18 de diciembre del 1978. Tercer pleno del XI Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), Deng Xiaoping pronuncia el discurso que cambió la historia de la República Popular China.
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Bajo la consigna de “emancipar la mente, buscar la verdad en los hechos y unirse en la búsqueda del futuro”, el pequeño timonel sepultó para siempre los errores y horrores de los diez años de la Revolucion Cultural (1966-1976), y dio inicio al proceso de reformas y apertura al exterior, cuyos resultados económicos y sociales son universalmente reconocidos y supusieron gigantescos cambios en la fisonomía política, institucional y cultural de su país y, por sus consecuencias, en el mundo entero.
14 de mayo del 2020. Xi Jinping en una reunión del omnipotente y omnipresente Buró Político del PCCh exhorta a sus 24 camaradas miembros a “aprovechar las ventajas del mega mercado de China y el potencial de su demanda interna para establecer un nuevo patrón de desarrollo con circulaciones duales nacionales e internacionales que se complementen”.
1 de setiembre del 2020. En la 15ª reunión del Comité Central para profundizar la reforma general, el secretario general convoca al partido a acelerar la implementación del nuevo modelo de desarrollo con doble circulación que, por sus alcances y objetivos, según el mismo Xi Jinping, significa “una reforma sistémica y sistemática de nivel profundo sobre la situación general del país”.
Estamos ante una nueva estrategia de desarrollo económico que, aun manteniendo los fundamentos de la integración y el intercambio global (circulación internacional), pone el acento en la expansión del comercio nacional a partir de una ampliación permanente de la demanda doméstica (circulación interna).
Como ocurriera hace 40 años con las cuatro modernizaciones (agricultura, industria, defensa nacional, y ciencia y tecnología), la doble circulación supone una transformación radical y de alcances históricos en el modelo económico del “socialismo con características chinas”. De aquí en adelante, la circulación dual será un concepto clave para China y, por el peso de esta, para el resto del mundo, que necesariamente deberá tenerlo en cuenta a la hora de tomar sus propias decisiones.
Definido como una política que “toma el mercado interno como el pilar mientras deja que los mercados internos y externos se impulsen mutuamente”, el modelo es percibido por los expertos como una solución viable para que China aumente su resiliencia contra las perturbaciones externas.
Aunque las características, tiempos, alcances y modalidades de la nueva estrategia no se conocerán hasta que el Parlamento apruebe el 14º plan quinquenal (2021-2025) a principios del próximo año, la academia y las cancillerías de todo el mundo debaten si este nuevo modelo significará una regresión del enfoque de apertura al exterior (“la gran circulación internacional” de Deng Xiaping) hacia una era de autosuficiencia económica, una versión vernácula del “America First” de Trump, o del “Made and Buy in America” que promete Biden en una campaña electoral en la que ambos candidatos se disputan el liderazgo “antichino”.
“He enfatizado muchas veces que China nunca cerrará sus puertas. Al contrario estarán siempre más abiertas”, subrayó Xi Jinping, explicando a un selecto grupo de directores de las principales empresas públicas y privadas los fundamentos de la doble circulación.
Nadie puede ignorar que la nueva fórmula es también una reconfiguración de la segunda economía del mundo, producto de la pandemia más severa de la historia moderna que hundió a la economía global en la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial, y una respuesta al desacoplamiento productivo, comercial y tecnológico de las dos economías más importantes del planeta impulsado por Estados Unidos.
Existe un consenso en el principal grupo dirigente chino de que la depresión de la economía mundial, el creciente proteccionismo y la notable contracción del mercado global exigen cambios que hagan a la economía menos vulnerable a las señales negativas que llegan desde el extranjero.
La última proyección del Banco Mundial anticipa una caída del 5,2% del PIB mundial para este año, y una superior al 7% en las economías de los países más desarrollados, impulsada sobre todo por una reducción abrupta de la demanda doméstica. A pesar de que China espera un crecimiento del 1,6% en 2020 (única gran economía que va a aumentar su producto), la contracción de la demanda internacional de productos chinos seguramente afectará profundamente el crecimiento de su propia economía.
La “circulación interna” es entonces para Beijing un fuerte remedio para amortiguar la tibia demanda global, que se prevé que dure bastante tiempo más que el virus que la provocó. Para ello, China tiene muchas ventajas, entre ellas, una fuerte base material acumulada en los últimos 40 años desde la reforma y apertura, la cadena industrial más completa y a mayor escala del mundo, un gran mercado de 1.400 millones de habitantes, además de una clase media de 400 millones de personas.
Según los datos de su Instituto de Estadística, el gasto de los consumidores chinos contribuyó con un 57,8% al crecimiento del PIB del año pasado, y por primera vez en la historia el PIB per cápita de China superó los 10.000 dólares, haciendo que el énfasis en el mercado interno sea una opción natural, ya que la enorme escala de consumo del país y las crecientes capacidades de suministro implican masivas oportunidades.
Un ensayo general de la nueva estrategia tuvo lugar en 2008 para enfrentar la crisis financiera mundial. Entonces, fue la consigna de reequilibrar la economía desde aquella dinámica impulsada por las exportaciones y la inversión hacia un mayor enfoque en la demanda y el consumo interno y las reformas del lado de la oferta.
No obstante, la diferencia fundamental entre la doble circulación y el reequilibrio radica en que esta vez el aumento de la demanda nacional, más que por las importaciones, debería ser satisfecha por la producción local.
El reequilibrio suponía reducir la dependencia de sus exportaciones; en cambio, la circulación dual pretende disminuir la dependencia de las importaciones. Mientras aquella estrategia fue una gran noticia para el resto del mundo, ya que impulsó las exportaciones de la mayoría de los países a China, el nuevo modelo seguramente generará preocupaciones sobre todo en aquellos que se han beneficiado de la exportación de bienes intermedios y terminados, y que ahora la República Popular se prepara a producir localmente.
La posición de mi país en la economía mundial seguirá aumentando, nuestros vínculos con la economía global se harán más estrechos y la oportunidad de mercado que ofrecemos a otros países se ampliará y nos convertiremos en un campo gravitacional masivo para atraer bienes internacionales y recursos clave”, dijo Xi Jinping en un discurso la semana pasada. Dudo que esas declaraciones tranquilicen a países como Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, Alemania y otros tantos para los cuales el mercado chino es de los principales destinos de sus productos con mayor valor agregado.