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BAILANDO POR UN SUEÑO

Dar en el blanco

Los blancos empiezan sus armados de cara a 2019. La interna y los posibles contendientes. “LP”, el candidato consolidado. Larrañaga y su enésimo intento. La película Wilson y el último disgusto de Luis Alberto Lacalle: los cortes de edición de Mateo Gutiérrez. La carrera de los nacionales, populares y modernos. Graciela Bianchi: los mano a mano de la “Lilita criolla” con el candidato. Retrato de la interna blanca a dos años de las internas.

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Por Ricardo Scagliola   Madurez para enfrentar los nuevos tiempos. Solidez en el diagnóstico para apuntalar “una campaña de sinceridad con los uruguayos”. Humildad para no caer en falsos triunfalismos. Este bien podría ser el abecé que los principales dirigentes del Partido Nacional (PN) revelan como la fórmula más idónea para pararse de cara a 2019, el año en que volverán a enfrentarse con el Frente Amplio (FA) para disputar el poder. Sin embargo, aún repitiendo estos preceptos como un mantra, no son pocos los desafíos que los blancos tienen frente a sí antes de la disputa más trascendente con la izquierda. El primero de todos: no irse a las cuchillas en las internas de junio. La evidencia es clara: desde que la Constitución de 1997 estableció primarias en los partidos políticos como condición previa para competir en la primera vuelta de octubre, los blancos se han visto envueltos en internas fratricidas. Lacalle con Ramírez y Volonté en 1999, Larrañaga con Lacalle en 2004 y 2009, y otra vez Larrañaga –pero esta vez con Lacalle Pou– en 2014, la historia ha sido siempre la misma: la del desafiante que contra todo pronóstico derrota al favorito y termina coronándose candidato. Los problemas sobrevienen después. Y “el después” es –precisamente– la gran obsesión de los blancos por estos tiempos. Hace ya un tiempo que Gustavo Penadés, lugarteniente del tronco herrerista, lo viene planteando sin secretos: es mejor acordar el candidato antes y evitar las internas para dejar atrás antagonismos sectoriales y encarar la primera vuelta sin vencidos ni vencedores. Hoy está menos solo. “Por primera vez hay dirigentes que empiezan a pensar si son imprescindibles las internas”, dice. Y agrega: “Sirven para laudar adentro, pero el partido llega agotado económica y políticamente a las elecciones nacionales”. El panorama luce un tanto peculiar por estos meses, porque los estetoscopios nacionalistas detectan que a diferencia de lo que viene sucediendo desde 1999, adentro no hay interna, que no existe la figura del desafiante consolidado. Jorge Larrañaga, que hace tres años pujaba por la candidatura del PN, luce algo desteñido frente al imperio de “LP” tras aquel anuncio de que no volvería a subir las escaleras del Directorio nacionalista, hecho público en la misma noche en que tomaba conocimiento de que sería Lacalle Pou el abanderado. Larrañaga, sin embargo, dice que lo suyo esta vez –como en las anteriores– es competir hasta el final. Pero los herreristas perciben que eso es más una pose que una decisión, una premisa que en el fondo busca dejar sentada la idea del coliderazgo con “LP”. “Me resisto a ser espectador de un país que va cuesta abajo”, soltó Larrañaga en una entrevista con En perspectiva. Gandini recuerda a Caras y Caretas que “Larrañaga planteó la vez pasada la idea de no ir a internas. Si hubiésemos aceptado la foto de cuatro años antes de la interna, efectivamente no había porque él era el único candidato consolidado. ¿Por qué hay que aceptar la foto de hoy?”, se pregunta Jorge Gandini, del sector del Guapo. Y en defensa del instrumento de las internas, agrega: “El partido hace precalentamiento en las internas”. Para Gandini, el de las elecciones internas ha sido “un aprendizaje, una adaptación cultural y política a las nuevas reglas de juego que a los blancos nos costó aprender”. Pero ahora, dice, “tenemos hambre de gobierno”. “Entonces somos capaces de resolver de otra manera las cosas”. ¿Cuál es esa otra forma? “El partido necesita abrir bien su abanico. Los sectores más tradicionales están más cubiertos, pero la frontera con el FA –dice– es un sector del partido en riesgo, que hay que trabajarlo mucho. Ahí además de criticar y ponerse en contra hay que enamorar con una visión de país que vaya más allá”. Dirigentes de una y otra ala del Partido Nacional sopesan las virtudes de sus candidatos antes de la largada de los pingos. Larrañaga, según Gandini, “tiene una grifa popular, honesto, buena gente, de llegada con la gente”. Lacalle Pou cultiva otra fama. “Es