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ARGENTINA

El triunfo de Macri no fue inesperado

Entrevistamos a Roberto Cirilo Perdía, el ex jefe montonero y hoy referente de las OLP (Organizaciones Libres del Pueblo), quien señala aciertos y errores del kirchnerismo que posibilitaron el triunfo de la derecha en las últimas elecciones nacionales.

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Por Eduardo Silveyra

Desde Buenos Aires, especial para Caras y Caretas

Foto: Gentileza de Guadalupe Cheb Terrab

¿Cómo ves la situación de Argentina a 45 días de la asunción de Macri como presidente?

Algunos compañeros hablan de dos cosas, de lo inesperado del triunfo de Macri y de lo llamativo de las medidas tomadas en estos 45 días. A mí me parece que el triunfo no fue inesperado y que las medidas no son tan llamativas, en el sentido de que ambos responden a una lógica de lo que ha venido ocurriendo en el país y en la región, y que en definitiva también responden a las concepciones que tienen Macri y el sector económico que representa. Para ir un poquito más atrás, sobre el triunfo inesperado, yo creo que no es así: creo que el «cristinismo», queriendo o sin querer no me animo a creer que hubiera cierta voluntad puesta en esa dirección–, creó las condiciones para el triunfo de Macri; pruebas objetivas de ello son el no haber construido una fuerza política y social capaz de tener un candidato apropiado para lo que era el discurso. Había un discurso que hablaba de la transformación de la Argentina y de la profundización del proyecto. Sin embargo, el candidato Daniel Scioli no representa nada nuevo en Argentina. No representaba lo que llamamos corriente progresista, ni mucho menos la profundización de los aspectos positivos del gobierno en torno a temas como la participación popular, como el problema de la acción contra los grupos monopólicos, como los problemas del tipo de leyes regresivas de corte financiero y del sistema contributivo, y eso después de doce años de gobierno. De modo tal que no se rompieron las reglas del pasado, sino que no se construyeron las condiciones para una candidatura que fuera capaz de resumir lo que eran las expectativas populares del propio oficialismo. Y eso es atribuible a la responsabilidad de quien tenía el mando, eso me parece claro. Y eso creó las condiciones para el triunfo de Macri. No estoy hablando de otro sector.

El otro aspecto sería el de las medidas que está tomando. ¿Qué marcás como no llamativo?

En cuanto a lo no llamativo, está claro que Macri no toma estas medidas drásticas y gobierna con decretos de Necesidad y Urgencia por una ocurrencia o por capricho, o por demostrar firmeza, como dice su asesor Durán Barba que lo asesora en el tema de imagen y opinión pública–: está planificado el aprovechamiento de estos tres meses, cuando no funciona el Parlamento por el período de receso. Entonces, aprovecha ese período con la pretensión de modificar, por ejemplo, la Corte Suprema de Justicia, y toma otras medidas, muchas de ellas de dudosa legalidad no hablemos de legitimidad o de dudosa constitucionalidad, inclusive, hasta el punto de que más de un constitucionalista lo está acusando, y con fundamentos, de actuar fuera de la Constitución. O sea que estas medidas no las toma por capricho, son decisiones planificadas políticamente y están dirigidas a instalarse en el gobierno y trazar una raya sobre la cosas que quiere hacer y el modo de hacerlas, dejando para una segunda etapa, a partir del 1º de marzo, cuando comienzan las sesiones parlamentarias, el debate de cómo le da legalidad a esas leyes y a otras disposiciones que tendrá que sacar para aprovechar estos ochenta días de gobierno sin el control ni la autorización del Poder Legislativo. Mientras tanto, va creando las condiciones para las alianzas, con las cuales espera alcanzar las mayorías parlamentarias necesarias con sus virtuales aliados políticos. Recordemos que además de sus votos propios a nivel nacional en la Cámara de Diputados, ya reunió a cuarenta legisladores del Frente Renovador, de Massa quien lo acompañó recientemente a la reunión de Davos, en Suiza y está negociando con los gobernadores para sumar otro grupo de senadores y contar así con la mayoría necesaria para gobernar. Esto llega al punto tal que el senador (Miguel Ángel) Pichetto, jefe de la bancada del actual Frente Para la Victoria, dijo recientemente que ellos estarían dispuestos a votar las leyes siempre y cuando se asignen a las provincias los recursos que están demandando. O sea que acá va haber una cuestión de gobernabilidad, que va a pasar por dos parámetros: te doy presupuesto si me aprobás las leyes y te apruebo las leyes si me das presupuesto. Ese tire y afloje va a ser más o menos la característica de este año.

¿Qué otros debates ves que marcan la agenda política de este tiempo?

