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La Revista | torre | Cipriani | San Rafael

Cipriani y el proyecto San Rafael

Una torre de 280 metros, 50.000 m2 más y la mitad de inversión

El teatro para mil personas, el shopping y el centro de convenciones ya no figuran en el proyecto final

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Caras y Caretas Diario

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Si el empresario italiano Giuseppe Cipriani hubiera cumplido con el compromiso asumido a mediados de 2018, el nuevo hotel San Rafael estaría funcionando desde diciembre de 2021. Hasta marzo iba por su tercera maqueta, pero el miércoles el intendente de Maldonado, Enrique Antía, envió a la Junta Departamental el nuevo proyecto con modificaciones. El cuarto, con una torre de 300 metros de altura, más metros cuadrados y menor inversión.

Cuatro años han pasado desde que el mundo político e inmobiliario de Punta del Este fuera conmovido por un anuncio: el empresario Giuseppe Cipriani había comprado el viejo hotel San Rafael.

El monto de la operación rondó los 50 millones de dólares que comprendían la compra de las acciones de Fosara SA a la anterior propietaria, Yolanda Manoukian de Merlo, el pago de tributos adeudados y la compra a la intendencia de tierras usadas por el hotel pero de propiedad pública.

Allí se levantaría el “Cipriani Ocean Resort and Club Residences Punta del Este”. Incluía la reparación y restauración completa del exhotel, la construcción de una torre de 237 metros de altura, más dos edificios horizontales de 100 metros de ancho y 26 pisos. En total unos 123.000 metros cuadrados. Tendría un teatro para 1.000 espectadores, piscinas interiores y exteriores, fuentes de gran magnitud, un estacionamiento bajo tierra para 2.000 autos, un spa de lujo, centro de convenciones y casino privado.

La inversión anunciada era de 450 millones de dólares.

El 30 de mayo de ese año Cipriani y el arquitecto uruguayo Rafael Viñoly se presentaron en la Junta Departamental de Maldonado para mostrar su proyecto. En realidad sólo llevaron una maqueta y unos dibujos a lápiz.

Pero eso bastó para que el gobierno departamental encabezado por Enrique Antía lanzara campanas al viento anunciando una “nueva era” para Punta del Este.

El proyecto comprendía la demolición del hotel San Rafael y su reconstrucción exactamente igual.

Cipriani había declarado al momento de anunciar el proyecto que “de los 450 millones de inversión él contaba con 140 millones para el inicio de obras y confiaba que el resto provendría de las ventas anticipadas”. La compra de la tierra fue saldada en su totalidad.

Pero enseguida vino la primera modificación del proyecto arquitectónico.

Se pasó de tres edificios en altura, con un techo similar al del hotel, a lo que el mismo intendente denominó “matracas”.

Cipriani comenzó a recorrer el mundo tratando de conseguir compradores. Pero no tuvo mucha suerte. Entre otras cosas porque nunca presentó un plano ni cómo serían las propiedades.

En marzo de 2020 estalló la pandemia, se cerraron fronteras acá y en el mundo y seguramente eso complicó sus planes.

En diciembre el gobierno le adjudicó el permiso para operar un casino privado. Pero aun así, no se avanzó.

A principios de 2020 año se anunció una nueva modificación y con ella una sustancial reducción de la inversión prevista originalmente. Ahora apenas superaría los 240 millones de dólares. Pero el dinero no aparecía.

En febrero pasado Cipriani apareció en la intendencia con Naguib Sawiris, un empresario multimillonario de nacionalidad egipcia fuertemente vinculado al rubro de la construcción, el turismo y las telecomunicaciones. Sawiris pasó a ser el socio inversor. Es decir, el dueño del proyecto.

En ese momento se anunció una “nueva modificación” de la propuesta original.

Negocio redondo

Después de varias postergaciones, finalmente el empresario italiano se presentó a firmar el contrato por la adjudicación del casino privado, por lo que tenía que pagar poco más de 7 millones de dólares en garantía.

En lugar de dinero en efectivo, y previo pago de 200.000 dólares, aportó una póliza de seguro con el BPS por el monto total.

El miércoles la intendencia anunció la “presentación del proyecto definitivo”.

Según la web oficial “El cronograma exigido por la IDM al inversor detalla que el hotel estaría finalizado en 35 meses, el casino en 34 y la primera torre en 35 meses también.

El ex San Rafael será levantado nuevamente con sus cuatro plantas tipo, la buhardilla, el lobby y el entrepiso; contará con 80 habitaciones y 268 estacionamientos en subsuelo. Las torres tendrán 282 unidades habitacionales y el proyecto modificativo propone construir 170.084 metros cuadrados.

Existirá spa, gimnasio, piscina techada y abierta, así como canchas de tenis, peluquerías y dependencias médicas; todo deberá realizarse mediante condiciones de accesibilidad.

