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Testimonio de la represión contra murguistas argentinos

“A mi hijo Jonathan, de 14 años, le arrancaron un pedazo de pierna con una bala de plomo, no era de goma, era de plomo”

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Gustavo “Marola” González es el director de la murga Los Auténticos Reyes del Ritmo, la cual fue reprimida el pasado 29 de enero por la Gendarmería Nacional Argentina, causando heridas incluso a niños y menores. En entrevista con Página 12 el murguista relató la violencia sufrida por las fuerzas de seguridad.

“A mi hijo Jonathan, de 14 años, le arrancaron un pedazo de pierna con una bala de plomo, no era de goma, era de plomo”, ratificó. La denuncia presentada por la Procuvin afirma haber recogido al menos “tres casquillos dorados, presumiblemente de pistola 9 milímetros” añadió.

El chico se encuentra limitado en su casa, y se espera que la recuperación de su pierna dure varios meses. Su padre tiene 14 impactos de balas de goma en la espalda, mientras que Gabriela, una adolescente que forma parte de la murga, suma “18 marcas de bala de goma” en distintas partes del cuerpo. “Acá se tiene que hacer justicia, porque lo que pasó fue una locura.” afirmó Gustavo al medio argentino.

El viernes 29 de enero, pasadas las nueve de la noche, Gustavo regresaba al barrio con María Laura, su mujer, luego de hacer una recorrida para contratar los micros que tenían que llevar a la murga, el sábado 30, a una actuación. Venían “con toda la onda” porque le iban a contar a los chicos, que estaban ensayando, que ya habían conseguido los micros para el traslado.

“Eran nueve y cinco, nueve y diez, cuando vimos doblar un móvil de la Gendarmería” por la calle Charrúa, seguido por un camión de remolque de la fuerza. “Ellos vieron muy bien que los que estaban sobre la calle eran los chicos de la murga, pero avanzaron como si no estuvieran; nosotros le pedimos a los pibes que se corrieran, que los dejaran pasar, y ellos pasan, pero dos gendarmes que iban en el remolque, pararon, se bajaron y allí fue cuando empezó todo”, explicó Gustavo González.

Los dos gendarmes “se bajaron con las armas en la mano y entonces yo me acerqué para pedirles que las guardaran porque había muchos chicos”. Sin responder a su pedido, uno de los gendarmes lo empujó hasta tirarlo al piso. “Cuando pasa eso, mi hijo Jonathan me ayuda a levantarme y se pone entre ellos y yo; en esas circunstancias, uno de los gendarmes hace un disparo y el plomo, porque era munición de plomo, le pega en la pierna izquierda a Jonathan, que recibe el plomazo que me parece que me lo tiraron a mí, que seguía en el piso. Ese plomo era para mí.” declaró el murguista.

Gustavo no puede identificar la cantidad de gendarmes que intervinieron en la represión: “Primero fueron dos, pero después aparecieron muchos más, de todos lados”. Gustavo calificó como “una verdadera locura” los hechos acontecidos, “porque había 70, 80 chicos bailando en la calle, pudo haber sido una masacre. Hoy muchos chicos no quieren venir y algunos me dijeron los padres tienen pesadillas nocturnas, porque recuerdan lo que les pasó”. “A mi hijo le hicieron una herida profunda, al punto de que se le ve el hueso, mientras que a mí y a los demás chicos nos tiraron balas de goma sin asco.”

(Nota redactada con información de Página 12)

 

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