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Sindicalista estadounidense de la Afl-Cio

Brian Finnegan: “Hay un neofascismo recorriendo el mundo”

En clave de conversatorio, el sindicalista nacido en un barrio típico de Filadelfia habló de cómo los sindicatos sobreviven y dan pelea en el corazón del capitalismo.

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Por Alfredo Percovich

Producción: Viviana Rumbo

Brian comenzó como camionero de Coca-Cola y terminó manteniendo vínculos y diálogos con integrantes del Departamento de Estado. Su primer título universitario fue en Literatura, pero posteriormente cursó un doctorado en Estudios Americanos de Historia y Literatura.

El sindicalista se refirió al desprecio por los pobres y el culto a la riqueza de la lógica Trump, la relación de los grandes medios con el poder, la meritocracia, los migrantes y el miedo a perderlo todo, el surgimiento del neofascismo en el mundo, las figuras de Bolsonaro, Pinochet, el progresismo de Lula y Dilma, su admiración por la «fantástica unidad sindical uruguaya del Pit-Cnt» y de «aquellos asados inolvidables» a su paso por Uruguay.

Brian Finnegan es coordinador internacional de derechos laborales de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (Afl-Cio). En la actualidad, su agenda está relacionada con temas laborales de realidades tan disímiles como lo que ocurre en Bangladesh, Vietnam, Uzbekistán o China. No deja de prestarle atención permanente a lo que sucede en Colombia, Honduras, Brasil y Uruguay y en sus intervenciones en la OIT, suele ser voz de los sin voz y coloca en agenda de discusión mundial los problemas que afectan a trabajadores de distintos rincones casi siempre olvidados del mundo.

Por estos días, como casi todo el planeta, está atento a lo que acontece con el presidente Donald Trump y su particular -y fugaz- convalecencia de covid-19, entre sus mensajes de descrédito hacia la gravedad de la enfermedad y la incertidumbre de cómo habrá impactado en los votantes la noticia del contagio del mandatario. La victimización en campaña suele ser rentable. Y Trump sabe de rentabilidades y negocios.

«La noticia causó revuelo, pero no sorprendió tanto. Unos meses atrás, en los peores momentos de la pandemia, nos convocaron a una reunión presencial en el Ministerio de Trabajo y los propios políticos no usaron máscaras». Finnegan coincide con lo que han informado periodistas de medios acreditados en la Casa Blanca. A partir de la cultura vertical y el miedo que Trump impuso en la dinámica cotidiana del trabajo de su círculo más cercano del gobierno, casi nadie utilizó el tapabocas porque estaba “mal visto”. No había que preocuparse demasiado por una gripezinha, como sostuvo Jair Messias Bolsonaro.

«Veremos qué efecto tiene en la elección presidencial, pero eso aún no lo podemos saber», explicó el dirigente sindical de la Afl-Cio. «De todos modos no creo que Trump tenga muchos votos de trabajadores», reflexionó.

Según Finnegan, el vínculo de los sindicatos con la administración Trump se sustenta en el diálogo con los funcionarios profesionales de carrera y no con los cargos políticos, con quienes hay diferencias notorias. Con Trump las diferencias comenzaron bastante antes de que llegara a la Casa Blanca, «pero nuestra responsabilidad como sindicatos es mantener el diálogo porque representamos a los trabajadores, aunque las diferencias con el gobierno se perciben a diario», explicó. Para la Afl-Cio, la agenda incluye desde temas salariales, convenios, beneficios, conquistas, libertad sindical y también asuntos relacionados a los derechos humanos y la democracia. «Por más que algunas políticas de Trump nos parezcan horribles, no podemos dejar de hablar con el gobierno, nos centramos en los funcionarios de carrera que son los que tienen que lidiar en la interna con la lógica del presidente».

