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Editorial

Astori contestó a Sanguinetti

“Él sabe mucho sobre países hipotecados”

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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Estas elecciones pasarán a la historia de Uruguay como las más pobladas de gárgolas y otros monstruos que se han visto por lo menos desde 1967.

Dudo que podamos ver un conjunto mayor de fantasías como las que vemos todos los días, prometiéndonos hacer lo mejor para nosotros desinteresadamente.

Pero hay una presencia muy potente que es como un cuento de brujas y vampiros en medio de un mar de santos inocentes.

¡Ojo que tenemos a personajes un poco diabólicos como Talvi, Novick, Lacalle Pompita Pou, Sartori, Larrañaga y Mieres diciendo todo el tiempo que vienen a hacerle bien al país sin ningún interés propio ni de sus corporaciones!

Pero semejantes pintas no son nada si se trata de empardar los antiméritos acumulados por Julio María Sanguinetti, seguramente el dirigente político que más daño le ha hecho a la República desde 1967 a la fecha.

Tal vez sea porque es el que tiene más años acumulados en sus espaldas, pero que ha hecho un daño inconmensurable, al menos para el 90 por ciento de los compatriotas, no hay ninguna duda. Vale observar las encuestas de opinión pública para ver que ni los zombis lo acompañan. Los muertos vivos se inclinan, según las últimas consultas, por la candidatura del general Guido Manini.

Antes de entrar en sus últimas tropelías, perpetradas en esta lamentable campaña electoral, hagamos, apelando a la memoria remota, un repaso de su trayectoria. Fue un jovencísimo dirigente de la Lista 15, entonces liderada por Jorge Batlle y, basándose en su tenacidad y su astucia, llegó a ministro de Industria y Comercio de Jorge Pacheco Areco (1967-1972), que fue presidente de la República a causa de la oportuna muerte del general Óscar Gestido, un militar austero y conservador que se negaba a enfrentar a la guerrilla tupamara con medios irregulares o con las Fuerzas Armadas, pero tampoco estaba dispuesto a hacer negocios ni a transar con ellos.

Recordemos que Jorge Pacheco Areco fue el presidente que sustituyó a los viejos elencos políticos por la oligarquía propiamente dicha: así fueron ministros Jorge Peirano Facio (primero ministro de Industria y luego de Relaciones Exteriores), Carlos Frick Davie, César Charlone Ortega y Eduardo Jiménez de Aréchaga. El capital financiero de la época representado por sus propios dueños. Lo que Macri llama “los mejores”, el mismísimo gobierno de los CEO.

Ramón Díaz fue en la época director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto.

Como ministro de Pacheco, Sanguinetti trabajó en la polarización “pachequismo-tupamaros», que fue el mayor negocio político del siglo XX e hizo que el desastroso gobierno colorado se desenvolviera con una represión durísima, muertos en la calle y congelación de precios y salarios, mientras se tramaba una inconstitucional campaña reeleccionista, que le permitía hacer campaña con base en los recursos del Estado y finalizó en un fraude que elevó a la presidencia a Bordaberry y estafó el triunfo electoral de Wilson Ferreira Aldunate.

La gestión de Pacheco y Sanguinetti según El Observador

“La ‘congelación’ de 1968 fue un truco”, Escribió en El Observador Miguel Arregui en mayo de 2018.

Las grandes devaluaciones de noviembre de 1967 y de abril de 1968, que llevaron el precio del dólar de 99 a 250 pesos, también licuaron el valor de los salarios públicos y las pasividades, por lo que el gasto real del gobierno cayó y el déficit fiscal se volvió poco significativo.

El gobierno de Jorge Pacheco Areco, con su inflación de 135,9%, también alimentaba la conmoción social, ya de por sí estimulada por los vientos de rebelión que recorrían parte del mundo y que en Uruguay recogían sectores minoritarios pero muy activos: los sindicatos, las gremiales estudiantiles y la guerrilla urbana.

En los 12 meses cerrados en junio de 1968, la inflación uruguaya tuvo su récord histórico: 182,9%.

Los economistas Julio de Brun, Ariel Banda, Juan Andrés Moraes y Gabriel Oddone lo cuentan así en su Historia institucional del Banco Central del Uruguay (2017): “[En los primeros días de junio de 1968] el ministro de Industria y Comercio, Jorge Peirano Facio, y el subsecretario de esa cartera, Ramón Díaz, se reunieron con el presidente Pacheco Areco para señalarle la que, según su entender, era la raíz del problema inflacionario que estaba viviendo Uruguay”.

En esa ocasión propusieron la congelación de sueldos y precios, que beneficiaba sus intereses, ya que como banqueros y representantes de los empresarios debían varios aumentos importantes.

