Por Fernando Sánchez
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En 2014 la escritora y abogada estadounidense-venezolana Eva Golinger viajó a La Paz, capital de Bolivia, con la intención de filmar un día en la vida del presidente Evo Morales. El material sería la primera parte de una serie denominada Un día con…, que luego incluiría al entonces presidente uruguayo José Mujica, a Rafael Correa, de Ecuador, y más recientemente a Nicolás Maduro, de Venezuela. Golinger fue citada al Palacio Quemado (sede de la presidencia) a las 4.30. A esa hora el mandatario boliviano comenzaría su jornada. Las imágenes mostraban a un Evo que desandaba los pasillos del edificio de gobierno a una velocidad difícil de seguir y una dinámica a todas luces intensa y estresante. “Son las once y media de la mañana y ya el presidente ha tenido siete reuniones y una conferencia de prensa con casi cien periodistas”, relata la escritora de camino al aeropuerto, en donde el jefe de Estado tomaría un avión hacia Oruro, departamento situado a más de 200 kilómetros de la capital, para cumplir con otras actividades previstas en la agenda presidencial.
Al finalizar su jornada de trabajo, a las 23.40, Evo Morales había realizado diez reuniones, recorrido más de mil kilómetros, inaugurado una unidad educativa y jugado un partido de fútbol. “Eso es mucho. Yo diría que hay que reducir un poquito”, le espeta Golinger en el avión de vuelta a La Paz. Durante las charlas sostenidas para el programa, Morales había adelantado a la escritora que, si su Movimiento al Socialismo (MAS) se alzaba con la victoria en las elecciones generales previstas para octubre de ese año, se convertiría en el presidente que más haya durado desde la fundación de la República. El 22 de enero pasado Evo Morales se convirtió, en efecto, en la persona que más ha estado en el poder en Bolivia, tanto en democracia como en cualquier otro período de la historia de ese país.
Había asumido en 2006 luego de que los sistemas de partidos neoliberales se derrumbaran y su fuerza política ganara los comicios con la promesa de “refundar el país”. Sin embargo, ese macroobjetivo podía convertirse en un empeño bastante difícil. Al poco tiempo de asumir su gobierno decidió nacionalizar los principales recursos naturales y adoptó una serie de medidas que muy pronto chocaron con los intereses de la oposición. Distribuidos en sus bastiones de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando (lo que se conoció como la Media Luna), las fuerzas opositoras fomentaron la desestabilización del país, que derivó en 2008 en un intento de golpe de Estado “atípico”, como lo calificara el propio Morales. Esa crisis confrontó al primer presidente indígena boliviano con la sede diplomática de Estados Unidos en esa nación. De allí se expulsaría a su embajador, Philip Goldberg, acusado de conspirar contra el Ejecutivo, apoyar a la oposición y alentar la división del país.
En noviembre de 2015 durante una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de la República, en Montevideo, el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, recordaba la confrontación de aquellos momentos iniciales. Antes de que Morales se hiciera cargo del gobierno, rememoró entonces García Linera, la embajada estadounidense era la que tomaba las decisiones. Todo político para poder sostenerse en su cargo debía tener la bendición de la legación “gringa” y haber pasado por allí. “Si no eras invitado a la embajada, no existías”, evocó el vicepresidente. Morales rompió con esa dependencia y no titubeó en declarar persona non grata a Goldberg. Tampoco titubeó a la hora de pasar al Estado el “control absoluto” de los hidrocarburos. “Esa medida se tradujo en el inicio de una bonanza económica para el país”, subrayó su vice en la capital uruguaya. Dicha determinación, empero, no fue el único acierto para su empeño refundacional.
Necesario recuento
Al hacer el balance de esta década ante la Asamblea Legislativa, lugar de donde fue expulsado el 22 de enero de 2002 cuando era legislador, Morales evidenció la importancia del manejo de la economía durante este tiempo. Y lo demostró con una extensa ilación de datos y cifras. El crecimiento del PIB real, de 1986 al 2005, promedio, era 3,2 por ciento. Durante todo su período de gestión el promedio fue cinco por ciento. En 2005 ese PIB era de nueve mil millones de dólares, y actualmente se ubica sobre los 33.794 millones. La inversión estatal llegó a 30.549 millones de dólares y hubo aumento en las regalías y transferencias a las regiones.
En cuanto a los indicadores sociales, la reducción de la extrema pobreza fue uno de sus principales logros. De 41,2 por ciento en 1996 pasó a 17,3 por ciento en 2014 y la cantidad de población beneficiada por bonos del Estado ascendió a 3,4 millones de personas. El aumento sustancial del salario mínimo nacional fue otro de los indicadores subrayados por Morales en el repaso de su gestión, e hizo hincapié en la reducción de las remuneraciones en los cargos jerárquicos de la administración pública, comenzando por la suya propia y dijo que la política de austeridad permitió al país ahorrar 478 millones de bolivianos en estos años. Cabe destacar que en mediciones realizadas por algunos medios de comunicación Morales es de todos los mandatarios latinoamericanos el que percibe el salario más bajo.
En su extenso informe (habló por casi seis horas ante el ente legislativo) el mandatario indígena planteó los avances en materia de energía e hidrocarburos, electricidad, minería, desarrollo rural, transporte, carreteras, vivienda, telecomunicaciones y obras públicas. No obvió las victorias que en la arena internacional obtuvo. La demanda marítima interpuesta en 2013 contra Chile en la Corte Internacional de Justicia de La Haya resultó, sin dudas, una de las más importantes. La aspiración de una salida al mar tuvo el respaldo de países de la región con los cuales durante esta década Bolivia construyó vínculos estratégicos. La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) fueron algunos de los foros regionales a los que se sumó en este tiempo la nación andina y en donde Morales ha tenido oportunidad de brillar.
Con la mira hacia delante
El 21 de febrero los bolivianos decidirán si Evo Morales podrá postularse para una nueva reelección y permanecer en el gobierno hasta 2025. La mayoría oficialista en el Congreso había aprobado la ley de convocatoria a referendo para permitir dos reelecciones de manera continua en lugar de solo una, como estipula actualmente la Constitución. El proyecto de reforma busca asegurar la posibilidad de “profundizar” el modelo económico trazado durante el gobierno del MAS, que ya tiene proyecciones para ese año, fecha en la que Bolivia celebra su bicentenario.
Morales, quien tiene uno de los índices de aprobación más elevados de América Latina, aspira a culminar su agenda con 80 por ciento de apoyo. La nación plurinacional está en segundo lugar entre los países con mayor crecimiento en la región y el año pasado su economía fue reconocida por la expansión del PIB en 5,3 por ciento, lo que la situó primera en Sudamérica. Respaldado por esas cifras tan favorables, el presidente planteó un agenda de 13 pilares de cara a 2025. Entre esos puntos está la erradicación total de la extrema pobreza, en un primer orden, y la universalización de los servicios básicos, que permitiría al cien por ciento de la población tener acceso a electricidad, agua potable y saneamiento. Otros de esos pilares apuntan a la salud, la educación y la soberanía científica, tecnológica, productiva y ambiental.
Según algunos analistas, para que Morales pueda llevar adelante esta agenda es importante profundizar el cambio de época y resolver todas las rupturas sociales y políticas. Además, será vital consolidar la integración complementaria de Bolivia con otros países, que se ha visto reforzada con las políticas de los Estados emergentes y los organismos regionales, como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y los antedichos ALBA y Celac.