En la oscuridad de la madrugada, el silencio del penal de Pococí, en Costa Rica, fue interrumpido por un movimiento sigiloso en la zona verde. Los agentes de la Policía Penitenciaria, entrenados para detectar lo improbable, vieron lo que parecía ser una silueta ágil trepando la valla. Pero no era un humano. Era un gato. No uno cualquiera, se trataba de un verdadero “narcogato”, convertido en cómplice involuntario de una red criminal que intentaba burlar los controles del centro carcelario.
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El narcogato tenía carga: atrapado con marihuana y crack en Pococí
Un narcogato fue detectado durante una patrulla nocturna, cuando su comportamiento llamó la atención de los funcionarios.