Hace 75 o 72 millones de años, en lo que hoy es la Patagonia chilena, el cadáver de un dinosaurio de cola rechoncha terminó enterrado en el delta de un río, donde los finos sedimentos preservaron los huesos mientras se fosilizaban.
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Según los estándares de los dinosaurios esta criatura no era enorme. Caminaba con cuatro patas; medía menos de 60 centímetros de alto y menos de dos metros de largo, del hocico a la cola. Pero era un animal resistente en un mundo de gigantes. El dinosaurio tenía una piel acorazada para defenderse y un arma única que le servía de apoyo.
Un equipo de personas expertas de Chile encontró estos restos. El hallazgo no tiene precedentes. Es nuevo.
El final de la cola de esta criatura no se parecía a nada que los científicos hubieran visto antes. Es una masa de hueso fusionado que se asemeja a un bate de cricket dentado. “No tiene precedentes”, afirma Alexander Vargas, paleontólogo de la Universidad de Chile.
El esqueleto fósil, revelado en la revista Nature, pertenece a un tipo de dinosaurio recién descubierto llamado Stegouros elengassen. La criatura lleva el nombre de su extraña «cola de techo» (Stegouros) y una bestia acorazada en la mitología del pueblo patagónico Aónik’enk (elengassen).
Más allá de su novedoso armamento, el Stegouros llena un importante vacío evolutivo. Según el paleontólogo de la Universidad de Maryland, Tom Holtz, que no participó en el estudio, se han encontrado muy pocos dinosaurios acorazados dentro de las tierras que una vez formaron Gondwana, el antiguo supercontinente que ahora se divide en América del Sur, África, la Antártida, Australia, el subcontinente indio y la Península Arábica.
“Si me hubieras mostrado esta pelvis y me hubieras preguntado: ¿De qué animal es eso? Les diría al 100 por ciento que es un estegosaurio”, señala Susannah Maidment, paleontóloga de dinosaurios del Museo de Historia Natural de Londres.
Origen del dinosaurio
El Stegouros emergió de la Formación Dorotea, capas de roca esparcidas por Chile y Argentina donde investigadores de todo el mundo buscan con frecuencia fósiles de dinosaurios y otros signos de vida antigua.
Los investigadores descubrieron los primeros signos de huesos en la cima de una ladera empinada y se pusieron a trabajar cavando alrededor del fósil. El equipo llevó los restos al laboratorio en un gran bloque de piedra recubierto de yeso, pero sacar el fósil ileso fue un gran desafío. Los científicos tuvieron que lidiar con temperaturas cercanas al punto de congelación, la amenaza de hipotermia y tobillos torcidos.
Al principio, los investigadores solo pudieron ver los delgados huesos de las extremidades del dinosaurio, lo que llevó al equipo a pensar que podría ser un ornitópodo, una especie de dinosaurio bípedo que se alimenta de plantas. Pero una vez que el fósil estuvo en el laboratorio, la limpieza cuidadosa de la roca expuso la cola del dinosaurio.
“El resto del día estuve en estado de shock”, afirma Vargas.
Una cola armada
Las colas completamente armadas son raras entre los animales, pero cuando aparecen, la evolución las esculpió en formas altamente efectivas. Entre los dinosaurios, los estegosaurios tenían dos pares de picos al final de la cola (a veces llamados informalmente «tagomizadores», en honor a una caricatura clásica de Far Side). Algunos anquilosaurios como el Ankylosaurus tenían colas largas y rígidas con garrotes huesudos como martillos.
La cola del Stegouros es única. Más plana y más parecida a un cuchillo que las armas de cola de sus compañeros, la estructura anatómica fue nombrada macuahuitl por el equipo de investigación, en honor al garrote de madera de obsidiana que usaban los aztecas.
Vía National Geographic