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El retrato de Oscar Wilde: amado por sus letras, odiado por su amor

El viernes 30 de noviembre de 1900, a las cinco y media de la mañana, Oscar Wilde «entró en la agonía». Falleció a las dos menos diez de la tarde.

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Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda,​ entonces perteneciente al Reino Unido. Fue el segundo de tres hijos de dos destacados miembros de la sociedad angloirlandesa de la época.

Su padre, sir William, fue el más importante cirujano especialista en otología y oftalmología de toda Irlanda, además de arqueólogo y estadista. Su madre, Jane, fue una poetisa que firmaba como Speranza, partidaria del nacionalismo irlandés y entusiasta de los revolucionarios irlandeses.

Wilde, ya en las últimas décadas del 1800, era uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío. Su obra maestra en aquel entonces era La importancia de llamarse Ernesto, un clásico de la dramaturgia mundial. Sin embargo, el talento de Wilde no se restringió al teatro. Ecribió novelas, cuentos, ensayos, obras y poemas.

Fue una celebridad de la época. Era provocador, en sus obras y en su vida. Se vestía de maneras extravagantes y desplegaba extensos monólogos en las conversaciones que sostenía.

Wilde era anarquista. En El alma del hombre bajo el socialismo, un ensayo publicado en 1891, escribió: “A veces la gente se pregunta bajo qué tipo de gobierno viviría mejor el artista, y sólo hay una respuesta: en ninguno”.

A pesar de la gran importancia de su pluma, Wilde pasó del éxito a la ruina y casi al olvido debido a su orientación sexual. De hecho, en sus obras autocensuró pasajes homoeróticos para evitar el rechazo. En la página 147 de El retrato de Dorian Gray, Basil le decía a Dorian: «Es totalmente cierto que te he idolatrado con mucho más romance del que un hombre debiera jamás consagrar a un amigo. De una manera en que nunca he amado a una mujer… Admito por completo que te he adorado locamente, extravagantemente, absurdamente».

“Todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro”, Oscar Wilde.

No solo enfrentó el rechazo: Wilde estuvo preso por ser homosexual. Alfred Douglas era un joven escritor de la nobleza escocesa, amigo y amante de Oscar Wilde. El padre de Douglas le escribió una carta a Wilde donde lo trató de “aquel que presume de sodomita”. El contraataque fue una denuncia por calumnias. Llegaron los juicios y finalmente la cárcel. Wilde fue acusado de sodomía y de grave indecencia.

Al salir de la cárcel, Wilde se reencontró con Alfred Douglas en la ciudad francesa de Ruan y vivieron juntos, unos meses, en un pueblo italiano cerca de Nápoles. Finalmente, se separaron. Los últimos días de Wilde ocurrieron en París donde prefirió hacer una vida tranquila y silenciosa. Se cambió el nombre (Sebastián Melmoth) y se convirtió al catolicismo.

El viernes 30 de noviembre de 1900, a las cinco y media de la mañana, Oscar Wilde «entró en la agonía». Falleció a las dos menos diez de la tarde en la habitación del hotel de París en la que vivía.

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