“En este mundo traidor,
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Más allá de que resulta muy evidente que las usinas de inteligencia estratégica de las grandes potencias, los medios de comunicación hegemónicos y las plataformas digitales son muy eficaces en el moldeo de un sentido común global, observo cómo dirigentes políticos y jerarcas gubernamentales de todos los partidos políticos, periodistas, empresarios y figuras relevantes de la academia y la cultura consideran veraces las informaciones tendenciosas y adhieren a uno u otro bando, aun sabiendo que ignoran lo que está pasando en el escenario de los hechos bélicos en cada momento y casi todos los antecedentes de los mismos.
Cuando eso se vuelve masivo y se pone fuera de control, explota una fractura en donde en las redes se insulta y difama a quien asume expresa otra mirada que además, es probable que también sea insustentable.
Como el lector imaginará, no escapo a esta locura y me desvelo tratando de encontrar algo en que creer, al menos algo que sustente mis prejuicios.
Hay gente que lee millones de páginas buscando la verdad y no logra escapar a esta celada.
Cuando leo o escucho noticias no encuentro certezas y muchas veces me desconcierta esta enfermedad contemporánea de la sobreinformación en que nos habituamos a navegar sin brújula y ni siquiera podemos guiarnos por las estrellas.
Puede resultar enojoso, pero lo confieso, aún a tientas tengo opinión y la defiendo.
Para tenerla, debo abstenerme de todos los detalles, a los que considero esencialmente falsos y me concentro en mirar con un gran angular que atienda el centro del tablero sin perderme el juego de los extremos.
La agonía del mundo unipolar
Percibo que Estados Unidos, la potencia dominante de un mundo unipolar, en el que lidera la economía, el sentido común, los medios masivos, las plataformas digitales, el poderío militar y diplomático y el más amplio sistema de alianzas geopolítico, entró inocultablemente en un período de declinación y hará los intentos que sea necesario para impedir o al menos enlentecer este cuesta abajo, que cada vez parece más inevitable.
Como todos saben y hay certezas y evidencias múltiples, esta potencia imperial no le hace asco a nada si se trata de conservar y extender su dominio y en todos los conflictos más o menos globales que ocurren en el mundo debe buscarse la mano más o menos invisible de Estados Unidos porque ahí va a encontrar el que tira la piedra y esconde la mano.
Quinientos años antes de Cristo, Tucídides, el historiador ateniense, estudiando la Guerra del Peloponeso, afirmó que “cuando una potencia establecida se siente amenazada por otra en ascenso, se dan las condiciones para una guerra”. Esta afirmación sustentada en la caída de Esparta y el ascenso de Atenas, llamada “la trampa de Tucídides”, se complementa con una idea que además se confirma con el sentido común: “El derecho solo rige entre dos fuerzas equilibradas, cuando no hay equilibrio de fuerzas, el más fuerte marca lo que es posible y el más débil lo acepta”.
En base a esta convicción, que es conceptual, es que trato de entender qué es lo que pasa en el mundo.
Todo lo que acelere este larguísimo proceso de modificación del orden y la gobernanza mundial que transitará de una geopolítica unipolar a una multilateral, es un progreso para la humanidad y todo lo que conduzca a un equilibrio global y a la declinación de Estados Unidos y sus aliados y al surgimiento de otros polos que neutralicen ese dominio yo lo considero un progreso.
Detrás de todo lo malo que sucede en el ajedrez geopolítico mundial está el que tiene fuerza, medios, oportunidad y motivos para hacer el mal, porque es el que está perdiendo su hegemonía global.
Todos los días confirmo que el mundo es inundado de mentiras intencionadas y de realidades manipuladas.
Lo más decepcionante es que aun sabiendo que estamos siendo manipulados y engañados, somos capaces de pelearnos, insultar y difamar para defender ideas ajenas sin otro fundamentadas que un crisol de mentiras precisamente dirigidas a nuestra incredulidad.
La censura
El solo hecho de que un presidente de Antel, de viaje por España, se haya considerado con derecho a retirar, sin consultar a nadie, de una plataforma pública, plural y libre como era Vera TV, a un medio de comunicación “enemigo”, da cuenta de que la arbitrariedad e impunidad han llegado aquí y que la tontería está en la esquina de la casa, aún en la cabeza de un exitoso ingeniero que es considerado, unánimemente, muy inteligente.
Semejantes barbaridades hechas en nombre de la libertad se han ejecutado sin demasiada alarma pública aquí y en todo el mundo.
Los medios hegemónicos no se han dado por enterados ni tales censuras han merecido demasiado repudio.
Es claro que la responsabilidad del desencadenamiento del ataque de Rusia a Ucrania es diferente si se trata de una operación planificada por Rusia de llevar una guerra de conquista a Europa, que si Rusia solo ha respondido a un asedio creciente de las fuerza de la OTAN, desplazándose hacia al Este y violando acuerdos y compromisos internacionales.
Tampoco es lo mismo si se trata de una operación diseñada y planificada por el Pentágono que si el ataque, dispuesto por Putin, respondiera a los deseos compulsivos de un autócrata paranoico encarnando los propósitos imperiales del nacionalismo ruso.
Sobre cada aspecto de la información de esta guerra hay, al menos, dos versiones, nadie puede saber si es cierto que los rusos incendiaron una planta nuclear o si fueron los ucranianos, nadie sabe si van ganando unos u otros, nadie sabe si Rusia comienza a sufrir el desgaste de una guerra cuya duración no fue prevista o si el Ejército ruso calibra su fuerza de manera de encontrar las mejores condiciones de negociación para cumplir los objetivos trazados; no se puede saber si Rusia quiere ocupar Ucrania o solo quiere neutralizarla militarmente, si las negociaciones son fructíferas o fracasadas, si la OTAN respalda al gobierno de Ucrania o lo sacrifica, si los corredores humanitarios son saboteados y si uno u otro cumple un alto el fuego o lo petardea.
