Muchos lectores han manifestado su preocupación por la denuncia que ha hecho, en mi contra, la fiscal Gabriela Fossati, por los delitos de difamación e injurias. Otros se han adelantado a expresarme su apoyo y solidaridad y se los agradezco de todo corazón. Algunos optan por esperar las definiciones de la justicia antes de pronunciarse.
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Todas las opiniones son respetables, incluso las de los que, sin insultos, piensan que estuvo bien la doctora. Es muy obvio que a nadie le gusta ser denunciado por una presunta infracción penal y a mí tampoco. Menos ser denunciado por un operador de la justicia con la jerarquía de un fiscal, que como todos pueden calibrar plantea un duelo muy desparejo. Hasta hoy jueves a las 12 AM aún no sé de qué y por qué se me acusa, aunque versiones de prensa informan que es por uno o dos editoriales que escribí en ediciones sucesivas de Caras y Caretas, en que dije que la fiscal había actuado con cobardía, investigando y condenando a los de abajo y disponiendo la impunidad de los de arriba.
Si a mí no me gustó la acusación de la fiscal, a ella no le gustaron las críticas, que por otra parte fueron muy cautelosas y usando las palabras muy medidas. Lo cierto es que ella, aunque le parezcan injustas y esté muy satisfecha con su actuación, debería tolerar las opiniones que la cuestionan porque la causa que lleva adelante es muy relevante y su actuación como todas las actuaciones de los funcionarios públicos está sujeta al escrutinio público. Por lo pronto, desde ya reitero que no me arrepiento de lo que escribí en esas notas editoriales. Quise escribir estas líneas porque, cuando al parecer he sido objeto de una denuncia penal de la que no he recibido notificación alguna, mi abogado, el querido doctor Jorge Barrera, me aconseja escribir con prudencia y sin añadir leña al fuego. Tengo la piña prohibida. Pero no voy a abandonar a los lectores que me leen todos los viernes porque hoy tenga el viento de frente.
Como siempre, cuando un funcionario del Estado pretende acallar la voz de un medio de prensa y de un periodista, está en juego la libertad de opinión, la libertad de prensa, los derechos individuales y la democracia. En esta edición, Federico Fasano, un maestro de periodistas, expone mucho mejor que yo lo que Caras y Caretas quiere editorializar.