Tofana, cuya biografía aún está envuelta en misterio, habría comenzado vendiendo maquillajes y tónicos en Roma, hasta que su “producto estrella” se convirtió en una forma clandestina de justicia. Lo que hoy sería un escándalo penal, en su contexto fue una reacción desesperada ante una sociedad profundamente patriarcal, donde el abuso conyugal no solo era tolerado, sino estructuralmente reforzado.
¿Justicia por mano propia o crimen perfecto?
En una Europa donde la palabra de una mujer no valía nada y el matrimonio era una sentencia sin apelación, el veneno se volvió una puerta de salida. Las principales compradoras eran mujeres adineradas, atrapadas en uniones arregladas con esposos violentos. Viudas jóvenes y libres, muchas de ellas, mejoraban radicalmente su calidad de vida tras la muerte del marido.
El castillo de naipes comenzó a desmoronarse cuando una joven, arrepentida a último momento, impidió que su marido se tomara la sopa envenenada y acabó confesando todo. La noticia se propagó como fuego entre pólvora, había una red secreta que vendía muerte en frasquitos de belleza.
Tofana fue arrestada y, según diversas versiones, torturada hasta confesar una cifra escalofriante de asesinatos. Algunas fuentes aseguran que fue ejecutada públicamente junto a varias colaboradoras, incluida su hija. A pesar de su desaparición, el Aqua Tofana siguió circulando durante años. Incluso llegó a relacionarse con la muerte del compositor Mozart, quien en su lecho de muerte decía estar "envenenado con agua tofana".
Su historia sigue generando preguntas incómodas sobre el poder, la opresión y las formas extremas que pueden adoptar las búsquedas de libertad.