La mentira
Hace pocas horas la mismísima subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de Estados Unidos, Victoria Nuland, confirmó que existían instalaciones de experimentación biológica en Ucrania, hecho que había denunciado Rusia sin que mereciera un solo título de los medios hegemónicos, ni ninguna preocupación expresada por los organismos que regulan o controlan la existencia de tales áreas de investigación y la manipulación de armas proscritas por la comunidad internacional.
Hoy ya es un hecho que en Ucrania existen más de una docena de plantas nucleares, pero hasta ahora permanecía oculto el hecho de que este país está en condiciones técnicas y materiales para la fabricación de armas atómicas y que los medios habían subestimado las declaraciones de su presidente, manifestando su voluntad de fabricarlas, y las denuncias de las autoridades rusas hechas en medio de una reunión pública de su Consejo de Seguridad trasmitidas en directo por sus cadenas informativas.
Si saber estas cosas fuera necesario para adoptar una posición sobre la guerra, no creo que haya nadie, al menos en Uruguay, que posea suficiente información y justifique decir algo más que estar en contra de la guerra, para lo que no se necesita tener información alguna.
Me parece obvio que quien apoya a Estados Unidos en su propósito de mantener su dominio unipolar y se propone mantener el actual orden económico, político y militar está del lado de los que al final van a perder, porque no es Rusia, sino la misma economía, la política y la demografía del planeta la que demanda una nueva gobernanza y un orden renovado, equilibrado y diferente.
Naturalmente cada uno puede tener cariño o simpatía por uno u otro, como se puede detestar a cualquiera de los dos bandos.
Pero no hay manera de justificar ninguna oposición a otra idea porque los medios de todos los bandos, incluyendo los medios alternativos no hacen más que repetir con más o menos elaboración lo que se genera en los centros de inteligencia de los protagonistas.
Es risible que el presidente de los EEUU proclame que su propósito es defender la democracia y la libertad mientras sostiene y en ocasiones ayuda, a instaurar los regímenes más represivos, hace alianzas con ellos y les suministra armamentos ultrasofisticados y eventualmente soldados para mantenerlos en su área de influencia geopolítica.
No es necesario recordar sus guerras en Irak, Libia, Yugoslavia, Vietnam, Yemen y Siria, sus intervenciones en Puerto Rico, Panamá, México, Nicaragua, Cuba, Guyana, su participación en los golpes de Estado en Chile, Argentina, República Dominicana, Uruguay, Brasil, Honduras y Bolivia, ni sus bases militares, misiles y cargas atómicas diseminadas por todo el mundo, incluyendo Latinoamérica, para desenmascarar su hipocresía.
El mundo occidental parece haber aceptado que la única voz legítima es la del imperio y que este será el que disemine la libertad, la modernidad y el impuso civilizatorio.
El dogma y el prejuicio son los criterios de la verdad y toda disidencia puede ser acallada sin que se nos pare un pelo.
Este fenómeno es universal. No solo se respira aquí, donde gobierna una coalición conservadora y regresiva, dispuesta a gobernar de prepo y estirando al máximo la Constitución.
Es de todos lados y evidencia el perfeccionamiento de la manipulación y las técnicas para saber no solamente lo que pensamos, sino por qué lo hacemos y sobre todo los mecanismos sobre los que se construyen y elaboran las ideas.
La guerra
La guerra es una mierda y sus causas permanecen ocultas para la mayoría de la gente y solo conocen un puñado de hombres y mujeres en los extremos más altos de las pirámides del poder.
Mientras tanto, son millones los que sufren la guerra en ambos bandos, particularmente los más vulnerables, los niños, las mujeres, los combatientes, particularmente los más humildes, incluyendo los que son carne de cañón.
Pero que no se conozcan los detalles no quiere decir que no haya causas justas y razones legítimas. El mundo necesita un nuevo orden más equilibrado y más razonable y aunque parezca una utopía, comportamientos más nobles y generosos.
Ahí es donde nos encontramos con la geopolítica y con causas diversas que tal vez se diseñen o se impongan por negociaciones y ocasionalmente por la violencia.
El mundo está pariendo un nuevo orden y los partos son dolorosos.
En esta oportunidad tan dramática debería pensarse en qué contribución podríamos hacer nosotros a la paz, máxime que esta guerra puede prolongarse y dejar de ser una confrontación local, extenderse a Europa e inesperadamente estallar otros enfrentamientos bélicos en Oriente, en Oriente medio, en Asia, en el norte de África y, por qué no, más cerca de nosotros, máxime que a los daños militares se agregan los financieros, la lucha por la posesión y el comercio de los combustibles fósiles, el mercado de armas y el control y la logística de los mercados, las cadenas alimentarias, el precio de los granos, los commodities y el agua dulce.
Y por casa, ¿Cómo estamos?
En lugar de lamer las botas de Estados Unidos, Uruguay podría abrazar una causa noble y ser neutral en este conflicto, podría ofrecer su prestigio y sus oficios para contribuir a una solución diplomática y no violenta, podría ofrecerse para integrar los cuerpos de paz que seguramente intervengan en Ucrania de lograrse acuerdos que preserven su independencia, establezcan su neutralidad, y la autonomía de las repúblicas del Donbás y garanticen la seguridad de Rusia.
Esta política sí podría ser apoyada por todos los partidos y todos los uruguayos y nos habilitaría para andar con la cabeza altiva, para negociar tratados comerciales con China y vender manteca a Rusia sin tener que pasar vergüenza de haber sido tan chupamedias de los norteamericanos.