“Guaidó tiene suerte de estar en Venezuela,
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ya que si hubiese intentado derrocar
a un mandatario en Estados Unidos
iba a la silla eléctrica”.
Oscar Andrade.
En los últimos días hemos visto con alarma cómo algunos dirigentes de primera línea del Frente Amplio han sucumbido ante la embestida mediática contra Venezuela y comienzan a aceptar lo que se ha impuesto tras repetirse miles de veces. Los medios de desinformación derechistas del Uruguay, cada vez que se refieren al gobierno de Nicolás Maduro, lo tildan de “régimen”, sinónimo de dictadura. Algunos de estos dirigentes han optado por callar para no exponer sus opiniones sobre lo que sucede en el país caribeño, a sabiendas que la inmensa mayoría de la izquierda tiene una idea muy diferente a la de ellos. Seamos francos: los socialdemócratas pesan muy fuerte dentro del partido de gobierno y son los que prefieren coquetear con la derecha internacional y no espantarla para que un porcentaje de la misma nos preste nuevamente sus votos en las elecciones nacionales. Mala estrategia; porque pierden por la izquierda lo que ganan por la derecha. Quizá por ello es que no debemos esperar de ellos un discurso tajante en la OEA o la ONU para defender a un gobierno de izquierda asediado por el imperio, ya sea Venezuela, como Bolivia o Cuba. El estilo uruguayo se caracteriza por la tibieza; sin perjuicio de que entre las peores propuestas, la nuestra es la menos mala.
Hace pocos días tuve la oportunidad de participar con el Embajador Julio Chirino en una entrevista que Clara Gutiérrez nos hizo en CX30 en el programa Pipí Cucú y recordé una frase que el mismo dijera hace unos años: “Resulta desgastante tener que salir todos los días a desmontar una mentira contra Venezuela”. A esos dirigentes que hablan de presos políticos y proscriptos me gustaría pedirles los nombres. ¿Leopoldo López? Por su culpa murieron más de cuarenta personas y en Uruguay, tanto como Estados Unidos, se pudriría en la cárcel por mucho menos, y que algún jurista me lo desmienta. ¿Henrique Capriles? Fue juzgado y condenado por manejar de manera irregular un contrato con una empresa extranjera, creyendo que por ser gobernador de un estado gozaba de impunidad absoluta. Leopoldo López puede mantenerse tranquilo en la embajada de España, porque el “régimen” no la allanará para sacarlo de la misma tal como hizo Henrique Capriles en abril de 2002 cuando, tras cortar a la embajada de Cuba en Venezuela los servicios de agua y luz, la rodeó con una horda e ingresó armado a la misma en busca de chavistas.
Nuevas elecciones: ¿para qué?
Venezuela, desde que asumió Hugo Chávez, ha convocado a elecciones en los plazos que la Constitución mandata y aun más. Tal como recordó Julio Chirino en la entrevista: “Ya hubo elecciones en Venezuela el año pasado; fueron públicas y notorias. De hecho, las tuvimos un poco antes de lo que estamos acostumbrados los venezolanos, en mayo, por un acuerdo realizado tras una negociación de tres años, acuerdo que, lamentablemente, la oposición venezolana incumplió. Estos son hechos objetivos. Aquí no estamos dando opiniones. Fueron elecciones que se adelantaron y se firmó un preacuerdo en República Dominicana que planteaba que las elecciones fueran en abril; pero fueron en mayo porque un candidato de la oposición -que fuera dirigente del estado de Lara y jefe de campaña de Henrique Capriles Radonski en 2013- solicitó que se extendieran un mes más y así se hizo”.
La oposición estaba en ese entonces dividida por las ambiciones personales de sus principales dirigentes y, por si fuera poco, sabían que perderían nuevamente debido al desgaste de estos en la población. La ciudadanía no quería votar a los violentos de la MUD; quería y quiere paz. Los candidatos opositores Henri Falcón y Javier Bertucci obtuvieron 1.927.387 votos y 988.761 votos, respectivamente, mientras que Nicolás Maduro obtuvo 6.245.862 sufragios; nada extraño, ya que esta cifra se corresponde con el llamado “voto duro” del chavismo.
Algunos han desmerecido dichos comicios porque “solo” acudió a votar el 46,7% de los habilitados; pero ¿acaso no es un porcentaje similar al que concurre a las elecciones en Estados Unidos? En las elecciones colombianas, en las cuales triunfó Iván Duque, el 46% de los habilitados se quedó en su casa y nadie cuestiona tales comicios. Fuera de Venezuela es difícil comprender por qué -si el país está tan mal y el gobierno es tan odioso- los contrarrevolucionarios no tienen mejor suerte en las urnas. La respuesta es muy simple: los venezolanos conocen muy bien a Leopoldo López, a Henrique Capriles y a todos los que, aún con diferente collar, siguen siendo adecos y copeyanos. Ni Estados Unidos comprende por qué fracasó la última intentona golpista; pero es sencillo: los golpistas no tuvieron apoyo ni popular ni militar.