Está el tema de los despidos y de los ñoquis, que le llaman, y es un debate que habrá que dar. Otro es el modo en el que piensa gobernar este grupo de poder que se ha instalado en el gobierno. No creo que en el mediano plazo, con las asambleas populares, las plazas de la resistencia, los abrazos de la militancia o el «abrazame hasta que vuelva Cristina», sea suficiente para resolver el problema de modo de producir un caos tal como aspira cierto sector que haga que renuncien en unos siete meses.

¿En qué pensás que se debería trabajar, dentro del campo popular, para que este gobierno no se extienda por un período demasiado largo?

Yo creo que lo mejor sería que este gobierno no hubiera llegado. Habiendo llegado… habría que verlo más detenidamente; es una situación que se da en el conjunto de nuestra América, particularmente en países como Venezuela y Brasil, y que tiene que ver con límites propios de estos gobiernos llamados progresistas. Límites en el sentido de no haber construido lo suficiente para crear una fuerza social y política que sostenga a sus gobiernos y, segundo, no haber roto con los mecanismos que nos atan al poder imperial, como son el petróleo en Venezuela y la soja en Argentina. Somos países que desarrollamos políticas centradas en lo que se puede llamar el viejo modelo de desarrollo dependiente, que está basado en las exportaciones primarias, por cierto, y en estos doce años esa matriz productiva no se modificó. Somos países agroexportadores. Entonces, a mí lo que me parece es que se ha iniciado en la región y en Argentina un nuevo ciclo político, económico y social. Un nuevo ciclo que se creó a partir del agotamiento y el cansancio de la sociedad respecto al ciclo anterior, y a la falta de haberse concretado los objetivos de ese ciclo. Y este nuevo ciclo no creo que se agote en meses, yo creo que habrá que pelear para que no avance con mayor profundidad, y habrá que ofrecerle resistencia, pero es un proceso que habrá que trabajar hasta que las mayorías populares agoten su confianza en el gobierno. Y en ese ínterin, construir fuerzas, estructuras, propuestas y sistemas de poder que impidan que bajo nuevas situaciones, en las que el movimiento popular pueda acceder, a partir de situaciones críticas que seguramente el país va a vivir–, a un nuevo sistema de poder que no nos lleve a repetir y reiterar este sistema democratista, que es incapaz de sostener los intereses populares. Argentina tuvo condiciones para hacerlo a partir de los hechos de diciembre de 2001, con aquel grito de “que se vayan todos”. Tuvo un período de debates entre 2002 y 2003, y en 2003, con la asunción del kirchnerismo, cuando había condiciones para avanzar mucho más, porque la población quería, en definitiva, una modificación o permitía y estaba dispuesta a aceptar una modificación en las condiciones socioeconómicas que pusieran fin a lo vivido en esos años. Y en lugar de terminar de destruir el viejo sistema hegemonizado por el capital financiero y esta política agroexportadora, lo que hemos hecho en estos años es dedicarnos a reconstruir el viejo modelo, dándole la institucionalidad, el equilibrio y la gobernabilidad que le hacía falta. Yo creo que ese es el principal error de estos doce años de gobierno kirchnerista: haber permitido y promovido las condiciones para un sistema que denominan de capitalismo bueno, de país serio, que no es más que la reproducción del viejo sistema bajo determinadas condiciones, que en sus primeros ocho años, al calor de la situación internacional, que tenía valores importantes y positivos para nuestros productos primarios, permitió una cantidad de ingresos de divisas que hicieron posible una política de cierta contención social a partir del asistencialismo en ciertos sectores. Pero ese asistencialismo entró en crisis en los últimos años y llegó gateando y arañando las paredes y cuanta caja tenía a mano, pretendiendo, en los últimos días de gobierno, sostener una política que no estaba centrada en una producción adecuada para soportar el consumo que se planteaba. Pareciera que nuestros gobernantes están enfermos de un voluntarismo inmediatista que tiene que ver con la cultura del pueblo. Entonces, queremos un resultado inmediato porque no hemos sido criados en la idea del esfuerzo que esté puesto en la función del conjunto, donde es probable que sea duro el esfuerzo para lograr la autonomía económica, la autonomía financiera y generar un modelo económico en donde seamos capaces de lo que se llama comúnmente vivir con lo nuestro, que básicamente es generar una producción centrada en nuestras capacidades productivas y destinada al mercado interno, con todos los problemas que ello atrae, e ir modificando el sistema productivo. Este modelo capitalista de reproducción de las ganancias nos lleva a esta situación del no cumplimiento, de no llegar a objetivos de fondo, y después de un ciclo de cierta expansión económica y de fuerte asistencialismo social, volvemos para atrás, como ocurre en estos momentos.