“El 28 de junio de 1968 [sigue Arregui], un equipo liderado por el ministro de Hacienda, César Charlone -quien fuera 30 años antes ministro del dictador Gabriel Terra-, impuso por decreto la ‘congelación’ de precios y servicios de todo tipo, así como los salarios, intereses y dividendos” .

Era claro a quién beneficiaba.

Dice Arregui en El Observador: “Efectivamente: la única variable que el gobierno podía controlar eran los salarios. La ‘congelación’ implicó aceptar la reducción de salarios y pasividades reales que habían provocado dos grandes devaluaciones desde noviembre de 1967. Pero, continúa Arregui, “fue un truco”. El abogado y economista Ramón Díaz, entonces subsecretario del Ministerio de Industria y Comercio, afirmó en junio de 1998, en su columna del diario El Observador, que “la congelación de 1968 fue un truco”. Díaz narró que “en 1967 el déficit y la inflación se dispararon, mientras se recurría a controles directos sobre el tipo de cambio y las importaciones para postergar la inevitable devaluación. Esta se consumó por fin en noviembre de aquel año, con lo que los precios subieron, pero el déficit se redujo al caer los salarios reales de los empleados públicos. [En Uruguay, en 1968] se necesitaba un truco: la congelación de precios y salarios desempeñó ese papel. […] Otra vez un déficit enorme financiado con inflación. En 1968 la inflación se redujo a la mitad (y fue casi nula en el segundo semestre), en 1969 bajó a 14,5% y en los años siguientes subió a 21% y 35,6%. La economía se estabilizó y creció, estimulada por buenos precios internacionales para las materias primas que el país exportaba. […] en el año electoral de 1971, cuando Pacheco Areco intentó una reforma de la Constitución que le permitiera ser reelecto, el gasto público se fue a las nubes, como siempre, y se financió con la emisión de dinero. Fue una repetición de lo ocurrido en 1962 y 1966.

En setiembre de 1971, dos meses antes de las elecciones de 1971, pocas horas después de la humillante fuga de más de 100 tupamaros de la cárcel de Punta Carretas, el gobierno decretó un aumento salarial de 27,2%, cuando la central CNT ‘exigía’ 25%, naturalmente esperando mucho menos. También encomendó por decreto a las Fuerzas Armadas que pasaran a liderar la lucha contra la guerrilla, que hasta entonces llevaba la Policía. Los militares acabarían rápidamente con la guerrilla de los tupamaros y otros grupos menores, y en el transcurso desarrollarían apetitos políticos mayores. El dólar oficial se mantenía a 250 pesos, pero en el mercado paralelo (o libre, o ‘negro’) cotizaba a 700. El déficit fiscal saltó de 1,7% del PIB en 1970 a un increíble 5,7% en 1971, que en gran medida se tapó con illetes nuevos, y la producción cayó. En 1971 la inflación subió a 35,6% y al año siguiente, por la fuerza de la emisión masiva, tocó el 95%. Pacheco Areco y su equipo habían tirado el ajuste por la ventana y, con los organismos de control de precios, combatían los síntomas de la enfermedad, no sus causas”. Esto lo escribió Mario Arregui en El Observador, diario de los Peirano.

Ese fue el gobierno de Pacheco y su ministro Julio María Sanguinetti. Cualquier semejanza con el ajuste que programan blancos y colorados para el año próximo no es pura casualidad.

Lo que no dice Arregui es que semejante saga terminó en un escandaloso fraude electoral que está denunciado en numerosas ediciones de Marcha, con la firma de Carlos Quijano. Ni que colocaron en la presidencia a Juan María Bordaberry porque querían que él diera el golpe de Estado que necesitaban para mantenerse en el poder ante el avance del Frente Amplio y el wilsonismo de los movimientos Por la Patria y de Rocha y de la sociedad civil organizada que se proponía derrotar el plan oligárquico en el poder.

Sanguinetti, ahora ministro de Educación y Cultura de Bordaberry (y padre de la inolvidable Ley de Educación), fue obligado a renunciar a ese ministerio cuando los militares se llevaron preso a Jorge Batlle acusándolo de delitos económicos varios, entre ellos la “devaluación de la infidencia”.

Durante el gobierno de Bordaberry, Sanguinetti hizo uno de sus capolavori: Juan Pablo Terra, Wilson Ferreira y Zelmar Michelini le llevaron las pruebas de la existencia del Escuadrón de la Muerte (cuya idea habría nacido de Jorge Batlle según un documento desclasificado del Departamento de Estado de Estados Unidos publicado por el semanario Búsqueda), y lo que habría hecho el cejudo amigo fue tapar el asunto (que ya tenía varios muertos encima) y alertar a sus integrantes de que se desperdigaran.