Desde la perspectiva de la central sindical estadounidense, hubo un «giro brutal» en el relacionamiento con el gobierno en comparación con la presidencia de Barack Obama, «que no fue perfecta y también teníamos desacuerdos con él y su equipo especialmente en temas relacionados al comercio, pero en muchas otras cosas pudimos lograr avances positivos».

La Afl-Cio es la única central de EEUU y cuenta con 12 millones y medio de trabajadoras y trabajadores afiliados, con sectores de mayor fortaleza sindical, como lo que sucede por ejemplo con los metalúrgicos, los maestros y profesores. Sin embargo, Finnegan aseguró que se necesita modificar de manera urgente la ley de sindicalización. «A partir de la presidencia de Ronald Reagan, las empresas comenzaron a colocar trabas y a no permitir las campañas de sindicalización. Desde la década de los 80, hay un contraataque de las empresas que han encontrado mayor o menor respaldo en los sucesivos gobiernos de nuestro país. Esta embestida antisindical no la modificaron ni la administración Clinton ni otros gobiernos demócratas.

Obama logró cambiar muchas cosas a favor de los trabajadores, pero también se encontró con una mayoría republicana en el Congreso que le bloqueó muchas iniciativas».

En EEUU, el nivel de sindicalización difiere en cada Estado porque la legislación es muy variada y la cultura sindical también lo es. «En Nueva York o California la sindicalización es muy fuerte y en algunos estados del sur como Carolina del Sur o Alabama, la realidad es muy distinta y hasta se prohíbe la negociación colectiva a los trabajadores del sector público».

A través de su mirada analítica de la historia, Brian Finnegan sostiene que hay una raíz estructural que viene desde los tiempos de la esclavitud en la historia del sur que explica mucho de lo que sucede en su tierra en la actualidad. «El sur generalmente tiene reglas para proteger a la empresas y allí hay un aspecto racial, como en casi todo. Cuando grandes empresas europeas se instalan en el sur de Estados Unidos comprenden que no tienen por qué aceptar a los sindicatos o la negociación colectiva, porque la ley los ampara. Por ello muchas empresas se mudan al sur, porque no tienen problemas con impuestos ya que son mucho más bajos y los salarios también lo son, porque casi no hay sindicatos que defiendan a los trabajadores».

 

Migrantes

A pesar de la lógica punitiva y persecutoria de distintas leyes aprobadas por las mayorías republicanas en el Congreso, muchos trabajadores migrantes indocumentados logran mantener cierta estabilidad en sus empleos y son afiliados a la Afl-Cio. «Los sindicatos representamos a muchos trabajadores que aún no tienen los documentos en regla. La realidad es que la situación de precariedad legal es un elemento que muchas empresas utilizan a su favor para pagar menos a los trabajadores indocumentados. Nosotros hace más de 20 años que venimos trabajando duramente para proteger los derechos laborales de quienes aún no tienen sus documentos y para cambiar las reglas de la migración. Creemos que es imprescindible impulsar una reforma integral en las reglas. En el año 2013 estuvimos muy cerca de lograr cambios importantes muy positivos, pero una vez más el Senado bloqueó la iniciativa. Actualmente, el coronavirus ha impactado de manera dura en los migrantes no solamente en EEUU, sino en América Latina porque entre otras causas- los indocumentados desempeñan tareas en trabajos de mayor riesgo. Por ejemplo, aquí en el sector frigorífico la covid-19 ha impactado muchísimo y el gobierno se ha resistido a mejorar la legislación en materia de salud laboral. En los frigoríficos trabajan muchos migrantes, tenemos latinos y muchos refugiados de Siria y de África. Estos trabajadores están corriendo muchos riesgos sanitarios, así como también están en situación crítica quienes trabajan en grandes barracas, en espacios cerrados, como los pertenecientes a la compañía Amazon».

Como un apunte sobre el fenómeno migrante y el vínculo con la central sindical norteamericana, vale mencionar que el vicepresidente ejecutivo de la Afl-Cio, Tefere Gebre, es un refugiado que llegó a EEUU proveniente de Etiopía con tan solo 12 años y el presidente de la organización, Richard Trumka, es hijo de inmigrantes de Italia y Polonia.

