La violación es uno de los delitos más infames y degradantes que se pueden cometer, repudiado incluso por la mayoría de los delincuentes, razón por la cual, en cualquier país del mundo (civilizado o no), quien entra al penal con la etiqueta de violador ya sabe que le espera el infierno porque le devolverán con creces el daño provocado.
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El objetivo de esta nota nada tiene que ver con ideologías, sino con la cruda realidad. No voy a dar un golpe bajo y relatar al detalle los sucesos que más conmocionaron a nuestra sociedad en los últimos años, sino procurar que entre todos analicemos el tema desde un punto de vista jurídico, racional y sin contradecirnos en nuestra defensa de los derechos humanos. De todos modos, viene bien recordar (sin entrar en detalles dolorosos) algunos hechos del mes en curso.
JLFF, de 26 años, estaba cumpliendo medidas cautelares tras ser imputado de violar a su hermana de 11 en Maldonado. A principios de setiembre fue condenado a cuatro meses de prisión por un delito de daño agravado, sin perjuicio de una posible unificación de penas. El día 10, la Policía fue alertada de que el dispositivo electrónico del sujeto estaba fuera de servicio, ya que lo había dañado.
Hace un año y medio , un familiar de la niña había radicado una denuncia contra JLFF por abuso sexual, hecho ratificado por un médico. La jueza de Familia de 3er. Turno dispuso la realización de las pericias pertinentes ordenadas por la fiscal, que se citara al denunciado y se le prohibiera el acercamiento y comunicación con la posible víctima por 180 días en un radio de 500 metros. Siete meses después, el juez Penal de 4to. Turno condenó al degenerado por reiterados delitos de violación especialmente agravada. Un año exacto después de la condena, el delincuente rompe el dispositivo.
La pregunta es: ¡¿y qué hacía libre?! ¿Son tan benignas nuestras leyes o es muy grande el margen de discrecionalidad para el accionar de fiscales y jueces? ¿Es culpa de quienes elaboran las leyes o de quienes las aplican?
Lo que hizo este monstruo es gravísimo. Le destruyó la vida a su propia hermana; hubo reiteración y agravante por el vínculo. Desconozco el motivo por el que estaba fuera del penal; si algún funcionario del Poder Judicial tuviera a bien aclararnos este punto, con gusto lo publicaremos.
Tobilleras y sentido común
Las tobilleras electrónicas (por las cuales llevaba años clamando para que llegaran, luego para que se aplicaran en todo el país y ahora para que multipliquen de urgencia la cantidad) han demostrado ser efectivas; pero, por otra parte, ante casos de violencia doméstica, la Justicia ha dispuesto muchas veces “que el agresor no se acerque a menos de 500 metros de la víctima”. A veces son 300.
A 500 metros, hay un peligro enorme. Si el enfermito decide atacar a su expareja, ningún patrullero podrá llegar a tiempo; y luego pediremos la renuncia de Bonomi. Entiendo esa medida en pueblos chicos; pero no en ciudades como Montevideo, donde, si fuera juez, exigiría un mínimo de 5.000 metros.
¿Qué dice la ley?
La ley Nº 16.707 (de Seguridad Ciudadana) modificó en 1995 el artículo 272 del Código Penal, el cual quedó redactado de la siguiente manera: “Violación. Comete violación el que compele a una persona del mismo o de distinto sexo, con violencias o amenazas, a sufrir la conjunción carnal, aunque el acto no llegara a consumarse.
La violencia se presume cuando la conjunción carnal se efectúa:
- con persona del mismo o diferente sexo, menor de quince años. No obstante, se admitirá prueba en contrario cuando la víctima tuviere doce años cumplidos;
- con persona que, por causas congénitas o adquiridas, permanentes o transitorias, se halla en el momento de la ejecución del acto, privada de discernimiento o voluntad;
- con persona arrestada o detenida, siempre que el culpable resulte ser el encargado de su guarda o custodia;
- con fraude, sustituyéndose el culpable a otra persona.
Este delito se castiga, según los casos, con penitenciaría de dos a doce años».
