Por G.P. A veces, en el transcurso de un recital, Damián Gularte se manda alguna versión de un tema de Cabrera o del Fatto. Siente que son homenajes que debe hacer, porque tanto uno como el otro están íntimamente ligados en su camino musical. Si toca ‘El tiempo está después’, no necesita presentarla. Pero cuando se larga con ‘Brisas’ o ‘Nueva’, si no avisa que son canciones de Hugo Fattoruso, pocos son los que reconocen la urdimbre de un autor que él considera uno de sus mayores maestros y referentes. Ambos músicos participan, como invitados, en el disco Mundos distintos, el tercero de Gularte, un cancionero que bucea en la canción de autor y se anima a desbordar melodías y cruces tímbricos que tienen que ver bastante con ellos, pero también con calle candombera montevideana, con fusión de la buena y el espíritu burlón de Mateo y Galemire, con saltos al vacíos masliahnos y hasta una inspirada progresión spinettiana. Cabrera pone su voz en ‘Milonga de la cordura’; el Fatto el teclado en ‘Afecto demencial’ y un solo de piano en ‘El delirio de Adán’. Es un dato no menor a la hora de entrar en el planeta Gularte. “Es una gran alegría que ellos dos hayan querido participar en este disco”, dice el cantautor. “Más allá de la admiración que les tengo, creo que era importante elegirles canciones en las cuales pudiesen sentirse identificados. En el caso de Cabrera, su influencia en mi forma de componer ha sido clave para que yo haya tomado el camino de ser cantautor, y lo mismo digo de Eduardo Mateo. Con Hugo siempre me sitúo en el rol de escucha; soy fan, pero no he podido incorporar muchos de sus elementos debido a su gran virtuosismo y a que su instrumento es el teclado”. El disco Mundos distintos, sin embargo, parece demostrar todo lo contrario a lo que afirma el propio Gularte sobre su supuesta imposibilidad de “llegar” a Hugo. Si bien es un disco de pulso guitarrístico, los pianos y teclados (sobre todo los de Alfredo Monetti y los de Sebastián Zinola, y los midi y programaciones de Román Impallomeni, además de las intervenciones del propio Fattoruso) son también protagonistas y le imprimen a la banda un espesor jazzero y un swing muy particular y expresivo. Lo logra sin subrayar en ningún momento su afinidad hacia el maestro y, sobre todo, sin perder identidad. Porque son todas esas conexiones, en definitiva, las que disparan a Damián Gularte como un autor que se perfila entre los más interesantes del mapa musical actual. Sigue la tradición, pero con una personalidad autoral fuerte, propia, abriendo un camino que se vuelve, más que necesario, imprescindible. *** ¿Qué significa este disco en tu carrera, en tu búsqueda personal como cantautor? Damián Gularte: Es el disco que más he planeado y el que más disfruté hacer. Por primera vez hice maquetas de todas las canciones y eso me facilitó infinitamente la comunicación con el resto de los músicos. Todo se hizo más ágil, ya que los instrumentistas estaban grabando sobre algo bastante trabajado. Con excepción de las sesiones de bajo, batería y violín, todo el resto de los instrumentos fue grabado en mi propia casa, lo que me permitió trabajar las canciones de un modo mucho más descontracturado, sin preocuparme por la disponibilidad de un estudio. Da la impresión de que te apoyaste más en el sonido de banda que en tus discos anteriores. Pero al mismo tiempo sin descuidar al autor, a las canciones nacidas de la guitarra y voz. ¿Cómo trabajaste ese equilibrio? DG: Mediante sutilezas, como por ejemplo pensar muy detenidamente a qué velocidad tiene que estar cada canción y estar dispuesto a cambiarla o variar la tonalidad de la canción si lo llego a sentir necesario. También cuidando las estructuras de las canciones, con la intención de que las repeticiones se den en la medida justa. O bien con el criterio de mezcla, en el que la letra se tiene que entender bien, entonces la voz debe ir un poquito más adelante. Creo que es una serie de decisiones que se van tomando durante el proceso y que ayudan a lograr ese equilibrio. *** Mundos distintos es, como se dijo, un disco de conexiones. Es un disco luminoso, abierto y de una gran sutileza interpretativa. La banda que armó Damián Gularte se entiende a la perfección con las composiciones: Santiago Cutinella apoya con algunas guitarras, la base del swing está dada por el equipo que conforman Martín Ibarburu en batería, Pablo Meneses en percusión y Nacho Mateu en bajo, y los colores pianísticos están firmados por Zinola y