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Derecho Humanos

Recuerdos del horror

Preso en "Los Vagones de Canelones" brinda su testimonio

José Esteves preso en "Los Vagones de Canelones"y una de las víctimas del Terrorismo de Estado, cuenta su experiencia

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"Yo estuve preso en los Vagones de Canelones" cuenta José Esteves. En su relato describe el contexto histórico en que se produjo a detención de cientos de militantes.

"Los "vagones de Canelones" fueron parte de la red de centros clandestinos de detención y tortura a los opositores. En ese marco, decenas de hombres y mujeres de diferentes ciudades y pueblos canarios fuimos detenidos, incomunicados con el exterior, encapuchados y torturados.

En 1975, el lugar físico donde estaban instalados los tres viejos vagones de AFE era el predio donde funcionaba la Escuela de Policía de Canelones, lindero con el zoológico y con el cuartelillo de la "fuerza de choque", algo parecido a la Guardia Republicana de Montevideo. Luego los vagones y quienes estábamos en ellos, fuimos trasladados al Barrio Olímpico.

Durante días interminables permanecíamos de plantón, piernas abiertas, manos atrás, muchas veces con esposas, y siempre encapuchados. La capucha logra aislar al detenido, le genera desorientación y un permanente estado de asfixia. Los golpes de puños eran una constante, y nunca se sabía cuando y de qué lugar venían.

Es un proceso de desgaste, durante días, prácticamente sin interrogatorios, solo plantón y golpes, amenazas verbales e insultos.

El grupo de detenidos que yo integraba, éramos en su totalidad integrantes de la UJC y el PCU de Toledo".

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(Foto: Sitios de la Memoria)

Luego de la Sentencia que procesó la ex policía Alejandro Ferreira, varios de los que allí estuvieron detenidos, volvieron a recordar los sucesos, consultados por las nuevas generaciones que quieren conocer las condiciones de cautiverio.

"Alguien me preguntó hace unos días, qué tipo de alimentación nos daban, y recordé que la primera vez que comimos algo fue en uno de los vagones, sentados en el piso y con una venda en los ojos. En mi cerebro, sentía el sabor de un exquisito guiso. Un compañero sentado al lado mío, me dijo "no comas eso, es guiso podrido que le dan a los perros". Disimuladamente me corrí la venda y vi esa porquería llena de gusanos en un recipiente de comidas para perros. No recuerdo otras comidas, aunque es lógico que nos alimentaban, de otra forma no hubiéramos sobrevivido.

Los golpes permanentes, la presión continua usando torturas psicológicas. Una vez me sacaron encapuchado, me arrojaron al piso, era pasto y se oía la brisa que movía a los árboles. Me colocan el caño de un revólver en la cabeza, y una voz que identifiqué claramente me decía que iba a ser muy feo para él informarle a mi madre que yo había muerto, accionaron tres veces el gatillo, sin balas, pero te hacían creer que en la próxima llegaría la bala.

Así nos tuvieron un tiempo que no sabíamos si eran días semanas o meses, uno pierde el sentido del tiempo.

Un día, llega al predio el juez militar de apellido Azarola y ahí me sacan la capucha. Fue el propio policía Alejandro Ferreira , condenado por torturas esta semana, quien me llevó hasta una pieza donde estaba el juez sentado, una mesa y una silla donde me indicó que me sentara. Tenía un montón de papeles que me hizo firmar. Le pedí que me diera tiempo a leerlos, y rápidamente comprobé que mi declaración estaba alterada en los puntos más sensibles.

Le solicité que elaborase un acta con lo que yo le diría, se negó argumentando que si hacía eso me procesaría por "falso testimonio". En la puerta, a modo de presión y amenaza, permanecía Ferreira fumando, apoyado en la pared.

Era una situación kafkiana, un Civil, o sea, yo, cuyo "pecado" era pertenecer a un Partido integrante del FA, siendo juzgado por un juez militar, con un código que había sido redactado para enjuiciar a integrantes de la guerrilla (derrotada en 1972, o sea, tres años antes)".

La peripecia vivida en la "institucionalidad tampoco fue mejor; todas las instituciones respondía y eran instrumentos al servicio del Terrorismo de Estado, una caricatura infame como aquél Consejo De Estado con pretensiones de Poder Legislativo.

"Tiempo después, fuimos llevados al Juzgado Militar que estaba detrás del Hospital Militar. Allí nos dictan sentencias que iban desde Asociación Subversiva, hasta Asistencia a la Subversión.

Nos presentaron al "abogado de oficio", Antonio Seluja, quien estaba absolutamente borracho. Nos escribió su nombre y teléfono en pedazos de papel de astraza para que se lo diéramos a nuestros familiares. Todo era una ridícula farsa. Luego el traslado desde los vagones hasta Cárcel Central (San José y Yi) donde estuvimos tres días, y de ahí a la cárcel (hoy Shopping de Punta Carretas).

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(Foto: IM Canelones)

Mi madre, ya enferma, me visitaba una vez por semana, hasta que falleció en diciembre de 1977. En 1979, fuimos trasladados en tandas hacia el Penal de Libertad, iban a comenzar la demolición del penal de Punta Carretas para construir el Shopping.

Fui en la penúltima tanda, nos llevaron en un camión del ejército, todos arrodillados y con las manos sobre la cabeza. Allí comenzó otro capítulo de esta historia, que resumiré diciendo que un día me llevaron al Supremo Tribunal Militar, donde el actuario, los integrantes del Supremo eran sillas vacías, leyó un acta donde se dictaba la compurgacion de mi sentencia con cuatro años y medio. Me habían procesado con cinco años, o sea que me rebajaban seis meses.

De vuelta a Libertad, donde regreso a la celda, la número 123 del primer piso "ala izquierda" . Allí estuve cinco meses, hasta ser trasladado a una barraca, y luego liberado. La liberación consistió en un traslado a bordo de una camioneta azul de Investigaciones de Montevideo, hasta Cárcel Central, donde me tuvieron tres días.

Al morir mi madre, solo podía visitarme un familiar directo, y asumió esa responsabilidad mi primo Heber Cabrera Esteves, quien jamás faltó a una visita, incluidas las del Penal de Libertad. Heber falleció hace unos años, y aunque tardío, omití nombrarlo en mi declaración en Fiscalía cuando el reciente juicio por los vagones de Canelones, debo homenajearlo por su enorme y solidaria humanidad".

En el final de su relato, uno de los tantos miles de testimonios que forman parte de la necesaria memoria colectiva, se refiere al reciente fallo judicial.

"El 6 de marzo de 2023, en el Juzgado de la ciudad de Canelones, en un fallo histórico, el represor Alejandro Ferreira fue condenado a nueve años de prisión por el delito de "tortura", siendo el primero en ser enjuiciado y condenado por el nuevo código de procesos.

Termino con algo que he sostenido siempre: en nuestro país, hubo solo un grupo subversivo que llegó al poder por la vía armada, y fue la dictadura.

Subversión es, justamente, subvertir el orden. Y eso hicieron a partir del Golpe de estado de junio de 1973, disolviendo el Parlamento, interviniendo a la Universidad, ilegalizando a la CNT, prohibiendo toda actividad política y desatando una feroz represión que duró doce años, la peor etapa de nuestra historia reciente".

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