La administración del intendente Enrique Antía entiende que la propuesta modificativa del inversor se enmarca en la política de promoción de fuentes de empleo que se concretarán durante la fase de construcción, así como una vez culminada la obra.

El mismo verso reiterado una y otra vez.

Pero el teatro para mil personas, el shopping y el centro de convenciones ya no figuran.

La torres más altas del país

El empresario, admirador de Trump y de Macri, supo jugar en el tiempo con un gobierno que necesitaba mostrar alguna concreción importante para ganar elecciones.

Así el intendente Antía y el diputado Rodrigo Blas aparecieron públicamente en defensa del proyecto casi como si fueran socios del mismo.

Y tuvo frutos.

De acuerdo a la información oficial, Cipriani logrará los permisos para construir 50.000 metros cuadrados (170.084) más que los anunciados en 2018 (123.000), casi con la mitad de inversión (250 millones contra 450 en 2018).

Antía tiene los votos necesarios en la Junta para aprobar cualquier cosa.

El nuevo proyecto levantará el hotel y casino en una esquina de la manzana 815 de playa Brava y tres torres gigantescas sobre el fondo del predio.

Se trata de tres edificios que serán los más altos del país, ubicados en una zona definida como residencial, que paga impuestos como tal.

La torre más alta se elevará hasta 280 metros de altura; la segunda a 212 metros y la tercera a 140 metros.

El proyecto no tiene igual en el país y abre puertas insospechadas, porque este antecedente permitirá a otros inversores reclamar lo mismo.

Representa un desafío para la ingeniería que deberá resolver como construir a esa altura, frente al mar y con la resistencia de vientos hasta ahora desconocidos a ese nivel.

Ahora va por el juego online

Al proyecto Cipriani todavía le falta algo. Esa fue su estrategia desde el principio, nunca puso toda la carne en el asador. Iba paso a paso.

En 2020, ya con nuevo gobierno nacional, puso como condición para seguir con la propuesta que se le otorgara el juego online al casino.

Ese era un reclamo también realizado por Enjoy desde hace varios años, sin resultados.

En Punta del Este encontró otro broker en el empresario Elbio Rodríguez, exasesor del exministro de Turismo Germán Cardoso, quien desde hace tiempo tiene contactos con empresas de “poker online”.

Antes de su destitución, Cardoso, Cipriani y Rodríguez, fueron a Paysandú en vuelo privado y en visita no oficial. Nunca se supo a qué.

Fuentes del gobierno departamental dijeron saber que “Rodríguez había acercado a Cipriani a unos inversores chinos dispuestos a invertir 40 millones de dólares en el juego online”.

Pero esta etapa es más compleja que construir. Primero porque el juego online fue adjudicado por Tabaré Vázquez a la Banca de Loterías y Quinielas y luego porque no todo el sistema político está de acuerdo.

La Cámara de Senadores tiene a estudio un proyecto de ley presentado por el Poder Ejecutivo para reglamentar el juego online.

Pero en una sesión de la Comisión de Hacienda de Senado, en la que participaron funcionarios de Casinos, surgieron varias interrogantes que el proyecto de ley no contesta.

En esa reunión Facundo Sánchez, técnico y asesor de la Comisión de Hacienda, preguntó: “¿Cuántas plataformas habrá? ¿Cada casino tendrá una plataforma? ¿Cómo haremos para controlarlas si cada casino tiene una? ¿Habrá una única plataforma y los casinos tendrán distintas salas? En ese caso sí podría haber un control. En el caso de que hubiera licencias para el juego online, ¿cómo se harían los llamados? ¿Qué tiempo van a durar esas licencias? ¿Qué características debe tener quien se presente para obtener esas licencias? ¿Y qué incompatibilidades? En realidad, de este tema no sabemos nada. ¿Cuál es la incompatibilidad que impediría recibir una licencia de juego online? ¿Existen incompatibilidades?

Por otro lado, ¿qué tratamiento se dará a la información de los jugadores? ¿Qué protección van a tener esos datos? ¿Qué medidas se van a tomar para que no jueguen los menores de edad? Sabemos que en el mundo entero esta modalidad –el juego online– ha tenido una penetración enorme en las generaciones más jóvenes; uno de los grandes problemas de los países que han regulado el juego online ha sido el crecimiento exponencial de los adolescentes que juegan”.

Por su parte los representantes gremiales plantearon varias dudas sobre cómo se calcularían sus ingresos a futuro y cuál sería el canon que estas empresas pagarían al Estado.

Uno de los sindicatos de funcionarios se opone tajantemente a esta modalidad de juego.

Pero tal vez la clave tiene que ver con quienes podrían acceder a estas plataformas. Por ahora la ley permite a extranjeros jugar en Uruguay solo en forma presencial. Ese no es el negocio de los casinos online.

