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El libro de Wilson

Por Juan Raúl Ferrreira.

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El domingo 13, en el marco de la Feria del Libro, se presentó el libro en el que hemos venido trabajando con Luis Vignolo los últimos tres años. Lo edita Fin de Siglo y es el resultado de una investigación que trae a luz decenas de documentos, hasta ahora desconocidos.  Algunos estaban clasificados por servicios de inteligencia de países como EEUU y Brasil, otros se han recompuesto a través de la prensa local, por ejemplo, en países del Reino Unido.

No se agota ahí la investigación. Comprende una cronología de los años de exilio, reconstruida sobre la base de los sendos prontuarios policiales hechos a Wilson y a mí, documentos de las FFAA y las bitácoras que, por sugerencia del editor, dan nombre a la publicación. Yo no fui al exilio con mi padre. Tras estar preso en la Dirección de Inteligencia Policial en 1975, en condiciones distintas de las usuales del 73 a ese año, me junté con él e hicimos la primera experiencia de diplomacia del exilio. Viajamos juntos por primera vez, a fines de ese año. Fuimos a Venezuela, México y EEUU. De regreso empecé a asumir que ya no volvería al Uruguay y desde principios del 76 comencé a llevar esas bitácoras.

¿Qué eran? Eran físicamente agendas, comunes y corrientes, pero que en vez de anotar en ellas compromisos futuros escribía, antes de apagar la luz, un resumen de lo ocurrido en el día. Allí quedaba todo escrito. Leídas más de 40 años después. erizan la piel. Llamados de Wilson en el 77 preocupado por Gavazzo, cuyo nombre escribía yo en las bitácoras sin tener idea de lo que iba a significar para la vida de tantas familias uruguayas.

No obstante, el relato empieza antes de las bitácoras. Es su vida y pensamiento de 1971, única vez en que se le permite ser candidato. Creo que, tras leer el libro, a nadie le quedará duda de que le robaron esas elecciones. Él murió sin saber el cúmulo de pruebas que había diseminado por el mundo. Jair Krishcke, amigo de una vida, nos hizo llegar, desde Brasil, cables de la Embajada de su país en Uruguay al Itamaraty de la dictadura hablando mal de Wilson, muy mal. Condujimos horas de entrevistas con correligionarios que lo acompañaron en horas difíciles, entre ellos Carlos Julio, Tito Berro, Carlos Arrosa, Carlos Luppi, familiares, adversarios y testigos de su exilio.

De alguna manera, para mí es un experiencia nueva y creo que, para lo que hay escrito sobre Wilson, también. No es lo que opino sobre lo que me dejó, lo que recuerdo…  Es lo que los documentos y los que compartieron su vida dicen que pasó. Muchas anécdotas conocidas, sobre las que no se opina, se narran. La gran mayoría son desconocidas hasta hoy. Yo debo confesar mi propia sorpresa ante algunas cosas que no sabía en su totalidad.

No fue menor el aporte de Carlos Julio, con su testimonio y con documentos. Las cartas de Wilson a Carlos Julio son aquellos mensajes que Wilson deseaba que llegaran seguros a manos de las autoridades del Partido, pero en un tono por cuya franqueza quizás temía no pasara el filtro de otros interlocutores. No tiene desperdicio la carta que le envía al Triunvirato sobre la reunión que este había mantenido con el subsecretario de Estado de la Administración Carter. No se sentía representado por esa entrevista ni por la postura asumida por sus correligionarios. Y prefiere no ocultarlo.

El libro no solamente narra los años del exilio, sino, de algún modo, su vida. Si bien es cierto que empieza en 1971 y termina en 1984, tiene cuatro capítulos destinados a rememorar su pasado. Son capítulos retrospectivos, que llevan a que la narración incluya cómo se forma y dónde está parado para aspirar a la Presidencia en 1971. Se entiende mucho porque EEUU no lo quería dejar tomar el poder.

Además de narración y retrospectiva, orden documental, etc, el libro tiene algunos artículos programáticos. A mí no me gusta mucho el “qué diría”. ¿Qué diría Wilson sobre la ley de reajuste de alquileres? No sé, es la respuesta más honesta. Los problemas han cambiado tanto, su naturaleza, su forma, su modo de manifestarse; los propios sistemas políticos han cambiado. Hoy la vida de los partidos está regulada por la Constitución. Bueno, ahí si, por ejemplo, nos topamos con algo en lo cual hay ideas atemporales. Fijémonos: una cosa son las propuestas para enfrentar una coyuntura, otra, son los principios.

Para Wilson, que la Constitución no sustituyera en competencia todo aquello que era materia de legislación, ante situaciones cambiantes, era un principio. Aspiraba llegar a “una Constitución sencilla y corta, con la organización de los poderes del Estado, y los derechos,  deberes y garantías del ciudadano”. Eso no es “qué diría”, es “qué dijo”. Militares en las calles con funciones policiales: “Ese error ya lo cometí una vez en mi vida, y fue suficiente para que me alcancen los días de la vida para arrepentirme y pedir perdón”. No es necesario, ni creo que esté bien, usar su firma para poner como un logo debajo de una consigna que no conoció. Es su firma. Nosotros hemos preferido dejarlo hablar a él y en su tiempo.

Su rechazo al monetarismo y al hoy mal llamado ‘neoliberalismo’. Su filosofía detrás de impuestos meramente recaudadores, contrarios a los que llamaba “finalistas”, es decir, orientadores de la economía. Porque, para terminar, no calla, sino que exhibe con orgullo su postura dirigista de le economía, nunca creyó en la mano invisible del mercado resolviendo los problemas para cuyas soluciones  la gente elige gobiernos. “Invisible, solo Dios”.

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