Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME

Un deprepador serial y pandémico llamado Neil Ferguson

Por Rafael Bayce.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Científico inglés formado en Física Teórica y con un doctorado en Biología Matemática en Oxford, Neil Ferguson coordina desde 1999 el Departamento de Epidemiología en el Imperial College de Londres, uno de los grandes centros académicos de Reino Unido y del mundo. Es uno de los nodos de investigación más activos y de los más seguidos por los gobiernos nacionales; digamos, de paso, que existe una gran competencia entre el Imperial, Oxford, Cambridge, Edinburgh y el grupo Sage en la modelación y previsión de epidemias y pandemias como fuente de morbilidad y mortalidad en este siglo XXI. Se puede encontrar mucho material en internet sobre Ferguson y también de sus disputas con colegas y afines. Su creciente influencia proviene de sus antecedentes en Oxford, de su pertenencia al Imperial College London y, sobre todo, de su prolífica y agresiva producción y publicidad.

En el año 2002 la Reina Isabel II le concedió la medalla de la Orden del Imperio Británico, sorprendentemente, luego de su primera depredación de la economía británica, en 2001, por billones de dólares, a raíz de un primer diagnóstico escandalosamente exagerado de una infección animal que llevó a sacrificar 5 millones de reses, supuestamente para impedir, con ese rifle sanitario, 150.000 infecciones. Los afectados fueron, finalmente, apenas 200 de los 150.000 pronosticados por los ‘infalibles’ modelos epidemiológicos de Ferguson. Ya mostraba la hilacha a través de modelos matemáticos de simulación de la evolución de epidemias y pandemias que lo volvieron un depredador, primero simplemente nacional (2001), luego serial (2005, 2009) y, finalmente, pandémico en 2020.

Bastante flemático, muy concreto y articulado en sus respuestas, la OMS cuenta con este personaje con 55 años recién cumplidos para modelar y calcular reacciones rápidas frente a eventos sanitarios abruptos, como lo fue el brote del nuevo coronavirus Covid-19. Ferguson es uno de los protagonistas y máximos responsables del desastre que estamos viviendo en este año 2020.

 

Ascenso de un depredador serial

Su debut en esto de magnificar epidemias fue en 2001, en episodio mencionado líneas arriba, cuando le hizo perder a Reino Unido billones de dólares al sacrificar por rifle sanitario 5 millones de reses para supuestamente impedir 150.000 infecciones, que terminaron siendo apenas 200, 750 veces menos que lo pronosticado por Ferguson. Edinburgh, Cambridge y los productores ingleses lo acusaron en ese momento de usar un modelo epidemiológico poco apto para las epidemias en el mundo animal. Pero ni el enorme error, ni las pérdidas billonarias ni las fundadas críticas de colegas y productores depredados lo detienen ni impiden su condecoración real inmediata, un año después, en 2002.

Nuevas hazañas biomatemáticas, algunos años después, lo convierten en lo que podría llamarse un depredador serial. En efecto, en 2005 pronostica 200 millones de infectados con la gripe aviar; se producen solo unos pocos cientos. Se supera, eso sí, en la magnitud del error: su pronóstico es miles de veces mayor que lo que ocurriría, lo que ya lo convierte en depredador múltiple. Pero se convierte en serial en 2009, cuando la gripe suina: prevé 65.000 infectados y se concretan solo 500; es su error más leve, la realidad fue solamente 130 veces menor que su previsión.

Un aforismo popular tradicional dice que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Pues bien, en esta caso ya fueron tres los tropiezos, que no impidieron que la depredación, ya serial, avanzase al estatus de pandémica y global con sus previsiones sobre el coronavirus en 2020, cuarto tropiezo y el más influyente.

 

El coronavirus: una predicción pandémica de Ferguson

El primer ministro británico Boris Johnson se aprestaba a enfrentar la nueva pandemia del coronavirus con un modelo laxo, voluntario y poco drástico, de confianza en la inmunidad de rebaño, en la evolución biológica cíclica del virus y en una estrategia de mitigación leve del brote, al estilo del modelo sueco.

Sus intenciones trascendieron y el 14 de marzo recibió una carta-declaración de unos 500 científicos que, junto al lobby médico y químico-farmacéutico y a la histérica voracidad carroñera de la prensa, pedían medidas más duras, obligatorias y fundadas en supuestos de supresión más que de mitigación del brote (ojo, con apreciables razones, que más bien no comparto, aunque respetándolas como alternativa con sentido, aunque menos que su contraria, creo, por ahora).

