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Los huérfanos de la globalización neoliberal

Por Emir Sader.

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Caras y Caretas Diario

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Era el camino inevitable, que superaba todo lo que la historia había vivido hasta entonces. El libre comercio, la abertura de los mercados nacionales, el fin de los estados nacionales, la libre circulación de los capitales, la desterritorialización de las inversiones: en la globalización neoliberal desembocaba inexorablemente el movimiento histórico de universalización de las relaciones capitalistas, iniciado hace varios siglos. Vivíamos ese momento privilegiado de mercantilización del mundo, frente al cual desaparecían las alternativas, todas restringidas, nacionales, antimercantiles; desaparecerían las regulaciones que obstaculizaban la libre expansión del capital. Países de América Latina habían actuado a contramano de esa tendencia global irreversible, hasta que en Argentina y Brasil se reencontraba el camino de la globalización neoliberal y el futuro volvía a abrirse para esos países. La elección de Hillary Clinton venía coronar ese futuro reabierto, con un neoliberalismo renovado, con Mauricio Macri y Michel Temer como protagonistas. Todo estaba listo para que la historia de América Latina retomara el camino equivocadamente abandonado por la vía del populismo. En este momento, Clinton estaría desfilando por las pasarelas políticas de la región usando su look neoliberal retirado del closet y recibida en fiesta por los gobiernos de Macri y Temer. Chile declaró que el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) era el acuerdo del siglo. México jugó todo su destino en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. De repente, el voto de salida de Gran Bretanha de la Unión Europea anunciaba que algo estaba fuera del orden mundial previsto. Enseguida, Donald Trump gana y anula la participación de Estados Unidos en el TPP, desiste del tratado de libre comercio con Europa y cuestiona el tratado con México y Canadá. La brújula de los neoliberales se atasca. El futuro ya no es lo que sería. Justo a quienes les había vendido ese futuro lo niegan y vuelven al proteccionismo, que decían que estaba superado definitivamente. Salen de los acuerdos de libre comercio que anunciaban que era el destino obligado. Retornan a la defensa de los empleos dentro del país, cuando explotaban mano de obra barata de afuera como el camino de mejorar la concurrencia. Total, el futuro ya no es lo que fue. Volvió a estar abierto. Lo que se decía que estaba superado vuelve con fuerza. Lo que se prometía como el destino inexorable dejó de ser. Los que han ligado su destino a la globgalización neoliberal se quedaron huérfanos. José Serra prometía llevar a Brasil al TPP, que ahora no existe más. Argentina y Brasil trataton de debilitar los espacios de integración regional, en función del retorno a la subordinación a Estados Unidos. Ahora, al igual que a México, se les cierran las puertas. (A Argentina ya le costó el amargo cierre de la exportación de limones. A México le cuesta todo: inversiones, empleos, remesas desde Estados Unidos). No hay destino obligatorio para la humanidad. El futuro está abierto, será decidido por las vías que los pueblos decidan, democráticamente. ¿Por qué no concebir que Argentina, Brasil y México, con gobiernos soberanos, decidan próximamente reencauzar sus políticas externas y ampliar y renforzar los procesos de integración latinoamericana, estrechamente articulados con los BRICS? ¿Por qué no?

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