buen tipo”, define, en tres palabras, Graciela Bianchi. Sorprendido por una cercanía íntima, reveladora, Penadés habla de “un grado de contacto con la gente muy especial”. “El tipo se queda igual una hora después de los actos conversando con la gente, abrazándose, escuchando. Logra más en las previas y después de los actos que en el discurso. Se queda, se abraza, se saca fotos… horas…”. Su impronta en materia de comunicación lleva a Penadés a pensar que “Lacalle Pou es el primer dirigente 3D del Partido Nacional; logra una cercanía en un modelo de comunicación 3D, rompiendo varios estereotipos, utilizando varios formatos, con una llegada especial con la gente joven, fomentando mucha frescura”. A nadie escapa que “LP” es el primer dirigente del PN en años que tiene la popularidad por arriba de cero, sin saldo negativo. “La positiva” hecha popularidad, convertida en número, alienta a la barra.   Una interna de película Un episodio en principio menor –el estreno de Wilson, un documental sobre el último gran caudillo nacionalista– generó algunas olas en una interna como la de los blancos, cuyas aguas estaban bastante aquietadas, al menos en comparación con el tsunami por el que viene atravesando el partido de gobierno en medio de los tires y aflojes del llamado “caso Sendic”. Ocurrió tras el estreno del documental dirigido por Mateo Gutiérrez, hijo del asesinado Héctor Gutiérrez Ruiz, el Toba. En la película –un film que revela el backstage de algunas diferencias notorias entre el herrerismo y el nacionalismo de raigambre popular que las tendencias más modernas, léase las de “LP”, se esfuerzan por difuminar bajo la concepción de que “todo el partido está impregnado de wilsonismo”–, el testimonio del expresidente Luis Alberto Lacalle es particularmente aleccionador. “Yo con Wilson tuve muy mala relación durante todo su exilio”, sostiene Lacalle padre. Vuelve a la carga Lacalle en otro de los pasajes: “Wilson tenía un grado de divismo…”. Ambas intervenciones integran el tráiler de la película, difundidísimo en redes sociales y salas de cine. El expresidente, que desde su casa en Carrasco mantiene contacto asiduo con varios dirigentes del herrerismo, les ha hecho notar su disgusto porque, explicó, fue víctima de las tijeras de la edición. Edición que, por otra parte, ayudó a financiar el Directorio del partido, según ha revelado el propio director. En defensa propia, Lacalle argumentó que a esas palabras había agregado otras más elogiosas con el caudillo nacionalista. Como testimonio de su afecto por Wilson, Lacalle reenvió a sus círculos más cercanos un video de un homenaje que le realizó en el club Trouville durante la campaña hacia las internas de 2004. El mail golpeó las casillas de varios dirigentes de primera línea del Partido Nacional. En ocasión de escribirle para consultarlo sobre el “Plan Atlanta”, sobre el que debía departir en un programa de televisión, Graciela Bianchi obtuvo –sin buscarla– una devolución de Lacalle Herrera sobre el documental. “El reportaje fue más largo, cortaron y pusieron lo que quisieron”, se lamentó el expresidente, que de todas maneras justificó: “A mí me gusta ser auténtico”. “¿Qué necesidad de decir lo que dijo en la película? Se lo dije a él mismo. Y él me mandó una charla que dio sobre Wilson en la que terminó emocionado”, relata Bianchi, que respondió con otra pregunta al rescate de aquel homenaje que le realizara Lacalle, muy criticado en su momento por el ala wilsonista del partido, que no asistió a aquel acto, con excepción de Silvia Ferreira, a la que levantó en andas y besó su cabeza: “¿Por qué no te salió esa veta?”. Para Penadés, “La película genera en el partido el magnetismo brutal de ese personaje”. Varios fueron los dirigentes frente a los cuales Lacalle padre se mostró molesto. “Lamentablemente, y no sabemos si por la intencionalidad del director, deja a Lacalle Herrera en situación incómoda”, confió una fuente cercana al expresidente. Julita, como en tantos otros casos, lo había aconsejado: “Tené cuidado con lo que decís en esa película”. El papel de Ignacio De Posadas en la película tampoco pasó inadvertido. Varios operadores blancos consideran que sus declaraciones –en las que abunda sobre la figura del expresidente Julio María Sanguinetti, a quien consideró “nefasto” para el Uruguay– lastiman las relaciones con el Partido Colorado en un momento en el que es más preciso tender puentes que dinamitarlos. “Será que a los blancos nos gusta más ‘hacer’, mientras que Sanguinetti popularizó aquello de que un presidente es más importante por lo que evita que por lo que hace”, razonó un dirigente