Nuestro prolífico depredador serial está trabajando, como varios equipos científicos ingleses, en la modelización matemática de la pandemia. Neil Ferguson, partidario del enfoque supresor (reitero que defendible), antes de pulir su borrador, ni revisarlo ni consultarlo con colegas, sabiendo que Johnson estaba por definir públicamente su estrategia de abordaje de la pandemia, el 16 de marzo se acerca al lugar de la conferencia, con presencia de la máxima jerarquía gobernante (Johnson, Cunnings, Hancock, Witty), les extiende el trabajo de simulación biomatemático (21 páginas, hay traducción al español) y se excusa por no quedarse a la presentación ya que no se sentía bien.

Los cálculos resultan exagerados, aterrorizantes, pero cubiertos de buena salsa científica, tal como había ocurrido con los sobredimensionados cálculos apocalípticos de 2001, 2005 y 2009. Digamos solamente que lo que prevé ocurriría si no se toman inmediatas medidas duras de supresión: cuarentenas, encierros, distanciamiento social, máscaras, cierre de actividades productivas y educacionales, cierre de fronteras, guantes, barbijos, hiperhigiene casi maniática e impracticable e incontrolable. (Lo que trágicamente sufrimos, innecesario y contraproducente, en Uruguay y en decenas de países).

Las previsiones de Ferguson son básicamente para Reino Unido y Estados Unidos, aunque su carácter de consultor por brotes urgentes de la OMS lo convierten en pitonisa planetaria, pandemia predictiva global. Sus números más delirantes, aquellos que los gobernantes cobardes adoptan con gesto y retórica de valientes, son 40 millones de muertos en el mundo (van 3 millones y poco); Reino Unido, 510.000 muertos; Estados Unidos, entre 1 millón y medio y 2.200.000; déficit hospitalario en los países desarrollados, siete veces menos que la supuesta futura demanda pico; en los menos desarrollados, capacidad 25 veces menor. Fijémonos que, actualmente, no hay modo de pensar que se llegará a 40 millones de muertos en el mundo cuando hay poco más de 3 millones hoy, a comienzos del mes de mayo, ni que Reino Unido llegue a esa cifra cuando ya se acerca al pico esperado del brote: estamos en 28.000 de los 510.000 previstos; en Estados Unidos vamos por 62.000 de los promedialmente pronosticados 1.850.000.

Se reitera el astronómico error de cálculo (así lo llamó John Ioannidis) de 2001, 2005 y 2009, pero ahora la depredación económica, social, familiar, sanitaria, a la que llevan los cálculos hiere a todo el planeta y no solo a Reino Unido. ¿No tendrán países, empresas, familias, gremiales, sindicatos, individuos, maneras de perseguir judicialmente a los irresponsables autores y a sus seguidores políticos por daños y perjuicios, daño moral y lucro cesante, como puede accionarse civilmente en Uruguay? Habría que estudiarlo, porque no se pueden aceptar así nomás las trillonarias pérdidas económicas, productivas, laborales, salariales, familiares, gremiales, sindicales derivadas de desmesurados errores de cálculo amplificados por decisiones políticas ruinosas sin claro beneficio sanitario a cambio (es la base del modelo sueco).

Pero a la depredación científica provocada por sus cálculos y sus medidas recomendadas, Ferguson agregó una casi jocosa depredación física: contrajo el coronavirus, que como a casi todos sus infectados, no lo afectó en casi nada, pero sí parece que puede haberles contagiado el mismo coronavirus, al darles su depredador trabajo, al equipo top gobernante inglés, que tampoco sufrió nada serio por el contagio, salvo las extremas medidas tomadas para con Boris Johnson, hasta para publicitar el brote y desprestigiar su solución anterior. Depredación completa, Neil: académica indirecta y presencial directa, física, biocontagiosa. ¡Good job!

 

El futuro pandémico y responsabilidades específicas

Existe hoy un intenso debate sobre la responsabilidad de China en la comunicación poco veraz de los hechos, en la falta de cierres de fronteras inmediatos y en la posibilidad de que el coronavirus sea una fuga de una síntesis de laboratorio de armas bioquímicas construidas sobre la base de virus animales mejorados en su infectabilidad y sobrevida para matar más y mejor. Los bioquímicos, virólogos e infectólogos difieren, mientras que en China culpan a la mala difusión estadounidense del proceso y al interés de Trump en su guerra multidimensional con China y preelectoral con Biden.

Están en debate esas responsabilidades, pero no la de Ferguson, lamentablemente. Quizás la próxima columna se refiera a los errores e insuficiencias básicas del modelo aplicado por Ferguson, a las suculentas críticas que sufrió, a la marcha atrás que hizo luego de esas críticas; pero (como el que pega primero pega dos veces) el terror apocalíptico inicial se transmitió como reguero de pólvora por el mundo, hasta por ser más simple y preliminar que los cálculos posteriores, con más madurez y más y mejores datos para correr el modelo. Y también referiremos a algunos aciertos interpretativos de Ferguson, que pese a sus delirios biomatemáticos, es muy trabajador y competente; está por terminar una actualización, corregida y aggiornada de su modelo. ¡Guarda abajo!

 

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO