que se necesita es voluntad política.

Lo que le decimos al Gobierno es: cuenten con nosotros, porque la erradicación de la pobreza infantil, para nosotros, es una cuestión ética, una cuestión de clase, y una cuestión de futuro. De presente inmediato y de futuro.

La oposición sostiene que el Gobierno está con el “freno de mano puesto” y que no tiene grandes anuncios que enamoren. ¿Usted qué opina?

-Nosotros dijimos al Gobierno, con respeto pero con convicción, que en una perspectiva de transformaciones socializantes, democratizantes y asentadas en los derechos humanos, cuenten con nosotros. Todo lo que sea a favor de la clase trabajadora, del pueblo y de las grandes mayorías va a tener respaldo, y la clase trabajadora no va a quedar sola.

Por otra parte, sí entendemos que es imprescindible, ante el drama nacional existente y ante el cambio de sensibilidad política que tiene el Poder Ejecutivo, que se implemente una agenda de transformaciones. Algunas serán de impacto inmediato —como la erradicación de la pobreza infantil— y otras tendrán que darse en clave de proceso, pero hay que anunciarlas. Por eso nos parece importante la convocatoria al diálogo multipartito, para el desarrollo de una estrategia nacional, para el desarrollo de un plan nacional que ponga al Uruguay en la perspectiva de las soluciones a sus contradicciones fundamentales, que son la dependencia y la desigualdad. Porque no son cambios que se puedan hacer de un día para el otro.

No le podemos exigir al Gobierno que en seis meses resuelva el déficit habitacional, que haya trabajo para todos y para todas con salarios dignos, que haya una seguridad social universal con prestaciones suficientes y podríamos seguir.

Pero establecer impuestos a los grandes capitales se puede hacer sin mucha dilatoria…

-Para erradicar la pobreza infantil, no hay duda de que sí se puede. Se necesitan 400 millones de dólares. Hay otras cosas que deben pensarse en clave de proceso, sí, pero ese proceso necesita un inicio, un desarrollo y un fin. No podemos estar en la eterna postergación, porque eso también es una forma de autoengaño como país. Además, estamos ante un mundo convulsionado. El mundo de hoy es un mundo de guerra comercial, en el que la multipolaridad empieza a generar tironeos muy fuertes. Y esto, que conmociona el orden mundial, vuelve más visible que nunca la necesidad estratégica de la unidad de América Latina.

Nuestros países —y esto también tiene que ver con un plan de desarrollo nacional—, o se salvan juntos, o agonizan por separado. Por eso es necesario que, con las características propias de Uruguay, y con las ventajas que le da ser un país pequeño en términos demográficos y económicos, podamos ayudar a impulsar esta integración latinoamericana en clave estratégica. Porque es la única forma de sobrevivir ante este mundo tan convulsionado y de guerra comercial.

Desde el movimiento sindical se denunció una persecución muy notoria contra sindicatos y organizaciones sociales durante el gobierno de Lacalle Pou y hubo causas judiciales, seguimientos, ataques en redes sociales. ¿Eso logró erosionar la imagen del movimiento sindical? ¿Cómo cree que ve la población al Pit-Cnt?

-Nosotros vamos camino al XV Congreso, que será el más grande en la historia del Pit-Cnt, con la participación más numerosa de delegados y delegadas, y con más sindicatos representados. Es decir, en la clase trabajadora sigue existiendo la intuición de que los sindicatos son la garantía y la herramienta para luchar por el salario, los derechos y las condiciones de trabajo. De lo contrario, no se explicaría que el Pit-Cnt siguiera creciendo. Eso es un hecho objetivo: crece en cantidad de sindicatos y en cantidad de afiliados. Por eso hay más delegados en el Congreso.

También es cierto que esta campaña no es inocua. Existe una campaña de odio contra el movimiento sindical, como también la hay contra los homosexuales, contra los inmigrantes, contra las mujeres, contra los feminismos. No hay que desconocer ni relativizar esas campañas de odio, y también es verdad que hacen daño. Por lo tanto, las organizaciones sindicales, los sindicatos, los trabajadores, tenemos la necesidad de repensar, entre otras cosas, la comunicación para el siglo XXI: las estrategias de comunicación con la sociedad, con nuestros propios afiliados, con las organizaciones en el territorio. No hay otro desafío.

