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manual de seguridad vial

Beber y conducir: Distintas visiones

Las propuestas de gobierno son algo que poco a poco comienzan a verse más seguido debido a los tiempos que se acercan;cada candidato propone y promete en actos públicos aquellas acciones que llevará adelante si gana; sin embargo, muchas veces la carrera electoral muestra cuáles son aquellas propuestas que se han discutido en algún ámbito de decisión, y cuáles simplemente, son para la tribuna.

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Por Matías Matta

Cada vez que se acercan las elecciones, los partidos políticos ponen a consideración de la población, además de la publicidad y de sus bondades para gobernar, aquellas propuestas que creen serán de mayor aceptación para los votantes. Estas propuestas persiguen tres objetivos: primero, afirmar la identidad de aquellos votantes que ya apoyan a un partido; segundo, tratar de convencer a aquellos que se encuentran indecisos; y tercero, aunque en menor medida, tratar de que los votantes se muevan de un partido a otro, basándose en dichas propuestas.

De esta manera los procesos a través de los cuales se elaboran las propuestas son diversos; en ocasiones grupos de notables discuten y deciden, otras veces se establecen comisiones de programas que elaboran dichos documentos, con mayor o menor aporte de la ciudadanía. A su vez, dichos trabajos pueden ser refrendados, o no, por los candidatos o líderes partidarios, o pueden ser puestos a consideración de un congreso u órgano similar.

En todas estas variantes existen ámbitos de discusión, a través de los cuales se ponen a consideración ideologías, experiencias nacionales e internacionales, informes y aportes de diverso tipo, con el objetivo de elaborar propuestas que tengan una sólida base argumental y que se apoyen en algún principio, ideología, experiencia o acuerdo que les dé sustento, para poder entonces cumplir de mejor manera los objetivos planteados más arriba. Estas experiencias, en mayor o menor medida, otorgan a las propuestas un halo de confianza y validez que permite que las mismas puedan catalogarse de responsables y serias frente a la ciudadanía, independientemente de que se esté de acuerdo con ellas o no.

En la vereda de enfrente nos encontramos con otro tipo de propuestas que persiguen los mismos objetivos, pero que, sin embargo, parecen querer afirmar y atraer votantes a través de la sensibilidad frente a algunos temas. No ya a través de la discusión y la argumentación, sino a través de la movilización de sensaciones y sentimientos frente a temas complejos y, en ocasiones, con poco arraigo cultural. De esta manera, en vez de argumentar para convencer, el discurso se centra en tocar las fibras de quienes lo escuchan, apelando así a la parte menos racional de la política.

La discusión sobre si se debe subir o no el límite de alcohol en sangre para poder manejar en nuestro país, o la propuesta que apoye subir dicho límite, debe ser analizada y procesada en el primero de los ámbitos mencionados. Es decir, en aquel que apela a la discusión y la argumentación. Y no en aquel que apela a la sensibilidad.

Como aporte para esta discusión, quiero hacer referencia al informe elaborado en 2010 por la Alianza Mundial para la Seguridad Vial (Global Road Safety Partnership, GRSP), la Organización Mundial de la Salud, la Fundación FIA para el Automóvil y la Sociedad y el Banco Mundial. Nos acerca una gran cantidad de información que puede servir para llevar adelante dicha discusión. Dicho informe lleva el nombre de Beber y conducir: manual de seguridad vial para decisores y profesionales y se elaboró con el objetivo de dar las herramientas necesarias a los decisores para disminuir los traumatismos causados por accidentes de tránsito y aquellas muertes vinculadas a los mismos, las cuales alcanzaban, al finalizar la primera década del siglo XXI, 1,2 millones al año.

Una de las principales cuestiones a las que hace referencia el informe es aquella que se vincula con los altos costos que significan los accidentes de tránsito. Estos se reparten en costos sociales, vinculados a las familias y sus pérdidas, y en costos económicos, que se vinculan a las pérdidas que tienen los países referidas a los gastos en salud, pero también a las pérdidas económicas, representando en algunos casos hasta 2% del Producto Interno Bruto (PIB) de los llamados países en desarrollo.

El principal problema que aborda dicho manual con respecto a la seguridad vial es aquel referido a los problemas que puede ocasionar el alcohol en sangre al momento de estar frente al volante, tratando así de brindar insumos para la elaboración de políticas públicas que repercutan en una disminución de los accidentes de tránsito ocasionados por el consumo de alcohol. El informe referido cuenta con abundante información de investigación a nivel mundial sobre los efectos del alcohol para manejar, así como también información sobre las distintas políticas llevadas adelante en todo el mundo. Y sus efectos, tanto negativos como positivos. Se establecen así comparaciones entre regiones y países, con el objetivo de brindar una amplia gama de posibles abordajes sobre esta temática.

No obstante, todas las conclusiones llegan al mismo lugar: disminuir el porcentaje de alcohol en sangre en conductores disminuye la probabilidad de sufrir un accidente mortal en la vía pública.

Uno de los principales objetivos que persigue el manual es, además de proveer información, brindar las herramientas necesarias para implementar políticas públicas eficaces que disminuyan las muertes ocasionadas en accidentes de tránsito por conductores alcoholizados.

“El consumo de alcohol, aun en cantidades relativamente pequeñas, aumenta el riesgo de que los conductores de vehículos motorizados y los peatones se vean involucrados en un accidente. El alcohol no sólo perjudica procesos esenciales para la utilización segura de la vía pública, como la visión y los reflejos, sino que también se relaciona con una reducción del discernimiento y, por tanto, a menudo con otros comportamientos de alto riesgo, como el exceso de velocidad o no usar cinturones de seguridad” (Beber y conducir: manual de seguridad vial para decisores y profesionales).

Este, y otros importantes datos, sería bueno poner sobre la mesa para hablar sobre este tema.

Por otro lado, y como forma de afirmar su propuesta, el precandidato por el Partido Nacional Luis Lacalle Pou publicó hace unas semanas, a través de su cuenta de Twitter, una tabla en la cual aparecen los límites permitidos (porcentaje de gramos por litro) de alcohol en sangre para manejar en diferentes países. Para el caso de España 0,5 g/l, en Suecia 0,2 g/l, Suiza 0,5 g/l, Reino Unido 0,8 g/l, Francia y Alemania 0,5 g/l y Estados Unidos 0,8 g/l. Con esta publicación se podía leer la leyenda: “¿Quieren dar la discusión en serio? ¿Lo hablamos en base al derecho comparado? ¿Nos basamos en estadísticas? ¿Seguimos regulando de esta manera? ¿Empoderamos a la gente? ¿Mejor prohibir radicalmente? Entonces, hablemos en serio”.

El referido informe, en su sección 1.1, establece el “Panorama mundial sobre los accidente de tránsito relacionados con el consumo de alcohol” y muestra cuáles son los porcentajes de accidentes de tránsito mortales que son causados por el consumo de alcohol. En Francia y Estados Unidos la cifra casi alcanza 35%; en Suiza se ubica en 20%, mientras que en Suecia, Países bajos y Reino Unido la cifra se encuentra alrededor del 20%.

Entonces, sí es verdad que en estos países el límite tolerado de alcohol en sangre para manejar es mayor que en Uruguay, pero al costo de sufrir pérdidas humanas que podrían evitarse. La cuestión entonces pasa por definir qué es lo que queremos. O aumentamos el límite como en los países “desarrollados”, y con esto aumentamos el número de muertes en accidentes de tránsito, o mantenemos el límite en 0,0 g/l y con esto tratamos de seguir bajando el porcentaje de personas que, aún hoy, manejan alcoholizadas.

Por último, y como para sumar otro aspecto a la discusión, este informe enumera cuáles son los efectos del consumo de alcohol en el organismo dependiendo de las cantidades que se hayan consumido. Así, para un consumo de alcohol de entre 0,1 y 0,5 g/l, los efectos son los siguientes: aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, disminución de diversas funciones cerebrales centrales, comportamiento incoherente al ejecutar tareas, disminución del discernimiento y pérdida de inhibiciones y sensación moderada de exaltación, relajación y placer.

De esta manera, 160 páginas de investigación a nivel mundial, por parte de la OMS y de otras varias organizaciones, sobre los problemas ocasionados por el consumo de alcohol cuando se está frente al volante deberían ser tenidas en cuenta, al menos en términos generales, al momento de hablar sobre el límite legal permitido de alcohol en sangre para manejar en Uruguay.

Según aclara el informe, “el manual está dirigido a los responsables de formular las políticas y a los profesionales vinculados con la seguridad vial y se basa en la experiencia de países que han logrado reducir el problema de la conducción bajo los efectos del alcohol en sangre. La frecuencia con que las personas conducen bajo los efectos del alcohol varía según los países, pero décadas de investigación han demostrado que los conductores alcoholizados corren un riesgo considerablemente mayor de sufrir un accidente en la vía pública en comparación con los que no han ingerido bebidas alcohólicas”.

Nuestro elenco político debería ser más responsable al momento de hacer propuestas y, sobre todo, apelar a la discusión y la argumentación antes que a la sensibilidad. La política desde la sensibilidad, sin argumentación, ha derribado sistemas políticos enteros con nefastos resultados.

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