Según las pericias de la Científica, la misma arma que dio muerte al matrimonio paraguayo el pasado 6 de febrero, había sido utilizada cinco días antes en el barrio Casabó para asesinar un hombre de 22 años. En aquel momento, la Policía aseguró que el joven se había negado a entregar la moto que conducía y por ese motivo lo habían matado. Sin embargo, los supuestos rapiñeros se dieron a la fuga sin llevarse el birrodado. El fuego también pareció ser algo desmesurado para una rapiña: catorce disparos y no se llevaron nada. El mismo poder de fuego fue utilizado contra la pareja paraguaya, cotejándose las estrías de los casquillos recogidos en ambos eventos y concluyendo que se trataba de la misma 9 mm. Lo cierto es que según fuentes contactadas por Caras y Caretas Portal, no son sólo los sicarios los que vinculan ambos casos, sino que los hechos ya venían conectados desde antes. A la Policía no le quedan dudas que el asesinato del matrimonio paraguayo Quevedo-Guerrero, así como el del joven del Casabó fueron producto de la relación que mantenían estas personas con el narcotráfico. Lo que tienen que dilucidar es si las víctimas se conocían entre sí. También si les tocó en suerte los mismos sicarios por pura casualidad o si fue una elección adrede. Sea como sea, el sicariato se está instalando en un país que hasta ahora se ha mostrado “propicio para el lavado de activos”, ya que “no ahuyenta al criminal”, según las palabras pronunciadas por el director de la Secretaría Nacional Antilavado de Presidencia, Carlos Díaz.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARME