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Marcela, la adolescente atropellada en Solymar

En los sucesos ocurridos en la medianoche del sábado 6 cuando muere a tiros un matrimonio paraguayo, salvándose de milagro el hijo de 7 años, una joven fue atropellada.

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Alguien llamó a la revista y enojado espetó: “Los periodistas son de lo peor. Todos hablando de los narcos que mataron, pero de la niña nadie dice nada. Se ve que no vende y como ustedes se venden…”. Antes de preguntar por dónde iba el insulto, cortó. En la Redacción quedamos comentándolo por unos segundos, porque enseguida captamos el mensaje: el lector estaba molesto porque en apariencia no se le prestaba atención a la adolescente muerta en avenida Giannatassio, atropellada por Ramón Guerrero Arce, el paraguayo que fue literalmente acribillado en su vehículo. Hojeamos la prensa, leyendo con atención los pequeños recuadros. Sólo el diario La República dedicaba a Marcela un espacio destacado, en página impar. Pero la cantidad de texto no es extensa. El resto de la prensa, apenas si la menciona. Pusimos manos a la obra y ubicamos teléfonos clave. El problema era a quién llamar tratando de rozar lo menos posible los pedazos de sensibilidad que aún quedaran medianamente enteros y que son los que ayudan a hacer frente a la tragedia. Pero no tuvimos suerte. Su tía paterna se enfureció con Caras y Caretas Portal, llegando a la amenaza. Y se entiende el dolor, la rabia, la impotencia, el temor al manipuleo, el miedo a un mundo que de golpe se comporta de una manera tan hostil. Porque es fácil escribir estas líneas, hablar de la hija de, la sobrina de, la vecina de, etcétera. El problema es cuando la víctima toca de cerca. Ahí la cosa se complica, es lógico y comprensible que la angustia se adueñe del sobreviviente. Simplemente, queremos aclarar a nuestros lectores, que no pudimos acceder a información suficiente para elaborar esa semblanza que nos reclaman. Sabemos que tenía 16 años, que iba al liceo de Solymar, que fue a Bariloche, “tremendo viaje y la mejor semana de mi vida”. Era dueña de ese humor desenfadado que mueve a la sonrisa (“Te amo idiota”) y que le gustaban los niños. Marcela también tenía algo de filósofa, y una de sus mejores amigas así lo estampó en su Facebook: “El tiempo cura todo y los recuerdos nunca se van”.

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