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Política

A 37 años del retorno de Wilson Ferreira Aldunate

Hoy 16 de junio se cumplen 37 años del retorno del exilio de Wilson Ferreira Aldunate. Para aportar a la construcción de la memoria de tan importante fecha histórica volvemos a compartir un artículo de su hijo Juan Raúl ya publicada en Caras y Caretas.

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37 años de la despedida del exilio, en Argentina. En rigor el Viejo me hizo el honor de firmar junto a él la proclama del Regreso el 25 de mayo anterior: “VOLVEMOS EL 16.” Fiesta Nacional Argentina, en la que el gobernador de Entre Ríos, Sergio Montiel, radical y el Intendente de Concordia, Jorge Busti, peronista, habían resuelto celebrarlo con Wilson de orador. Cientos de uruguayos desafiaron la clausura del puentes para estar allí presentes.

Todo pasa por algo, no existen las casualidades. En mayo de 1976, cuando papá lloraba la muerte de Toba y Zelmar y los dos jóvenes uruguayos a quienes iba a conocer en 15 días, yo no supe llorar. Tenía 23 años. Pero un 25 de mayo, cuando alojados ya en la Embajada de Austria, nos despedimos de un exilio en Argentina, fue muy distinto. En el 76 nos íbamos más lejos y tras una tragedia. En el 84 nos despedíamos para regresar, a Uruguay con una epopeya por delante.

No viví junto a mi padre los días previos a la partida, varias veces me contó la emotividad de los mismos. A mí me había mandando desde Buenos Aires a La Paz, Bogotá y Caracas a reunirme con los presidentes Hernán Siles Suazo de Bolivia, Belisario Betancur de Colombia y Jaime Lusinchi de Venezuela: debía anunciarles el regreso y transmitirle la solidaridad que necesitábamos. Retorné el 14 de junio y tras una conferencia de prensa juntos llegó el día de la partida. Un periodista le preguntó por qué iba para ir preso: “No vamos para ir presos. Meternos preso es cosa de ellos, ser libres depende sólo de nosotros.”

Esa noche cenamos en Olivos con el Presidente Raúl Alfonsín quien decretó honores de Jefe de Estado. Iba a España al otro día y, desde allí, junto al Rey y Felipe González fueron las primeras expresiones de apoyo recibidas, presos. El 15 estuvimos con dirigentes peronistas: Antonio Caffiero, (dueño del Hotel Colón donde habíamos invadido dos pisos, junto a dirigentes peronista como Alfredo García y Miguel Unamuno).

Los actos formales estuvieron a cargo del vicepresidente Víctor Martínez. Pero no fueron las solemnidades las que emocionaron a Wilson, sino sus pares: los compatriotas que le despedían y seguirían en el exilio. Blancos, frenteamplistas, cada uno con su banderas desde temprano y hasta que se alejó el barco cantaban juntos: “VAMOS A VOLVER AL URUGUAY; para que vean, que este pueblo no cambia de ideas, sigue las banderas, de la Libertad.”

A bordo sonaba la bocina del buque, pero no partía. Con ese humor que tenía a flor de piel siempre, me dijo: “Fijate qué pasa Juan, a lo mejor se olvidaron de desatar las amarras”. Lentamente el “Ciudad del Mar del Plata II” se alejaba del muelle y sentíamos apenas el eco del “vamos a volver al Uruguay…” Estábamos volviendo. Pasamos frente a la flota de los Aliscafos, entonces activos. Rápidamente se desplegó lancha a lancha un pasacalles que decía “BUEN VIAJE WILSON Y JUAN RAUL.” Y rompió el silencio una voz que gritó “DIOS TE BENDIGA WILSON.” Me miró como si nada, pero entendía sus códigos y me dijo “Vámonos Juanito, hace frío.”

El barco fue una jarana toda la noche. Sabíamos que debíamos descansar y así lo hicimos tras la cena. Hubo alguna esperada rispidez con algún dirigente que venía bordo, pero ni vale la pena recordarla. Pensemos en lo Grande.

Al amanecer, despejada la bruma, pudimos percibir TODA la Marina de Guerra desplegada. En improvisada Conferencia de Prensa a bordo Wilson dice (no podía con el humor), “Regreso con mi familia: mi esposa, mis hijos y mis nietos: somos nueve. O sea, mandaron un acorazado por miembro de la familia”

Abordan el barco, el Jefe del procedimiento le dice: ¿podría abordar la embarcación? “Poder, puedo -respondió mi padre-. Abordar no abordo salvo uso de la violencia” El entonces capitán -hoy contralmirante- lo descartó y le invitó a conversar a lo que Wilson se negó. Cuando se lo pidió el Capitán Mercante del buque, accedió. El barco cambió su rumbo hacia Maldonado donde rápidamente se congregó una multitud en el Puerto. Luego regresó a Montevideo, donde otra multitud era contenida en Libertador y La Paz, reunida a pesar del clima de terror que se había sembrado por parte de voceros oficiales esos días.

Desembarcados, nos llevaron a cuarteles distintos, a diferencia de los que nos dijeron que harían a bordo. Para nosotros, aunque no nos viéramos, estar juntos como toda la vida era muy importante. Me dijo “creí que te iba a ganar al bakgammon.” Desde sendos helicópteros vimos la muchedumbre de banderas del Partido Nacional y del Frente Amplio. Luego supimos que Maneco Flores Mora y su hijo Manolo llevaron la bandera del Partido Colorado, aunque su Partido había decidido no ir.

Juan Raúl Ferreira

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