La pregunta es: ¿para qué nuevas elecciones anticipadas? ¿Para que la oposición en caso de perder vaya otra vez a llorar a los pies de Estados Unidos diciendo que se las robaron? ¿Para que luego de perder continúen haciendo lo que han hecho desde el primer día en que la revolución bolivariana llegó al gobierno, que ha sido no dejar gobernar ni un solo día en paz? ¿Para que continúen quemando chavistas a plena luz del día, destruyendo hospitales y escuelas como han hecho en tantas ocasiones? ¿Cesará Estados Unidos de amenazar con una invasión, complotar, agredir y asfixiar?
¿Qué legitimidad tendría convocar a elecciones cuando Estados Unidos y sus aliados están haciendo pasar penurias a los venezolanos para hacer caer al
gobierno? Tal como dijo Julio Chirino, hay más de cinco mil millones de dólares que Venezuela tiene depositados en el exterior destinados a realizar compras; pero les han sido “retenidos”. Permítame corregirlo, embajador; fueron rapiñados. Por otra parte, a los compañeros frenteamplistas que plantean “elecciones democráticas” en Venezuela, les pregunto dos cosas: una es si tienen alguna prueba de que las anteriores no lo fueran y otra, si no comprenden lo que la oposición dijo y dice todos los días en todos los idiomas… ¡Que no quieren elecciones! ¿Cómo lo quieren? ¿En Braille o lenguaje de señas?
Entre la tragedia y las mentiras
No podemos negar que Venezuela está pasando por una crisis. Mientras que a Argentina le dan más dinero del que pide, al país que se niega a doblar las rodillas frente al imperio le niegan créditos y se prohíbe a los grandes empresarios invertir en él. Se compran traidores (aunque son varios los que se lamentan de que luego de muchas promesas del extranjero los dejaron en la calle) y se pretende colocar a prepo en Miraflores a un cipayo.
El bombardeo de mentiras no da tregua. Luego del intento fallido de pasar ayuda “humanitaria”, The New York Times tardó dos semanas en publicar lo que todo el planeta sabía desde el primer día: que al camión incendiado en el puente lo quemaron los mismos opositores y lo supimos por las mismas filmaciones y fotografías de ellos. Los canales uruguayos más poderosos pasaron una y otra vez la imagen del vehículo en llamas; pero no tuvieron el mismo afán de informar cuando se descubrió a los responsables.
El vicepresidente norteamericano Mike Pence ha dicho, en el Consejo de Seguridad de la ONU, que 3.400.000 venezolanos han emigrado solo en 2018 y todo el mundo lo repite; pero la mismísima CIA lo desmiente en un informe. De acuerdo a un análisis de Pasqualina Cursio, según la Agencia Central de Inteligencia, la tasa de emigración en Venezuela en 2018 fue de 1,2 migrantes por cada 1.000 habitantes. Considerando una población de 31.689.175, el año pasado emigraron 38.027 personas. Según Trump, los países vecinos recibieron la mayor parte de esa oleada migratoria de 3,4 millones de personas; pero según la CIA, estos países tuvieron el año pasado una tasa negativa; es decir, que se fueron más personas de las que ingresaron.
Si consideramos como válido ese informe de la central de inteligencia más poderosa de toda la historia de la humanidad, tampoco es cierto que Venezuela sea el país con más emigración de la región.
En cuanto a la tanqueta que pasó por arriba a los manifestantes (y que por fortuna no mató a nadie) la situación es confusa. Por un lado, la oposición robó vehículos militares y hay imágenes de ello; pero por otro, nunca en un conflicto falta un animal (como diría Mujica) que se manda una acción como esa. Lo que es obvio, aunque muchos no lo quieran ver, es que no obedecía órdenes del gobierno, porque Nicolás Maduro tiene claro que lo que busca Estados Unidos son incidentes como ese para justificar una invasión. Me pregunto, si es tal la tiranía… ¿En qué otra parte del mundo un golpe de Estado se salda con tan tibia represión? Trump pensó que Maduro caería en la trampa y ordenaría una masacre. Le erró. Le erró feo y el papelón fue mayúsculo. Guaidó quedó como un payaso irresponsable y Maduro fortalecido.
Todo lo que no querían
No nos crean a nosotros. Que aquel que pueda haga una investigación en las redes sociales y vea cómo los chavistas hablan de amor y solidaridad y los opositores hablan de odio y muerte. Oigan a los mismos opositores cómo hablan de estrangular o asfixiar a su propia gente para llegar al poder. No les importa cuánta sangre y sufrimiento cueste; están cegados por la ambición. No les importa que la ciudadanía una y otra vez les haya dado la espalda en las urnas; quieren llegar al poder como sea. En 2002 acribillaron a su propia gente para culpar a Chávez; no tienen límites ni escrúpulos.
Como sea, no me extraña lo que ellos son; los conocemos. Lo que me inquieta es ver que algunos dirigentes del Frente Amplio les están allanando el camino.
Ya es hora de que alguien lo diga.