Fue una madrugada de sangre y muerte. El terrorismo de Estado desplegado en su máxima expresión se descargó sobre un grupo de trabajadores que cuidaban el local del seccional 20 del Partido Comunista (PCU) en el Paso Molino.
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En Agraciada 3715 y Valentín Gómez tuvo lugar un crimen todavía impune. Ocho trabajadores fueron fusilados en medio de un operativo del que aún hoy se desconocen sus responsables. Luis Alberto Mendiola, Raúl Gancio, Elman Fernández, Justo Sena, Ricardo González, José Abreu y Ruben López fueron asesinados en el lugar. Héctor Cervelli, herido, fue trasladado al Hospital Militar, donde murió unos días después. José Machado, también herido, logró sobrevivir.
A 50 años de esos sucesos, Machado recibió a Caras y Caretas en su casa del barrio Reducto de Montevideo. Pese a sus años y algunos problemas propios de la edad, mantiene la lucidez suficiente como para recordar lo que en algún momento definió como “el asesinato más grande de la historia”.
Esa madrugada del 17 de abril de 1972 varios militantes del PCU se encontraban custodiando el local cuando se desató la tragedia. Eran alrededor de la 2 de la mañana cuando comenzó el asalto. “Nos echaron la puerta abajo, la partieron al medio y nos gritaban salgan comunistas hijos de puta. Y nosotros nos quedamos ahí. Entraron los policías y nos sacaron a patadas para afuera”, recuerda.
Machado, por ese entonces trabajador de la metalúrgica Inlasa, recuerda que el primero en salir fue Héctor Cervelli. “Yo lo seguí y me pegaron el balazo”. Una bala disparada contra el local rebotó y se alojó en su cabeza. “Se me terminó todo”, sostiene. Quedó tendido en la calle. Herido, permaneció allí hasta que al amanecer se permitió recoger a los caídos. Un oficial impidió que lo mataran. La luz del día y el movimiento que ya comenzaba en la zona seguramente hacían inviable asesinar a un ser humano en la vía pública.
Fue conducido al Hospital Militar, donde permaneció varios días. Para su familia estaba desaparecido, ya que nadie informaba a los familiares. Su esposa lo buscó hasta que por el dato de un conocido supo que estaba en el Militar. Allí estuvo meses hasta que fue llevado a declarar. Posteriormente estuvo detenido en Punta de Rieles.
“Fue una cosa desastrosa. ¿Por qué echar la puerta abajo y hacernos salir de a uno para pegarnos un balazo en la nuca?”, se preguntó sin hallar la respuesta que aún la sociedad uruguaya no ha encontrado.
Machado recuerda el valor de sus compañeros. “Siempre estábamos juntos. Los recuerdo con todo el valor”.
Crimen impune
Los hechos comenzaron a desarrollarse a tempranas horas del 16 de abril con movimientos de fuerzas militares, allanamientos e inspecciones.
En la noche la zona estaba cercada por el Ejército y la Policía, se estima que había alrededor de medio millar de efectivos de diversas reparticiones.
Tras una serie de disparos por la calle Valle Edén, detrás del local comunista, los efectivos comenzaron a disparar contra la casa. Posteriormente conminaron a los que allí se encontraban a salir con las manos en alto.
Nueve obreros fueron heridos, baleados cuando salieron, con las manos en alto y desarmados, del local. Siete murieron instantáneamente o fueron dejados morir sin atención médica: Luis Alberto Mendiola, Raúl Gancio, Elman Fernández, Justo Sena, Ricardo González, José Abreu y Ruben López. Héctor Cervelli murió días después en el Hospital Militar y Machado, a pesar de ser herido en la cabeza, sobrevive.
Un militar fue herido en el tiroteo. El capitán Wilfredo Busconi fue herido de un disparo provocado por un arma de alto calibre, supuestamente de las que estaban en poder del Ejército.
Estos hechos nunca fueron esclarecidos y sus responsables permanecen en el anonimato.
Pese a las afirmaciones de las autoridades de la época, tanto civiles como militares, en el local no se encontraron armas de fuego. Los muertos, según revelan las autopsias, fueron fusilados. Se les disparó en la nuca. Algunos, como Mendiola, presentaban heridas de arma blanca, presumiblemente rematados con bayonetas.