Una vez me dijiste que estos gobiernos se habían quedado en la parte discursiva, sin profundizar en sus proyectos, y esto era en relación a Néstor y Lula y el No al ALCA. ¿Mantenés la misma postura?

Sí, por cierto, es lo que decía anteriormente: el No al ALCA fue un grito importante en la región para frenar la pretensión norteamericana de establecer un mercado del cual fueran sus patrones y sus principales socios, tal cual ha ocurrido en México y en Centroamérica. Eso lo vienen haciendo desde hace mucho años, destruyendo inclusive la vieja economía agraria mexicana. La crisis que ahora tenemos de la cual yo creo que la política sobre las drogas es una parte importante, como una causal de esa desestructuración interna. Y donde el propio imperio tiene que ver en la generación de esa política, para generar desestructuras internas que le faciliten hacer su trabajo. De todos modos, yo creo que en nuestros países ese grito fue importante, fue valioso, muy valioso, pero creo que no se obró en consecuencia. Obrar en consecuencia hubiera sido realmente romper una serie de lazos de dependencia, y lo que hicimos fue profundizar; concretamente en Argentina la economía se concentró y se extranjerizó. Sabemos qué quiere decir concentración y extranjerización, y eso pasó, más allá de los discursos. Y pasó incluso con actividades nuevas que fueron profundizadas en estos años, como la minería, en donde se han destruido sistema naturales y se siguió apuntalando el modelo de saqueo y expoliación del capitalismo. Y no hablemos del modelo agropecuario, donde seguimos siendo un país de monocultivo. El 53% de la superficie cultivable está destinada a la soja, para darles de comer a los chanchos chinos. Y ese no es un camino ni autónomo ni independiente, y con esa base no se puede crear una sociedad más justa.

Una de las críticas más comunes en ciertos ámbitos militantes es la que apunta al cambio del eje de construcción del movimiento peronista, que en lugar de que la clase trabajadora sea la columna vertebral, ese rol le correspondió a un nuevo sujeto político: la juventud. ¿Estás de acuerdo con esta postura?

No sé si eso estuvo planificado o no; yo creo que hubo un hecho importante en Argentina, que después se transformó en esa realidad. El hecho fue la muerte de Néstor, que produjo un fenómeno de incorporación masiva de la juventud a la política, particularmente de sectores medios. Jóvenes de sectores medios que siguen teniendo peso en Argentina, y eso se ve en las plazas de la resistencia, en el aguante, todo eso que se hace en contra de las políticas de Macri. Creo que ese es un hecho importante, pero también es importante la desestructuración del movimiento obrero, producida unos años antes. Y además sabemos, en Argentina, acerca de dos cosas: una, la importancia del movimiento obrero y los sindicatos como tales, y otra, su proceso de burocratización, que no ha cambiado. El kirchnerismo no desburocratizó el proceso sindical, sino que lo fragmentó. Y hoy tenemos cinco centrales sindicales: tres CGT (Confederación General del Trabajo) y dos CTA (Central de los Trabajadores Argentinos), es decir que el sindicalismo perdió fuerza para presionar sobre el gobierno, pero no se generaron ni se facilitaron normas legales que permitieran quitarle poder a la burocracia y darles poder a las generaciones nuevas para que construyeran organizaciones nuevas. Y muchas de ellas, que tienen que ver con la izquierda, fueron combatidas y reprimidas. Y eso tiene que ver con la falta de un programa global que incluyera al movimiento obrero, que es la fuerza social que construyó el peronismo.

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ROBERTO PERDÍA

Roberto Cirilo Perdía nació en Pergamino, provincia de Buenos Aires, en 1941. Hijo de una familia de pequeños productores rurales de origen yugoslavo, sus primeros años de militancia transcurrieron en el frente agrario del norte de Santa Fe, Corrientes, Misiones y Chaco. Participó allí en las luchas de las Ligas Agrarias, fuertemente vinculadas a la organización guerrillera Montoneros, cuya Conducción Nacional integró en los años 70. Estuvo exiliado en Madrid durante los años de la última dictadura y regresó al país luego de la fracasada contraofensiva montonera en el año 1982. Participó del armado de Intransigencia y Movilización Peronista junto al senador Vicente Leonides Saadi, agrupación que luego se transformó en Peronismo Revolucionario. Como abogado se dedicó a la defensa de presos políticos y militantes sociales, entre ellos Fernando Esteche, líder del Movimiento Patriótico Quebracho. En la actualidad es referente de las Organizaciones Libres del Pueblo, con presencia en villas y asentamientos del conurbano bonaerense y poblaciones campesinas del interior del país.

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