Así como muchos lo acusan de ser el ideólogo de la “Operación zanahoria”, también se lo acusa de ser el encubridor del Escuadrón de la Muerte.

Cuando vino el golpe de Estado se exilió durante unas semanas en Buenos Aires, porque temió que las Fuerzas Armadas lo persiguieran por delitos económicos, pero no fue así.

Volvió a Uruguay. Nadie lo persiguió, como nadie persiguió a ningún político colorado, la mayoría de los cuales se jubiló con sus regímenes privilegiados. Es feo decirlo, pero fue así. A los que persiguieron los militares fue a Zelmar Michelini, el Toba Héctor Gutiérrez Ruiz y a Manuel Liberoff (a los que asesinaron bárbaramente), a Wilson Ferreira Aldunate (al que casi matan en Buenos Aires y quisieron matar en Estados Unidos e Inglaterra, como quedó totalmente probado hace poco) y a Enrique Erro. También a los diputados, senadores y dirigentes comunistas que acompañaron a miles de militantes en la cárcel, la tortura y el exilio.

Frentistas y blancos wilsonistas fueron perseguidos hasta en el exilio y algunos asesinados; los colorados no eran problema para los milicos golpistas de la dictadura.

Tanto no lo fueron, que Sanguinetti fue beneficiado de todas las formas posibles para que ganara las elecciones tuteladas y viciadas de nulidad de noviembre de 1984, que dieron lugar a los gobiernos de la impunidad iniciados en 1985, 1990, 1995 y 1999. Todos ellos encubrieron a los criminales como Gavazzo y Silveira, pese a que disponían del artículo 4º de la ley de impunidad para hacerlos juzgar. No lo hicieron porque no quisieron o porque no era de su conveniencia, o porque querían garantizar su silencio.

Los dos gobiernos de Sanguinetti terminaron desastrosamente en materia económica. Ese primer gobierno terminó con una inflación de 129% (hiperinflación la llamó Ramón Díaz), un déficit fiscal de 7,5% y los bancos República, Hipotecario y de Seguros vaciados.

Al final de su gobierno, le pasó la posta a Lacalle Herrera. No sin antes traicionar a su compañero de partido Jorge Batlle. Una vez finalizado el gobierno neoliberal de Lacalle Herrera, le armó con medios y periodistas amigos la llamada “embestida baguala”, que llevó a la cárcel a Enrique Braga y casi manda preso al propio presidente Lacalle en retirada.

A esos periodistas, como Ignacio Álvarez, se iban a sumar después el que se hace llamar Orlando Pettinati, Gerardo Sotelo y el abogado mediático Andrés Ojeda, defensor de Héctor Amodio Pérez y del general Raúl Mermot cuando hizo apología de la tortura.

El segundo gobierno de Sanguinetti fue todavía peor, ya que aparte de tener gente como César Rodríguez Batlle, Salomón Noachas, Benito Stern y Milka Barbato, le pasó a Jorge Batlle la bomba de un país que no había devaluado en 1999 y que terminó en la Crisis de 2002. A Jorge Batlle no le tuvo piedad ni siquiera cuando le resultaba gratis hacerlo.

Por esa época sus entonces lugartenientes, Ernesto Talvi y Carlos Sténeri, le negaron a Jorge el pan y la sal y lo dejaron flotar mientras se incubaba un golpe de Estado contra él.

En su libro sobre la Crisis de 2002, el desparecido periodista Claudio Paolillo relata que en ese momento Sanguinetti le preguntó a Luis Hierro López si él estaba dispuesto a asumir y que este dijo que sí.

Que el lector saque sus propias conclusiones.

Ahora volvió, con 83 años, para arruinarle la fiesta a los blancos baratos de Pompita y sacarle todos los votos que pueda.

Pero los blancos baratos son felices con los colorados como Sanguinetti. Lacalle Herrera adula a Sanguinetti cada vez que puede y Pompita Lacalle Pou es tan inútil y poco creíble como presidente, que logró que Sanguinetti volviera a la política con 83 años. Y encima se fotografió sonriente, en su despacho, con Larrañaga y con el hombre que mantuvo preso a Wilson y casi mete preso (por delitos comunes, no confundir) a su propio padre.

Así son estos blancos, que hoy tienen que bancar a Juan Sartori que crece y crece montando en el merecido desprestigio de su partido y sobre todo de sus líderes.

Un “estado hipotecado” y “un equipo de lujo”

El 28 de mayo, en la sede del Partido Colorado, el expresidente Sanguinetti dijo que “hoy tenemos un Estado hipotecado” y señaló que en el gobierno “no hay conciencia real del alcance de la crisis en la seguridad social”.