Después hay otro componente del desafío, que tiene que ver con la construcción de legitimidad del movimiento sindical ante la gente. Tiene que ver con diseñar planes de mayor presencia territorial en los barrios, especialmente en las periferias, donde muchas veces está el trabajador más precarizado, el cuentapropista o aquel que no está afiliado a un sindicato porque no tiene trabajo estable o porque tiene miedo a organizarse sindicalmente. Entonces, ahí nosotros tenemos que hacer lo que venimos haciendo, pero más y mejor: más brigadas solidarias, más convenios con INEFOP para llevar los cursos de capacitación a los barrios de la mano de los sindicatos, como hicimos hace poco en Bella Italia con la UNTMRA, AUTE, SINTEP y el SUNCA.

Ese despliegue en territorio es parte del ADN del movimiento sindical uruguayo.

-Sí, y yo diría que hay un compromiso ético, porque los trabajadores que están sin trabajo siguen siendo trabajadores. Y las familias de esos trabajadores son nuestras familias. Entonces, tenemos que ver, desde nuestras posibilidades y condiciones, cómo aportamos para generar espacios de integración al mundo del trabajo, de dignificación de los trabajadores, con acceso al conocimiento, a la formación para desempeñarse laboralmente, para aportar valor a la sociedad. La presencia territorial es clave para que el movimiento sindical pueda adaptarse organizativa, metodológica y funcionalmente a su propia reproducción. Tenemos que llegar más y mejor a los sectores trabajadores que hoy están fuera del mundo del trabajo. Tenemos que generar mayor representatividad y legitimidad ante nuestro pueblo, para seguir siendo interlocutores potentes de las necesidades de la clase trabajadora.

Se suele escuchar que el movimiento sindical no llega a los jóvenes, que no les habla en su lenguaje. Sin embargo, los sindicatos están llenos de jóvenes.

-Sí, no solo en el movimiento sindical. A mí me agrada y me enorgullece ver en los 20 de mayo una intergeneracionalidad tremenda. Esta idea de que los jóvenes están desapegados de la política se derrumba cuando uno analiza cómo votaron por franja etaria los 135 artículos contra la LUC. Los que más votaron contra la LUC fueron los jóvenes. De los sectores etarios que mejor desempeño electoral tuvieron en el plebiscito por el “Sí”, fueron los jóvenes. Esto no quita que no tengamos dificultades, como las tienen todos los actores: los partidos políticos, las iglesias, las organizaciones sociales. Hay una dificultad en adaptarse a los cambios en curso en términos de transferencia intergeneracional. Hay un desafío. Lo vive el sistema educativo. No es un problema únicamente del movimiento sindical. El movimiento sindical lo tiene, pero también lo tienen otros actores sociales. Con la diferencia, insisto, de que hay una cierta invisibilidad o una cierta desvalorización de la integración de las nuevas generaciones al campo de las luchas sociales y populares. Cuando yo iba a las ollas populares, veía a una cantidad de gurisada participando. Hay también una mirada adultocéntrica que no permite ver que los jóvenes sí están participando. ¿Que no es suficiente? Seguro. ¿Hay que hacer más? Claro. ¿Hay desafíos comunicacionales y metodológicos relevantes? Los hay y no hay que ignorarlos. Hay una cantidad de gurisada que está participando y a la que hay que darle lugar. Y un tema no menor: al movimiento sindical, en particular, le cuesta mucho el recambio generacional. Los dirigentes sindicales generalmente hacemos gala de decir: «Desde hace 25 años que soy secretario general de mi sindicato», como si eso fuera un mérito. Yo la verdad no lo veo como un mérito. Lo veo como un atraso. Y esto no significa el parricidio. Significa que también tenemos que generar las condiciones para que, a medida que vamos avanzando en edad, nos reubiquemos en otros lugares imprescindibles en la lucha: los espacios de formación, los espacios de producción de conocimiento, los espacios de investigación. Y hay que irles dando paso a las nuevas generaciones. Es algo que nos cuesta mucho a los sindicatos y le cuesta mucho también a la política en general.

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