nacionalista. Sanguinetti contestó a De Posadas en una carta dirigida a Búsqueda: “Más que ofenderme, me halaga su obsesiva insistencia, por cuanto aparentemente me considera un adversario casi a su altura. Digo casi, como es obvio, porque al Everest del pensamiento en que se ha trepado el Dr. De Posadas ningún mortal hasta ahora ha podido ascender”. El nacionalista Sergio Botana, intendente de Cerro Largo y líder de un grupo de jefes departamentales que baraja opciones electorales rumbo a 2019 haciendo pie en su condición de blancos del interior, hace su propio balance de la película (“Me lloré todo”, confiesa sin más) y los aludidos (“Queda claro quién es quién. Hay algunos que nunca entendieron ni entenderán a Wilson”). Botana, precisamente, es uno de los dirigentes blancos que baraja “una opción wilsonista” para 2019. Mil veces han ido a tantearlo para auscultar qué rumbo tomará el hombre de cara a la próxima elección, y mil veces ha mostrado reserva. Él viene meditando un rumbo, pero –dice– las decisiones llegarán en un tiempo. Por el momento visualiza un partido sin puja. “Pero la va a haber”, desliza en diálogo con Caras y Caretas, con la seguridad del hombre de campo.   Nacionales, populares y modernos Si la película sobre Wilson vuelve a traer a escena el legado mítico de un hombre que enamoró a una parte significativa del país detrás de una figura con luz propia, su llegada a las salas de cine coincide con un momento político en el que los blancos se encuentran ordenando a la tropa. El “partido de hombres libres” precisa (quién no) encuadrar a los soldados y empezar a cavar las trincheras ideológicas desde donde dar la batalla por el poder. De ahí que, como tantas otras veces, nuevamente comience a darse una disputa por el legado wilsonista. Hay quienes, como Gandini, son vistos por una parte del partido como “herederos naturales” del hombre de los dedos en “v”. A propósito: Jorge Gandini lanzará el próximo 6 de octubre su movimiento, que rescatará de la historia el viejo nombre del ala wilsonista “Por la Patria”. ¿Izquierda en el Partido Nacional? “No, todo lo contrario. Tenemos que ser capaces de generar una alternativa progresista, pero no de izquierda, porque la izquierda ha fracasado. Modelo nacional y popular, sí, pero no por el camino por el que ha optado la izquierda, que ha gozado de los mejores diez años de la economía y duplicado el endeudamiento”, afirma Gandini. “Nacional y popular”, también se define Botana. Un caso particular es el del intendente de Florida, Carlos Enciso, pionero en dar el paso de “desplegar el abanico” de listas al Senado dentro del sector de “LP”. El jefe departamental, que hace un tiempo comunicó su intención de generar un nuevo sector de alcance nacional trascendiendo la Agrupación Manuel Oribe de Florida (Lista 62), levanta las banderas wilsonistas dentro del paraguas de listas que apoyan a Lacalle Pou, colocándose en la frontera con la constelación de sectores que apoyaron, hace tres años, a Jorge Larrañaga. Aquella decisión generó un movimiento inesperado entre los blancos: los cuatro pilares que apoyaron a “LP” en 2014 comparecerán en 2019 con listas de candidatos propios al Senado. Si bien el acuerdo es que Lacalle Pou encabece todas, los segundos lugares serán para cada referente sectorial. Y así lo harán Álvaro Delgado (404), Luis Alberto Heber (71), Javier García (Lista 40) y el propio Enciso. ¿Qué particularidad, qué sello distintivo tiene la apuesta del intendente de Florida? Así lo dice a Caras y Caretas: “Somos una expresión nueva dentro del sector de Luis Lacalle Pou, con caras diferentes, con una gestión con resultados para mostrar y principalmente, una mirada distinta, surgida desde el interior del país”. La marca de Enciso es la gestión de un departamento como Florida, que arrebató en 2010 al Frente Amplio por 252 votos y que reconfirmó cinco años después con una diferencia aun mayor, cumpliendo con el tránsito electoral deseable para cualquier opositor: conquistar el poder y ampliarlo a los márgenes. Como ejemplo de buena administración, los suyos enarbolan un superávit de dos millones de dólares en la cuna de la independencia. De ahí que el speech enfatice en la gestión, agregando referencias al interior (“La nuestra es una expresión que surge desde el interior, no como contraposición a Montevideo, sino con una visión integradora”) y matizando (justo en el término medio) la expresión “nacional y popular” por “moderna y popular”. Enciso, particularmente, es uno de los tantos que se preguntan qué será de Verónica Alonso, que ha venido amagando con la candidatura presidencial. En la tribuna