Todo bien, pero si por mí fuera, y sobre todo en el caso de violación de niños o niñas, equipararía la pena por violación a la del homicidio, ya que el que ultraja asesina la infancia, la confianza y la autoestima de la criatura, muchas veces, de manera irreversible. Incluso destruye la felicidad de su entorno familiar y altera su visión de la vida, haciéndoles vivir en terror constante. Muy posiblemente, la familia de la víctima se volverá sobreprotectora con ella y los demás hijos, con horror de dejarles estar solos un momento o ir hasta la esquina o al colegio sin vigilancia. Un degenerado les habrá quitado la paz y la normalidad para siempre. El violador destruye demasiadas cosas.
No se trata de saciar con una norma semejante el sentido natural de venganza que surge en la sociedad frente a hechos de esta naturaleza, sino de proteger a la misma y a otras víctimas potenciales evitando que en el corto o mediano plazo el violador quede libre.
Algunos juristas entienden que si se equipara la pena como propongo, el victimario optará por asesinar a su víctima, porque se salvará de que lo denuncie y la pena será la misma. Tiene su lógica; pero la teoría choca contra la realidad. Con una pena liviana como la actual, los que atraparon a Valentina en Rivera la asesinaron igual.
¿Qué hay en esas cabezas?
He sido siempre un defensor de planes modernos de rehabilitación y lo continuaré haciendo porque creo que es posible cambiar la mente de un rapiñero e, incluso, un asesino, con paciencia, inteligencia, recursos humanos y materiales. Sin embargo, no he sabido de ningún especialista en parte alguna del mundo que se atreva a asegurar que un violador es recuperable. Yo espero que sí; pero mientras hallamos la fórmula mágica, no debería beneficiársele con reducción de pena, prisión domiciliaria, salidas transitorias ni nada que implique que un sujeto así ande rondando las calles en busca de otro ángel al cual arruinarle la niñez. Son innumerables los casos de reincidencia de estos desalmados.
El violador considera a la víctima como una cosa. Se trata de lo más execrable de la especie humana.
La fiscal Sylvia Lovesio comentó a Subrayado que solo en un mes recibió 50 denuncias de violación en la vía pública, siendo cinco las fiscales que atienden delitos sexuales. 12 denuncias fueron archivadas por falta de pruebas; pero un hombre de 20 años fue enviado a la cárcel este mes tras secuestrar, violar y robar a una mujer que esperaba el ómnibus para ir a trabajar.
Solo un demagogo aprovecharía esto para acusar a Bonomi. Es imposible colocar un policía al lado de cada mujer o niño; ni el ejército de Estados Unidos podría evitar estas acciones si ocupara nuestro país. Tampoco cabe aquí la disuasión porque el violador no razona. De nada servirá aumentar el patrullaje; el depredador sexual actúa muchas veces en la seguridad de su hogar, el lugar más inseguro para varias criaturas.
En Rivera ha saltado la alarma: solo en lo que va del año, 39 personas han sido imputadas por abusar de menores de edad, es decir, un caso por semana y sin contar violaciones a personas adultas. Considérese, por otra parte, que los casos siempre son más de los que se denuncian, ya que la víctima suele sentir vergüenza ante el asalto a su intimidad. Se trata de un sentimiento erróneo (vergüenza tendría que sentir el violador) pero natural y comprensible.
En el departamento norteño se acaba de conocer el caso de una niña de tres años que era víctima de abuso sexual reiterado por parte de su padre biológico, mientras que también se investiga el caso de una niña de cinco años ultrajada por su tío.
Los políticos de todos los partidos tendrían que hacer un alto de urgencia en la campaña electoral y reunirse, no como adversarios, sino como orientales, para ver cómo enfrentamos esto. Un violador no es un delincuente cualquiera. Por su parte, los padres tendrán que comenzar a hablar desde ahora mismo con toda la familia, incluyendo a los más pequeños, y hacerlo sin tapujos ni inhibiciones. Preservemos la inocencia de los niños; pero no la ingenuidad.
El tema es duro; no hay mucho espacio para medidas blandas.
Espero que esto que escribí con tanto dolor no quede en el olvido. Sueño con que los legisladores se pongan las pilas y prioricen la tarea legislativa por encima de la campaña, dando sentido de urgencia a este tema.
Permítanme terminar con una frase que cada vez que la recuerdo se me humedecen los ojos y me desgarra el alma. Fueron las últimas palabras de Valentina antes de ser asesinada, el día de su cumpleaños, cuando iba a buscar a su hermanito.
«Ustedes son malos, ustedes no van a ir al cielo».