“No hay conciencia real de esto; el propio doctor Vázquez y el ministro Astori están reconociendo que hay una crisis de seguridad social, que este año tuvo que poner arriba de siete puntos de IVA y 750 millones de dólares del IASS”. Esto, según el anciano dirigente, “nos lleva a una situación de riesgo sobre el sistema, un riesgo sobre el que no hay una conciencia real, de una situación económica que se puede deteriorar si no se hace lo que hay que hacer para reequilibrarla”.

“Hoy no estamos en situación de quiebra, pero sí estamos con un Estado hipotecado», recalcó.

Afirmó que trata de “rescatar la esencia del Partido Colorado, que es la responsabilidad del Estado. Por eso hablamos de recuperar el equilibrio fiscal y reformar la seguridad social, y no hacerla nuevamente pasto de la demagogia”.

Hizo estas afirmaciones durante la presentación de sus “Ideas para 2020” y mencionó que las comisiones técnicas que armaron el programa fueron integradas por Juan Berchesi, Luis Hierro López, Renán Rodríguez, Didier Opertti y Carlos Sténeri, entre otros. En el tema económico, las propuestas corrieron por cuenta de Isaac Alfie, Ariel Davrieux, Ricardo Pascale, Luis Mosca (quien como ministro de Economía no devaluó en 1999), Gustavo Michelin y Horacio Bafico, de los que dijo que son “equipo de lujo de la República”. Olvidó mencionar al contador Humberto Capote, a César Rodríguez Batlle, a Salomón Noachas o a Milka Barbato, que también formaron parte principal de sus equipos de gobierno. Pero más le vale no acordarse de ellos porque mantienen, pese a los años pasados, triste fama.

Pero el expresidente esta vez no se la llevó de arriba.

La palabra de Astori

En Melo, el ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, contestó: “El doctor Sanguinetti sabe bien lo que es un país hipotecado, conoce lo que es un país hipotecado. Así que hay que escuchar siempre sus opiniones porque tiene experiencia al respecto”.

Agregó que Sanguinetti está “profundamente equivocado” afirmando que el país tiene reservas que equivalen a 30% de lo que se produce en un año. “¿Eso es estar hipotecado? Bueno, la verdad que creo que está profundamente equivocado”, dijo Astori.

“Hoy yo les decía que tenemos 18.000 millones de dólares de reservas y el Dr. Sanguinetti aparece diciendo que el país está hipotecado. No solo tergiversa totalmente la realidad, sino que no va con la seriedad que ha actuado en materia política. La otra cosa que no está de acuerdo con su seriedad es reiterar que la próxima elección se celebra entre quienes defienden a Maduro y entre quienes lo atacan, porque eso tampoco es verdad. Quienes estamos defendiendo que el tema humano de Venezuela se resuelva por el diálogo y por la vía de elecciones libres no estamos defendiendo a Maduro, así que no integramos las filas del grupo al que se refiere Sanguinetti”.

Astori señaló que no ve proyectos de país en la oposición, sino candidatos y enfrentamientos.

También afirmó que “después he visto muchas incongruencias, muchas inconsistencias, y en algunos casos he visto cuentas que no cierran. Por ejemplo, yo no sé cómo se hace para crear 100.000 puestos de trabajo. Quien propone eso tampoco sabe cómo se crean los 100.000 puestos de trabajo, porque si lo supiera, lo diría”, en obvia referencia a Juan Sartori.

También cuestionó las propuestas de bajar el gasto público de Luis Lacalle Pou y Ernesto Talvi, y dijo que hay que “conocer el gasto público uruguayo”.

“También sin decir cómo se hace y al mismo tiempo cometiendo errores. Luego vi una propuesta que subió un poco más esta cifra (de los 900 millones de dólares que dijo que rebajará Luis Lacalle Pou), y anunció la rebaja de 1.000 millones de dólares también sin decir cómo era”.

Esta es la oposición, encabezada por la fórmula Lacalle Pou con libretos de Sanguinetti. Ni el país está hipotecado, ni Sartori sabe cómo se crean 100.000 puestos de trabajo ni Lacalle conoce cómo se compone el gasto público y mucho menos sabe cómo se baja.

Lo que los tres proponen es bajar los impuestos de los ricos, ajustar la economía a costa de los más humildes, mano dura y plomo para recuperar la seguridad.

Pobre país si se equivoca en octubre y vota por semejantes farsantes, especialistas en nada.

Pero nadie podrá decir que no conocía la realidad porque nadie tiene derecho a olvidarse de cómo era el país en donde los niños llegaban desnutridos y anémicos al Pereira Rossell, decenas de miles comían en comedores públicos, algunos llegaron a comer pasto, la desocupación estaba en 14% y Uruguay se caía a pedazos, mientras blancos y colorados nos aplicaban el ajuste.

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