larrañaguista temen que Alonso termine plegándose más adelante a “LP”, una estrategia que años atrás ya aplicó Lacalle Pou para sumar vigor a su candidatura. Ella, sin embargo, se mantiene en su posición y va conquistando algunos espacios que sus competidores –más concentrados en la elección de jóvenes, que estiman convocará a unos 150.000 jóvenes– van descuidando. La comisión sobre el alcohol fue uno. Las propuestas en materia de seguridad para encaminar una oposición “responsable”, otro. Vendrán otros, anuncian desde sus huestes. Los críticos con Verónica Alonso apuntan a una especie de “travesía por el desierto” (“No ha logrado una estructura de adhesiones, no logra hacer pie, y las internas son aparato. Y cada vez vota menos gente, y la que vota va motivada por los aparatos”, dicen), pero ella sigue en carrera. Pero no son los aparatos los que le han traído mayores dolores de cabeza a la senadora nacionalista. Son, más bien, los pastores evangélicos, que no miden más lealtad que a su propio Dios.   Una Lilita criolla Hace tiempo la comparan con Elisa Carrió, pero Graciela Bianchi no lo toma como un ataque sino todo lo contrario, como un elogio al perfil que ha venido cultivando. Más ahora que Carrió arrasó en votos en la ciudad de Buenos Aires como candidata a diputada por Cambiemos, la alianza de partidos que sostiene al presidente de Argentina, Mauricio Macri. Ese paralelismo se cuela varias veces en la charla, especialmente a la hora de definirse. “Reconozco que tengo una edad en la que estoy por lo que pienso, pero me parece que falta ese salto de entender que si realmente nos importa la República, tenemos que saltar la valla de los personalismos y los patios traseros. Hay que terminar con los personalismos. Yo voy por la República y la democracia, y no estoy imitando a Lilita Carrió porque siempre lo dije: voy por el salto cualitativo. Para mí no se trata de imitar a nadie, yo soy como soy. A mí ni se me cruza por la cabeza saber si voy a ir al Senado o a Diputados, y, sin embargo, eso a muchos compañeros les pasa. Creo que la gente no tiene que vivir de la política, sino por la política. Esa es la clave, vivir por la política, por la polis. Yo lo creo así, si no, no me iría del poder como me fui tantas veces”, suelta a Caras y Caretas. Como Carrió en Argentina, Bianchi tampoco se hace demasiado problema en sostener una mirada crítica. También como en el caso de Lilita, su relación con el mundo de la política partidaria, los cargos y las tentaciones del poder es conflictiva. “Me sentí muy identificada en 2003, cuando apareció Lilita. Yo no soy de patear todo el tablero; eso Lilita lo aprendió porque de hecho armó Cambiemos… le dio prioridad a lo colectivo, a la democracia, a la República…”. La “lucha contra la corrupción” y “pensar qué hacemos con el capitalismo” son dos de los principales temas que guarda en agenda la exdirectora del liceo Bauzá. Bianchi sabe que se tiene que cuidar porque, dice, el desgaste es grande. “Lilita está muy enferma. El desgaste enorme de la campaña, sumado a toda la locura de estos años, le provocó una descompensación general de diabetes, presión, le cuesta mucho caminar”. Bianchi recuerda una accidentada reunión que Carrió mantuvo con los referentes parlamentarios del Partido Nacional durante su última visita a Montevideo, en la que buscó ilustrar sobre la importancia de “investigar a los corruptos”. La diputada de Aire Fresco piensa que ese puede ser el rol que le toque en un eventual gobierno: dar en el blanco a los corruptos. Bianchi se muestra ajena a “la discusión por cargos”. Y otra vez vuelve sobre la batalla por la República y los riesgos de las complicaciones en la salud: “En el Palacio Legislativo, Lilita se tuvo que tirar en el piso porque no podía respirar. Nos reunimos en la sala Luis Alberto de Herrera y se tuvo que tirar al piso porque no podía respirar”. Al final, abanicos mediante, se recompuso. Como la diputada estrella de Cambiemos, Bianchi también tiene conversaciones mano a mano con “LP” en las que –como su vecina argentina a Macri– le dice las cosas “aunque duelan”. El año pasado le robaron la cartera y lo primero que hizo fue bloquear el celular. “Me desesperé por bloquear el celular. Lo primero que pedí, antes que las tarjetas, fue que me bloquearan el celular, porque yo a Luis le digo todo, en persona y por mensaje. Cuando él me fue a buscar, yo le dije que había dos cosas que me iba a tener que bancar: mi forma de ser y el hecho de que yo a los líderes los respeto, pero no les temo. El día que te tenga miedo a vos, me voy”.

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