Monetti. Hay lugar para algún violín de Martín Craciún y un par de apariciones de flautas y de saxos. En definitiva, el disco de Gularte es una fiesta para los sentidos y para dejarse encantar por un cancionero que comparte estante con las mejores páginas de la música montevideana. Entre Mateo, el Gale, Opa, Cabrera y tantos otros. Y el Fatto. Porque hay mucho de su maestría en el camino que abre Damián Gularte. Y ese es un viaje de ida y vuelta. «Todos los músicos, generalmente elegimos un único camino, y nos especializamos en ello, ya sea el mundo de la improvisación, el de la exactitud de la música clásica, o la intuición y poética de los escritores de canciones. Mi impresión es que ese gran talento de Hugo, le ha permitido tomar todos esos caminos, y con un conocimiento profundo de todos ellos. Hugo es libre, su música no tiene barreras, y siempre está el elemento sorpresa». Mucho de todo esto es lo que se respira en las canciones de Mundos distintos. *** ¿Cómo se fueron dando las colaboraciones de Cabrera y de Fattoruso en «Milonga de la cordura», «El delirio de Adán» y «Afecto demencial»? D.G.: «Milonga de la cordura» aborda una temática bastante recurrente en las milongas, que es hablar de la propia milonga como si fuera el personaje de una historia. En esa canción estoy cantando a dúo junto a Fernando Cabrera, lo cual -como dije antes- fue una gran alegría. «El delirio de Adán» es una canción de amor, estilo funk, con un solo de piano tocado por Hugo Fattoruso, y a la canción «Afecto demencial» le tengo especial cariño, por ser inspirada en mi mascota, una perrita llamada Elis, y cuenta con los teclados de Hugo Fattoruso y Alfredo Monetti. Hay también un homenaje muy personal a Spinetta. Es uno de los momentos más intensos del disco. DG: Escribí ‘El decir de Luis’ contando la idea de que su alma se fue para otro plano, pero que su música sigue aquí. Tengo gran admiración por Spinetta y su muerte fue un gran golpe para la canción latinoamericana. Mi forma de contar todo esto fue citando nombres de canciones, fragmentos de letras y nombres de discos de Spinetta. La poesía de Spinetta es bastante abstracta, y justamente, en mi canción, afirmo que “vale descifrar” su forma de escribir, que vale la pena entrar en ese viaje de acordes extraños, melodías complejas y letras de difícil acceso. Eso es algo que probás en ‘Esquema’, otra de las canciones que destaca en el recorrido de Mundos distintos. DG: Sí, ‘Esquema’ es una canción con una búsqueda letrística distinta, en la que lo importante es la sonoridad y no el sentido; siempre me recuerda al trabajo de Arnaldo Antunes, y creo que a él le agradaría esa canción. *** Hay unos cuantos compositores contemporáneos que “arriesgan mundos distintos”, como prefiere decir Gularte parafraseando el título de su nuevo disco. No olvida mencionar a Nico Ibarburu, Charly Ferret, Eduardo Yaguno, Cucú Rapé, Toto Yulelé, Damián Cacciali, Sofía Álvez, Diego Azar, Nicolás Klisich, Jorge Alastra, Fernando Cortizo y Pedro Restuccia en su lista personal, entre amigos y colegas que escucha de lejos. “Hay otros más”, asegura. “Somos todos bien distintos entre nosotros, y eso es una virtud”. La otra gran virtud es que todos ellos han elegido investigar en la canción (en eso todos parecen ser esencialmente cabrerianos) y eligen caminos diversos y divergentes (eso puede venir del Fatto y sus desvíos musicales casi constantes). Van, entonces, a contramano. No es fácil, en un tiempo en que lo musical pasó a un segundo plano. “Ese mal no es sólo de mi generación”, dice Gularte. “Ya viene de la generación de los 90. Hoy en día, si el artista tiene un look carismático, tiene muchos amigos, canta afinado y transmite gran entusiasmo en su interpretación, ya puede haber muchísima gente dispuesta a seguirlo. Otro gran problema es que estamos inundados por propuestas retro; las que no se quedaron en The Beatles, es porque se quedaron en el primer disco de los Ramones, sin saber que ambas bandas estaban inventando un estilo. El tipo de artista que me interesa es aquel que busca perfeccionarse todo el tiempo, reformular su sonido; pero para eso se requiere estudio, adquirir nuevas herramientas para hacer distintas combinaciones”. Y agrega, casi como un lema: “Hay que estudiar música aunque se tenga talento; los que lograron hacer obras geniales sin estudiar son excepciones, y ahí radica la base del problema: todos creen ser la excepción”.
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