Por A.L.
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“Rabiosa melancolía es y a la vez no es un musical”, cuenta Marianella Morena, días antes del estreno en Montevideo de su última propuesta escénica. “No se acerca a este género si pensamos en la comedia musical comercial, en la ópera, en el cabaret, en el music hall o en el teatro brechtiano. Pero sí se le acerca en el sentido de que la música se apodera de la escena desde la palabra y el relato, convirtiéndose en protagónica y envolvente, en algo hipnótico que nos distancia del argumento como único hilo conductor. Las sonoridades son vehículos que nos transportan, que nos mueven del presente y que colaboran con la ruptura. Nos vuelve generosos para jugar con los relatos múltiples”.
¿Qué ocurre en escena? Hay tres hermanos sin edad. Hay una madre muerta. Y hay una espera: el retorno de esa madre. La estrategia que despliegan estos hermanos para lidiar con semejante empresa consiste en reconstruir las cuatro comidas del día mediante canciones. En esa historia, apunta Malena Muyala, socia creativa de Morena en Rabiosa melancolía, estas músicas se convierten en máquinas supresoras del tiempo: “Son las formas que diluyen los tiempos en uno”. Y en ese proceso, que se abre a múltiples juegos interpretativos, termina por instalarse una duda: no se sabe quién está vivo ni quién está muerto cuando los personajes se encuentran o cuando se recuerdan.
En el plano formal, donde opera esa estructura que contiene y orienta la recepción, agrega Muyala, “hay un relato general, el ‘cuentito’ que nos ordena, pero en la escena hay varios relatos funcionando como capas sobre capas, y uno, claro, podrá elegir y armar su propio rompecabezas”.
La voz, la palabra, la memoria
Sea por medio del canto, sea por medio de la palabra hablada, la voz asume en la obra un rol clave. Se convierte en una variable estructural y estructurante que exhibe, sin ambages, su fragilidad y también su potencia expresiva.
Dice Morena: “En la exploración de la voz experimenté una vuelta al cuento, al relato, al oído, pero recuperando el valor de la distorsión del recuerdo: cómo recuerdo lo que recuerdo, cómo funciona esa memoria alterada. La edición es musical y desde ahí los personajes pueden ponerse de pie. Cuando no la tienen se vuelven frágiles y torpes. La música los fortalece y les permite conocerse. La voz es identidad, y el oído sigue siendo el lugar más erótico, el más potente, para encontrarnos”.
La palabra, la voz, la memoria, la memoria deformada, la música, los relatos, las capas de relatos, las dudas, las fluctuaciones de eso que solemos llamar realidad (palabra que Vladimir Nabokov, acertadamente, aconsejaba escribir entre comillas). En definitiva, una compleja madeja de hilos significantes cobra forma en Rabiosa melancolía e instala en escena un juego abierto con los sentidos. Un juego con las percepciones, los significados. Un juego que desarticula y problematiza las síntesis cerradas y los géneros establecidos.
No obstante, ese juego, o esos múltiples juegos, no se ensamblan en una estructura hermética ni en un planteo formal de intrincada factura. Directa y a la vez efectiva, Rabiosa melancolía convoca a otras formas de recepción; su razón de ser, como todo juego, se gesta y crece en la interacción.
De la rabia, de la melancolía
El título de la obra se pliega a la máquina que moviliza interpretaciones en la escena, y genera un campo de sentidos de bordes difusos, amplios, ambiguos, pero siempre interesantes por su grado de tensión.
¿Qué mundos se conectan en la convergencia de estos dos términos? Dice Morena: “Es que me da rabia ser melancólica, me da rabia ser débil. Esa rabia se activa porque también doy la batalla con algunas tristezas, con algunas herencias, y, aunque no siempre lo logro, me rebelo. Es, quizás, la torpeza y su belleza. Reivindico el error, poder ser al descubierto, sin la exigencia constante a la que nos conduce a la hipocresía”.
Por ese choque de sentimientos, de ideas, de historias personales, el título instala y asume la tensión: “Son estados antagónicos, contradictorios; son esos estados que nos definen como seres humanos. Los personajes de esta obra, en esa línea, son adultos que dan cuerpo a esas tensiones; son adultos que no quieren envejecer y que quedan atrapados en una fábula musical”.
Estrenada a comienzos de este año en el festival internacional Santiago a Mil, en Santiago de Chile, Rabiosa melancolía explora las formas de percepción con el ensamble de relatos múltiples, y rompe con esquemas y constricciones de los géneros establecidos. Esta puesta, que cuenta con la financiación y el apoyo del programa Fortalecimiento de las Artes de la Intendencia de Montevideo, llega hoy, viernes 31 de marzo, a la sala Atahualpa del teatro El Galpón, e irá hasta el 20 de abril, con funciones los viernes y sábados a las 21 horas y los domingos a las 20.
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Encuentro creativo
Durante el proceso de creación de Rabiosa melancolía, Marianella Morena trabajó en sociedad con Malena Muyala, retomando la experiencia cosechada en la versión libre de Barranca abajo, de Florencio Sánchez, que llevó a escena en la temporada pasada de la Comedia Nacional. Este proyecto, cuenta la autora y directora de Las Julietas y No daré hijos, daré versos, “fue muy expansivo e íntimo, un encuentro de almas y cerebros”, y gestó una zona de fecundos intercambios de ideas que orientaron la exploración de los materiales y líneas conceptuales que dieron forma a la obra. “Cada una dio lo que tenía. Fue un proceso de aprendizaje en el que no estuvimos pendientes de los resultados; fue una forma de encontrarse en la creación. Eso es lo que me interesa cuando trabajo con otros artistas”.
Muyala, que días atrás presentó su último disco, Temporal, en La Trastienda, tiene una importante experiencia en el campo actoral, la que ha nutrido sus performances musicales y por la que recibido el elogio de la crítica y del público (ejemplo de ello fue su notable participación en el homenaje a Alfredo Zitarrosa, realizado el año pasado en el estadio Centenario). Además de asumir la dirección musical, en Rabiosa melancolía Muyala compuso la mayoría de las canciones, salvo las del Desayuno, que pertenecen a Mané Pérez, y las de la Merienda, que fueron compuestas por Lucía Trentini.
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Acá y allá
En el campo de la dramaturgia y la dirección, la trayectoria de Marianella Morena se destaca por su proyección tanto a nivel local como internacional. Fuera de fronteras, dice Morena, la recepción de su trabajo ha sido muy positiva. “A veces me tratan mejor que acá. Me tratan con mucho respeto y me dirigen numerosos elogios. Les fascinan la originalidad, las nuevas voces. El teatro uruguayo está en un momento de gran visibilidad que no termina de capitalizarse como marca país para dar el salto cualitativo y cuantitativo. Sería bueno que se reaccionara a tiempo”. Y agrega: “Es increíble que nuestra reducida población pueda darse el lujo de tener los dramaturgos que tiene, como Sergio Blanco, Gabriel Calderón, Santiago Sanguinetti, Mariana Percovich. Eso debe ser comunicado desde lo institucional para que el gran público sepa y no esté tan pendiente de las producciones extranjeras que son presentadas a veces como las que inventan la pólvora. La responsabilidad está en los teatros públicos. ¿Qué lugar ocupa el dramaturgo uruguayo en la programación de las salas? El arte y los artistas no están aislados y excluidos del mercado y sus movimientos”.