 

Fraude, prensa y racismo

Finnegan asegura que Donald Trump casi todos los días habla de fraude. «Él lo repite todo el tiempo, especialmente en relación a la votación por correo, pero es un invento y allá él con sus dichos. De todos modos, The Washington Post durante meses replicó esas mentiras, esto es parte de una estrategia de tirar abajo la confianza en la participación de los votantes. Como el voto no es obligatorio, si pensamos además que estamos en pandemia y hay un discurso insistente del presidente de que todo es un fraude, queda bastante clara la estrategia del Partido Republicano en general y de Donald Trump más que nadie de intentar mermar la participación en nuestra democracia. Esta estrategia cuenta con aliados más o menos notorios como cierta parte de la prensa. El enfoque informativo del canal Fox es muy de derecha, son amigos de Trump, por lo que casi hasta se podría decir que Fox es parte fundamental de la estrategia comunicacional de Trump y los republicanos».

Consultado sobre el impacto mundial que causó el homicidio de George Floyd a manos de un agente de Policía en Mineápolis (Minnesota), el pasado 25 de mayo, Finnegan dijo que siempre es importante analizar los sucesos a lo largo de la historia. «Son tantos nombres, tantos casos como el de Floyd a través de las décadas, que debemos mirar de manera profunda nuestra historia, ver y vernos en nuestras raíces, observar todo el país y no solamente el sur, porque recordemos que lo de George Floyd pasó en Minnesota, un estado en muchos sentidos progresista. Yo creo que es un problema que tenemos que enfrentar integralmente porque tiene que ver con todo, con hacienda, educación, salud, entre tantos temas, y esto evidencia el racismo sistemático del que mucha gente no quiere ni hablar. Hay legislación que ha sido racista, educación racista y hasta algunos bancos han sido racistas a la hora de otorgar créditos para comprar una casa, es decir, los negros han estado y están sometidos a distintas formas de exclusión, más o menos explícitas. Lo que sucede ahora es que el rechazo es mucho más amplio. Si bien en los 60 tuvimos participación de muchos blancos en algunos momentos claves de las protestas, en estos momentos, las manifestaciones masivas en las calles son mucho más amplias y están conformadas por negros, blancos, latinos, asiáticos, con una participación que evidentemente es mucho más diversa”.

Para Finnegan, la mirada excluyente y despectiva hacia el distinto, y fundamentalmente el odio a los pobres y la admiración por el que acumula riqueza, es parte de la construcción que identifica el ascenso de la figura de Donald Trump y su llegada a la Casa Blanca. “Trump odia a los pobres, mucha gente lo hace, y yo espero que podamos logar torcer esa actitud de una parte de la población, pero veo que es una tendencia en EEUU eso de hablar de ‘flojos’ o como dicen en América Latina, ‘los vagos’. Pero no se trata de eso. Aquí hay mucha gente que trabaja 40 horas semanales y no puede pagar sus necesidades básicas de vivienda, salud y alimentación”.

 