A principios de este año el diputado Sebastián Cal (Cabildo Abierto-Maldonado) presentó un proyecto alternativo que aún no se debate. En declaraciones a Emisora RBC de Piriápolis, dijo: “El juego online es una necesidad y una realidad para nuestro país. No porque el juego sea una necesidad, sino porque existe por modalidades que no son las legales, y es más fácil habilitarlo que hacer omisión sobre lo que está ocurriendo”.

Cipriani, y también Rodríguez, presionan y tienen un buen lobbista en el diputado nacionalista por Maldonado Diego Echeverría.

Cipriani, un bon vivant que defraudó al fisco de EEUU

La familia Cipriani opera restaurantes y hoteles en varias partes del mundo.

Lo intentaron en Punta del Este y les fue mal. Y también en Argentina, donde debieron cerrar.

En el año 2007 el diario argentino Ámbito Financiero informó que “los Cipriani admitieron ante la Corte Suprema neoyorquina haber falsificado ex profeso sus declaraciones de impuestos de los años 2003 y 2004, lo que constituye apenas una contravención. A cambio de no ser procesados por evasión impositiva (un delito federal), se avinieron a pagar 10 millones de dólares en concepto de gravámenes impagos más punitorios, y además aceptaron que el fisco les nombrara un supervisor impositivo independiente, que estuvo en la empresa hasta 2011”.

La misma publicación agrega que “en Nueva York tienen cuatro restaurantes: el Rainbow Room en el piso 65 del Rockefeller Center; el Harry Cipriani Downtown, en Wall St.; Cipriani Dolci at Grand Central Terminal, dentro de esa estación de trenes reciclada; y Cipriani 42nd St., en las inmediaciones de Times Square”.

Un comunicado de la firma indicaba que “siempre hemos procurado cumplir con las normas fiscales de la ciudad de Nueva York y del estado de Nueva York; basados en el consejo de nuestros asesores legales hemos cerrado esta disputa aceptando el acuerdo propuesto por el fiscal”. No tenían opción: era eso o un juicio por evasión.

Por lo que se supo entonces, los Cipriani no solo frecuentaban estrellas de la TV y la política. Según informó The New York Post, un tal Dennis Pappas -que era asesor financiero de la mafia y vicepresidente de Cipriani- fue sentenciado a un lapso de entre 18 meses y cuatro años y medio de prisión por estafar a la Seguridad Social y a tres compañías de seguros en más de 1 millón de dólares, presentando falsas demandas por invalidez.

Pappas admitió haber mentido al declarar que no podía trabajar a causa de problemas cardíacos, y agregó saber que “si revelaba mi trabajo en Cipriani y lo que me pagaban por él no habría tenido derecho a la pensión por invalidez”. En el juicio admitió haber cobrado un millón de dólares durante su gestión en Cipriani, que se extendió desde 2000 hasta el año 2006.

Ámbito Financiero también informó que “En Buenos Aires supieron tener dos restaurantes, uno aledaño al Patio Bullrich y otro en el centro de Pilar. En el primero almorzaba y comía el “tout” Buenos Aires; allí se los veía cada día a -entre otros- a Juan Navarro y todos los entonces ejecutivos del Exxel Group, al periodista Bernardo Neustadt, al abogado Marcelo Open, cuya relación comercial y personal con los Cipriani habría tenido un fin tormentoso. Quien lo convenció a Cipriani de abrir en Argentina fue el constructor Nicolás Maccarone, dueño por entonces del Patio Bullrich y habitué del Harry Cipriani de Quinta Avenida y 59th St. Después se lo vendió a IRSA, y un buen día de 2002 el restaurante apareció con un cartel de “cerrado por reformas”; pocos sabían (el resto se enteró por Ámbito Financiero) que esas “reformas” ocultaron por poco tiempo su salida del país.

En Punta del Este la fiesta duró algo más: Cipriani logró que el entonces presidente Jorge Batlle inaugurara el hotel que llevaba su nombre, pero ni uno de sus dólares, y que Pancho Dotto le prestara sus modelos para adornar esa y otras ceremonias.

Según cuentan las crónicas de la época, “Giuseppe usaba el hotel ubicado a unas cuatro cuadras de playa Montoya, a la salida de La Barra, de manera dispendiosa para sus festejos particulares y para albergar a amigos y otras relaciones personales. Muchos de los que participaron en alguna de esas fiestas todavía las recuerdan con nostalgia y quienes no eran invitados aún lamentan esa omisión.

Todo terminó cuando los verdaderos dueños del hotel decidieron que en realidad estaban allí para tratar de ganar plata, no para servir de excusa para que Giuseppe se pasara dos meses en Punta del Este. La sociedad se disolvió y los dueños -la petrolera angoleña Sonangol- le cambiaron el nombre y volvió a su denominación inicial: Mantra.

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