Neofascismo

En relación al fenómeno del viraje político hacia la ultraderecha en distintas partes del mundo, Brian Finnegan contó que estos rebrotes fascistas y expresiones neofascistas son motivo de preocupación del movimiento sindical estadounidense. “Creo que hace casi diez años que estamos viendo esta tendencia en distintas partes del mundo, en Europa y aquí en EEUU. Luego de mi paso por Brasil le hablé a mi jefa en el departamento internacional sobre el ascenso de Bolsonaro como un fenómeno muy preocupante. En la actualidad, sé que en Uruguay gobierna la derecha, pero no tengo suficiente información para opinar al respecto. En cuanto a EEUU, esa lógica es la que construye los discursos de odio, elogian a los ricos, no dan absolutamente nada a los pobres, salvo el odio. Mientras que la derecha neofascista europea tiende a cooptar a algunos ciudadanos ofreciéndoles ciertas ventajas concretas como salarios decentes o protección social, siempre y cuando no sean inmigrantes, en EEUU persuaden con un mensaje del estilo: “Usted es el americano de verdad, blanco, no migrante”, aunque en este caso, ni siquiera les ofrecen un salario decente ni nada. Les ofrecen “la recompensa” de pertenecer al grupo dominante del país. Eso es parte de nuestro problema y la mirada de superioridad de ciertos blancos por sobre los demás. Cada país tiene sus matices, pero hay un neofascismo recorriendo el mundo con matices y particularidades nacionales en cada país. En particular y tal vez porque tengo una opinión muy optimista sobre Uruguay, no creo que tenga chance de avanzar la ultraderecha”.

Finnegan vivió un corto lapso en Uruguay y unos cuatro años en Brasil bajo las presidencias de Lula da Silva y Dilma Rousseff, “cuando comenzaban los embates del impeachment y todos los ataques a Lula”. A lo largo de su vida, también trabajó en contacto con otras realidades. En Chile pudo percibir el arraigo sostenido de la extrema derecha y su identificación inocultable y desinhibida hacia la figura del general Augusto Pinochet. “Hay un lastre inocultable”, agregó.

“Lamentablemente estas ideologías y movimientos neofascistas y de ultraderecha existen en todo el mundo, pero me sigue sorprendiendo la aprobación de Bolsonaro en Brasil y que en mi propio país un 40% apruebe el trabajo de Trump”.

 

Pit-Cnt

En su paso por Uruguay, durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez, Brian Finnegan estableció lazos con el movimiento sindical uruguayo. “Fueron años de reconocimiento de derechos a los trabajadores y los sindicatos. Hubo un crecimiento muy importante de afiliados al Pit-Cnt y fue algo muy interesante haber podido ser testigo de ese fenómeno. Para mí lo más impresionante siempre ha sido esa fantástica unidad en una central única. Me sorprendió mucho el nivel conceptual del discurso sindical, eso es muy impresionante. Además, participé en distintas reuniones regionales y puedo testimoniar que el Pit-Cnt siempre jugó un papel muy destacado en la región, incluso muy por arriba de lo que se podría pensar si se toma en cuenta que Uruguay es un país pequeño en relación a sus vecinos. Y eso es algo que deben atesorar”, concluyó.

 

Envejecer en Uruguay
Durante su estadía en Uruguay, Brian Finnegan no tuvo mayores dificultades para adaptarse a la vida en Montevideo. “Nunca me adapté al mate aunque por supuesto en algunas reuniones de trabajo lo tomé bien amargo, casi por respeto a las normas protocolares”. El dulce de leche tampoco lo convenció. En cambio, extraña y mucho salir a correr por la rambla y poder ir a ver murgas al Teatro de Verano. “Realmente echo de menos y mucho a Uruguay, tengo buenas memorias de lo vivido. En lo sindical mantengo contacto con el país a través de la CSA y con algunos amigos como el Manso Gambera y Marcelo Abdala. Con mi señora, que es brasileña, siempre hablamos de jubilarnos ahí en Uruguay”.

 

Entró en pánico”

“Conservo en mi memoria asados inolvidables en Montevideo. Tengo siempre presente los choripanes y la obsesión por la carne que tienen allí. Una vez invité a algunos dirigentes sindicales a un asado en mi casa cuando vivía en Montevideo y el que llegó primero fue un compañero ahora jubilado, Manolo Domínguez. Llegó temprano para ayudar con el fuego y cuando vio que la parrilla estaba llena de verduras, boniatos zanahoria, calabacines y papas, entró en pánico. Me preguntaba: ‘¿Y la carne? ¿Dónde está la carne?’. Le tuve que decir: calma, Manolo, calma, la carne está en camino”.

 

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